domingo, 9 de mayo de 2010

Se triplicaron los divorcios entre parejas de jubilados

Se sabe: la gente se casa menos y se divorcia más. Y en esta tendencia no quedan afuera ni los mayores. En 2001 se divorció el 5% de los porteños mayores de 60 años (entonces, casi 30 mil). Y en 2008 se separó el 10,4% (unos 72 mil). Es decir, en siete años los separados de esa edad se triplicaron, según cifras oficiales.
Las razones del crecimiento son muchas, algunas evidentes, como el aumento en la expectativa de vida: en la ciudad de Buenos Aires es de 80 años para las mujeres y 76 años para los hombres. Según la Encuesta Permanente de Hogares en 2001 había 600 mil mayores de 60, y en 2008 ya eran 700 mil.
"En la población general, los separados son el 9,7%, (11,6% las mujeres y 7,4% los varones, porque reinciden más en el matrimonio). En la población de 60 años y más el porcentaje es mayor (10,4%), pero más igualitario por sexo. Se debe a que a más edad hay más viudas por su mayor esperanza de vida", explica Victoria Mazzeo, jefa del Departamento de Análisis Demográfico porteño.
Otro factor fundamental en esta tendencia: el Viagra, que permitió prolongar la vida sexual.
"Existen varias causas: socialmente hay más aceptación del divorcio independientemente de la edad. Esto anima a quienes no tuvieron un matrimonio feliz a terminarlo. Aquellos que tras la jubilación no tienen proyectos o actividades están condenados a estar todo el día en casa, y con más tiempo para discutir hay más probabilidad de divorciarse", dice el gerontólogo Germán de la Llave.
"Cambiaron las expectativas sociales con respecto al comportamiento adecuado a cada edad. Así como no hay edad para casarse ni para separarse, no hay una edad de comienzo de la vejez. Somos testigos de la aparición de nuevos viejos. Son adultos que conservan su espíritu lúdico, rescatan su niño interno. No ejercen tan solo como abuelos, sino que viajan, estudian, trabajan, se sienten vivos, disfrutan, son partícipes y constructores activos de su entorno, demostrando así que la adultez mayor puede ser un período fértil para seguir creciendo y proyectándose. Y la pareja tiene que poder acompañar este crecimiento", explica Graciela Zarebski, directora de la especialización en Psicogerontología de la Universidad Maimónides.
Para la psicogerontóloga Laura Bottini, el comportamiento de los mayores no es diferente del resto: si cada vez se separa más gente, ellos no son la excepción. "Hoy hay mayores posibilidades de expresión. La mujer, por ejemplo, siente que ya no debe someterse como hizo siempre. Los hijos se fueron, ellos están jubilados, entonces se replantean cómo siguen adelante", dice Bottini.
"Las nuevas formas de envejecer promueven que las personas mayores tengan otras expectativas y esto permita aventurarse a seguir eligiendo de qué manera vivir, algo que en otro momento podía ser tomado como algo absurdo, ya que no parecía un tiempo para que sucedan estas cosas. Se describe como sociedad "uniage" (como unisex) en donde los límites por edades son más cuestionados y se promueven estilos de vida similares a distintas edades. Los términos actuales de vida pueden ser tan largos que permiten que el curso de la vida tome formas inéditas", asegura Ricardo Iacub, psicólogo, especialista en vejez.
"La emancipación de la mujer en lo laboral y en la sexualidad es un factor fundamental que incide en esta tendencia. Una vez que se cumple el rol parental con la emancipación de los hijos, puede decantar la insatisfacción, la mujer ya no se concibe sólo como madre y abuela y esto dinamiza múltiples sentidos de la unión conyugal. Se abre un período de tiempo muy largo de vida como para seguir sometiéndose a una convivencia insatisfactoria. La crisis de un modelo de familia fundado en la autoridad patriarcal y la democratización de las relaciones al interior de la familia, permite el armado de diferentes trayectorias en sus miembros, hasta sentir, cuando se vuelve a ser dos, que ya no hay puntos en común. La vida cotidiana puede volverse insoportable: intolerancia, aburrimiento o peleas constantes", sostiene Zarebski.
Hay otra situación: la separación cuando no se acepta el envejecimiento, ni el propio ni el ajeno. "Hay divorcios de gente grande que sufre mucho, sobre todo las mujeres, cuando el hombre se va con una más joven. Algunas son mujeres que nunca trabajaron y se sienten perdidas. Hay casos de hombres que tienen otra mujer muchos años y recién se animan a divorciarse cuando los hijos se van de la casa. La mujer tiene derecho a recibir cuota alimentaria, más cuando el hombre fue único sostén familiar", dice Viviana Koffman, del Club de las Divorciadas.
Pero hay muchos otros casos de gente que rompe para crecer. Lo sintetiza bien Zarebski: "Más años y más libertad. Son dos ganancias de las últimas décadas".

Una tendencia mundial
El fenómeno de los divorcios de gente mayor es mundial. Se los llama "silver divorcees" (divorciados de plata). En España, por ejemplo, las separaciones se quintuplicaron en la última década: pasaron de 2.500 a 12.500 al año. En Estados Unidos dicen que la nueva tendencia es tres matrimonios por persona: uno en la juventud, otro para tener hijos y el último para compartir la vejez.
Los famosos no escapan de esta moda. El ex presidente español, Felipe González, rompió con su mujer, Carmen Romero, tras 40 años de matrimonio. El vive con otra mujer. Otro que se separó para irse con una más joven es el actor Harrison Ford (68), tras 15 años de matrimonio y dos hijos. El actor Morgan Freeman también se divorció luego de 24 años de casado. Una pareja que parecía indestructible también terminó: la de los actores Susan Sarandon y Tim Robbins.
clarin.com

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