Cansancio, mucho cansancio durante el día, a pesar de haber dormido por la noche. Esto y los ronquidos son las quejas más frecuentes con la que los pacientes llegan a los laboratorios donde se estudia el sueño.
"Al principio, no me daba cuenta de que el cansancio que sentía durante el día era porque dormía mal", relató Francisco, un empleado de 47 años que trabaja en el microcentro porteño. "Uno cabecea en el colectivo, en una sala de espera. Nunca me había pasado mientras manejaba. No podía pasar Luján y ya me quedaba dormido. Pero consulté por los ronquidos. Además de sentir los codazos de mi esposa, me despertaba sobresaltado, con sensación de ahogo", dijo a un año de haber iniciado un tratamiento con un dispositivo que emite aire a presión por la noche (CPAP, por sus siglas en inglés) con el que respira mejor, duerme sin interrupciones y siente más energía durante el día.
En su caso, los ronquidos y la somnolencia diurna eran síntomas de un síndrome que produce suspensiones pasajeras de la respiración (apneas) en la cama. Pero el mal dormir no siempre se debe a un trastorno, como pueden ser el insomnio, la narcolepsia, el sonambulismo o hacerse pis en la cama, sino también a la mala higiene del sueño y el exceso de actividades durante el día.
Choferes, médicos, policías, trabajadores de fábricas, estudiantes universitarios, chicos con problemas de crecimiento, deportistas... Los problemas al dormir ya no son exclusivos de algunas ocupaciones ni de determinadas edades.
"Los trastornos del sueño son un corte transversal en la sociedad: los sufre desde un operador de Bolsa hasta un barrendero. Todos en la Argentina tenemos una gran cuota de deprivación del sueño. En los últimos 40 años, la sociedad perdió el 25% de las horas de descanso nocturno", precisó el doctor Daniel Pérez-Chada, jefe del Servicio de Neumonología del Hospital Universitario Austral.
Y agregó: "El organismo no está diseñado para trabajar o entretenerse indefinidamente. Esta restricción de las horas del sueño que nos imponemos como sociedad activa prácticamente las 24 horas los siete días de la semana también promueve enfermedades".
Es que el sueño reparador nos prepara para hacerle frente a un día activo con un buen nivel de alerta. Prolongar artificialmente el período de actividad con tantas obligaciones "es negativo para el organismo y conspira contra la calidad del sueño", indicó Pérez-Chada.
Además del mal carácter y el cansancio, dormir menos de cinco horas, por ejemplo, produce el mismo efecto que haber bebido más de lo permitido antes de subir al automóvil.
"El sueño no es acumulable, no se recupera -sostuvo la doctora Paula Irusta, médica del Laboratorio del Sueño del Instituto Ferrero-. Quizás no podemos cambiar el estrés, pero sí mejorar que las horas al dormir permitan que el organismo rinda mejor. El mal dormir tiene muchas enfermedades asociadas en el corto y el largo plazo, tanto en los chicos como en los adultos."
De hecho, ya se conoce más de un centenar de enfermedades asociadas con el sueño, entre las que están los problemas de conducta, neurológicos, del movimiento, cardiológicas y respiratorias. Ocho de cada diez consultas especializadas son por las apneas del sueño, según informó el Hospital Británico con un comunicado por el Día Mundial del Sueño.
"Las apneas son episodios repetidos de cierre de la garganta al dormir, que al principio se manifiesta porque el aire pasa con dificultad y genera ruidos, que no son otra cosa que los ronquidos. Cuando el trastorno es más grave, se produce una verdadera obstrucción del paso del aire. Esto es lo que se denomina apnea", detalló el doctor Eduardo Borsini, neumonólogo del Británico.
Esas pausas respiratorias nocturnas o microdespertares durante unos segundos no son exclusivas de los adultos. Un estudio sobre 2210 alumnos de siete escuelas primarias y secundarias de cuatro ciudades del país comprobó hace cinco años que el 11% de los chicos de entre 10 y 15 años tiene apneas nocturnas frecuentes (4%) u ocasionales (7%). También, el equipo de Pérez-Chada publicó entonces en Sleep que ronca el 23% de los chicos y adolescentes.
Más de dos millones de argentinos padecen apneas, según indicó la doctora Mirta Averbuch, jefa de la Unidad de Medicina del Sueño del Instituto de Neurociencias del Hospital Universitario Fundación Favaloro. "No todos los roncadores padecen apneas del sueño, pero sí todas las personas con apneas roncan. Por lo tanto, el ronquido suele ser el primer signo de alerta", advirtió Averbuch y su equipo a través de un comunicado.
Allí precisan también que el 30% de los hipertensos tiene apneas y lo ignora; que la falta de tratamiento aumenta diez veces los accidentes domésticos, laborales y de tránsito, y que las apneas quintuplican el riesgo de sufrir un infarto cardíaco.
Mayor demanda
En los últimos cinco años, la demanda de equipos de diagnóstico y de tratamiento (CPAP) de los trastornos del sueño creció un 35% cada año.
"Es un ritmo muy alto, comparado con cualquier otro producto del mercado de la salud que aumenta un 10 por ciento anual", explicó Juan Manuel Maradey, gerente de ventas para América latina de Philips, una de las dos empresas líderes en el país en la provisión de estos dispositivos. Y el crecimiento de la demanda, sobre todo de los equipos de tratamiento, lo atribuyó a una mayor cantidad de diagnósticos. "Los centros donde se hacen los estudios del sueño están teniendo hasta tres meses de espera para asignar los turnos", dijo.
Los síntomas que los especialistas aconsejan tener en cuenta para consultar al médico son excesiva somnolencia diurna; sensación de que el sueño no es reparador; dormir mal, aun durante las vacaciones; respirar de manera irregular, roncar o moverse mucho durante la noche (esto suele comentarlo la pareja, un familiar o amigos), o tener una circunferencia de cuello de más de 43 cm.
Además, Irusta detalló otros signos de sospecha, tras descartar causas clínicas posibles: "En los muy chiquitos, los trastornos del sueño pueden causar problemas del crecimiento, mientras que en los chicos más grandes y los adolescentes pueden aparecer los problemas de conducta o la atención en el aula. En las personas diabéticas o hipertensas, a los médicos se les puede complicar mantener una dosis estable del tratamiento. Y, en general, también se ve un aumento de la cantidad de accidentes de tránsito, en el hogar o el trabajo, además de depresión o un malestar generalizado".
Un estudio ayuda a detectar las causas
El estudio de primera elección para saber si el mal dormir es la causa de los síntomas asociados (ver más abajo) es la polisomnografía, que consiste en dormir cómodamente seis horas en una habitación individual de un laboratorio especializado y con varios sensores conectados al cuerpo.
En el bolso se puede llevar el pijama y hasta la almohada u optar por la más cómoda entre varias opciones. "Dormí mejor que en mi casa. No fue para nada molesto", dijo Graciela Buonomo, de 51, que prefirió llevar ropa cómoda al centro donde se hizo el estudio. Ella consultó porque oía zumbidos y sentía cansancio. Tras varios médicos que no le detectaron el hipotiroidismo ni sospecharon del mal dormir, la polisomnografía reveló apneas del sueño con ronquidos.
"Muchos pacientes se ríen y hasta se sacan fotos con el celular cuando están conectados para mandarles a sus familiares. Pero la mayoría se duerme enseguida porque llega ansioso. Es comprensible porque es un estudio que se hace de noche y eso llama la atención", comentó Yanina Leiva, técnica en electroneurofisiología, que tres noches por semana supervisa a los pacientes en un laboratorio especializado. Eso incluye bebes de hasta 12 días de vida.
De fácil preparación
La preparación es sencilla: no hay que dormir siesta; si se hace actividad física, ese día conviene aumentarla; hay que cenar liviano, no tomar café y evitar las gaseosas o los dulces a partir de las 15. "Activan el cerebro y no ayudan a dormir", precisó Leiva.
En la habitación hay un botón que los pacientes pueden usar durante la noche para llamar al técnico o pedir ir al baño, una manta o tomar agua. "Es importante que esa noche sea como cualquier otra", señaló el técnico Gerardo Moya.
Los sensores en la cabeza, en la nariz, la boca, el tórax, el abdomen, las piernas y las manos registran las variables con las que, luego, los especialistas estudian a "los principales sospechosos" de dormir mal, agregó Moya. Los sensores en la cabeza, por ejemplo, ayudan a establecer en qué etapas del sueño estuvo el paciente, mientras que los del pulso detectan problemas respiratorios asociados con enfermedades cardíacas.
"No siempre quien consulta se va a ir con un tratamiento -aclaró la doctora Paula Irusta-. Muchas veces sólo se trata de recuperar una buena higiene del sueño, lo que suele ser más difícil que otros tratamientos." Eso incluye comer liviano antes de dormir, no mirar TV ni usar la computadora en la cama y respetar los horarios de sueño.
lanacion.com
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