domingo, 17 de octubre de 2010

El almacén de los recuerdos

Qué memorizamos mejor? ¿Por qué olvidamos los últimos momentos antes de un accidente? ¿Todo lo que evocamos es real? La respuesta a todas estas preguntas está en el hipocentro, justo en la parte del cerebro donde las vivencias permanecen a la espera de ser recuperadas.
Como un filme diseñado por la mente donde las cosas importantes sobreviven al tiempo y las superfluas se distorsionan para desaparecer en el rodaje. Así trabaja la memoria, influenciada siempre por la emoción que nos despierta un hecho y bajo la atenta mirada del olvido, que en ocasiones aparece para molestar, y en otras, para aliviar al que sufre. Ambos encajan como piezas de un puzle para configurar la identidad y la historia de una vida que cada cual recupera como quiere y puede.
Los expertos calculan que se conoce solo el 10% del cerebro, el resto prácticamente se mantiene oculto. Pablo Martínez-Lage, coordinador del Grupo de Estudio de Conducta y Demencia de la Sociedad Española de Neurología, asegura que los médicos conocieron por sorpresa las partes del cerebro que participaban en la memoria cuando hace 40 años operaron a un chico que sufría crisis graves de epilepsia: "Habían probado toda clase de fármacos y cuando vieron que no daban resultado decidieron eliminar el foco epiléptico que se encontraba en los lóbulos temporales. H. M. [el paciente] se curó de su enfermedad, pero a partir de ese momento no pudo almacenar nuevos recuerdos ni recuperar las vivencias de los últimos dos años, aunque sí recordaba a la perfección lo anterior".
Esto permitió saber que la información que se envía al hipocentro se mantiene flotando en el circuito de la memoria hasta que el cerebro decide almacenarla. En algunos casos, como demostró la historia de H. M., esto puede durar hasta dos años, razón que explica que no pudiera evocar cosas que habían pasado en este tiempo.
El cerebro, según Martínez-Lage, madura durante los primeros 20 e incluso 30 años de nuestra vida; todo lo que se asimila antes de esa edad se hace sin esfuerzo, en palabras del neurólogo, pero a partir de los 40 a este órgano le cuesta más fijar en la memoria. La niñez es el periodo de la vida en el que se retiene más fácilmente, las enfermedades neuronales que afectan a la memoria por un accidente o un problema físico trasladan en numerosas ocasiones a los enfermos a su infancia porque los recuerdos son más sólidos. Esta vez la película se queda atascada en una escena que el aquejado revive una y otra vez.
Charo Figueres compartió con su madre el mismo capítulo cada día que duró su alzhéimer. Creía ser pequeña y preguntaba sin cesar por su hermano. La madre de Charo se miraba en el espejo y hablaba con "una señora mayor muy simpática" que aparecía reflejada. Recordaba y pedía salir al monte con la caña y confundía a su hija mayor con su madre, "la madre más guapa del mundo", repetía. Sus hijas piensan que su madre fue feliz aunque viviera todos los días la misma historia, un cuento que para ella era completamente nuevo y que Charo relata a la perfección nueve años después de la muerte de su progenitora.
La neuropsicóloga de la Asociación Nacional de Alzheimer, Virginia Silva, asemeja esta enfermedad con un virus que entra en el sistema de un ordenador y arrasa lo que encuentra dejando el disco duro vacío. "Lo peor de todo es que el enfermo pierde lo que es y lo que ha sido; la memoria es identidad, y si se esfuma, desaparecemos con ella", asegura Silva.
Otras de las reglas básicas de la neurología es que existe una estrecha relación entre los recuerdos más permanentes y sus significados emocionales. Al igual que un cineasta recurre a la música y a los planos cortos para destacar las escenas dramáticas, el cerebro estimula a la memoria para que almacene aquello que hemos sentido con más fuerza. Martínez-Lage afirma que esta conexión entre el circuito de la memoria y el emocional se explica también desde el punto de vista físico, ya que están ligados anatómica y funcionalmente. "¿Quién no se acuerda de lo que estaba haciendo cuando se produjo el accidente a las Torres Gemelas?", pregunta el neurólogo. Silva lucha contra el devastador olvido que acaba poco a poco con la identidad de sus pacientes, pero no duda en agradecer la existencia del conocido despiste por su labor de descarga en un cerebro "sobreexplotado".
"El olvido en su forma habitual es benigno y ayuda a superar algunos traumas", asevera. Según esta neuropsicóloga, el cerebro puede borrar momentos terribles como son las violaciones o agresiones, inasumibles para los que las sufren, de tal forma que la persona no los recuerde nunca. Se trata de un recurso físico a un dolor emocional que no se puede aceptar.
En el lado opuesto de los recuerdos ligados a las emociones se encuentran los más recientes, caracterizados por ser los más efímeros. Estos se pierden si en media hora el cerebro no es capaz de almacenarlos como memoria a largo plazo. Los instantes anteriores a un accidente de tráfico no se fijan y en su mayoría son irrecuperables. Rosa de las Heras, de 70 años, no logra continuar uno de los capítulos más trágicos de su película. Se despertó, se vistió y apareció en un hospital, entre medias no recuerda nada. Ella y su marido viajaban en coche cuando este se salió de la carretera y se estrelló contra un muro. Estuvo dos semanas en coma. Los neurólogos determinaron en su diagnóstico que padecía un síndrome confusional. Rosa se ha recuperado casi por completo, pero todavía no entiende cómo pudo hablar durante horas en un perfecto italiano. Fue guía turístico durante un tiempo en Italia, cuarenta años antes del accidente, pero reconoce que no era consciente de que lo recordaba hasta que apareció de forma espontánea. "Dicen que hablaba como un loro en italiano e inglés, pero en los últimos años solo había practicado el inglés", asegura. Martínez-Lage afirma que los idiomas se almacenan en la parte izquierda del cerebro y no forman parte del circuito de la memoria: "Este caso se debe a que durante una lesión cerebral el órgano pone en marcha todos los mecanismos para recuperar su funcionamiento lo antes posible, de forma que se potenció esta parte sacando a relucir los idiomas aprendidos".
Otra capacidad es la de memorizar elementos que no están relacionados a través de los hilos emocionales. Se ha comprobado que el primer elemento y el último de toda una serie son fácilmente retenidos, al igual que lo extraño o novedoso o lo que se repite de una forma lógica. Los neurólogos afirman que la memoria es una de las capacidades intelectuales más apreciadas, pero pocos dedican el tiempo a ejecutarla. "Ponemos nuestro cuerpo en forma, vamos al gimnasio y queremos llegar a la vejez en buen estado de salud, pero nunca pensamos que la memoria necesita el mismo tiempo y dedicación", asegura Silva.
Han surgido muchos científicos especializados en el estudio de la memoria desde que en 1870 el psicólogo alemán Hermann Ebbinghaus decidiese abrir el camino de la investigación de la memoria. Sus herederos reconocen que existen tantas lagunas en las ciencias neurológicas como las que se producen en la operación neurocognitiva, objeto de estudio.
Martínez-Lage define dos líneas de actuación en este momento: la ciencia básica intenta conocer los cambios que se producen dentro de una neurona y entre neuronas cuando se fija un recuerdo. La neurociencia avanza hacia nuevas técnicas, como la resonancia magnética funcional, que mide la cantidad de sangre que se desplaza a la zona del cerebro en un proceso memorístico. Así los expertos pueden saber qué áreas se activan y en qué momento. Martínez-Lage forma parte de la Fundación Cita Alzheimer, que investiga las ventajas de estas técnicas para conocer cómo comienzan a alterarse las áreas cerebrales cuando aparecen los primeros síntomas de esta enfermedad: "Si estudiamos a las personas 10 años antes de que aparezca el problema, podremos ver los esfuerzos de este órgano por compensar las pérdidas de memoria y así podremos estimular este proceso de compensación".
Las películas que crea el cerebro humano tienen elipsis voluntarias y forzadas, se atascan en un punto y a veces vuelven a su inicio. Son fotogramas que unidos en cadena dan forma a una historia inacabada que suma cada minuto vivencias a cambio de renunciar a otras. La memoria es un cajón de sastre que espera un sentido que solo el dueño puede ofrecer. En sus emociones está el poder de decidir qué recuerdos quiere conservar a la espera de que ningún virus informático entre en su sistema y arrase con lo que es y lo que fue.

Esto ya lo he vivido
Más del 80% de los humanos sienten a lo largo de su vida un déjà vu (ya visto), especialmente en las edades comprendidas entre los 15 y 25 años, según las investigaciones sobre este fenómeno. Se trata de un desorden que consiste en la ilusión de vivir algo por segunda vez y recordar una situación que en realidad es nueva. Las causas de estas paramnesias no están claras todavía, pero los expertos intentan explicarlo desde diferentes puntos de vista. Para los psicoanalistas, es una filtración del inconsciente.
El déjà vu se relacionaría con los recuerdos encubridores, instalados en la memoria de forma inconsciente y que esconden sensaciones negativas. Teresa Muñoz pertenece a la Asociación Nacional del Psicoanálisis y explica este desorden como una operación que se ha escapado del inconsciente y se encuentra entre este y el preconsciente, de forma que se hace presente. Una hipótesis de este campo de estudio asegura que cuando una persona siente un déjà vu a menudo suplanta con rostros y situaciones deseadas una realidad que le provoca angustia. Otra teoría más tradicional predica que este fenómeno se debe a que las imágenes que manda el ojo hasta el cerebro se superponen dando lugar a una sensación de repetición, pero este análisis ha sido descartado al comprobarse que los invidentes experimentan paramnesias a través del olfato y el oído. Para los neurólogos es un fallo en el cerebro al almacenar algo como repetido.
elpais.com

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