domingo, 12 de diciembre de 2010

El increíble imperio de Sai Baba

PUTTAPARTHI (De un enviado especial).- La señora de cuidado pelo blanco y unos 65 años espléndidamente llevados viste unas babuchas naranjas, una amplia camisola del mismo color y lleva colgada en bandolera una inmensa cartera de cuero marrón. Camina despreocupadamente sobre unas sandalias chatitas color cuero y deja tras de sí un inconfundible aroma de perfume francés. Resulta difícil dejar de reparar en ella, aunque la calle principal de esta ciudad sea una romería en la que se confunden puesteros de todo tipo y color, ropajes de la más variada especie y animales -en especial monos- que vagabundean aquí y allá.
El sol todavía aprieta en la calle y el termómetro se resiste a bajar de los 37°C a la sombra. Ella, como otros tantos, va rumbo a The Cube, inmenso auditorio en el que Sai Baba reúne diariamente, y de a miles, a sus seguidores de todo el mundo. A nadie parece importarle que falten unas cuatro horas para que el gurú aparezca ante sus seguidores.
Puttaparthi es una extraña mélange en la que se cruzan hippies posmodernos, jóvenes con rastas, comerciantes y campesinos. En la estrecha y serpenteante calle central de esta ciudad, en definitiva, se dan la mano y conviven plácidamente las más ancestrales costumbres de la India, con la globalizada clase media acomodada de Occidente que viaja hasta este recóndito paraje del sur en busca de paz y amor.
Y en Puttaparthi todo gira en torno de Sai Baba.
Las escuelas -desde el jardín de infantes hasta la Universidad-, el conservatorio de música, el polideportivo y el hospital los construyó el gurú. Su imagen se repite en todos los hogares, en todos los negocios. Ni el enviado de La Nacion pudo escapar a la atracción y recibió como regalo, al momento de abandonar el hotel, dos imágenes de Baba. Una, con portarretrato incluido, para colocar en el escritorio; la otra, del tamaño de una estampita religiosa, para llevar en el portadocumentos.
En sus calles se hablan todos los idiomas y hasta el menos pintado de los comerciantes es capaz de atender a sus clientes en inglés, francés, alemán, español e italiano.
El ritual de la entrada
Los dominios del Sai Baba ocupan un terreno inmenso y amurallado en pleno centro de la ciudad, donde predominan los tonos pastel, especialmente rosa, celeste y amarillo claro. Hombres y mujeres ingresan por la misma puerta al predio, pero asisten separados a la ceremonia, luego de dejar el calzado, sortear el pasaje por dos detectores de metales e igual cantidad de cacheos en la que la seguridad de Sai Baba se encargará de retener cámaras fotográficas, de video, teléfonos celulares, largavistas, tabaco y encendedores, elementos que serán prolijamente devueltos al terminar la ceremonia.
The Cube es, como su nombre lo dice, un inmenso cubo techado, pero sin paredes en sus costados, de unos 70 metros de lado. La estructura es impresionante, pero no lujosa. El sector izquierdo está reservado para los hombres y el derecho, para las mujeres. El espacio central, en tanto, queda reservado para los seguidores locales de Sai Baba (en su gran mayoría varones jóvenes del colegio secundario). No hay códigos de vestimenta en The Cube, pero la inmensa mayoría de las aproximadamente 5000 personas que asistieron a la ceremonia de la que LA NACION fue testigo vestía de blanco. Los guardias de seguridad (una centena) y los integrantes de la cofradía se distinguen, a su vez, con un pañuelo azul que anudan a su cuello y cuelga en forma triangular sobre sus espaldas.
Es extraña la ceremonia. Potentes altavoces que cuelgan del techo emiten, a toda hora del día, alegres canciones típicamente hindúes con letras absolutamente incomprensibles que pocos -por no decir nadie- entre los seguidores cantan. La gente casi no habla. La gran mayoría se mantiene en silencio y algunos adoptan posición de meditación. Así pasan las horas hasta que aparece Sai Baba.
El gurú ya no camina. Es desplazado por todo el ancho del escenario que preside el cubo en una suerte de trono blanco que tiene todo el aspecto de una silla de ruedas, pero en la que las ruedas aparecen tapadas por la decoración. Viste obviamente de naranja, y responde con sonrisas y movimiento de manos las muestras de cariño, afecto y admiración que recibe de sus seguidores.
Está unos cincuenta minutos delante de su gente, en los que las ofrendas florales y demostraciones de los más jóvenes son acompañadas por más música y más canciones, seguidas por algunas tímidas palmas. No hay discursos, ni oraciones ni apelaciones de ningún tipo. Sólo música, a veces estridente, y miles de personas sentadas en el piso admirando al gurú y un gurú que, a su vez, se deleita con las miles de personas que lo miran.
Todo termina cuando el Sai Baba es retirado del escenario. De a poco comienzan a apagarse las luces de los cientos de arañas que cuelgan del techo. La música cae en intensidad y la muchedumbre se retira plácidamente y sonriente. Las mujeres salen por la puerta de la derecha y los hombres, por la de la izquierda. Sólo volverán a juntarse a espaldas del cubo, donde unos y otros dejaron su calzado. Algunos se mantendrán en estado de meditación, otros se dirigirán a sus alojamientos dentro del predio, y la gran mayoría volverá a ganar la calle principal de Puttaparthi. Hasta mañana, a la misma hora, cuando todo vuelva a comenzar.
TIPS
No maneje en la India. A las complicaciones que presenta el sistema inglés (volante a la izquierda) se le agrega un tránsito endemoniado y riesgoso. El transporte público es accesible y los taxis no son caros.
Llegue con tiempo a los aeropuertos. Los controles de seguridad son estrictos con todo el equipaje. En muchos casos, sus maletas y bolsos de mano serán escaneados incluso antes de entrar a la aeroestación.
No se prive de la comida india. Es picante y muy abundante en especias, pero altamente recomendable. Verduras y frutas de todo tipo vale la pena degustarlas.
Inseguridad cero. Camine con tranquilidad por cualquier ciudad y no se prive de adentrarse en los multitudinarios mercados y bazares. Nos hay robos ni arrebatos.
La entrada a los templos es gratuita. Aunque, probablemente, se encuentre con algunos vivillos que intenten convencerlo de lo contrario, incluso, con entradas prolijamente impresas y selladas.
Agua embotellada, siempre a mano. Imprescindible antes de emprender cualquier excursión. Hace calor y hay muchísima humedad. Es necesario tener siempre a mano agua segura para hidratarse.
Visa y vacunas. Para ingresar a la India es necesario visado, que se tramita en el día en el consulado de la embajada (avenida Eduardo Madero 942, piso 19). Tanto en el Consulado como el agente migratorio que lo reciba en la India le requirarán el certificado internacional de vacuna contra la fiebre amarilla.
Prepárese para caminar descalzo. En todos los templos se ingresa descalzo; también en muchísimos monumentos históricos. No se preocupe. Sus zapatillas siempre estarán donde las dejó.
El idioma no es problema: la India tiene 18 idiomas oficiales, más el hindú y el inglés. Todo el mundo comprende y habla inglés. También es común encontrar lugareños que hablan un rudimentario español.
Ropa, alojamiento y comida: se encuentran hoteles de tres estrellas a buen precio. La comida es barata y también se consiguen artesanías y ropa a buen precio. En los mercados callejeros y bazares regatee precios. Siempre obtendrá alguna rebaja.
Hoteles seguros. Todo su equipaje será escaneado antes de ingresar a un hotel. Los pasajeros también deben pasar por un detector de metales.
Tabaco y alcohol, con reservas. El consumo de tabaco en el interior de edificios y coches de alquiler está prohibido en toda la India. En los hoteles, en caso de ser fumador solicite habitaciones en las que esté permitido. Tenga en cuenta que en algunos lugares, el precio de una cerveza es esquivalente al de un buen plato de comida.
IMPERDIBLES INDIOSNueva Delhi
El Fuerte Rojo: o Lal Qila fue construido en 1683. Allí se izó por primera vez la bandera india tras la indepedencia del país, en agosto de 1947.
El bazar Meena y sus adyacencias: lugar donde se encuentran los bazares callejeros.
La mezquita Jama Masjid: fue construida en 1656 por el emperador Shah Vahan. Es la mezquita más antigua y grande de la India, con capacidad para 20.000 personas.
La casa de la familia Birla: donde fue asesinado el Mahatma Gandhi.
La Puerta de la India: construida en honor a los 90.000 soldados hindúes que murieron en la Primera Guerra Mundial. En su base arde la Amar Jawan Jyoti, la llama votiva por el soldado desconocido.
El paseo y los parques sobre las márgenes del río Yamuna: con los monumentos o ghat en los que fueron incinerados los restos de las principales figuras políticas de la India. La del Mahatma Gandhi es la Raj Ghat.
El Palacio Rashtrapati Bhawan: es la residencia oficial del presidente de la India.
Las ruinas del fuerte Tughlaqabad: fortaleza construida por Ghiyasuddin Tughlaq a comienzos del siglo XIV. Se considera que ésa fue la tercera fundación de la ciudad de Delhi.
Calcuta
El Victoria Memorial: fue inaugurado por la princesa de Gales en 1921. La espléndida estructura de mármol está rodeada de amplios jardines y un lago artificial.
El puente Rabindranath: sobre el río Ganges; uno de los más transitados del mundo. Por su estructura de hierro cruzan más de 4,5 millones de personas por día.
El palacio de mármol: una increíble pieza de arquitectura construida por Rajendra Mallik. Es una casa de familia en la se puede observar (no muy bien conservada) una de las más sorprendentes colecciones privadas de arte del mundo.
La tumba de la Madre Teresa: en la planta baja de la sede central de las Hermanas de la Caridad, en el número 54 A de la Bose Road.
Bombay
La isla de la Elefanta: a una hora de navegación por el mar Arábigo. Templos de deidades hindúes tallados en la roca. La construcción, se estima, data del siglo VI.
Los jardines colgantes: en la colina Malabar, paseo obligado de la ciudad, con una increíble variedad de plantas y pájaros.
La estación Victoria del ferrocarril: declarada por la Unesco Patrimonio Cultural de la Humanidad. Una reliquia arquitectónica.
La casa de Mukesh Ambani: es la más cara del mundo y está en la transitadísima Pedearoad, zona residencial por excelencia de Bombay.
La Puerta de la India: se considera que fue la última construcción de los ingleses. Está en el puerto de Bombay. A su derecha se levanta el hotel Taj, que fue víctima de atentados terroristas en 2008.
El puente colgante Rajiv Gandhi: une las barriadas de Bandra con Gorli y permite acceder al centro de Bombay.
lanacion.com

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy interesante, me parece de lo mejor

--NOT NWO--