Por Caleb Hellerman, CNN
(CNN) – Empujando su carrito de comida en la habitación del hospital, una asistente de investigación entrega vasos con un líquido entre rojizo y rosado, junto con una suave advertencia: "Recuerden que tienen que terminar todo el Kool-Aid".
Uno por uno, los jóvenes voluntarios toman sus bebidas, cada una cuidadosamente calibrada para contener una mezcla de agua, saborizante y una solución precisa de jarabe de maíz de alta fructosa: 55% de fructosa, 45% de glucosa.
Los participantes forman parte de un estudio en curso, a cargo de Kimber Stanhope, un biólogo nutricionista de la Universidad de California en Davis. Los voluntarios accedieron a pasar varias semanas como conejillos de indias: su comida cuidadosamente medida, sus cuerpos sometidos a constantes análisis y pruebas de sangre. Al principio, cada voluntario recibe alimentos sin azúcares añadidos. Pero luego, las bebidas azucaradas comienzan a aparecer.
Los participantes forman parte de un estudio en curso, a cargo de Kimber Stanhope, un biólogo nutricionista de la Universidad de California en Davis. Los voluntarios accedieron a pasar varias semanas como conejillos de indias: su comida cuidadosamente medida, sus cuerpos sometidos a constantes análisis y pruebas de sangre. Al principio, cada voluntario recibe alimentos sin azúcares añadidos. Pero luego, las bebidas azucaradas comienzan a aparecer.
En las últimas dos semanas del estudio, los voluntarios bebieron alrededor de 500 calorías de azúcar añadida, o el 25% del total de calorías para las mujeres adultas en el estudio. En dos semanas, la composición química de la sangre estaba totalmente fuera de lugar: los voluntarios tuvieron niveles elevados de colesterol LDL, un factor de riesgo para enfermedades del corazón.
Mientras que la alimentación forzada de comida basura pueda parecer algo extremo, esta dieta controlada, no estuvo tan lejos del mundo real. Una gaseosa de un poco más de medio litro (20 onzas) contiene 227 calorías, según el Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA). Esa bebida por si sola tiene más del 10% de las calorías totales que necesita una mujer adulta para mantener un peso saludable, de acuerdo con la guía dietética del USDA. Mientras tanto, alrededor de 1 de cada 4 estadounidenses consume por lo menos 200 calorías al día en las bebidas azucaradas. Estas cifras, junto con trabajos como el de Stanhope, les dan munición a médicos y funcionarios de salud pública, quienes dicen que los refrescos debe ser entendido como enemigo de la salud pública N º 1.
"Muchos niños están consumiendo 300 calorías por día o más, sólo en bebidas que contienen azúcar. Compare el reto de renunciar a tres vasos de bebidas azucaradas, versus a hacer dos horas de actividad física moderada", dice el Dr. David Ludwig, director del Centro de Balance de la Fundación Nueva Prevención de la Obesidad, en el Hospital de Niños de Boston.
"Si usted cambia la Coca-Cola por el agua, eso es fácil de realizar", dice Elizabeth Mayer-Davis, profesora de la Universidad de Carolina del Norte, recientemente a cargo de la Asociación Americana de Diabetes. "Usted no tiene que hacer grandes cambios en la forma de cocinar, ni complicarse cuando va al supermercado. Y el número de calorías que puede ahorrar, puede ser sustancial”, agrega.
Algunos en el negocio de los refrescos dicen que su producto ha sido señalado injustamente. "El consumo de azúcares añadidos está bajando", dice Karen Hanretty, Vicepresidente de Asuntos Públicos de la Asociación Americana de Bebidas. "El consumo de gaseosas ha disminuido, así como la obesidad se ha incrementado. Decir que el azúcar es el único responsable de la obesidad, no tiene sentido”, expresa.
Coca-Cola se ha adaptado para satisfacer la demanda de los consumidores, dice Rhona Applebaum, vicepresidente de la compañía y a cargo de la regulación científica de la empresa. Hoy más que nunca, dice, los consumidores elijen productos bajos en azúcar. Diet Coke y Coke Zero representan el 41% de las ventas de refrescos de Coca-Cola en América del Norte, por encima del 32% hace una década. "Nuestros productos son parte de una dieta equilibrada, y pueden ser disfrutados como parte de una comida o también de un snack”, dice Applebaum.
Coincidencia o no, la nivelación de la obesidad coincide con un descenso en la cantidad de soda que los estadounidenses consumen. El consumo de refrescos – tanto comunes como dietéticos, se ha reducido en un 17,3% desde 1998, según Beverage Digest.
Por supuesto que los refrescos no son la única preocupación. Un vaso de 230 ml (8 onzas) de jugo de frutas tiene cerca de 130 calorías. El mismo vaso de leche con chocolate tiene más de 200, es decir 20% más de las calorías diarias recomendadas. En general, los azúcares añadidos -que incluyen tanto el azúcar natural, como el jarabe de maíz de alta fructosa- representan aproximadamente una sexta parte de todas las calorías consumidas, según las cifras del USDA. Algo más de un tercio de esos azúcares provienen de las bebidas gaseosas y otras bebidas.
Es por eso que la mayoría de las personas que observan la dieta estadounidense dicen que cortar las bebidas endulzadas, es el primer paso para cualquier persona que lucha con el peso o la diabetes.
"Si creamos el supuesto de que hacer una cosa va a reducir la epidemia [de obesidad], estamos cometiendo un error", dice el Dr. William Dietz, director de la División de Nutrición, Actividad Física y Obesidad de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por su sigla en inglés) Sin embargo agrega que “desde el lado de la dieta, hay que centrarse en donde la acción es mayor”.
La acción, dice Dietz y otros coinciden, se encuentra en el azúcar y su primo cercano, el jarabe de maíz de alta fructosa (HFCS por su sigla en inglés). La mayoría de las bebidas dulces, como casi todos los refrescos en EE.UU. utilizan HFCS.
No todo el mundo está de acuerdo en que son equivalentes. Aunque la mayoría de los estudios muestran que el azúcar común y el HFCS desempeñan un papel equitativo en el aumento del peso, algunas investigaciones sugieren que el HFCS -que por lo general contiene un 10% más de fructosa, que de sacarosa, es más probable que cambie el metabolismo del cuerpo, de manera que puedan aumentar el riesgo para las enfermedades cardiovasculares y la diabetes.
Pero la mayoría de los científicos dicen que las diferencias son sutiles. Eso incluye también a Stanhope, cuyo trabajo se ha centrado en comparar los efectos de la fructosa y otros azúcares. En términos de aconsejar a los pacientes o de hacer política de salud pública, dice, no hay mucha diferencia. "Creo que realmente, en este punto, la necesidad de tratar a todos por igual".
"¿Las bebidas azucaradas son la única razón de las epidemias de obesidad y diabetes? No, no es así", dice Mayer-Davis, expresidenta de la ADA. "Pero a veces la respuesta fácil, es la respuesta”, concluye.
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