martes, 13 de diciembre de 2011

LEY DE IDENTIDAD DE GENERO: Alguien que cambia de sexo, ¿puede arrepentirse?


Hace un tiempo se conoció la historia del británico Norrie May-Welby, que nació hombre pero en 1990 se sometió a una operación de cambio de sexo. Sin embargo, tampoco se sintió cómoda como mujer. De allí que las autoridades australianas, donde reside esta persona de 48 años, reconocieran a May-Welby como individuo neutro.
En la Argentina están en discusión estos temas. Con amplio consenso, tuvo media sanción en Diputados el proyecto de ley de identidad de género y se espera que en breve se trate en el Senado. El espíritu de la ley entiende que la identidad de género "es una vivencia interna e individual tal como cada persona la siente profundamente, la cual podría corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento". De allí que sólo la persona sepa de su identidad sexual y el Estado deba acompañar esa decisión individual.
Ahora bien, ¿hay margen para el arrepentimiento? ¿Alguien que tuvo una reasignación de sexo puede volver a cambiarlo si no se encuentra con su nueva condición? En el proyecto que se impulsa no existen restricciones al respecto. "Se habilita el cambio de sexo siempre que una persona lo solicite, no hace falta precisarlo en la ley", informa a LA NACION César Cigliutti, presidente de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), una de las organizaciones que hace 27 años lucha por esta conquista y que participó de la redacción del proyecto.
La única referencia que hay en este sentido en la legislación que se discute es en el artículo 3, donde se mencionan los alcances de la ley. "La rectificación del sexo una vez realizada podrá ser nuevamente modificada con autorización judicial", establece.
El cambio de sexo va más allá de una operación, que puede o no realizarse según lo decida la persona y es el último paso de un largo proceso. Más bien, lo esencial es la modificación registral, que implica el cambio del nombre propio de la persona, el sexo y de la imagen fotográfica que acompaña la documentación.
Vilma Ibarra, una de las diputadas autoras del proyecto, coincide con los demás referentes en la amplitud de una ley que es un reconocimiento de la identidad de género de todas las personas y una posibilidad de que cada uno pueda construir su propia identidad. "Este es un derecho que se le está negado a un sector de nuestra sociedad que se percibe con un género diferente a la asignación genital de nacimiento y sufre fuertemente la discriminación", señala la diputada a LA NACION.
Ibarra explica que la ley prevé el cambio de sexo con el sólo consentimiento del individuo y agrega que en la segunda reasignación se requiere autorización judicial. La legisladora aclara que son excepcionales los casos en que esto ocurre. "Se trata de una pulsión muy profunda que desde muy temprana edad le revela la identidad sexual. Es algo del orden de la intimidad de alguien y cuando llega a decidir el cambio está muy seguro. Los márgenes de arrepentimiento son muy bajos", explica quien hace años estudia el tema.

Una cirugía irreversible

El médico cirujano César Fidalgo, uno de los referentes en asignación de sexo en el país, informa a LA NACION que nunca se enfrentó a un arrepentido. "Antes de someter a alguien a una cirugía de pene hay que estar muy seguro porque es irreversible", enfatiza Fidalgo para despejar dudas.
Este médico forma parte en el Hospital Gutiérrez de La Plata, el primer equipo interdisciplinario que practica cirugías de este tipo en la Argentina; desde 1997, operó a 36 pacientes, en su mayoría varones que se reasignaron a mujer (la proporción es 3 a 1). "No vi nunca a nadie arrepentido y no tengo antecedentes que de que eso haya ocurrido, porque la operación es algo muy selectivo y la cirugía es el último paso luego de un proceso que engloba un tratamiento endocrinológico (para afinar o engrosar el cabello y la piel, distribuir diferente la grasa en el cuerpo, modificar la voz, etc) que lleva años y que ya va adecuando los cuerpos.
El médico psiquiatra y sexólogo Adrián Helien, del sector de disfunciones sexuales del Hospital Durand, único en su tipo en la Argentina, informa que los estudios señalan que sólo 6 de cada 1000 intervenciones generan algún tipo de "arrepentimiento" posterior. En general, confirma, la sensación es de satisfacción por el cese de la disforia, de la integración cuerpo-mente. "No conozco ningún caso en el país de arrepentimiento. Las personas que llegan a la instancia quirúrgica están muy seguras ya se encuentran con reasignación hormonal y viviendo en el género sentido hace tiempo. Lo único que cambia son sus genitales".
Y explica que, según investigaciones internacionales, quienes se desencuentran en su nueva condición suele ser por un contexto social adverso, no porque se arrepientan de la operación o por que deseen volver al género anterior. "Este tipo de casos debería ser abordado con un buen trabajo previo al acto quirúrgico para bajar las expectativas a situaciones reales. Todo en el marco del consentimiento informado, donde la persona toma la decisión responsablemente, previa información del equipo actuante del acto quirúrgico al que va a someterse", manifiesta este psiquiatra y sexólogo referente en tema.
"Las personas transexuales, en general, sufrieron años de exclusión, la sociedad no las aceptó, las discriminó y además no les permitió integrarse a ámbitos sociales, como por ejemplo, el educativo o el laboral", apunta Helien. Como los demás especialistas, considera que esta ley empezará a cambiar a futuro las oportunidades de este sector históricamente postergado.

Diana, una trans que sabe de luchas

Video: Diana, una travesti que lucha por sus derechos

Los numerosos testimonios que a lo largo del último año se fueron recogiendo en el blog Boquitas pintadas confirman que las personas que llegan a la instancia de requerir una reasignación de sexo lo hacen convencidas.
Diana Sacayán habla de su condición de travesti, revela sus años de luchas de lo más diversas, una de las cuales incluye el poder tener una identidad femenina acorde a lo que ella siempre supo que era, más allá de sus genitales de varón. "No siento que nací en un cuerpo equivocado. Este es el mejor cuerpo que me pudo haber tocado: disfruto de tener un pene y un par de tetas", dice en diálogo con Boquitas pintadas . "No tengo ningún problema con mi cuerpo, el que lo tiene son otros, justamente aquellos que desean nuestros cuerpos".

“Disfruto de tener un pene y un par de tetas”

Diana está eufórica. El día que recibe a Boquitas pintadas en su oficina de Inadi donde trabaja como asesora, los legisladores acababan de darle media sanción al proyecto de ley de identidad de género. Ella se define como travesti, descendiente de diaguitas, habitante de Laferrere, militante por los derechos de todos.
“Somos más complejos que lo que señala nuestra identidad sexual, nos atraviesan otras cuestiones”, dice. Y señala que poder explicar esto es el mayor desafío que el colectivo trans enfrenta a una sociedad que no las comprende. Reconoce que no es sencilla la reflexión que propone, porque exige romper con categorías históricas que las excluyen, pero considera que es una lucha impostergable por más ciudadanía e igualdad.
Diana cuenta de los avances que reconoce en este tiempo. “Hace muy poco, el Estado nos encarcelaba por ser travestis y ahora se aprueba una ley para incluirnos”, contrasta, y se detiene a relatar los cinco años que estuvo encarcelada en distintos momentos de su vida sólo por vestirse con ropas de mujer, habla de la expulsión de su hogar a los 15 años, de la condena a prostituirse, de sus marcas físicas y psíquicas por trabajar en la calle.
Cuando hablamos del momento en que se asumió travesti, lo primero que aclara es: “No me siento en un cuerpo equivocado. Este es el mejor cuerpo que me pudo haber tocado: disfruto de tener un pene y un par de tetas. No tengo ningún problema con mi cuerpo, los que lo tienen son otros, aquellos quienes desean nuestros cuerpos. ¡Mirá que hipocresía!”.
- ¿Cómo viviste la media sanción del proyecto de ley de identidad de género?
- Me siento sumamente orgullosa de nuestro movimiento, porque logró que se discuta este proyecto que representa los intereses y necesidades de nuestro colectivo. Avanzamos mucho: el Estado que hace muy poco encarcelaba a personas travestis hoy da este medio dictamen.
- ¿Fuiste víctima de ese Estado represivo?
- Sí, yo fui víctima de los códigos contravencionales, fui presa por pelear por esos códigos. Sufrí persecución, encarcelamiento. Si me pongo a contar los días que estuve detenida sumaría más de 5 años. Simplemente por ser travesti. Esta va a ser una ley bisagra para poder acceder a nuestros derechos, pero necesitamos también que el Estado reconozca que ha incurrido en violación de derechos humanos de personas travestis y transexuales.
- ¿Cómo eran tus detenciones?
-No son tiempos muy lejanos, hace muy poco. Nosotras éramos detenidas con los códigos contravencionales que eran usados, incluso en democracia, para  encarcelarnos porque un artículo decía que toda aquella persona que lleve una vestimenta no acorde a su sexo será detenida y sancionada con días de arresto que podían variar de 30 a 90 días, más una multa que era del 20% del haber mensual de la persona que te había hecho el acta para que quedes detenida.
- Contame de tu vida: ¿Cómo fue asumirte travesti?
- El proceso no fue desarrollado en un contexto de amor, fue un proceso atravesado por la violencia. El primer gesto de manifestación de mi identidad fue repudiado por mi familia. Me tuve que ir de mi casa y con otras compañeras travestis de mayor edad tuve que salir a ejercer la prostitución para sostenerme a los 15 años como un adulto. Las travestis no vivimos la infancia ni la adolescencia como lo viven otros niños, no está ese tiempo tranquilo de transitar la secundaria. Siempre tenés que pensar cómo sustentar tu propia vida.
- ¿Te pudiste reconciliar con tu familia?
- Sí, con mi madre. Ella me pudo acompañar en los últimos años. Conseguí su apoyo con el tiempo y nos reconciliamos.
- ¿La ley ayudará a que sea más fácil el apoyo en las familias de otras chicas?
-No va a producir transformaciones culturales inmediatamente, pero viene a cubrir un vacío legal. Nosotras no éramos considerados sujetos de derecho. Cuando se apruebe sí, pero es un  trabajo de hormiga que tenemos que seguir realizando. Hay algunos cambios, muchas chicas trans ya tienen el acompañamiento de sus padres.
- ¿Como cambió tu situación?
- No hace muchos años que trabajo fuera de la prostitución, pero me llevó 8 años desde que decidí salir hasta que pude concretar ese deseo. La prostitución ha dejado marcas imborrables en mi cuerpo y en mi memoria psíquica y es fuerte poder salir de ese contexto de exclusión y violencia, poder analizarla y poder cambiarla.
Cuando ingresé a militar en el movimiento de diversidad sexual en Laferrere, en el partido de La Matanza, donde la realidad es otra, ahí pude darme cuenta de lo importante que era cambiar mi realidad para poder cambiar la realidad de otras compañeras.
Y desde la militancia fui convocada de la dirección de Cultura del Gobierno de Buenos Aires y trabajé 3 años en la coordinación del programa de inclusión de travestis y transexuales. Después estuve 6 meses sin trabajo, en una situación desesperante, era el miedo de tener que volver a la prostitución. Tenés que vivirlo para saber! Cuando asumió la intervención del Inadi me llamaron para esta nueva gestión, porque entienden que nos necesitaban para gestionar, para dar ideas.
- ¿Cómo se sale a buscar un trabajo?
- Yo soy atrevida, dada con la gente, no tengo vergüenza y voy al frente, pero es una situación complicada salir a buscar un trabajo siendo trans. Es una situación hostil porque desde el que te atiende hasta el gerente te suelen mirar para burlarse, a muchas compañeras les ha pasado. Esperamos que la sociedad tome conciencia y que quienes deben emplearnos se fijen en nuestras capacidades, no en la cáscara. Tenemos mucho para aportar pero hasta ahora no nos dieron la oportunidad para hacerlo.
- Algunas voces críticas al proyecto de ley de identidad piden que exista un análisis psicológico para asegurarse de que realmente el cambio de sexo sea a conciencia, ¿qué respondés a eso?
- Hablo por el Frente Nacional por la Ley de Identidad de Género y como persona que sufrió la criminalización. Nuestro planteo es que no vamos a permitir que ningún especialista nos diga quienes nosotras sentimos ser. Es una aberración. ¿Quién puede negar que nosotras somos quienes somos? Si existimos. ¿Por qué para demostrar eso tenemos que pasar por un proceso de psiquiatrización o de medicalización? Yo creo que eso no puede ocurrir porque hay experiencias en otros países donde está sucediendo y no es bueno. A las personas heterosexuales nadie las observa con psiquiatras excepto que tengan alguna patología que así lo indique, pero no para decirle: ‘usted es o no heterosexual’.
- ¿Conocés casos de personas que se hayan operado y no se sientan bien?
- No, habrá algún caso pero no lo conozco. La persona que vive el travestismo, la transexualidad lo vive porque lo siente, porque hay signos, es un deseo, una necesidad, una construcción de años. Tomar una situación de arrepentimiento no me parece. Conozco muchísimas personas y esto no pasa. La ley no tiene que establecer más que el reconocimiento de la identidad travesti, transexual y transgénero y el acceso a la salud pública.
- ¿Cuándo te empezaste a sentir en un cuerpo equivocado?
-Lo primero para aclarar es que yo no me siento en un cuerpo equivocado. Este es el mejor cuerpo que me pudo haber tocado: disfruto de tener un pene y un par de tetas. No tengo ningún problema con mi cuerpo, los que lo tienen son otros, aquellos quienes desean nuestros cuerpos. ¡Mirá qué hipocresía, ¿no?!, porque los mismos que consumen sexo con travestis, esos mismos señores nos señalan con el dedo y dicen que no hay que otorgarnos derechos. Como sociedad deberíamos empezar a hacer una autocrítica de ese maltrato.
lanacion.com

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