domingo, 3 de octubre de 2010

El triunfo de la superstición

Mitología del positivismo y sus optimismos, tendemos a pensar que todo tiempo futuro será mejor y que el progreso científico y tecnológico a la larga enterrará los atavismos y supersticiones que nos atan aún -en plena edad de Internet, clonación y muy cerca de la inteligencia artificial- a nuestros ancestros de la Edad de Piedra o de Hierro, que andaban a salto de mata, merced a las inclemencias de la naturaleza.
Que ellos le atribuyeran a esas fuerzas misteriosas y todopoderosas categorías divinas y procedieran a ritos mágicos para conjurarlas, y a sacrificios para obtener sus favores, se entiende.
Pero que, por ejemplo, el presidente de la Federación Mundial de Ajedrez, Kirsan Ilymzhinov, sostenga que al juego racional por excelencia -nacido en la India y exportado a Occidente por los persas- lo arrimaron al planeta extraterrestres, los mismos u otros que lo llevaron a pasear en una nave espacial en 1997, ya parece un exceso.
Este tipo de ultrajes a la razón no resultan tan infrecuentes como podría imaginarse: una reciente encuesta entre 10 mil universitarios estadounidenses arrojó como melancólico resultado que sólo un 35% desechó la idea de que alienígenas fueron los constructores de las pirámides de Egipto.
Y, entre nosotros, un sondeo, realizado por la Universidad Empresarial Siglo 21 sobre 1.027 personas de siete ciudades argentinas, muestra que siete de cada diez entrevistados creen que los milagros existen.
Esto podría demostrar simplemente el sello de la religión dentro de nuestra sociedad. Pero va más allá. El 52,9% afirmó haber asistido a un milagro alguna vez en su vida, lo que convertiría al supuesto hecho sobrenatural en algo tan cotidiano como el noticiero de las 21 o almorzar.
La propia Iglesia va en contra del despropósito: en la últimas décadas reconoce apenas once hechos en la Argentina que alcanzarían esa categoría absolutamente excepcional.
Pero la estolidez de la creencia resiste los asaltos de la razón. De forma periódica, miles de millones de individuos no dementes consultan el horóscopo, convencidos de que, por ejemplo, el planeta Júpiter, que por estos días anduvo cerca, es decir, a unos 592 millones de kilómetros de la Tierra, tuvo -merced a una enigmática proyección impensada e impensable- una incidencia fundamental en su carácter y, ahora, en los vaivenes de su destino.
clarin.com

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