Desde que el consultorio de Poder Volar se encuentran en un décimo piso, muchos de los pacientes prefieren las escaleras al ascensor, según contó el doctor Claudio Plá, director de esta institución psicoterapéutica especializada en el tratamiento de la fobia a volar en avión o aerofobia.
"Es bastante frecuente que las personas que tienen miedo a volar también tengan claustrofobia o algún otro trastorno de la ansiedad del espectro claustro-agorafóbico", comentó el doctor Plá, que acaba de dar a conocer una encuesta sobre aerofobia realizada por Poder Volar, que halló que el 29% de los encuestados también tenía miedo a subirse a un ascensor.
De la encuesta surgen otros datos interesantes, como que el 16,7% de los pasajeros toman algún fármaco ansiolítico para combatir la ansiedad y el estrés que les genera el subir al avión, mientras que otro 17,5% toma fármacos recetados por un médico o un psiquiatra.
Un psicofármaco mal indicado es siempre una bomba de tiempo, aun a varios miles de metros de altura. "Es común que tomen dosis de elefante, y muchos se desmayan incluso antes de subir al avión -comentó Plá-. Los hipnóticos pueden, además, tener un efecto paradójico que, en vez de calmar a la persona, provoque excitación... Esto ha traído problemas serios a los auxiliares de vuelo en más de una ocasión."
Pla reconoce que la medicación, correctamente indicada por un especialista, puede ayudar a sufrir menos durante el vuelo: "Además de ansiolíticos, algunas personas necesitan moduladores de la ansiedad, ya que poseen otros cuadros, como trastornos de ansiedad generalizada o fobias muy marcadas".
"Todos somos más vulnerables a experimentarlas cuando atravesamos situaciones de duelo, como las que generan un divorcio o el fallecimiento de un ser querido", comentó Plá, y agregó: "La fobia a volar pura es difícil de encontrar; es muy frecuente su superposición con otros trastornos".
Es común, también, que la aerofobia sea el resultado de una mala experiencia de vuelo previa, que da lugar a una suerte de estrés postraumático. En estos casos, describe Plá: "Las personas comienzan a dormir mal los días previos a un vuelo, y el cuadro es bastante más florido [con más síntomas] que el del estrés agudo".
En todos los casos, el uso de medicamentos descripto es sólo un complemento de un tratamiento más abarcativo, que incluye el aprendizaje de técnicas de relajación, de respiración y del manejo del estrés, que ayudan a controlar los pensamientos distorsionados sobre el avión y el volar.
"Los mayores temores son a un accidente durante el vuelo (41,7%) y a las turbulencias (23,6%), cuando sólo el 5% de los accidentes ocurre durante el vuelo, y cuando no hay antecedentes de que las turbulencias puedan romper el avión, que el temor que se encuentra detrás de eso."
Sebastián A. Ríos
"Es bastante frecuente que las personas que tienen miedo a volar también tengan claustrofobia o algún otro trastorno de la ansiedad del espectro claustro-agorafóbico", comentó el doctor Plá, que acaba de dar a conocer una encuesta sobre aerofobia realizada por Poder Volar, que halló que el 29% de los encuestados también tenía miedo a subirse a un ascensor.
De la encuesta surgen otros datos interesantes, como que el 16,7% de los pasajeros toman algún fármaco ansiolítico para combatir la ansiedad y el estrés que les genera el subir al avión, mientras que otro 17,5% toma fármacos recetados por un médico o un psiquiatra.
Un psicofármaco mal indicado es siempre una bomba de tiempo, aun a varios miles de metros de altura. "Es común que tomen dosis de elefante, y muchos se desmayan incluso antes de subir al avión -comentó Plá-. Los hipnóticos pueden, además, tener un efecto paradójico que, en vez de calmar a la persona, provoque excitación... Esto ha traído problemas serios a los auxiliares de vuelo en más de una ocasión."
Pla reconoce que la medicación, correctamente indicada por un especialista, puede ayudar a sufrir menos durante el vuelo: "Además de ansiolíticos, algunas personas necesitan moduladores de la ansiedad, ya que poseen otros cuadros, como trastornos de ansiedad generalizada o fobias muy marcadas".
"Todos somos más vulnerables a experimentarlas cuando atravesamos situaciones de duelo, como las que generan un divorcio o el fallecimiento de un ser querido", comentó Plá, y agregó: "La fobia a volar pura es difícil de encontrar; es muy frecuente su superposición con otros trastornos".
Es común, también, que la aerofobia sea el resultado de una mala experiencia de vuelo previa, que da lugar a una suerte de estrés postraumático. En estos casos, describe Plá: "Las personas comienzan a dormir mal los días previos a un vuelo, y el cuadro es bastante más florido [con más síntomas] que el del estrés agudo".
En todos los casos, el uso de medicamentos descripto es sólo un complemento de un tratamiento más abarcativo, que incluye el aprendizaje de técnicas de relajación, de respiración y del manejo del estrés, que ayudan a controlar los pensamientos distorsionados sobre el avión y el volar.
"Los mayores temores son a un accidente durante el vuelo (41,7%) y a las turbulencias (23,6%), cuando sólo el 5% de los accidentes ocurre durante el vuelo, y cuando no hay antecedentes de que las turbulencias puedan romper el avión, que el temor que se encuentra detrás de eso."
Sebastián A. Ríos
lanacion.com
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