viernes, 17 de diciembre de 2010

Vacaciones: ¡no nos ponemos de acuerdo!

A esta altura del año, siempre surge la misma discusión; ¿Él quiere montaña y vos playa? ¿Él prefiere pasear y vos relax? ¿Cómo vivís esta situación con tu pareja? Contá tu experiencia



Por Tamara Till
Ilustraciones de Vero Gatti
Diciembre. No querías estresazo esta vuelta y, por primera vez, arranca el mes y ya tenés las Fiestas resueltas: las celebraciones se repartieron equitativamente entre las familias. Ni siquiera hizo falta que tu suegra llorara o que tu mamá te hiciera sentir culpable. Todo parece indicar que el año terminará en armonía.

Pero... un nuevo dilema se interpone, ineludible, implacable: "¿Qué hacemos con las vacaciones?, ¿adónde nos vamos, mi amor?".

Ya probaron eso de conceder a ciegas y no funcionó. ¿Te acordás? Las primeras vacaciones juntos, vos le propusiste lo que creías que a él le gustaría hacer, a pesar de que siempre detestaste la idea de ir en carpa a la costa. Y él te sugería alquilar una cabaña en Córdoba, aun odiando el aire de las sierras. El resultado: ninguno la pasó bien ni descansó. Mejor ponernos de acuerdo, no puede ser tan complicado. O sí. Porque, además de qué tipo de plan van a hacer, hay que elegir dónde, cómo, ¿¿¿y por qué???

Él sueña con un mar y vos, con otro

Hace meses que venís soñando con la playa. Te imaginás a orillas de un mar celeste, tus pies hundiéndose en la suave arena del Caribe. Venís haciendo un trabajo fino: desde julio, cada vez que él sugiere que está fresco, vos mencionás lo bien que se estaría bajo una sombrilla de paja, oliendo a sal de mar y planeando para el almuerzo una brochet de camarones. Fuiste, laboriosamente, sembrando en él la semillita.

Llega el momento y, ya sin mensajes subliminares, se lo planteás abiertamente. Querés ir a las playitas caribeñas. La primera reacción es alentadora: "Dale, hagamos playa, mi vida"; lo adorás. Lo segundo, demoledor: "Vamos a Brasil, que es mucho más cerca que el Caribe". ¡¿What?!

Por empezar, tu idea de paraíso se desmoronaría al primer "flaco, ¿me sacás una foto?" que escuches. Además, odiás la batucada, los feijones y las microbikinis de las garotas que hipnotizan a tu chico más que Tusam a sus caimanes. Y ya sabés cómo él disfruta hacerse el que sabe portugués pidiéndoles ridículamente al mozo un "bifeciño" y al conserje "toalleiras".

Basta con mencionar este último argumento para que todo estalle. Que no te gusta verlo disfrutar, esgrime él. Que lo que no te gusta es que él sea el único que disfrute, retrucás indignada.

Pasarán dos días sin hablarse.

Él quiere aventura y vos, contemplación

Los dos se pusieron de acuerdo en ir a la montaña, un lugar que ninguno conoce. Lo ideal, pensás: estar fuera de contexto es perfecto para descansar y formular los planes que desde hace tiempo tenés para la pareja. Pero... él aparece con una guía llena de circuitos para hacer caminando o -¡my God!- en bicicletas todoterreno. ¿Y el descanso? ¿Y tu ilusión de hablar de los proyectos a futuro mientras contemplan el paisaje? ¿Cómo se cuela tu idea de proponerle agrandar la familia, en un rally en bicicleta esquivando piedras y acantilados?

A tu cara de horror, sobreviene su "nunca estás conforme con mis propuestas", y empieza a mencionarte una por una, desde la película de acción que no quisiste acompañarlo a ver hasta la casa soñada que encontró y que vos bochaste porque quedaba a dos cuadras de la de sus padres. Y ahí nomás, le soltás sin anestesia: "Pero ¿cómo me vas a hacer madre alguna vez, si te da fobia alejarte dos cuadras de la tuya?". El resultado: break y después una semana para reponerte del bajón de haberle lanzado la idea del bebé tan brutalmente.

Las vicisitudes del family plan

Los hijos ya llegaron y esperan, igual que ustedes, el tiempo de vacaciones.

Pero entonces, una nueva discordia aparece: ¿nos vamos a un resort con actividades planeadas para ellos?, como propone él. Aprovechemos mejor para vivir unos días sin planes ni horarios, para pasar unos días juntos en familia, de juego libre entre todos, sugerís vos.

Pero no hay acuerdo. El resultado: vos lo acusás de no responsabilizarse por la familia y él sostiene que su propuesta indica todo lo contrario.

Lamentablemente, tu solución no convence mucho a nadie: llevar a la niñera les quita privacidad, dice él -para quien el paraíso vacacional implica desayunar en calzoncillos y hacer pis con la puerta abierta-, y para vos, ir a la playa con una veinteañera cuyas carnes están más firmes que las tuyas tampoco rinde.

Su genial solución: "¿Qué tal si llevamos a mis viejos para que nos ayuden con los chicos?". ¡Será posible que ni aun siendo padre pueda superar la fobia de alejarse de su madre!... Break.

En busca del consenso perdido

No es casual que al momento de resolver qué hacer con el tiempo libre, sobrevengan los problemas. Suele suceder. ¿Por qué?Porque en muchas parejas, la estructura a la que el período laboral nos mantiene apegados "resguarda" de poner en juego las ganas y deseos de cada uno, que no siempre ni en todos los casos son los mismos para ambos.

Cuando este problema se vuelve algo recurrente y vuelve todos los fines de año, es momento de prestar atención a a la señal de alarma.La idea, entonces, sería que no recayera únicamente sobre las vacaciones la expectativa de "poder hacer todo lo quise y no pude durante los últimos doce meses". Para eso, sería bueno poder ir armando pequeños planes a lo largo del año: una escapada de fin de semana, una cena romántica, una salida al campo, un paseo en barco.

Pequeños proyectos que no sólo sirvan para disfrutar, sino también para aprender el uno sobre el otro, sobre sus gustos y preferencias, un buen ejercicio para comprender que la tolerancia es un ida y vuelta. Así, un fin de semana se puede organizar la propuesta de uno y el siguiente, la propuesta del otro. Esto nos permitiría llegar al momento de resolver las vacaciones como un paso más hacia el disfrute y no como el único desagote de la vida cotidiana.

El resto, se trata de la "sencilla" tarea de transformar la divergencia en diversidad, que la variedad de propuestas sume y no divida. El ejercicio de consensuar es una de las bases constitutivas de la pareja, y alcanzar un resultado que incluya los deseos de todos se convierte en un logro que fortalece el vínculo amoroso.
revistaohlala.com

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