sábado, 15 de mayo de 2010

La moda da licencia para combinar estampados

Por Inés Muñoz Martínez-Mora
Diario El País
Puede que entre el buen gusto y el mal gusto no haya más frontera que la establecida por la experiencia individual. Se supone que las elecciones de vestuario son una decisión personal en la que sólo influye ese lugar común que reza "sobre gustos no hay nada escrito".
Pero todos sabemos que son las modas las que moldean el gusto y no al revés. Y que sí se ha escrito, y mucho, sobre la inconveniencia de llevar zapatos negros con calcetines blancos o jogging con tacos altos. Estos son sólo dos ejemplos de esas reglas de estilo que acatamos sin cuestionar. No es conformismo, pensamos, sino sentido común. Pues bien, esta temporada se rompió un tabú fundamental del vestir occidental: el de no mezclar estampados.
- ¿Qué? Las rayas y los cuadros, ayer enemigos, hoy están condenados a entenderse. Como las flores con el leopardo o el búlgaro con el tartán. Cuando nada pega entre sí, todo pega. Esa es la idea. El resultado son combinaciones donde parece que el único criterio que prima es el azar. Como si la moda se hubiese apropiado de esa función que tienen los mp3 que reproduce las canciones de manera aleatoria.
- ¿Dónde? El despiste que le provoca a la retina el amontonamiento de motivos gráficos dejó de levantar suspicacias gracias, en parte, al duque de Windsor. Sus trajes confeccionados con distintos tipos de tweed siguen considerándose como una de las osadías estéticas más acertadas de la historia de la moda. La tradición explotaría luego en manos de modistas Op Art como Pierre Cardin. Ahora, son los diseñadores Dries Van Noten o Nicolas Ghesquière para Balenciaga los que más están haciendo por la causa.
En el caso de Dries Van Noten, estamos hablando de su gran seña de identidad. Para la próxima primavera-verano, su universo siempre plagado de estampados tomó la ruta étnica. Con una colección que hace referencia al sudeste asiático, el belga no ha caído, sin embargo, en la trampa del exotismo facilón. Mientras, en la casa francesa cuyo rumbo creativo dirige Ghesquière, las propuestas fueron en otra dirección. Esto es: prendas con motivos que emulan la técnica del brochazo. Las geometrías psicodélicas de Versace y los arabescos vistos en Givenchy suscriben el fenómeno.
- ¿Por qué? En esto de que la moda haya decidido violar su credo hay quien ha querido ver no un acto de inconformismo sino un indicador de que el consumidor ha recuperado algo de su confianza pretérita. "Una de las primeras cosas que evidencian la salida de una crisis es la vuelta de los estampados vibrantes" declaraba en abril a The New York Times Marshal Cohen, analista de mercados.
Si nos tomamos las tendencias como un barómetro fiable del estado de ánimo general, éstas en concreto no podría dar una imagen más optimista del panorama.
- ¿Cómo? Esta opereta visual eligió como escenario las prendas despegadas del cuerpo, ya sean blusones, babuchas o vestidos vaporosos. "Si no se quieren correr demasiados riesgos, se debería intentar mezclar aquellos estampados que estén dentro de una misma gama cromática. O empezar haciendo pequeñas pruebas con complementos como un pañuelo de flores sobre una camiseta de rayas. Aunque lo ideal es arriesgar y divertirse, si no nunca se gana", aconseja Mireia Oller, una blogger cuyo gusto celebran las 30.000 visitas diarias que recibe su página My Daily Style . Hasta en lo de saltarse las normas hay normas.
- ¿Vale la pena? A riesgo de parecer un caleidoscopio andante, sumarse a esta tendencia tiene claras ventajas: los estampados esconden con disimulo las manchas. Por no hablar de capacidades como las que se le atribuyen a las rayas verticales: no pocos confían en su efecto adelgazante.
© Ediciones El País, SL.

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