sábado, 23 de octubre de 2010

La ciencia del vudú: cuando la mente es la que ataca al cuerpo

Helen Pilcher
New Scientist
LONDRES.- Existen numerosos casos documentados en todo el mundo de personas que murieron a causa de una maldición. Pero sin archivos médicos ni autopsias, no se puede saber, a ciencia cierta, cómo fue que fallecieron.
Todos estos casos comparten un rasgo común: que una figura que respetaban los maldijo, cantando o apuntándolos con un hueso; poco después, aparentemente, la víctima moría por causas naturales.
Se puede pensar que sólo ocurre esto en tribus remotas, pero según Clifton Meador, médico de la Escuela de Medicina de la Universidad de Vanderbilt, Estados Unidos, las maldiciones están tomando nuevas formas, y tiene datos para probarlo.
Tomemos el caso de Sam Schoeman, diagnosticado con cáncer de hígado terminal en la década de los 70, a quien le dijeron que sólo tenía un mes de vida. Shoeman murió, según lo esperado, pero su autopsia reveló que los médicos se habían equivocado. El tumor era muy pequeño y no existía metástasis.
"No murió de cáncer, sino de creer que estaba muriendo de cáncer -explica Meador-. Si todos te tratan como si estuvieras muriendo, uno acaba por creérselo. Todo dentro de tu ser se vuelve hacia la muerte."
Este es un ejemplo extremo de un fenómeno muy extendido. Muchos pacientes que sufren de efectos adversos, por ejemplo, puede que los experimenten sólo porque se les ha dicho que van a aparecer. Es más: quienes creen tener más alto riesgo de cierta enfermedad tienen más posibilidades de adquirirla que quienes tienen los mismos factores de riesgo, pero creen tener bajo riesgo.

Un estudio encontró que era cuatro veces más probable que mujeres que creían ser proclives a experimentar un ataque cardíaco murieran por problemas coronarios, comparadas con otras con iguales factores de riesgo. Parece ser que los brujos modernos visten con batas blancas y poseen estetoscopios.

Un hermano maligno
La idea de que creer que estás enfermo puede enfermarte puede parecer un invento, pero sin embargo existen estudios rigurosos que establecen, más allá de toda duda, que lo opuesto es verdad: el poder de la sugestión puede mejorar la salud. El conocido efecto placebo. Aunque no causa milagros, sí produce efectos físicos mensurables.
El efecto placebo tiene un hermano gemelo maligno: el efecto nocebo, por el cual píldoras y malos agüeros pueden producir efectos dañinos. El término "nocebo" no se acuñó hasta la década del 60, y fue mucho menos estudiado que su contraparte. Después de todo, no es fácil conseguir aprobación ética para estudios diseñados para hacer sentir peor a los pacientes.

Un mal contagioso
Lo que conocemos sugiere que el impacto del nocebo es amplio. "Las muertes a causa del vudú, si existen, pueden representar una forma extrema de este fenómeno", opina Robert Hahn, antropólogo del Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Atlanta, Estados Unidos, y estudioso del efecto nocebo.
Además, parece que puede incluso ser contagioso. Existen desde hace siglos casos de la enfermedad psicogénica masiva, por la cual síntomas sin causa conocida se extienden dentro de un grupo de personas.
Irving Kirsch y Giuliana Mazzoni, de la Universidad de Hull, en el Reino Unido, realizaron un estudio que mostró que si uno escucha u observa un posible efecto adverso, será más proclive a sufrirlo. Esto pone a los médicos en una situación difícil. "Por un lado, los pacientes tienen derecho a estar informados acerca de qué va a suceder, pero esto hace más probable que experimenten estos efectos", explica Mazzoni.
Los médicos deben elegir sus palabras con mucho cuidado, para minimizar las expectativas negativas, aconseja Guy Montgomery, psicólogo clínico de la Facultad de Medicina de Nueva York Monte Sinaí: "Todo depende de la manera como se expresa". También propone que la hipnosis puede ayudar, ya que modifica las expectativas y ayuda a bajar la ansiedad y el estrés, lo que mejoraría el resultado.

Pero ¿es un problema tan serio como para justificar tales medidas? No lo sabemos, porque existen muchas preguntas sin respuestas. ¿En qué circunstancias aparece este efecto? ¿Cuánto duran los síntomas?

Al igual que con el efecto placebo, dependería mucho del contexto. De hecho, el efecto placebo se ve de manera más potente en la realidad que cuando es inducido en un laboratorio, explica Paul Enck, psicólogo de Hospital Universitario de Tubinga, en Alemania, lo que sugiere que el problema del nocebo sería más grave en el mundo real que lo observado en los experimentos de laboratorio diseñados para inducir sólo síntomas nocebo moderados y temporarios.

DE PROSPECTO Y EFECTOS SECUNDARIOS
LONDRES ( New Scientist ).- ¿Siempre lee el prospecto antes de tomar un medicamento para saber cuáles son los efectos secundarios? Es una buena idea, pero cuidado: cada vez hay más evidencia de que creer que algo malo pueda ocurrir puede, simplemente, hacer que ocurra. Es más: es algo que debería ser tomado más seriamente, a tal punto que los médicos deberían ser cuidadosos en la forma de informar sobre los posibles efectos adversos de un tratamiento.

Una cuestión de fe, no de química
LONDRES ( New Scientist ).- Cada vez más se están observando las consecuencias, muy reales, de este fenómeno psicológico que deriva del efecto nocebo, por el que las personas enferman sin causa ni explicación aparente.
Utilizando tomografías por emisión de positrones, el doctor Jon-Kar Zubieta de la Universidad de Michigan en Ann Arbor, Estados Unidos, mostró el año último que el efecto nocebo estaba ligado a una disminución de un neurotransmisor llamado dopamina y de actividad opiácea, lo que explicaría la razón de que los nocebos aumenten el dolor. Los placebos, en cambio, producen la respuesta contraria.
Sin embargo, la causa última del efecto nocebo no es la química del cerebro, sino la fe. El simple hecho de creer que uno es susceptible de sufrir un ataque al corazón es, en sí mismo, un factor de riesgo para que ocurra.
Más allá de la cada vez más abundante evidencia de la existencia del efecto nocebo, es difícil aceptar hoy en día que nuestras creencias personales puedan matarnos. Después de todo, la mayoría de nosotros se reiría si un hombre ataviado de manera extraña saltara a nuestro alrededor blandiendo un hueso y diciéndonos que vamos a morir.

Pero imaginemos ahora cómo sería si lo mismo se lo dijera un médico vestido de manera impecable, con muchos títulos colgados en la pared y con cantidad de estudios hechos. Como sostiene Paul Enck, psicólogo del hospital Tubinga, de Alemania, el trasfondo social y cultural es crucial.
lanacion.com

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