El mundo está habitado por seis mil millones de personas y, sin embargo, para ciertas relaciones –humanas– se ve que falta gente. O la gente que hay pide demasiado a cambio (amor, salario, cuidados). Ése habrá sido el razonamiento que llevó a varias firmas europeas, estadounidenses y asiáticas a presentar –hace pocos días– el primer prototipo de “dama de compañía sexual” cibernética.
Esto es: la primera muñeca inflable que se parece más a una persona que a un globo. El robot –al que se le están dando las últimas pinceladas antes de salir al mercado– fue mostrado al público en una exposición en París llamada Le cabinet des curieux y consiste en una ciberchica con funciones de compañía, entretenimiento y satisfacción sexual. En este último rubro –como en todos los otros–, la ciencia hizo sus avances.
Según la firma japonesa Axis, estas muñecas pueden besar, gemir cuando se les acaricia un pezón, decir guarradas al oído, saber –con el tiempo– qué le gusta a su dueño y qué no y disponer de articulaciones suficientes para adoptar casi cincuenta posiciones de coito. La evolución es tal que David Levy y Henrik Christensen, dos especialistas en robótica –y en marketing–, saltaron a la fama al decir en reuniones científicas que “la gente tendrá relaciones sexuales con los robots dentro de cinco años” y que “la existencia de robots sexuales disponibles traerá beneficios sociales y psicológicos significativos”.
ÉTICA ROBÓTICA.
Hasta el momento, lo más parecido a estas sex cyborgs que hay en el mercado son las Honeydolls, unas muñecas inflables japonesas, comercializadas también por la empresa Axis, que son alquiladas por los hombres de negocios que están de paso por Tokio.
A las Honeydolls, sin embargo, les falta autonomía e “inteligencia artificial”: dos cualidades sobre las que actualmente trabajan varias empresas, convencidas de que el rubro sexual formará parte de un mercado hi tech que, en los próximos cinco años, se volverá descomunal.
De acuerdo con datos del Anuario 2009 del World Robotics de Frankfurt, entre los años 2009 y 2012 se venderán unos 12 millones de “robots de compañía”, por un monto final cercano a los 3.000 millones de dólares.
Con miras a esa expansión, en Corea del Sur ya está en marcha un programa gubernamental para que, hacia el año 2014, todos los hogares tengan un androide a su servicio, programado para cumplir no tanto funciones sexuales sino domésticas. Sin embargo, previendo las intenciones de los dueños de casa, y en un giro regulatorio que parece sacado de la cabeza de Ray Bradbury, ya se está pensando en elaborar una carta de ética robótica donde se prohíban las relaciones sexuales entre robots y humanos. Esta carta hasta podría quedar inscripta en la Constitución Nacional.
Sucede que la elaboración de cyborgs trae aparejados varios dilemas éticos. Tanto es así que en torno a uno de ellos hay dos grandes vertientes en la industria tecnológica. Para la empresa francesa Aldebaran Robotics, al igual que para muchas otras multinacionales europeas, los robots de compañía deben limpiar, hacer los mandados y eventualmente cumplir funciones de juguete sexual; pero no deben, por motivos de corte psicológico, guardar una apariencia humana.
Dicho de otra forma: los europeos piensan que tener sexo con un robot igualito a un ser humano puede desequilibrar a más de un usuario. “Estos robots podrán comprender órdenes, interactuar con usted y ejecutar lo que le pide; concretamente, podrán leer el correo o un libro, o acompañarlo al supermercado –explicó al diario español Público Bruno Maisonnier, presidente de Aldebaran Robotics, una de las empresas fabricantes–.
Pero no serán iguales a un humano. Los robots serán de asistencia, de entretenimiento, de educación y de vigilancia, y el aspecto sexual será explorado. La gente probará. Hay quien compra muñecas inflables o juguetes sexuales, ¿por qué no robots?
Empujamos a nuestros clientes a explorar todas las posibilidades, aunque personalmente preferiría aplicaciones como ayudar a niños minusválidos o desactivar minas en Angola”.
Los laboratorios asiáticos, en cambio, no pierden tiempo en argumentaciones biempensantes. La HRP-4c, del Instituto de Ciencias Industriales avanzadas de Tokio, se parecerá en tamaño, curvas e intenciones a una estrella de cine porno. Que nadie pregunte, después, por qué los japoneses están conquistando el mundo.
criticadigital.com
Esto es: la primera muñeca inflable que se parece más a una persona que a un globo. El robot –al que se le están dando las últimas pinceladas antes de salir al mercado– fue mostrado al público en una exposición en París llamada Le cabinet des curieux y consiste en una ciberchica con funciones de compañía, entretenimiento y satisfacción sexual. En este último rubro –como en todos los otros–, la ciencia hizo sus avances.
Según la firma japonesa Axis, estas muñecas pueden besar, gemir cuando se les acaricia un pezón, decir guarradas al oído, saber –con el tiempo– qué le gusta a su dueño y qué no y disponer de articulaciones suficientes para adoptar casi cincuenta posiciones de coito. La evolución es tal que David Levy y Henrik Christensen, dos especialistas en robótica –y en marketing–, saltaron a la fama al decir en reuniones científicas que “la gente tendrá relaciones sexuales con los robots dentro de cinco años” y que “la existencia de robots sexuales disponibles traerá beneficios sociales y psicológicos significativos”.
ÉTICA ROBÓTICA.
Hasta el momento, lo más parecido a estas sex cyborgs que hay en el mercado son las Honeydolls, unas muñecas inflables japonesas, comercializadas también por la empresa Axis, que son alquiladas por los hombres de negocios que están de paso por Tokio.
A las Honeydolls, sin embargo, les falta autonomía e “inteligencia artificial”: dos cualidades sobre las que actualmente trabajan varias empresas, convencidas de que el rubro sexual formará parte de un mercado hi tech que, en los próximos cinco años, se volverá descomunal.
De acuerdo con datos del Anuario 2009 del World Robotics de Frankfurt, entre los años 2009 y 2012 se venderán unos 12 millones de “robots de compañía”, por un monto final cercano a los 3.000 millones de dólares.
Con miras a esa expansión, en Corea del Sur ya está en marcha un programa gubernamental para que, hacia el año 2014, todos los hogares tengan un androide a su servicio, programado para cumplir no tanto funciones sexuales sino domésticas. Sin embargo, previendo las intenciones de los dueños de casa, y en un giro regulatorio que parece sacado de la cabeza de Ray Bradbury, ya se está pensando en elaborar una carta de ética robótica donde se prohíban las relaciones sexuales entre robots y humanos. Esta carta hasta podría quedar inscripta en la Constitución Nacional.
Sucede que la elaboración de cyborgs trae aparejados varios dilemas éticos. Tanto es así que en torno a uno de ellos hay dos grandes vertientes en la industria tecnológica. Para la empresa francesa Aldebaran Robotics, al igual que para muchas otras multinacionales europeas, los robots de compañía deben limpiar, hacer los mandados y eventualmente cumplir funciones de juguete sexual; pero no deben, por motivos de corte psicológico, guardar una apariencia humana.
Dicho de otra forma: los europeos piensan que tener sexo con un robot igualito a un ser humano puede desequilibrar a más de un usuario. “Estos robots podrán comprender órdenes, interactuar con usted y ejecutar lo que le pide; concretamente, podrán leer el correo o un libro, o acompañarlo al supermercado –explicó al diario español Público Bruno Maisonnier, presidente de Aldebaran Robotics, una de las empresas fabricantes–.
Pero no serán iguales a un humano. Los robots serán de asistencia, de entretenimiento, de educación y de vigilancia, y el aspecto sexual será explorado. La gente probará. Hay quien compra muñecas inflables o juguetes sexuales, ¿por qué no robots?
Empujamos a nuestros clientes a explorar todas las posibilidades, aunque personalmente preferiría aplicaciones como ayudar a niños minusválidos o desactivar minas en Angola”.
Los laboratorios asiáticos, en cambio, no pierden tiempo en argumentaciones biempensantes. La HRP-4c, del Instituto de Ciencias Industriales avanzadas de Tokio, se parecerá en tamaño, curvas e intenciones a una estrella de cine porno. Que nadie pregunte, después, por qué los japoneses están conquistando el mundo.
criticadigital.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario