lunes, 11 de octubre de 2010

Tribus alimentarias: cambiando la forma de comer

Si se tratara de un grupo reducido, el mercado no estaría tan atento, sembrando dietéticas y almacenes orgánicos en cada cuadra. Pero cada vez más gente en el país renuncia a la carne por convicciones ideológicas y búsqueda de bienestar físico y se vuelca a una incipiente carta de tendencias nutricionales que ganan adeptos con velocidad. Veganos, macrobióticos, ayurvedistas y seguidores del Raw Food –comida con vida– están plantando la bandera de una nueva forma de comer.
Eva Lemos es vegana, como su marido y sus dos hijos. “Consiste en abstenerse de consumir productos de origen animal –explica–. Cero carne, lácteos, huevos, miel. Tampoco ropa de cuero, lana o seda, y productos de limpieza testeados en animales. El vegano cree que los animales tienen derecho a no ser considerados propiedad y lo expresa”, dice. Lo de Eva no es sólo enunciativo. Hace dos años fundó Acción Vegan Argentina, una web desde donde dispara sus ideas de respeto por la vida animal. Pero, ¿qué come? “Soja, quinoa, margarina. La base de nuestra dieta es el seitán, un glúten de trigo con el que se hacen desde milanesas hasta pizzas”, relata. “Esto repercute en la salud. Tenemos el colesterol más bajo del mundo”.
La cocina macrobiótica no prohíbe nada ni exige practicar una religión. Entiende que la alimentación determina la salud y que las enfermedades están relacionadas con una flora intestinal débil o una mala irrigación sanguínea. Los macrobióticos buscan equilibrio físico y emocional a través de la dieta. No son necesariamente vegetarianos. Lisette Maier y Fabián Czajka se hicieron macrobióticos hace dos años. “Yo tenía que bajar varios kilos. Nos hablaron de la macrobiótica y fuimos a ver un orientador que nos abrió la puerta de un universo nuevo”, dice Fabián. “Empezar es difícil. Una mañana te levantás y tenés que desayunar arroz y comer puré de zanahoria. Pero cuando entendés que si comés esto pasa esto otro con tu cuerpo, entrás en una dinámica de plenitud”, explica. “Nosotros buscamos mucho el sabor. Siempre comemos rico”, agrega.
Perseguir una alimentación más sana los llevó a revalorar un lugar de la casa: la cocina, el altar donde preparan la comida que sana. “Hay una mejora –explica Lisette–. El tenía tendencia a la presión alta y ahora está en valores saludables. Ojo, no vamos a dejar de comernos un chorizo. Pero tenemos conciencia de lo que va a pasar en nuestro cuerpo cuando lo hagamos”.
La macrobiótica está cerca del ayurvedismo, cuya frase de cabecera dice que la primera farmacia está en la cocina.
“El ayurveda nos dice qué hacer para estar sanos y cómo sanar desequilibrios cuando se instalan”, dice el doctor Jorge Luis Berra, referente local del ayurvedismo. “En la alacena están los recursos para manejar los desequilibrios. No vamos a curar un cáncer, pero sí molestias cotidianas”. La disciplina viene de la India, pero seguirla no implica ponerse a comer curry. “Hay que usar lo que está al alcance”, asegura Berra y advierte: “Muchas adolescentes se vuelcan al vegetarianismo y están encubriendo una anorexia nerviosa”.
El Raw Food es el último grito de la ecoalimentación. Consiste en comer las cosas crudas. La dieta: vegetales, frutas frescas y secas, alimentos fermentados y deshidratados. “Se busca bienestar físico y espiritualidad”, explica Lucía Copello, impulsora de la comida viva en el país. Es martes. Lucía termina de dar un curso de comida viva en un bar-almacén orgánico de Palermo. Entre sus alumnos, una mujer con diabetes llegó atraída por la promesa de que la comida viva puede curarla. Se prueban leche de almendras, papilla de chía y brownie de semillas, nueces y miel.
Lo del Slow Food es un movimiento mundial que incluye cocineros, académicos, consumidores y productores. “Como un Greenpeace de la alimentación”, dice Diego Félix, chef Slow Food. “La compra de un alimento es una elección política”, asegura Félix. Quienes adhieren buscan que los alimentos sean “buenos, limpios y justos”. “Bueno para la salud, si es un pollo, que sea de campo y no industrial, que no sea transgénico y que sea justo, que quienes los producen obtengan por ello una paga justa”. El abanico de ofertas de la nueva alimentación es amplio, como se ve, pero la pregunta vale para todos los casos y conduce al bolsillo. ¿Es más barato adherir a esta forma de comer? “Debería serlo porque en muchos casos se anulan los intermediarios. Pero eso implica más dedicación y a veces todo se encarece”, concluye Félix. Lo orgánico, es cierto, aún sigue siendo de nicho. Pero la tendencia, dicen los que saben, crece cada vez más.

Palabra de un nutricionista
Frente al avance de las nuevas tendencias alimentarias, es conveniente hacer una salvedad. Marcela de la Plaza es médica nutricionista de la Sociedad Argentina de Nutrición y lo que dice podría resumirse en que lo mejor es el justo medio. “El vegetarianismo bien entendido significa incluir legumbres en la alimentación de todos los días. Así puede llegar a ser un plan muy saludable. Pero no me parece que haya que renunciar a la carne o lo lácteo. Sí sugiero que a la alimentación habitual, le agreguemos vegetales y frutas. No hay necesidad de renunciar por completo a una porción de carne”, dice, y finaliza. “Es bueno que esté cambiando la manera de comer, pero aún existen hábitos muy arraigados y el cambio es paulatino”.

clarin.com

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