Los brotes verdes también han llegado al mundo del sida. Los datos que han hecho públicos hoy Onusida y la Organización Mundial de la Salud muestran que el número de nuevos infectados ha bajado en el mundo un 17% desde 2001. Todas las regiones del mundo experimentan avances. El África subsahariana, que concentra al 60% de los afectados, registra un descenso del 15% de nuevas transmisiones (aproximadamente 400.000 personas menos).
Después de un año sin ofrecer datos, Onusida -que ha cambiado de director; ahora es un africano, Michel Sidibé- ha vuelto a ofrecer estimaciones sobre el impacto de la enfermedad. En Asia oriental, la región que se observa con más atención porque se esperaba una explosión de la enfermedad, la bajada ha sido del 25%. En el sureste asiático, un 10%. La región con datos peores es Europa Oriental, donde la epidemia, debida sobre todo al uso compartido de jeringuillas por usuarios de drogas, se ha "estabilizado".
"La buena noticia es que tenemos evidencias de que los descensos que estamos viendo se deben, por lo menos en parte, a la prevención", ha dicho Sidibé. "Sin embargo, los hallazgos muestran que a veces los programas de prevención no dan en el blanco, y que si mejoramos la obtención de recursos para que los programas actúen donde tendrán más impacto, se hará un progreso mayor y se salvarán más vidas", ha añadido.
En total, se calcula que en el mundo viven unos 33,4 millones de personas con VIH. La cifra no baja respecto a otros años (en 2007 eran 33,2 millones), pero tiene una explicación positiva: aunque bajen las infecciones, también ha aumentado la supervivencia de los afectados. De hecho entre 2003 y 2008, la proporción de personas con acceso al tratamiento ha pasado del 7% al 42%. El número de infectados se calcula que ha sido de 2,7 millones (2,5 millones en 2007), y el de fallecidos baja a 2 millones (2,1 millones en 2007).
Los datos son de 2008. Uno de los grandes problemas de estos informes es que no se pueden centrar en las cifras exclusivamente ya que los sistemas de medición son muy deficitarios en la mayoría de los países; en muchas zonas de África, por ejemplo, se basan en los análisis hechos a las mujeres embarazadas y de ahí se extrapolan al resto de la población. Este sistema de medición -el único posible en muchas regiones- arroja también datos positivos. En África, las mujeres embarazadas son uno de los objetivos prioritarios de los programas de prevención. Primero, porque, aunque sea sólo al final del embarazo, la mayoría acude a un médico; segundo, para evitar que transmitan el virus a sus bebés; tercero, porque su tratamiento es el más sencillo y barato. A diferencia que en el caso de las personas con sida (el conjunto de enfermedades que aparece cuando el sistema inmunitario ya está tan deteriorado que no puede evitar las infecciones llamadas oportunistas), no hay que mantenerles la medicación durante toda la vida. Basta con hacerlo durante unos meses antes y después de dar a luz (si van a amamantar a sus bebés). Y es suficiente con administrarles -a pesar de los recelos mostrados por algunos dirigentes africanos- un sólo fármaco, la nevirapina. Por lo que, además, se trata de una medida barata. Con este sistema la directora de la OMS, Margaret Chan, calcula que se han evitado 200.000 transmisiones materno-infantiles desde 2001.
Y es, al escarbar en las cifras, donde se ven algunos de los trucos de Onusida. En un año, 2009, donde ha habido cambio de director y en el que hay problemas para financiar los programas, la manera de presentar los datos juega su papel. A diferencia de otros años, el organismo ya no da una previsión para este año; repite los de 2008. De esta manera por lo menos intentan evitar que las fluctuaciones de los datos se deban a nuevos sistemas de cálculo, y no a que de verdad haya nuevas tendencias en el transcurrir de la epidemia.
Lo que no se puede negar a los informes de Onusida es que, a pesar de que durante 10 años han manejado siempre la misma información, siempre son capaces de buscar un enfoque nuevo. Una de las aportaciones del trabajo de este año es una reflexión que parece destinada a acallar algunas críticas. Se trata de quienes opinan que el sida -con su estigma asociado de enfermedad transmitida por comportamientos que se podrían evitar o pecaminosos- se lleva demasiada atención y fondos. El informe destaca que los programas de atención a los infectados funcionan mejor cuando se integran en políticas sanitarias globales, y viceversa: se puede aprovechar que los infectados acuden a centros sanitarios para detectar otras enfermedades infecciosas, como la tuberculosis.
También se señalan las carencias de los programas de prevención. En Europa Oriental, ya no basta con atender a los usuarios de drogas inyectadas. Empieza a haber un problema también con sus parejas. En África, la prevención de la transmisión por vía heterosexual ha dejado fuera no solo a quienes tienen relaciones homosexuales (que en muchos países son incluso perseguidos legalmente, lo que impide que accedan a los sistemas sanitarios), sino que también dejan fuera a las viudas, divorciadas, parejas estables o, simplemente, ante la progresiva disminución de la edad de los afectados, a los mayores d 25 años, que se encuentran con que los grupos de autoapoyo -una de las claves de un continente donde el trabajo comunitario es clave- son un conjunto de adolescentes con los que tienen muy poco en común, aparte del virus. También se destaca el papel creciente de los casos de hombres que tienen sexo con hombres (se prefiere esta definición a la de gays u homosexuales ya que se centra en la vía de transmisión y no en un estilo de vida).
El informe no incluye ninguna mención a España, donde se supone que hay unas 150.000 personas con el virus (tampoco aquí hay un registro estatal con el número de infectados), de las que alrededor de un 30% ni siquiera lo sabe (una cifra que en 2007, referida a la población infectada por prácticas homosexuales sin protección, alcanzaba el 50%).
elpais.com
Después de un año sin ofrecer datos, Onusida -que ha cambiado de director; ahora es un africano, Michel Sidibé- ha vuelto a ofrecer estimaciones sobre el impacto de la enfermedad. En Asia oriental, la región que se observa con más atención porque se esperaba una explosión de la enfermedad, la bajada ha sido del 25%. En el sureste asiático, un 10%. La región con datos peores es Europa Oriental, donde la epidemia, debida sobre todo al uso compartido de jeringuillas por usuarios de drogas, se ha "estabilizado".
"La buena noticia es que tenemos evidencias de que los descensos que estamos viendo se deben, por lo menos en parte, a la prevención", ha dicho Sidibé. "Sin embargo, los hallazgos muestran que a veces los programas de prevención no dan en el blanco, y que si mejoramos la obtención de recursos para que los programas actúen donde tendrán más impacto, se hará un progreso mayor y se salvarán más vidas", ha añadido.
En total, se calcula que en el mundo viven unos 33,4 millones de personas con VIH. La cifra no baja respecto a otros años (en 2007 eran 33,2 millones), pero tiene una explicación positiva: aunque bajen las infecciones, también ha aumentado la supervivencia de los afectados. De hecho entre 2003 y 2008, la proporción de personas con acceso al tratamiento ha pasado del 7% al 42%. El número de infectados se calcula que ha sido de 2,7 millones (2,5 millones en 2007), y el de fallecidos baja a 2 millones (2,1 millones en 2007).
Los datos son de 2008. Uno de los grandes problemas de estos informes es que no se pueden centrar en las cifras exclusivamente ya que los sistemas de medición son muy deficitarios en la mayoría de los países; en muchas zonas de África, por ejemplo, se basan en los análisis hechos a las mujeres embarazadas y de ahí se extrapolan al resto de la población. Este sistema de medición -el único posible en muchas regiones- arroja también datos positivos. En África, las mujeres embarazadas son uno de los objetivos prioritarios de los programas de prevención. Primero, porque, aunque sea sólo al final del embarazo, la mayoría acude a un médico; segundo, para evitar que transmitan el virus a sus bebés; tercero, porque su tratamiento es el más sencillo y barato. A diferencia que en el caso de las personas con sida (el conjunto de enfermedades que aparece cuando el sistema inmunitario ya está tan deteriorado que no puede evitar las infecciones llamadas oportunistas), no hay que mantenerles la medicación durante toda la vida. Basta con hacerlo durante unos meses antes y después de dar a luz (si van a amamantar a sus bebés). Y es suficiente con administrarles -a pesar de los recelos mostrados por algunos dirigentes africanos- un sólo fármaco, la nevirapina. Por lo que, además, se trata de una medida barata. Con este sistema la directora de la OMS, Margaret Chan, calcula que se han evitado 200.000 transmisiones materno-infantiles desde 2001.
Y es, al escarbar en las cifras, donde se ven algunos de los trucos de Onusida. En un año, 2009, donde ha habido cambio de director y en el que hay problemas para financiar los programas, la manera de presentar los datos juega su papel. A diferencia de otros años, el organismo ya no da una previsión para este año; repite los de 2008. De esta manera por lo menos intentan evitar que las fluctuaciones de los datos se deban a nuevos sistemas de cálculo, y no a que de verdad haya nuevas tendencias en el transcurrir de la epidemia.
Lo que no se puede negar a los informes de Onusida es que, a pesar de que durante 10 años han manejado siempre la misma información, siempre son capaces de buscar un enfoque nuevo. Una de las aportaciones del trabajo de este año es una reflexión que parece destinada a acallar algunas críticas. Se trata de quienes opinan que el sida -con su estigma asociado de enfermedad transmitida por comportamientos que se podrían evitar o pecaminosos- se lleva demasiada atención y fondos. El informe destaca que los programas de atención a los infectados funcionan mejor cuando se integran en políticas sanitarias globales, y viceversa: se puede aprovechar que los infectados acuden a centros sanitarios para detectar otras enfermedades infecciosas, como la tuberculosis.
También se señalan las carencias de los programas de prevención. En Europa Oriental, ya no basta con atender a los usuarios de drogas inyectadas. Empieza a haber un problema también con sus parejas. En África, la prevención de la transmisión por vía heterosexual ha dejado fuera no solo a quienes tienen relaciones homosexuales (que en muchos países son incluso perseguidos legalmente, lo que impide que accedan a los sistemas sanitarios), sino que también dejan fuera a las viudas, divorciadas, parejas estables o, simplemente, ante la progresiva disminución de la edad de los afectados, a los mayores d 25 años, que se encuentran con que los grupos de autoapoyo -una de las claves de un continente donde el trabajo comunitario es clave- son un conjunto de adolescentes con los que tienen muy poco en común, aparte del virus. También se destaca el papel creciente de los casos de hombres que tienen sexo con hombres (se prefiere esta definición a la de gays u homosexuales ya que se centra en la vía de transmisión y no en un estilo de vida).
El informe no incluye ninguna mención a España, donde se supone que hay unas 150.000 personas con el virus (tampoco aquí hay un registro estatal con el número de infectados), de las que alrededor de un 30% ni siquiera lo sabe (una cifra que en 2007, referida a la población infectada por prácticas homosexuales sin protección, alcanzaba el 50%).
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