domingo, 12 de diciembre de 2010

El pionero del cerro Bayo

VILLA LA ANGOSTURA.- "Setenta años de vida no es cosa fácil para una persona", escribió Jean-Pierre al trazar las primeras frases de su autobiografía. Historia en construcción que no escatima en anécdotas de un verdadero aventurero, entusiasta y arriesgado hombre; aquel que partió de su Bélgica natal para recorrer América en moto y terminaría instalándose en una aldea de montaña de la desolada Patagonia para ser protagonista de su desarrollo.
Jean-Pierre Raemdonck van Megrode es algo así como un personaje ilustre de Villa la Angostura. Su personalidad inquieta lo trajo a la llamada aldea de montaña a comienzos de los años 60 y desde aquí fue impulsor del motocross en la Argentina, un visionario del turismo que incursionó en la gastronomía con el emblemático restaurante Los Tres Mosqueteros, fomentó el andinismo e ideó el centro de esquí en el cerro Bayo cortando a machete las primeras cañas y ramas para trazar el sendero que llevó a la primera pista, a 1500 metros de altura.
Las ideas pujantes del belga son comentario cotidiano en La Angostura cuando se habla de desarrollo. Aquí vive junto a su esposa, Bernadette, en una casa amplia con un inmenso jardín, donde instaló una cancha de tenis techada para jugar a diario luego de su retiro del cerro, y aún mantiene vestigios de viejos medios de elevación del Bayo que a modo de postal se impone delante de su ventana.
Este activo hombre, alto, delgado y con un dejo francés en su hablar, participa con sus 72 años en toda actividad local que se presente. Hace poco diseñó una escultura con chatarra para el festival Artymaña, semanalmente dicta clases y colabora con Asumir, un centro de rehabilitación de adicciones en la localidad de Dina Huapi, mientras escribe su biografía en francés para dejar sus vivencias a sus hijos, Paul, Hélène y Edouard, y sus pequeños nietos.
Villa La Angostura lo conquistó en 1961 y viceversa. Jean-Pierre tocó estos suelos entusiasmado por un amigo del colegio a quien un año atrás había visitado en medio de una gira por América, a bordo de una moto, desde Estados Unidos hasta llegar a la pampa bonaerense, donde su compañero vivía junto a su padre en una estancia.
"Ellos habían hecho un viaje al Sur y me mostraron diapositivas. A raíz de eso me contaron que el padre había comprado un campo que estaba entre un pueblito, que solo tenía un surtidor de nafta y un almacén, y el lago Nahuel Huapi. Me entusiasmó con la idea y me propuso volver, entonces regresé a Bélgica y dos meses después volví. Mi padre me dijo que estuviera un año como mucho, pero sigo acá", cuenta Jean-Pierre, mientras muestra fotos de sus primeros años en La Angostura. Muchos recuerdos.
Nació en Bruselas en 1938, en la antesala de la Segunda Guerra Mundial. Con el estallido de la guerra, su padre optó por comprar una embarcación para resguardar a la familia y luego distribuyó a sus hijos en granjas, escapando de los bombardeos en zonas urbanas, hasta que la familia se refugió, unida, en Francia. Jean-Pierre no tiene recuerdos de sus primeros años pero comenzó a vivir su adolescencia con el fervor del motocross en Europa, donde compitió durante 7 años y que lo motivó, luego del servicio militar, a embarcarse con un amigo hacia Estados Unidos para recorrer América en dos ruedas.
La gira fue programada en su totalidad, pero nunca pensó que el último país de su visita lo iba a atrapar hasta el punto de volver dos meses después. Sólo conociéndola por fotos y por el énfasis del relato de su amigo Jean Groverman, el belga recaló en Villa La Angostura, un pequeño poblado casi aislado, que apenas reunía 500 habitantes y donde sólo había movimiento en dos meses del verano, por los turistas que llegaban en excursiones lacustres desde Bariloche.
Jean-Pierre hizo suyo el pequeño pueblo y comenzó a idear actividades para subsistir y divertirse. A poco tiempo de instalarse, organizó la primera carrera de motocross de la Argentina, aunque su compañero ese invierno volvió a Bélgica para un evento familiar y de allí se enroló como paracaidista del ejército en una misión al Congo Belga (Africa) en épocas de descolonización. Allí hizo amistad con Tom van Dieren, a quien también impulsó hacia la Patagonia unos meses más tarde.
Durante el verano de 1962/63 los tres belgas estaban en nuestro Sur incursionando en la gastronomía. Consiguieron una casona antigua en lo que entonces era el centro del poblado, a pocos metros del puerto del lago Nahuel Huapi, donde pusieron el restaurante Los Tres Mosqueteros, que organizaba almuerzos y meriendas para cien turistas que llegaban diariamente en el lanchón de excursiones desde Bariloche.
El emprendimiento cambió su esencia en corto tiempo (aunque aún persiste su historia ligada a la familia Raemdonck, que sostiene una hostería) y sólo Jean-Pierre quedó en la localidad para continuar su aventura, esta vez como lanchero de cargas, trasportando durante 7 años leña y comestibles de un lado a otro del lago, soportando inclemencias climáticas que hasta lo despojaron por completo de su embarcación en un feroz temporal.
El vínculo con la montaña surgió en Bariloche, cuando durante algunos inviernos, junto con su hermano Michele, instaló un puesto de venta de waffles en la base del cerro Catedral. Querían llevar a La Angostura el desarrollo de un centro de esquí, al menos para que los locales aprendieran ese deporte.
"Empezamos a estudiar esquí con la gente del pueblo. Buscamos donde había nieve: íbamos al límite con Chile, dejábamos los documentos en la Aduana. Subíamos en camioneta con una lona atrás, los chicos del pueblo y los esquís viejos que nos había dado una persona que alquilaba en Catedral, botas de goma y un libro del cual leíamos cómo hacer cuña mientras nos tirábamos", relata, entre risas, Jean- Pierre.
Así fueron los inicios del Club Andino Villa La Angostura. Cada fin de semana, un grupo de jóvenes, con precarios equipos de esquí, buscaban nieve en cada rincón del pueblo para armar pequeñas pistas y practicar. El objetivo era llegar a un valle en la montaña donde siempre observaban vestigios de nieve. Incursionaron en la primera expedición atravesando cañas de colihue y bosques tupidos hasta llegar a ese punto, a 1500 msnm, donde el verano siguiente, en 1975, los mismos jóvenes entusiastas construyeron el refugio de montaña El Yeti, acarreando maderas y herramientas para ponerlo en condiciones.
El refugio fue construido en tierras que ni siquiera se sabía si pertenecían a Parques Nacionales o a un privado que había obtenido tierras fiscales repartidas a comienzos de siglo entre los primeros pobladores. Por esto, Jean-Pierre, como presidente del Club Andino, comenzó a investigar sobre la titularidad de esas tierras. Eso lo llevó a Buenos Aires, donde negoció la compra de unas 60 hectáreas con un abogado que había recibido, como forma de pago de un cliente, un lote pastoril de 600 hectáreas (entre el lago y el cerro).
La negociación no fue fácil.
El abogado no quería vender sus tierras, aunque ni siquiera conocía dónde estaban. Así lo cuenta Jean-Pierre: "Usé como argumento que el centro de esquí que queríamos hacer le iba a dar valor al resto de las tierras. Me vio tan desesperado que empezó a ceder; parecía que el cielo me ayudaba. Entonces llamó a su ama de llaves para que redactara el boleto de venta. El negocio estaba hecho: salí de la casa más feliz que nunca".
La obtención de las tierras se logró con aportes de vecinos asociados al Cumelén Country Club, que reunieron a 150 personas y conformaron una asociación para las inversiones iniciales.
Estas comenzaron con el trazado del sendero para ascender, los primeros desmontes en la actual pista principal y la fabricación artesanal de un medio de elevación con materiales en desuso, como una rueda de camioneta, un motor monocilíndrico, un cable de 6 mm de espesor y ganchos para que cada esquiador se colgara y pudiese subir unos metros por la ladera de la montaña para arrojarse con sus esquíes.
El desarrollo del cerro Bayo como centro de esquí de Villa La Angostura tuvo un crecimiento paulatino, que continuó con inversiones en medios de elevación y la concreción de más pistas de esquí a mayor altura a través de una nueva figura creada con accionistas que en 2006 decidieron vender la sociedad anónima. Entonces, Jean-Pierre se desvinculó.
El pionero del cerro afirma que la historia de La Angostura tiene tres grandes cambios marcados por la traza del camino que une el poblado con San Carlos de Bariloche y el resto de la provincia de Neuquén. Este pasó de tener un sendero para llegar a caballo con cuatro días de demora, a contar con un camino de ripio y, finalmente, en la década del 90 inició su transformación con el asfalto que forma hoy uno de los trayectos más atractivos de la región de los lagos.
"Hoy estamos en una época de crisis. Es un pueblo nuevo y difícil. Aparecen pobladores nuevos que piensan que están en San Isidro o Martínez, y no pueden creer que haya cortes de luz, que todo sea limitado. Vienen con grandes proyectos inmobiliarios, pero no hay infraestructura. Nuestra premisa siempre fue que la unión hace a la fuerza, y logramos mucho con un crecimiento paulatino."
Por Soledad Maradona (Corresponsal en Bariloche)
BIOGRAFIA DE UN EMPRENDEDOR
Terminó el servicio militar y decidió viajar en moto junto a un amigo: el destino era América, con un extenso trayecto desde los Estados Unidos. A los 22 años, en 1960, la travesía como motoquero lo trajo al país. Entusiasmado por un compañero de colegio, regresó dos meses más tarde a Villa La Angostura, el lugar que había conocido sólo por diapositivas.
El primer emprendimiento en el pequeño pueblo fue gastronómico. Junto con dos amigos belgas, inauguró Los Tres Mosqueteros, un restaurante que atendía en verano a los pocos turistas que por entonces llegaban al lugar. Fue lanchero de cargas por el lago Nahuel Huapi, vendió waffles en el cerro Catedral y regresó a Villa la Angostura para crear el Club Andino, en 1975, entusiasmando a los jóvenes del pueblo a aprender a esquiar en cada sitio donde hallaban nieve. En esa época encabezó la primera expedición a un valle nevado sobre el cerro Bayo (a 1500 msnm), donde construyó un refugio de montaña. Este fue la base del centro de esquí que comenzaría a desarrollarse de manera paulatina. En 2006, el emprendedor belga se desvinculó de la sociedad que administró el centro de esquí desde sus orígenes.
Hoy, con 72 años, participa de la mayoría de las actividades del pueblo. Es lector de medios digitales, juega al tenis a diario en la cancha techada de su casa y, una vez por semana, colabora con el dictado de clases y acompañamiento de personas en rehabilitación por adicciones en la localidad de Dina Huapi, a 70 kilómetros de su hogar.
MOSQUETERO SIN ESPADA
Al igual que la clásica novela de Alejandro Dumas, Jean-Pierre formó parte de Los Tres Mosqueteros, pero sin espada y entre lagos, bosques y montañas.
El nombre del primer restaurante que creó junto a sus amigos Jean Groverman y Tom van Dieren marcó sus inicios en la villa y forjó una poderosa amistad entre los jóvenes belgas. En una vieja casona, a pocos metros del lago Nahuel Huapi, durante un verano de principios de los años 60 los tres entusiastas jóvenes comenzaron a plasmar su vínculo de amistad entre ellos y de pasión por las nuevas tierras.
La proeza no se prolongó en el tiempo, pero marcó la vida de Jean-Pierre, que muestra orgulloso las fotografías en sepia de aquel verano inolvidable.
El destino los separó. Tom se orientó por la agricultura y fue a probar suerte al valle del río Negro, en Choele Choel (las vueltas de la vida lo llevaron, años después, a instalarse en El Bolsón). Por ese tiempo, Jean, el entusiasta que había convencido a sus amigos de instalarse en el Sur, optó por un nuevo camino e ingresó en un monasterio trapense de la provincia de Buenos Aires.
Jean-Pierre, entonces, quedó solo en La Angostura. Se negaba a partir, a pesar de que su padre, desde Bélgica, se lo sugería. Dos años más tarde llegó para acompañarlo su hermano Michele, quien sigue con el emprendimiento en el viejo edificio de Los Tres Mosqueteros, reconvertido hoy en una tradicional hostería.
ARDEN LAS PISTAS
Nunca abandonó la pasión por las motos. A comienzos de este año, a poco de cumplir sus 72, Jean-Pierre Raemdonck volvió a ponerse el traje de competición, tomó una moto y corrió la carrera Doble Pilcaniyeu, un desafío de cientos de kilómetros que lo tuvo como protagonista hace más de 42 años.
En su juventud, mientras estudiaba ingeniería electrónica, Jean-Pierre era un competidor conocido en Bélgica. Durante 7 años corrió carreras de trial y motocross, hasta fines de la década del 50. Esa pasión la trasladó al otro lado del Atlántico, donde recorrió el extenso tramo desde Estados Unidos hasta la Argentina y Brasil arriba de su moto junto a un amigo y, años más tarde, con la primera competencia oficial de motocross del país, en Villa La Angostura.
Con el número 20 en su chaleco, el belga corrió por primera vez en la competencia local, organizada por él mismo, pero que, según recuerda, tuvo algunos inconvenientes de "preferencias" que se debieron saldar en las siguientes carreras.
La complicación surgió por culpa del jurado. Los jueces convocados para cronometrar y puntuar a los competidores (a quienes se restan puntos por tocar el suelo con el pie) fueron las autoridades locales, como el comisario y el jefe de correo, entre otros, quienes marcaban su preferencia por los locales y descontaban puntos sólo a los foráneos de San Martín de los Andes y Bariloche: "Nunca nos imaginamos que podía pasar esto", se ríe Jean-Pierre al recordar la picardía de los jueces de la competencia.
Durante muchos años organizó competencias de moto en la región, para no dejar de lado el placer traído desde Europa. Algo que incluso lo acompañó en su primera expedición por América, continente que pudo recorrer durante un año racionando un gasto de diez dólares por día y realizando changas en Costa Rica. Así, se interiorizó en la cultura de cada país, hasta llegar a la Argentina, que lo cautivó con sus historias de gauchos y asados.
lanacion.com

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