sábado, 17 de diciembre de 2011

Claves para evitar que las fiestas se vuelvan un dolor de cabeza


Los últimos días del año son sinónimo de cierres, reuniones de trabajo, presentación de informes, exámenes finales y eventos sociales. Son momentos en los que se hace un balance y se planifican proyectos para el año venidero. Como si esto fuera poco, Navidad y Año nuevo son situaciones propicias para reencontrarse en familia, comer, festejar y brindar. Sin embargo, para muchas personas estas reuniones implican un dolor de cabeza por tener que compartir estos momentos con quienes muchas veces no tienen una buena relación.
Todo este malestar, sumado a la frustración que puede manifestarse por no haber cumplido ciertos anhelos, a la imposibilidad de irse de vacaciones y hasta el calor puede ser un desencadenante para acelerar el estrés en los últimos días del año.
“Es fundamental no tratar de oponernos a este final, todas las emociones y pensamientos representan respuestas funcionales a la época del año que vivimos. No hay que desesperarse, ni resistirse, hay que entender que el ciclo se debe cumplir como todos los años para luego poder volver a empezar. Lo que no se llegó a realizar este año, se podrá hacer el próximo. La finalización de un año no es sin el comienzo de otro y con este nuevo la idea de renovación, de recomienzo pero también de continuidad. El año nuevo permite renovar la energía y la esperanza de cambio pero también afianzar los logros, en la continuidad de lo que permanece”, explica la licenciada Marina Sinaí de Hémera, del Centro de estudios del estrés y la ansiedad.
Fin de año también comprende situaciones con significación agradable o desagradable que representan riesgo de provocar ansiedad, depresión con repercusiones anímicas y físicas (tristeza, angustia, irritabilidad, violencia verbal o física, taquicardia, malestares digestivos, problemas cardíacos, accidentes, entre otros). Los últimos días del año también incluyen el recuerdo de familiares y amigos que ya no están y esos duelos a veces suelen ser prolongados.
Para Roberto Sivak, presidente del capítulo Estrés y Trauma de la Asociación Argentina de Salud Mental, es fundamental identificar los factores de estrés que se pueden generar en las fiestas. Algunas preguntas, como “¿Cuáles cree que son las situaciones de las fiestas que aumentan el malestar?” o “¿Tienen relación con las reuniones, las relaciones familiares, los balances personales, la situación de aislamiento?” son las sugeridas para evaluar esta situación.
“Lo importante es que la persona elija a qué reunión concurrir, que disminuya el ‘apoyarse’ en bebidas o medicación para tolerar situaciones y que organice encuentros gratos. También es recomendable hacer balances realistas del año “perdonándose” sus limitaciones si no pudo cumplir todos sus proyectos. Hay que tratar de analizar objetivamente los factores que influyeron en las dificultades, no exigirse “estar feliz” de modo artificial y tratar de rescatar los afectos y valores genuinos”, sostiene Sivak.
Es importante valorar que las fiestas son una gran oportunidad para hacer una evaluación del ciclo pasado, para planear el siguiente, para reencontrarse con uno mismo y con los seres queridos desde un lugar diferente donde priven el amor, la buena energía y la tolerancia.
“Las diferencias existen y no siempre los otros van a responder como nosotros queremos. En consecuencia, evaluar las conductas de los otros a partir de nuestras formas de actuar, es un error que puede traernos dificultades al compartir un festejo o cualquier otro espacio de encuentro”, concluye la licenciada en psicología Patricia Gubbay de Hanono.
clarin.com

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