El proyecto de tener la "llave maestra" suena ambicioso por demás, pero eso es lo que aseguran quienes están involucrados en él. Tal vez las palabras "epigenética" y "epigenoma" pasen dentro de muy poco a sonar en boca de todos y a formar parte de la cultura general. Obviamente tienen que ver con la genética y el genoma, aunque estudian fenómenos básicamente diferentes.
El hoy ya popular concepto de genoma humano habla de las información genética que contiene el ADN de cada individuo y remite básicamente a las características "visibles" (el color de pelo, de los ojos o de la piel, algunas características físicas, la contextura, los parecidos y diferencias con otros integrantes de la familia, en suma, lo que técnicamente se llama el "fenotipo") y a algunas condiciones de salud para las cuales los genes son realmente determinantes.
Pero más allá de esto se sabe, se sospecha o se considera que los genes están involucrados en una infinidad de otros factores que rigen la biología del organismo. Lo mismo sucede, por supuesto, con todos los seres vivos; sólo que en referencia al ser humano siempre es foguearon las dudas, los cruces y las preguntas acerca de cuánto influyen en la salud la cultura y el modo de vida, la complejidad del mundo psíquico, la educación, la idiosincrasia, lo cultural y otros factores que en el resto de los seres vivos bien se pueden sintetizar con la ambigua denominación de "el ambiente".
La epigenética
Cada día se descubren nuevas influencias y relaciones de determinados genes con determinadas enfermedades, y es común incluso entre los propios especialistas que, aún cuando no cuenten con información precisa sobre el tema, hablen de que existe "una predisposición genética" a enfermedades tan diversas como la diabetes tipo 2, la esquizofrenia o las várices. "Predisposición genética" significa que se supone que los genes influyen en la aparición de esa condición, aunque no necesariamente tener determinados genes hace que esta se manifieste.
La gran incógnita es: ¿de qué depende que estas predisposiciones aparezcan o no, que se manifiesten o que permanezcan latentes? Las respuestas pueden ser muchas; lo que los científicos que forman parte del Proyecto Epigenoma Humano están tratando de averiguar es cuáles son los fenómenos a través de los cuales las condiciones ambientales, la cultura, la historia de vida y la salud mental pueden influir en el hecho de que algunos de los genes de las personas se expresen y otros no, y en qué condiciones lo hacen.
De lo que se ocuparon exhaustivamente fue de describir los procesos bioquímicos de mutilación, que hacen que determinados genes (en el ADN, en el interior de cada célula) se "escindan" o queden expuestos depende de as circunstancias. Las hormonas y los neurotransmisores, cuya presencia es correlato de procesos tanto orgánicos como psíquicos, tienen un importante papel en la reilación de los genes. Así, por ejemplo, se sabe que las etapas de mayor actividad hormonal en el ser humano (en especial los primeros seis meses de vida y la pubertad, en los que el organismo está experimentando cambios muy rápidos) se corresponden con procesos de gran actividad de mutilación en el interior de cada célula. Y esa sería una explicación de por qué esas son edades "marcadoras", donde la correcta alimentación o los aspectos emocionales son más decisivos del desarrollo orgánico futuro que en otras etapas de la vida. Los genes quedan "marcados" por la actividad fisiológica del organismo en esas etapas tan intensas del desarrollo
Otro fenómeno que adquiriría explicación a través del trabajo del proyecto de los epigenetistas sería, por ejemplo, el hecho de que las depresiones "despierten" la predisposición a ciertas enfermedades. Hasta ahora existen marcadas sospechas de que esto es así, sospechas apoyadas por la experiencia clínica de muchos médicos, pero cuyas bases científicas hasta hace poco eran endebles. Lo que entienden ahora los científicos es que la actividad hormonal y enzimática que corresponde a un proceso depresivo podría inducir procesos de mutilación que dejaran "al descubierto" los genes que predisponen a la persona a las enfermedades cardiovasculares, al cáncer o al empeoramiento de una afección crónica, por ejemplo.
¿Una nueva panacea?
Así es como lo presentan en este consorcio formado por instituciones de investigación públicas y privadas (de Inglaterra, Francia y Alemania) patrocinado por la Unión Europea, el Proyecto Epigenoma Humano (HEP, por sus siglas en inglés): en cinco años se tendrá el "mapa" de cómo cada agente químico puede afectar a cada área del genoma humano. Este conocimiento, aseguran confiados, será la clave definitiva para entender cómo el ambiente influye en las predisposiciones genéticas de las personas a las enfermedades.
También en Estados Unidos están trabajando en epigenética. En la Universidad de California (UCLA) los descubrimientos giran en torno al trabajo con células madre, que son las que tienen capacidad de convertirse, mediante procedimientos de silenciamiento genético artificial, en otras células más específicas del organismo.
De esta manera, la epigenética no viene a reemplazar a la genética. Los genes de un individuo, es cierto, no cambian a lo largo de su vida. Lo que sí cambia es el estado de esos genes, su actividad, y la forma en que influyen en los fenómenos de reproducción celular, es decir, en la forma en que el organismo crece y se desarrolla. En diferentes etapas de la vida, las células nuevas que genera el organismo cuentan con el mismo ADN, pero este ADN tendrá diferentes potencialidades. En medio de la vieja dicotomía "genes o ambiente" parece haberse abierto un nuevo mundo. Lo que entusiasma a muchos es la posibilidad de descifrar ese código por el cual las experiencias en la interacción con el ambiente pueden traducirse en fenómenos orgánicos.
¿Estarán todas las preguntas resueltas después de que se conozca este "mapa"? Difícilmente lo estén, pero estos descubrimientos suenan muy auspiciosos para la medicina del futuro. En todo caso, la epigenética no hace sino confirmar la enorme complejidad de los procesos vitales, y es de sospechar que lo que para los "fans" de la química corporal será la llave maestra, para otros no hará más que confirmar que esa complejidad (especialmente en lo que refiere al ser humano) es imposible de reducir a la química. Y que modificar la química del organismo es más fácil que transformar la sociedad y el medioambiente, a los que tan ligados está la salud humana.
Marcelo Rodríguez
Más información en http://www.epigenome.org/ , site oficial del Proyecto Epigenoma Humano
lanacion.com
El hoy ya popular concepto de genoma humano habla de las información genética que contiene el ADN de cada individuo y remite básicamente a las características "visibles" (el color de pelo, de los ojos o de la piel, algunas características físicas, la contextura, los parecidos y diferencias con otros integrantes de la familia, en suma, lo que técnicamente se llama el "fenotipo") y a algunas condiciones de salud para las cuales los genes son realmente determinantes.
Pero más allá de esto se sabe, se sospecha o se considera que los genes están involucrados en una infinidad de otros factores que rigen la biología del organismo. Lo mismo sucede, por supuesto, con todos los seres vivos; sólo que en referencia al ser humano siempre es foguearon las dudas, los cruces y las preguntas acerca de cuánto influyen en la salud la cultura y el modo de vida, la complejidad del mundo psíquico, la educación, la idiosincrasia, lo cultural y otros factores que en el resto de los seres vivos bien se pueden sintetizar con la ambigua denominación de "el ambiente".
La epigenética
Cada día se descubren nuevas influencias y relaciones de determinados genes con determinadas enfermedades, y es común incluso entre los propios especialistas que, aún cuando no cuenten con información precisa sobre el tema, hablen de que existe "una predisposición genética" a enfermedades tan diversas como la diabetes tipo 2, la esquizofrenia o las várices. "Predisposición genética" significa que se supone que los genes influyen en la aparición de esa condición, aunque no necesariamente tener determinados genes hace que esta se manifieste.
La gran incógnita es: ¿de qué depende que estas predisposiciones aparezcan o no, que se manifiesten o que permanezcan latentes? Las respuestas pueden ser muchas; lo que los científicos que forman parte del Proyecto Epigenoma Humano están tratando de averiguar es cuáles son los fenómenos a través de los cuales las condiciones ambientales, la cultura, la historia de vida y la salud mental pueden influir en el hecho de que algunos de los genes de las personas se expresen y otros no, y en qué condiciones lo hacen.
De lo que se ocuparon exhaustivamente fue de describir los procesos bioquímicos de mutilación, que hacen que determinados genes (en el ADN, en el interior de cada célula) se "escindan" o queden expuestos depende de as circunstancias. Las hormonas y los neurotransmisores, cuya presencia es correlato de procesos tanto orgánicos como psíquicos, tienen un importante papel en la reilación de los genes. Así, por ejemplo, se sabe que las etapas de mayor actividad hormonal en el ser humano (en especial los primeros seis meses de vida y la pubertad, en los que el organismo está experimentando cambios muy rápidos) se corresponden con procesos de gran actividad de mutilación en el interior de cada célula. Y esa sería una explicación de por qué esas son edades "marcadoras", donde la correcta alimentación o los aspectos emocionales son más decisivos del desarrollo orgánico futuro que en otras etapas de la vida. Los genes quedan "marcados" por la actividad fisiológica del organismo en esas etapas tan intensas del desarrollo
Otro fenómeno que adquiriría explicación a través del trabajo del proyecto de los epigenetistas sería, por ejemplo, el hecho de que las depresiones "despierten" la predisposición a ciertas enfermedades. Hasta ahora existen marcadas sospechas de que esto es así, sospechas apoyadas por la experiencia clínica de muchos médicos, pero cuyas bases científicas hasta hace poco eran endebles. Lo que entienden ahora los científicos es que la actividad hormonal y enzimática que corresponde a un proceso depresivo podría inducir procesos de mutilación que dejaran "al descubierto" los genes que predisponen a la persona a las enfermedades cardiovasculares, al cáncer o al empeoramiento de una afección crónica, por ejemplo.
¿Una nueva panacea?
Así es como lo presentan en este consorcio formado por instituciones de investigación públicas y privadas (de Inglaterra, Francia y Alemania) patrocinado por la Unión Europea, el Proyecto Epigenoma Humano (HEP, por sus siglas en inglés): en cinco años se tendrá el "mapa" de cómo cada agente químico puede afectar a cada área del genoma humano. Este conocimiento, aseguran confiados, será la clave definitiva para entender cómo el ambiente influye en las predisposiciones genéticas de las personas a las enfermedades.
También en Estados Unidos están trabajando en epigenética. En la Universidad de California (UCLA) los descubrimientos giran en torno al trabajo con células madre, que son las que tienen capacidad de convertirse, mediante procedimientos de silenciamiento genético artificial, en otras células más específicas del organismo.
De esta manera, la epigenética no viene a reemplazar a la genética. Los genes de un individuo, es cierto, no cambian a lo largo de su vida. Lo que sí cambia es el estado de esos genes, su actividad, y la forma en que influyen en los fenómenos de reproducción celular, es decir, en la forma en que el organismo crece y se desarrolla. En diferentes etapas de la vida, las células nuevas que genera el organismo cuentan con el mismo ADN, pero este ADN tendrá diferentes potencialidades. En medio de la vieja dicotomía "genes o ambiente" parece haberse abierto un nuevo mundo. Lo que entusiasma a muchos es la posibilidad de descifrar ese código por el cual las experiencias en la interacción con el ambiente pueden traducirse en fenómenos orgánicos.
¿Estarán todas las preguntas resueltas después de que se conozca este "mapa"? Difícilmente lo estén, pero estos descubrimientos suenan muy auspiciosos para la medicina del futuro. En todo caso, la epigenética no hace sino confirmar la enorme complejidad de los procesos vitales, y es de sospechar que lo que para los "fans" de la química corporal será la llave maestra, para otros no hará más que confirmar que esa complejidad (especialmente en lo que refiere al ser humano) es imposible de reducir a la química. Y que modificar la química del organismo es más fácil que transformar la sociedad y el medioambiente, a los que tan ligados está la salud humana.
Marcelo Rodríguez
Más información en http://www.epigenome.org/ , site oficial del Proyecto Epigenoma Humano
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