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sábado, 4 de febrero de 2012

MEXICO: Por temor a ataques, los candidatos usan ropa blindada


En lo que se refiere a vestimenta blindada, Miguel Caballero piensa en todo. Durante años, el empresario colombiano produjo camperas de cuero italianas capaces de detener cualquier bala, ya sea disparada por un subfusil Uzi o proveniente de un cartucho .44 magnum del estilo Harry el Sucio.
También diseñó con blindaje chaquetas, remeras con cuello polo, remeras de cuello redondo y las guayaberas o camisas tropicales que tanto usa el presidente de Venezuela Hugo Chávez y vestía el ex mandatario de Colombia Álvaro Uribe.
Pero hasta el Armani de los chalecos antibalas sintió que debía crear algo especial para enfrentar el desafío de seguridad que implican las elecciones de México en julio de este año.
En los próximos meses, unos 10.000 políticos saldrán todos los días a las calles a hacer campaña para obtener alguno de los más de 2.000 cargos que se disputarán desde alcalde municipal hasta presidente.
Pero esta vez lo harán con un telón de fondo altamente violento ligado a las drogas: la semana pasada la oficina del fiscal general informó que entre enero y septiembre del año pasado murieron 12.903 personas, 11% más que en el mismo período de 2010. En este marco de crueldad, se perdieron un total de 47.515 vidas desde la última vez que los mexicanos eligieron un presidente.
“Los mexicanos nunca antes creyeron que necesitaban protección”, comentó el empresario nacido en Bogotá. “Ahora se dan cuenta de que sí la necesitan,” continuó.
Para reducir al máximo los riesgos durante la campaña, Caballero y la compañía que lleva su nombre diseñaron un portafolio imitación cuero que se despliega en un escudo antibalas de 80 centímetros de ancho y la altura de una persona.
La idea, contó Javier di Carlo, gerente de marketing de Miguel Caballero, es que los guardaespaldas usen al menos dos, y como máximo cuatro, de esos portafolios para proteger a un político en varios flancos en caso de ataque.
“¿Recuerda la película Gladiador?, preguntó di Carlo. “Bueno, se basa en la formación de defensa romana,” dijo.
Caballero dice que al menos uno de los candidatos presidenciales de México compró “absolutamente toda” la línea, incluso varios de sus mantas-portafolio blindadas. Según él, los candidatos de todos los principales partidos políticos que piensan competir en las elecciones adquirieron uno o más de sus productos.
Y no sólo la compañía de Caballero se beneficia del clima de mayor tensión en México. Según la Asociación Mexicana de Blindaje de Automóviles, las ventas anuales se duplicaron, y más, en la última década a 1.500 por año.
No es de extrañar que ni el PRI, el partido de la oposición, ni el conservador partido del presidente Felipe Calderón, el PAN, hicieran comentarios sobre las medidas de seguridad que han tomado sus candidatos para protegerse de los tan bien organizados carteles de la droga.
Pero Manuel Camacho, ex ministro del Exterior y colaborador cercano de Andrés Manuel López Obrador, el candidato de izquierda en las elecciones, reconoce los peligros que crea la campaña. Propuso más debates televisados para reducir las apariciones públicas.
Los carteles, que reciben decenas de miles de millones de dólares por medio del tráfico de drogas, están cada vez mejor equipados. Las confiscaciones demuestran que están abandonando las armas comunes calibre .38 y se están inclinando por armamentos más poderosos, incluyendo rifles AK-47, rifles Barrett de calibre .50 (diseñados para uso contra equipamiento militar) y granadas propulsadas por cohetes.
“México nunca pasó por un clima electoral tan peligroso como éste. Los riesgos son muy claros,” aseguró Camacho.
CRONISTA.COM

miércoles, 25 de enero de 2012

La guerra contra las drogas cumple 100 años


Hace cien años, las drogas pasaban con facilidad de un país a otro sin que las autoridades interpusieran grandes obstáculos. Todo empezó a cambiar con la Convención Internacional del Opio, por la que los países firmantes se comprometieron a detener el comercio de opio, morfina y cocaína.
Entonces, como ahora, Estados Unidos representaba la avanzada de la ofensiva contra los narcóticos. Mientras, Reino Unido, la potencia hegemónica durante el siglo XIX, firmó con poco entusiasmo aquel tratado, según Mike Jay, autor de Emperadores de Sueños: drogas en el siglo XIX.
Hace un siglo la inquietud principal era el alcohol, explica. "Había un gran debate sobre la intoxicación ya que preocupaba la costumbre de consumir ingentes cantidades de alcohol, muy extendida en el siglo XIX".
La ambigüedad respecto al opio era comprensible. Reino Unido había librado dos guerras a favor del comercio de opio en el siglo XIX, en las que consiguió que China no restringiera su importación.
Y el consumo de opio era visto a mediados del siglo XIX de manera muy diferente a la actual. Era posible entrar en una farmacia y comprar no solo opio y cocaína, sino incluso arsénico.
Si fuera posible visitar uno de los grandes puertos británicos del siglo XVIII o XIX, podríamos ser testigos de la llegada de opio en el cargamento ordinario.
En febrero de 1785, el periódico The Times informó de la descarga en Londres de opio procedente de Esmirna (Turquía), junto con petróleo de Livorno (Italia), y guisantes de Gdansk (actual Polonia).

Modas

En el siglo XIX, el opio era consumido a menudo por sus propiedades anestésicas.
Los cortesanos de la Reina Victoria podían conseguir opio en la botica real. Se cree que la reina tomó goma de mascar de cocaína con el joven Winston Churchill, y también que el primer ministro William Gladstone (que gobernó en varias ocasiones entre 1868 y 1894) tomaba opio en el té o café antes de pronunciar discursos importantes.
El opio, procedente de China era fumado en Reino Unido como droga de ocio. Se generó un mito en torno al mundo de los antros de opio, donde la aristocracia podía encontrar vicio en abundancia.
"Había antros de opio en los que uno podía comprar el olvido, antros de horror en los que el recuerdo de viejos pecados podía ser destruido por la locura de pecados que eran nuevos", escribió Oscar Wilde en "El retrato de Dorian Gray".
Pero con el tiempo la moda cambió y los consumidores comenzaron a preferir la estimulación de la cocaína a la sedación del opio. Sherlock Holmes, creado entonces por Arthur Conan Doyle, tenía el hábito de inyectarse cocaína.
Marek Kohn, autor de Chicas de la droga: el nacimiento de la cultura clandestina de las drogas en Reino Unido", cree que el detective Holmes refleja la idea de que la cocaína era para gente "cerebral y muy nerviosa" que necesitaba estimulación constante.
Tomar cocaína era un "defecto personal" pero no una señal de la perversión con la que se asociaría más tarde a las drogas.
Pero en Estados Unidos la cocaína era asociada con bandas callejeras y la propaganda racista decía que la droga volvía locos a los negros y ponía en peligro a las mujeres.
Así que esas preocupaciones domésticas impulsaron el acuerdo internacional de 1912. Pero en países como Reino Unido las autoridades actuaron contra el comercio y no contra los consumidores.
Cuando estalló la I Guerra Mundial, el opio y la cocaína eran aún legales en Reino Unido.
El punto de inflexión en Reino Unido se produjo un año después del comienzo del conflicto, según Kohn. Se temía que la cultura del alcohol dañaría el esfuerzo bélico y como consecuencia se endureció la legislación de venta de alcohol.
La consecuencia indeseada fue la aparición por primera vez de un submundo de consumo de drogas, explica Kohn. Un reducido grupo de comerciantes del distrito teatral de Londres quedó fuera de la ley y surgió un ambiente en el que se solapaban opio, cocaína y prostitución. En un momento en que Londres era lugar de paso para tantos soldados, no debe sorprender que las leyes de emergencia prohibieran el consumo de las drogas.

Sobredosis

En los años de la inmediata posguerra, la inquietud aumentó, atizada por unos medios de comunicación ávidos de escándalos.
Algunos de ellos pueden resultar familiares a los consumidores de noticias actuales: jóvenes actrices que mueren de sobredosis en fiestas clandestinas y que son relacionadas con individuos de dudosa reputación.
Un par de casos sonados de este tipo fortaleció la idea de que la cocaína era una seria amenaza para las mujeres jóvenes e inocentes. Pero tan pronto como el pánico alcanzaba su punto máximo, se disipaba.
En realidad, en aquellos años no había una "cultura de las drogas" en Reino Unido y el problema era fácilmente controlado por la policía, explica Jay.
"En la Gran Bretaña victoriana abundaba el opio pero no se fumaba en un tugurio, sino que se compraba en una farmacia como un líquido viscoso. Los antros de opio eran por lo general construcciones ficticias propias de las historias de Sherlock Holmes y las novelas de Oscar Wilde", apunta Jay.
Hoy, con la eficacia de las medidas antidrogas en continuo cuestionamiento, parece curioso que el tratado de 1912 fuera eficaz. A nivel interno, la policía británica dominaba la situación.
El gran cambio de actitud respecto a las drogas se produce en Occidente después de la II Guerra Mundial, continúa Jay.
"Los baby boomers [nacidos tras la guerra] fueron la primera generación de la historia que realmente se convirtieron en consumidores globales. De repente, muchos de ellos se iban a Marruecos a fumar hachís o hacían autoestop con camioneros que se drogaban con anfetaminas".
De ese modo, se abrieron las compuertas. Mientras que hubo un tiempo en que las autoridades luchaban contra grupos de delincuentes relativamente pequeños, ahora combaten contra consumidores y poderosos carteles internacionales.
lanacion.com

domingo, 29 de mayo de 2011

Con el narcotráfico, crece en México el turismo morbo

Con el narcotráfico, crece en México el turismo morbo
Florencia Pereira Cabrera
LA NACION.COM
CIUDAD DE MEXICO.- Cuando uno piensa en un safari, seguramente analizará trasladarse a Africa, a la selva o la sabana con animales peligrosos. Sin embargo, en pleno corazón de Ciudad de México, uno puede realizar un safari por el barrio bravo de Tepito, uno de los tantos tours de turismo negro que se ofrecen en el país.
"Por la adrenalina que trae la gente para visitar el barrio, los llamamos «safaris». Tepito tiene el principal nicho de devoción a la Santa Muerte y su fama de barrio bravo hace que les resulte atractivo a los turistas", cuenta a La Nacion, Alfonso Hernández, director del Centro de Estudios Tepiteños y organizador de los paseos.
La visita al barrio también puede incluir entrevistarse con familiares de jóvenes baleados así como visitar depósitos de piratería, zonas con rastros de sangre e incluso lugares de venta de drogas, según afirma el estudio "Perspectivas turísticas" del Grupo Multisistemas de Seguridad Industrial (GMSI).
El barrio de Tepito es parte de la lista de lugares considerados destinos de morbo que se pueden encontrar en México.
Según el informe de GMSI, hoy la industria del turismo morbo tiene ingresos equivalentes a una cuarta parte de los generados por los destinos de playa en baja temporada, y el sector ha crecido como consecuencia de la lucha contra el narcotráfico.
"Existe un nicho de mercado turístico desconocido, en el que la gente busca estar en lugares donde se han registrado ajustes de cuentas y hechos violentos. La propaganda de la guerra contra el narcotráfico capturó este tipo de visitantes de morbo que piden ver rastros de balaceras, ropa empleada por ejecutados y testimonios de gente que vio esos hechos de sangre", dice a LA NACION Alejandro Desfassiaux, presidente de GMSI.
De acuerdo con GMSI, los clientes de este tipo de tours son generalmente estadounidense o europeos de 35 años de edad promedio con alta capacidad económica en busca de emociones "fuertes".
"Los interesados en estos tours buscan relacionarse con hechos insólitos de gran sufrimiento, hechos pensados para disparar la adrenalina", agrega Desfassiaux.
Inmigrantes ilegales
Además, si se busca vivir la experiencia de ser un indocumentado, pero uno no se anima a cruzar el muro que divide México de Estados Unidos, el parque EcoAlberto, en el central estado de Hidalgo, puede ser una buena opción. Allí, los turistas pueden experimentar un simulacro de cómo un clandestino cruza la frontera con Estados Unidos.
Desde hace seis años se ofrecen recorridos por 24 dólares que incluyen la simulación de un asalto, el cruce por el desierto o el río, y la persecución de las camionetas que imitan a las de la patrulla fronteriza.
El grupo es guiado por "polleros" o "coyotes" que en su mayoría son ex ilegales que hicieron los recorridos reales en la frontera que separa a México de Estados Unidos y conocen bien los peligros y situaciones a los que se enfrentan los mexicanos.
"Los recorridos duran cuatro horas y salen los sábados en la noche. Los grupos pueden llegar a tener 400 personas y la idea es concientizar sobre los peligros que enfrentan los ilegales al cruzar la frontera", afirma Maribel García, promotora del parque, y quien afirma que cada vez tienen más demanda del recorrido tanto de turistas nacionales como extranjeros.
En la frontera norte también existe la posibilidad de conocer, mediante el pago de 750 dólares, la verdadera historia de los inmigrantes haciendo el tour que entre otras visitas incluye ir a un refugio de indocumentados deportados y tener entrevistas personales con ellos.
Los conflictos sociales como los que se viven en el sudeste mexicano como el caso de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) o el de Chiapas, con el levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) también son un foco de atracción para los turistas extranjeros.
Global Exchange ofrece salidas a Chiapas y Oaxaca para que se conozca la situación de los zapatistas y de los integrantes de la APPO.
El recorrido a Chiapas toma nueve días e incluye hospedaje, transporte terrestre, intérpretes, materiales de orientación y lectura de preparación.
Este viaje incluye una charla sobre el impacto que ha tenido el tratado de libre comercio y las políticas neoliberales en las comunidades indígenas, al igual que debates y mesas redondas sobre los problemas por los que atraviesan esos pueblos.
El turismo negro ha representado un área de oportunidad para algunos operadores turísticos. Sin embargo, también ha contribuido a dar a conocer una parte del país que los operadores tradicionales preferirían ocultar.
"El turismo negro incrementa la mala percepción de los hechos sangrientos y de violencia, lo que inhibe hasta en 15 por ciento en promedio la afluencia de turistas de playa, médico o empresarial", concluye Desfassiaux.

viernes, 15 de abril de 2011

La jerga de los narcos gana terreno entre los mexicanos

CIUDAD DE MEXICO.- En México hay media docena de palabras para referirse a los informantes de los carteles del narcotráfico y el doble para aludir a las muertes relacionadas con el tráfico de drogas. "Narco'' se convirtió en un prefijo para varios términos.
Algunos creen que la jerga del mundo de las drogas funciona como un anestésico y hace que la violencia parezca algo de rutina. Varios expertos, no obstante, dicen que esa "narcojerga" puede ayudar a la gente a hacer frente a los horrores que la rodean.
Hay decenas de términos para aludir a quienes mueren por la violencia, dependiendo de si sus cadáveres se encuentran envueltos en una frazada ("encobijados"), metidos en el baúl de un auto ("encajuelados") o asfixiados con cinta adhesiva ("encintados").
Y la palabra "narco" está en boca de todos. Se habla de "narcofosas" para referirse los lugares donde los carteles entierran a sus víctimas; de "narcomantas'', para describir las telas que cuelgan de los puentes con mensajes amenazantes, y de "narcotienditas'' para hacer mención a los lugares pequeños donde venden drogas. Y si en esos establecimientos ofrecen heroína, se les llama "picaderos". Los asesinatos a sueldo son "trabajos'', se le dice "levantón" al acto de secuestrar y matar a alguien y se conoce como "ajuste de cuentas" a los asesinatos entre bandas de narcotraficantes rivales.
El "halcón" es un informante de la mafia que sigue a los blancos de un futuro atentado por las calles. A los informantes que están apostados en alguna esquina se los llama "postes'' y las "ventanas" son informantes que marcan las casas de las víctimas con algún grafiti. Los mexicanos están tan aterrorizados por la banda de los Zetas, a la que se culpa de algunos de los actos más atroces en el país, que muchos llaman a este grupo "La última letra''.
"Hablar bien de México"
Los activistas que combaten la delincuencia, como Isabel Miranda de Wallace, consideran que esta jerga es una forma peligrosa de aludir a la realidad y deja poco espacio para la indignación por la violencia. "Decir «levantón» le resta gravedad al caso, porque es un término que usan los secuestradores'', dijo Miranda, quien encabezó una lucha de una década para llevar ante la justicia a los secuestradores de su hijo, cuyo cadáver no ha sido localizado.
Sin embargo, tener una palabra que describa un evento terrible puede hacerlo más fácil de sobrellevar, dijo Ricardo Ainslie, profesor de la Universidad de Texas, quien estudió los efectos psicológicos de la violencia en Ciudad Juárez, urbe fronteriza con Estados Unidos, considerada una de las más peligrosas del mundo. "La gente necesita esta jerga para estructurar una experiencia'', añadió Ainslie, y destacó que los habitantes de Ciudad Juárez suelen referirse a las víctimas de los carteles como "muertitos".
La violencia relacionada con las drogas es un tema central en México. El gobierno suele quejarse de que el país es retratado injustamente por la prensa como un territorio asolado por el crimen, y lanzó incluso una campaña oficial para "hablar bien de México''.
La prensa comienza también a cuidar los términos que emplea. Un acuerdo voluntario suscripto a fines de marzo por los medios señala que los periodistas deben evitar el uso de la terminología empleada por los criminales. Sin embargo, diarios importantes como Reforma y La Jornada no firmaron el acuerdo.
Las bandas del narcotráfico han rebasado la capacidad léxica para describir sus atrocidades. En una de las imágenes divulgadas recientemente se muestra la nueva práctica de los narcotraficantes: arrancar las caras de las víctimas y colocarlas en postes o cocerlas en pelotas de fútbol. No hay todavía una palabra que describa eso.
lanacion.com

lunes, 16 de agosto de 2010

En el Blog del Narco todo es crimen y droga

Olga R. Rodríguez
Agencia AP
CIUDAD DE MEXICO. Un veinteañero anónimo está proporcionándoles a los mexicanos algo que no pueden conseguir por otros medios: un vistazo a las entrañas de la guerra contra el narcotráfico que se libra en su país.
Protegido detrás de una rigurosa barrera de seguridad informática, en menos de seis meses el Blog del Narco se ha convertido en el sitio de Internet a consultar en México, en momentos en que los principales medios de comunicación enfrentan presiones y amenazas para que guarden silencio sobre lo que sucede en el mundo del hampa.
Muchas de las notas posteadas, incluyendo advertencias y una decapitación, parecen provenir directamente de los narcotraficantes. Otras muestran escenas del crimen a las que sólo tienen acceso militares o policías.
El contenido sugiere que todas las partes están utilizando el blog: carteles de narcotraficantes que buscan proyectar su poder, fuerzas policiales que pretenden mostrar que también saben jugar rudo, y el público interesado en los incidentes que la prensa tradicional ignora o minimiza.
En por lo menos un caso, el Blog del Narco tal vez propició un arresto importante, el de la directora de un penal, después de mostrar un video en el que hombres enmascarados interrogan a un policía que detalla un sistema que permite a los reos salir por la noche para cometer asesinatos por encargo para un cartel.
El misterioso dueño del blog oculta su identidad detrás de un complejo sistema informático. La agencia AP escribió al correo electrónico del blog y el titular respondió con una llamada desde un número telefónico oculto. Dijo que era un estudiante del norte de México, que se estaba especializando en seguridad informática. En marzo abrió el blog como hobby, pero ahora ha crecido y ya tiene tres millones de visitas por semana. "La gente pide información y, si no publicas algo, te reclama", afirmó.
De hecho, el presidente Felipe Calderón ha escuchado quejas de que su gobierno no difunde información suficiente que permita a la gente realizar sus actividades y mantenerse segura.
"Ustedes, las autoridades, nos tienen a los mexicanos en medio de un tiroteo, y ni siquiera sabemos de dónde vienen las balas", dijo el periodista Héctor Aguilar Camín durante un reciente foro para evaluar la estrategia oficial en la lucha contra el crimen organizado. "Y en materia de información, las agencias de seguridad mexicanas no disparan ni en defensa propia", agregó.
La violencia ha dejado unos 28.000 muertos desde 2006 y ha convertido a México en uno de los países más peligrosos para los periodistas, lo cual explica por qué el titular del Blog del Narco se mantiene en el anonimato.
"Con lo poquito que difunden por la televisión, ya les andan arrojando granadas y secuestrando reporteros. Imagínate lo que nos pueden hacer a nosotros, que publicamos todo", dijo el titular del blog.

Los materiales del Blog del Narco incluyen:
Un video que muestra a un hombre que es decapitado. Mientras que la prensa sólo informó que la policía había hallado un cadáver sin cabeza, el video muestra cuando la víctima confiesa que trabaja para el capo Edgar Valdez Villarreal ("Barbie"), que libra una guerra con el cartel de los hermanos Beltrán Leyva y el de Sinaloa.

El caso de la directora del penal, que estalló cuando se difundió un video en el que unos enmascarados del Grupo de los Zetas interrogan a un policía que revela que se entregan armas y autos a presos aliados con el cartel de Sinaloa, que son enviados a cometer asesinatos. Al final del video, el oficial es asesinado.

Fotos de artistas mexicanos en la fiesta de cumpleaños de la hija adolescente de un narcotraficante en el estado de Coahuila.

Aunque existen numerosos blogs sobre la guerra contra el narcotráfico, al parecer el Blog del Narco es el primero utilizado por los propios narcotraficantes. El propietario del blog dijo que su sitio constituye una plataforma sin censura, y que difunde las fotos y videos que recibe al margen del contenido o del cartel al que pertenezcan los responsables de enviar los materiales.

Aunque en ocasiones es muy sangriento, su imparcialidad le ha ayudado a ganar credibilidad. Los detractores lo describieron como un órgano gratuito de relaciones públicas para los carteles de las drogas.

"Los medios tienen responsabilidad social y, como tales, tienen que servir al público", dijo Carlos Lauria, del Comité para la Protección de Periodistas en Nueva York. "Y esto es algo producido por un anónimo que no lo hace desde el periodismo. Lo hace sin consideraciones éticas."
El primer material difundido por el Blog del Narco fue un tiroteo que ni siquiera la policía pudo confirmar, en el estado de Tamaulipas. El blog difundió un video de YouTube, grabado por un lugareño, en el que aparecían los vehículos chocados y los cadáveres regados en la ruta.
El titular del blog tiene una página en Facebook y una cuenta en Twitter con más de 7300 seguidores, entre ellos CNN, los principales medios de prensa en México, el FBI e incluso la Secretaría de la Defensa Nacional.
Blog del Narco también se ha convertido en un punto de encuentro para los mexicanos comunes, ansiosos por buscar información que los principales diarios no publican, como qué calles evitar durante los tiroteos.
El creador del blog dedica cuatro horas por días a actualizar la información, con la ayuda de un amigo.

Otra jornada sangrienta
CIUDAD DE MEXICO (AP).- Siete ejecutados en el estado de Jalisco, 12 en el de Guerrero, tres en la ciudad de Tijuana y dos explosiones frente a estaciones de televisión en los estados de Nuevo León y Tamaulipas son los sucesos más recientes vinculados al narcotráfico en México.
Varios hombres a bordo de un vehículo lanzaron en la madrugada de ayer un artefacto explosivo frente a la estación de Televisa de la ciudad de Monterrey (Nuevo León), sin que se reportaran heridos, sólo daños materiales. Otro artefacto similar estalló en las instalaciones de Televisa de Reynosa (Tamaulipas).
El ejército considera que se trata de actos de venganza como represalia por la difusión de algún hecho.

lanacion.com

domingo, 27 de junio de 2010

Acribillado en México el cantante de narcocorridos Sergio Vega

Ayer fue acribillado a tiros en el estado de Sinaloa (México) el cantante de narcocorridos Sergio Vega, alias El Shaka, conocida figura de la música norteña. Vega, de 40 años, fue asesinado a balazos (hasta 30, según la policía) por un número todavía desconocido de asaltantes. El cantaba estaba cerca de San Miguel de Allende y se dirigía en su Cadillac rojo a Alhuey, en Angostura, para dar un concierto.
El artista de Sonora viajaba acompañado de otra persona que resultó herida en el ataque. Para darle más dramatismo al caso, en una entrevista concedida horas antes de su fallecimiento al diario La Oreja, Vega manifestó haber reforzado su seguridad a raíz de la ola de violencia que viven los músicos del genero norteño y, en particular, los corridos que tienen al narcotráfico como tema principal de sus letras. "Yo, que navego temas muy fuertes, muchos corridos, tiene su temorcito y hay que encomendarse a Dios", dijo.
Su página personal en facebook está siendo testigo del pasmo y rabia de sus seguidores, que están dejando sus condolencias por el dramático asesinato, así como su impotencia por la violencia que machaca al país. Sirva de ejemplo el siguiente comentario, de uno de sus seguidores: "hasta cuando se terminara esta pesadilla en mexico no es justo que entre nosotros nos arrebatemos la vida por nuestras tontas ambiciones somos humanos somos hermanos yo creo que ya hay que desir [sic] ya basta".
No es el primer cantante asesinado, presuntamente, por las redes del narcotráfico. En esta noticia del periódico mexicano El Universal se puede ver un recuento de los últimos cantantes supuestamos asesinados por narcos: siete desde 2007.
Además, ayer un grupo armado asesinó ayer a nueve personas en un centro de rehabilitación para toxicómanos en Gómez Palacio, en el estado de Durango (México), en el norte del país.
Un portavoz del centro explicó que alrededor de las 13.40 hora local (19.40 GMT en España) un grupo de desconocidos se presentó en el centro y agredió a los drogadictos y al administrador del centro, informa El Universal. Además, cinco internos resultaron heridos. El centro "Fuerza Para Vivir", ubicado en la clínica Gómez Palacio, está a 815 kilómetros al noroeste de México. En el momento del ataque había 46 personas internadas.
En los últimos meses varios centros de rehabilitación para toxicómanos an sido atacados por miembros de los cárteles de la droga. Hace dos semanas 19 personas fueron asesinadas en un centro de rehabilitación de drogodependientes de Chihuahua, a 360 kilómetros de Ciudad Juárez, que en 2009 sufrió tres episodios similares.
elpais.com

domingo, 30 de mayo de 2010

El 'reggae' de Dudus, el narco pródigo

Un día de 1993 Lester Coke, apodado Jim Brown, fallecía abrasado en su celda de la Penitenciaría General de Kingston. Pocos creen que fuera un siniestro fortuito. Al día siguiente, Coke iba a ser extraditado por Jamaica a Estados Unidos. La justicia norteamericana había decidido actuar contra la Shower Posse (la Banda de la Ducha), la organización criminal que desde la favela de Tivoli Gardens organiza un fluido tráfico de marihuana y cocaína. Se le imputan también 1.400 asesinatos.
Nacido y criado en Tivoli, de origen humilde, Lester Coke era el hombre fuerte, el don de Tivoli, una suerte de pequeña república independiente dentro de Jamaica. Tivoli es el bastión del Partido Laborista Jamaicano desde la independencia del país, en 1962, y el lugar desde el que Jim Brown -junto con su amigo Vivian Blake, Dave- organizaba durante los años ochenta pequeños negocios de tráfico de armas, marihuana y cocaína en Nueva York, Miami, Kansas City, Filadelfia, Los Ángeles... La empresa de la Shower Posse florecía. Coke nunca olvidó sus orígenes. Se plantaba con frecuencia en Tivoli para visitar a su familia, sus amigos, mujeres... El barrio se beneficiaba de los negocios de Coke y dispensaba al capo consideración y agradecimiento absolutos.
Tres semanas antes de morir carbonizado, uno de sus hijos y a la vez asistente fue abatido a balazos -otra hermana y otro hermano también morirán violentamente- mientras conducía una motocicleta. El joven Christopher Coke se convirtió así en heredero del próspero negocio familiar. La saga continuaba.
Christopher nació en Tivoli el 13 de marzo de 1969. Poco se conoce de él, y mucho se rumorea. A diferencia de otros dones, Christopher -alias Dudus, Shortman, President, Prezy...- es muy discreto.
De él se dice que es el don al que todos los dones se deben, le presentan sus respetos y le pagan, como señores feudales a su rey, los tributos de los frutos de los negocios ilegales de Kingston y de Spanish Town. Bajo su mando, la Shower Posse se extiende por las ciudades más importantes de EE UU donde viven yardies (emigrantes jamaicanos), así como de Canadá y Reino Unido.
Se dice que Dudus exporta drogas a cambio de dinero y armas que van a parar a Tivoli. También se dice que todos los comerciantes del mercado adyacente, Coronation Market, el más grande de Kingston, le pagan una pequeña cuota. Por su seguridad. Se dice que financia el equipo de fútbol de primera división Tivoli Gardens F. C. Y todos los centros sociales de la comunidad. Y se dicen más cosas.
Se dice que la razón por la que no hay delincuencia en Tivoli es porque Dudus asegura el Order, el orden absoluto en el barrio. Si alguien tiene un problema no va a la comisaría de policía, va a hablar con los hombres de Dudus.
Pero, ¿qué se sabe de él a ciencia cierta? Se sabe que es un empresario que dirige dos empresas: Incomparable Enterprise Limited, que se dedica a la construcción y que factura cifras importantes cada año al abrigo de contratos públicos, y Presidential Click, que compite en la industria del entretenimiento.
Para un aficionado al reggae, no hay mejor promotor que Dudus. Cada miércoles de madrugada se organiza un baile en las calles de Tivoli que se llama Passa Passa. Las normas sobre ruido a esas horas son incumplidas sistemáticamente. Varias avenidas vitales de la ciudad son cortadas para disfrute de los vecinos. La policía mira y calla.
Cada año, antes de empezar el curso escolar, los artistas de Jamaica actúan en el show The Dudus Champions in Action, el mejor espectáculo de musica jamaicana que existe. La recaudación del evento se emplea para pagar las escuelas y los libros de los niños de Kingston oeste. Algo similar sucede a fines de cada año con el West Kingston Jamboree y otros frecuentes espectáculos que dan mucha vida al barrio.
De Dudus también se sabe que financia muchas de las necesidades de los vecinos de Tivoli, que le adoran, y que vive en la zona más exclusiva de Kingston.
Y de algo no cabe duda. Dudus sigue los pasos de su padre. El fiscal del Estado de Nueva York remitió a Jamaica en agosto de 2009 una petición de extradición contra Dudus por presuntos delitos de tráfico de drogas y armas cometidos en 1995. La policía jamaicana se lanzó a su caza hace una semana y Tivoli ardió: más de 70 civiles y tres agentes han muerto en la refriega. Vecinos de Tivoli aseguran que algunos han sido asesinados a sangre fría. La sociedad jamaicana está traumatizada. Pero Dudus sigue en paradero desconocido.

elpais.com

miércoles, 21 de abril de 2010

El 'narcotube'

-¿Para quién trabajas?, pregunta una voz sin rostro.
- Para los Zetas, responde otra con la cabeza vendada.
- ¿Cuál es tu clave?
- Z-43.

Z-43, ejecutado.
Hoy todo México sabe quién era el interrogado y dónde se encuentra porque está muerto. Fue ejecutado el fin de semana y hallado con la misma venda alrededor de los ojos sobre un charco de sangre. El cadáver, arrojado frente a las instalaciones de Televisa en Tampico, tenía las manos atadas.
De lo que hizo en vida quedan varios minutos de grabación al alcance de cualquiera por cortesía de un blog, el Narcoblog, que alimenta de tiroteos y ejecuciones sus contenidos. Desde ahí, suben a Youtube los vídeos que tienen que ver con la actividad de las distintas familias del crimen organizado: los mentados Zetas, el cártel del Golfo, de Sinaloa...
Nada se sabe de quién graba las imágenes. O cómo llegan los vídeos de los interrogatorios y ejecuciones hasta ellos, que dicen ser "un grupo de jóvenes aficionados, a los cuales nos llama la atención cómo los narcotraficantes astutamente se ganan la vida (Matando, Secuestrando, Mutilando y demás), y se la quitan a otras".
"Les montamos la Inteligencia" proclaman por lema en alusión al servicio de inteligencia mexicano. Revisando el blog podría deducirse que las intenciones de quienes lo hacen es buena. Ofrecen un completo listado de números de teléfonos oficiales a los que poder llamar para denunciar cualquier movimiento sospechoso de los narcos. Detallan incluso el modo en qué hacerlo para que las autoridades no rastreen la llamada.
Y tienen un chat y un foro, en el que algunos advierten del peligro en sus ciudades o cuentan lo que han oído que planean los sicarios. Pero también los hay que aprovechan el espacio para defender a una familia determinada. "Amigos de los Beltrán Leyva", reza la identificación de uno de los participantes que se dice fan de uno de los clanes más violentos y poderosos.
"Zetas, putos zetas, arriva (sic) el CDG (cártel del golfo)" se lee en el chat, entre mensajes de rechazo a la actividad del crimen organizado. " Quien quiera trabajar con los del Cártel del Golfo, sólo díganles. Háganles una pequeña parada, ellos andan en camionetas negras, blancas y doradas y otro color que no me acuerdo. Pero se identifican porque traen camisas negras y gorras negras. Pero sólo si quieren preguntarles cosas serias o trabajar con ellos. No vayan a preguntar tonterías", aconseja otro participante.
La oferta de vídeos es muy amplia. Se puede contemplar desde el paisaje que dejan tras de sí los sicarios a su paso por cualquier lugar, hasta la ejecución en directo tras unos minutos de interrogatorio de uno de los miembros de los Zetas.

elmundo.es

domingo, 28 de marzo de 2010

Vivir para matar, matar para vivir

"La vida loca es la verdadera vida allá. Jóvenes que sufren, que nos desafían, nos miden, nos tienen rabia y no nos quieren. Una acumulación perversa, que atiza miedos íntimos y espantosas pesadillas, que atropella nuestra visión del mundo, pero que, a pesar de todo, solicita mucha indulgencia. No se trata de un choque generacional; más bien, de un enfrentamiento antropológico. Acorralada, la respuesta de esta generación perdida se convierte en la negación de todo por la revuelta y la muerte." (Christian Poveda, fotoperiodista y documentalista francoespañol asesinado, durante la noche del 2 al 3 de septiembre de 2009, en El Salvador)
No le faltaron a Christian Gregorio Poveda Ruiz conflictos armados, masacres étnicas, guerras, revoluciones, asesinatos en masa, represiones brutales, golpes de Estado ni guerras civiles por cubrir, con su cámara o con su filmadora, ni en Africa ni en Medio Oriente; ni en América Latina ni en Asia. Si la Guerra de Vietnam, en los años 70, hizo que descubriera el poder de la imagen, las Maras salvadoreñas, casi cuatro décadas más tarde, despertarían en él una obsesiva búsqueda de respuestas a los interrogantes más profundos sobre los orígenes de esas pandillas centroamericanas -las más violentas del mundo-, su crecimiento, su desarrollo, su estética y su mutación a los tiempos presentes: el crimen organizado, el narcotráfico y el narcoterrorismo.
En esa demanda irrefrenable de respuestas, Poveda, de 54 años, encontró la muerte. Su muerte. Durante más de un año y medio el periodista, que había anclado su cámara fotográfica para alzar la filmadora, convivió con los mareros para meterse en la piel de sus hombres, sus mujeres y sus niños; conoció sus códigos; registró, cuadro a cuadro, su brutal accionar; vio matar y vio morir sin preguntar jamás por qué -la respuesta, en todo caso, estaba implícita en la misma pregunta: porque sí-. "Vivir para matar, matar para vivir", es el primer mandamiento Mara.
El resultado de esa experiencia fue La vida loca , título que Poveda eligió para su documental de 90 minutos basado en la Mara 18 y las bandas del barrio La Campanera, al este de San Salvador. La película -realizada entre febrero de 2006 y mayo de 2007- se difundió mundialmente en 2008, pero hasta ahora no fue estrenada en El Salvador.
"En 2004 comencé un reportaje sobre las Maras bajo la forma de una serie de 130 retratos de miembros de las dos bandas rivales", comentó Poveda en una entrevista publicada en Le Monde Diplomatique, cinco meses antes de su asesinato. "Con cada uno de ellos realicé una entrevista videograbada. Oswaldo, de sólo 19 años, quien nunca conoció a su padre, dijo estar orgulloso de haber cometido varios asesinatos. Judith, de 22 años, abandonada por su madre y ella misma mamá de un niño de cuatro años, no disimulaba el placer que le daba matar y robar."
Durante la realización de su documental, Poveda fue testigo presencial de siete asesinatos. Tres de ellos eran protagonistas principales de la película.
El mismo año del estreno, las disputas territoriales de las dos principales Maras salvadoreñas, la Mara 18 y la Mara Salvatrucha, habían causado cerca de 4000 muertes en el país centroamericano. Entre ellos, la de Poveda.
Según se supo, los jefes maras con quienes el documentalista había negociado la autorización para el rodaje habían sido arrestados, y sus reemplazantes, más jóvenes que los anteriores, comenzaron a extorsionarlo y a exigirle dinero. Así, se estableció un encuentro con los nuevos líderes, pero Poveda no asistió. Al fijarse una segunda reunión, a la que sí acudió, fue asesinado a quemarropa de cuatro balazos en la cabeza, en la ruta que une Apopa con Tonacatepeque, una región rural al norte de San Salvador.
Hijo de republicanos españoles refugiados en Francia, Christian Poveda fue corresponsal de prensa en El Salvador durante la guerra civil (1980-1992), y a lo largo de su carrera como fotógrafo publicó en El País, Le Monde, The New York Times, Paris Match, Stern y Time Magazine.
Poveda fue el periodista que logró atravesar las murallas mareras como nadie antes lo había hecho, hasta llegar al corazón de lo que él mismo denominó "la generación perdida". Esa comprensión del fenómeno Mara terminó por conducirlo, paradójicamente, a su propia muerte. Los Angeles, los 70 y los 80
Las guerras internas que devastaban sus países, particularmente El Salvador (cifras oficiales dan cuenta de 25.000 muertes, producto de la represión ejercida allí entre los años 70 y 80), empujaron a una cantidad de inmigrantes nunca del todo fielmente mensurada hacia Los Angeles, California, apenas con lo puesto, que no era otra cosa que el valor de la propia vida. De aquella inmigración emergente de la miseria surgiría la Mara 18, que rápidamente iba a convertirse en feroz rival de la Mara 13, o Mara Salvatrucha, formada también por inmigrantes salvadoreños que habían llegado a California diez años antes.
El término "mara" es un acortamiento de marabunta, nombre que define a una de las especies de hormigas que se distingue de las otras por arrasar con todo lo que encuentra en su camino.
Mara 18 se inspira en pasajes bíblicos al evocar el número de la bestia "666" (6 + 6 + 6 = 18). Según otras versiones, indica su lugar de nacimiento: la 18 St. (calle 18) de Los Angeles.
La MS 13, o Mara Salvatrucha, se desglosa en "salva", por ser originarios de El Salvador, y "trucha" -a diferencia del sentido que se le da en la Argentina-, por ser listos y alertas. El rasgo distintivo de estas dos Maras es la lucha por el dominio del barrio, antes en Los Angeles como ahora en El Salvador.
Las une, sin embargo, el mismo propósito: la delincuencia organizada, la posesión de drogas, la portación de armas de fuego, el robo, el homicidio, los secuestros, los delitos sexuales y la extorsión.
La estética mara es el tatuaje. Aunque ya no es excluyente como antes (la penetración de mareros en el ámbito de la política y en el submundo del narcotráfico y del narcoterrorismo hace que sus integrantes se mimeticen con el ciudadano común para pasar lo más inadvertidos posible), el uso de tatuajes sigue presente en los estratos más bajos de las pandillas, ya que representan su pertenencia a una u otra organización. Se caracterizan por tener la cabeza rapada, usar pantalones muy holgados, escuchar música rapera y tatuarse una lágrima por cada asesinato que cometen. Marihuana, cocaína, heroína y crack son elementos insustituibles en su vida. Tan insustituibles como la cerveza, el ron, el tequila y el guaro, una bebida que se produce con la caña de azúcar.
Y pandillas también
Dennis Rodgers, antropólogo social y profesor de la London School of Economics, sostiene que las pandillas juveniles "son un fenómeno social muy común, que pueden encontrarse con frecuencia en casi todas las sociedades del mundo, aunque mayoritariamente son grupos efímeros de jóvenes que se juntan para expresarse con comportamientos antisociales que forman parte de su desarrollo".
Rodgers, un inglés de 35 años, había sido invitado en junio de 2006 por la Universidad Nacional de San Martín para disertar sobre los movimientos sociales en la Argentina. Luego de convivir con pandilleros nicaragüenses, trabajó en La Matanza para interiorizarse sobre el accionar y las características del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) de La Matanza y el Movimiento de Trabajadores Revolucionarios Santucho, un desprendimiento del Movimiento Teresa Rodríguez, de Ezpeleta.
Sobre las Maras centroamericanas, Rodgers señala que "son organizaciones colectivas mucho más definidas, que exhiben una continuidad institucional, una participación regular en actividades ilícitas".
De ahí la importancia de diferenciar las pandillas de las Maras.
Sobre este punto, la socióloga argentina Laura Etcharren, columnista de Total News Agency, de la Argentina, y de ANA News Agency, de Nueva York, y estudiosa de la problemática Mara en Centroamérica y su estado embrionario en la Argentina, asegura que en nuestro país existe "un gran desconocimiento, mucha precariedad teórica y demasiada precariedad empírica a la hora de abordar una problemática como esta".
-¿Qué distingue a la pandilla de la Mara?
-Una pandilla está compuesta, en un 90% de los casos, por chicos que emergen de la exclusión social y se juntan para tener un poder que individualmente no tienen y que creen que van a obtener mediante esa unión. Son chicos que están con el merodeo de la marihuana, del paco, delitos menores. Esos mismos chicos, con el paso del tiempo y debido a una necesidad de tener más poder, son puestos en una especie de panóptico para los verdaderos narcoterroristas. Es decir, están vigilados por éstos últimos para saber cuáles son los más aptos para trascender la pandilla.
-Tienen objetivos distintos, entonces.
-El mundo de las Maras es el crimen organizado, el narcoterrorismo, los escuadrones de la muerte. Cooptan a los pandilleros y los mandan a cometer delitos que los cabecillas del narcoterrorismo no realizarían. De ese modo, los chicos dejan las pandillas, dejan la lucha por el barrio y pasan a la disputa por la frontera. Mientras las pandillas luchan por el barrio, las Maras lo hacen por las fronteras, ya que quienes controlan las fronteras dominan los hilos sociales del poder, del narcoterrorismo.
Para Etcharren -autora del libro Esperando las Maras. Estado embrionario en Argentina , Ed. Catálogos-, el primer indicio de la actividad Mara en el país ocurrió en 2006. "Ese año fue asesinada María Eugenia Ledesma, de 22 años, en La Matanza, por un integrante de la Mara Salvatrucha, que había emigrado a la Argentina y conformado una pandilla en la zona. Ese delincuente, apodado El Lágrima, luego viajó al Perú y el crimen de María Eugenia quedó impune.
-¿Cómo saber si un acto delictivo es producido por una banda o por una Mara?
-Por sus características. Hay pandilleros y hay bandas comunes que roban y matan. Pero las Maras tienen su propia característica, que es la extrema violencia. El accionar mara está ligado a la tortura física.
Los narcomaras
Ser marero no es sencillo y tiene sus ritos y sus códigos. Una vez que alguien ingresa en una Mara, jamás podrá abandonarla. De intentar hacerlo, le costaría la vida. Los jefes maras sólo admiten una excepción: convertirse en evangelista, que es la fe que los une.
Una de las formas de iniciación de la Mara Salvatrucha es que el candidato se someta a 13 segundos de brutal golpiza sin que pueda defenderse. Si sobrevive a eso, será un Mara. Por último, y como forma extrema de iniciación, el candidato deberá asesinar a un miembro de una organización enemiga. Matar porque sí.
Un informe de la ONU da cuenta de que alrededor de 70.000 integrantes de las Maras operan en Centroamérica, distribuidas en siete países: Honduras (36.000 miembros), Guatemala (14.000), El Salvador (10.500), Nicaragua (4500), Costa Rica (2600), Panamá (1385) y Belice (100).
La Mara Salvatrucha, al decir de las autoridades, ya se ha convertido en una gigantesca organización criminal. Según relevamientos, está integrada por mercenarios que se alquilan a cualquier cartel de la droga con el objeto de lograr sus propósitos. El más inmediato es la creación de un corredor que vaya desde Colombia, pase por El Salvador y otros países de la región hasta llegar a su destino final, Los Angeles, California. Sólo la Mara Salvatrucha posee alrededor de 50.000 miembros, y algunos estudios indican que ya hay Maras en Canadá, España, Australia y Líbano.
"En la Argentina -explica la socióloga Etcharren- están presentes, aunque muy embrionariamente, en algunas bandas y pandillas, como la banda del Guacho, Las Pirañas, o Los Niños Populares, de Rosario.
-¿Cómo es la estética de los mareros en la Argentina?
-Tienen algo en común con la vestimenta y con la música que escuchan, pero no son un calco de las Maras salvadoreñas.
-Hablamos de los ritos de iniciación, pero, ¿cómo un marero pega el salto a los carteles de la droga?
-Cuando empiezan a crecer dentro de la pandilla y se perfeccionan en el delito, empiezan a ser mirados por los carteles de la droga. Se encuentran en el panóptico. En el centro de la cooptación. Los narcos empiezan a ver que chicos de distintas bandas tienen características mentales y actitudes en materia de acción funcionales para la cooptación. Así se inicia un proceso de conformación de lo que he dado en llamar narcomaras.
-¿Qué hacen, exactamente?
-El trabajo que los narcos no harían. Los trabajos menores, como el "narcomenudeo", ser señuelos, o mulas, hasta alcanzar escalones de relación con los grupos del poder político y económico. Pasa a la Mara cuando empieza a relacionarse con el crimen organizado. Las Maras que buscan el dominio de las fronteras, a veces, no siempre, se separan del crimen organizado relacionado con el narco. Por eso, en la frontera también está la puja entre los distintos carteles de la droga, entre los desprendidos de las pandillas que ya se organizan con un cabecilla narco que los alinea. Y tenés el terrorismo. Un combo ultraviolento en la frontera.
Por Jorge Palomar
EN CAMINO HACIA EL SUR
Fragmento del libro de Laura Etcharren
En el caso específico de la Argentina se ha abierto un mercado propicio para la proliferación y creación de pandillas. Son variados los casos que resuenan en los últimos tiempos y que alertan a la población sobre un cambio que modifica la estructura de vida de los hombres.
"La Argentina espera la transformación de las culturas juveniles delictivas, debido a que existe un estado embrionario de Maras que se puede registrar en la tendencia sostenida a la comisión de delitos no aleatorios. Las decisiones del crimen no se toman en minutos y con torpeza. Son calculadas y delimitadas en tiempo y espacio. Los ámbitos de referencia social -estadios de fútbol, entre otros- se han convertido en lugares signados por la vida loca. De las canchas a las cárceles para continuar con la carrera de la delincuencia que detrás de las rejas dirige a los miembros que se encuentran fuera, guiándolos en los modos de operación para entablar vínculos con las fronteras.
Costos y beneficios se ponen en juego en el escenario del narcoterrorismo que nos cobija. El que se niega pero existe. El que es imponentemente soberbio. El que deambula por los pasillos de las villas miseria. Lugares que han dejado de ser las moradas de los que menos tienen para fusionarse con el narco.
"Asentamientos en los que la droga entra y sale. Consumidores que se acercan en busca de paco, de cocaína y otras sustancias. Siempre, contacto de por medio, ya que el ingreso a las tierras narcóticas es altamente peligroso porque también allí se libran luchas de dominio entre punteros. Las villas y los asentamientos poseen sus propios usos y costumbres de identificación. La entrada de la policía es casi imposible. Fuerte Apache, Ciudad Oculta y la Villa 31 son algunos de los circuitos inseguros, impenetrables por la ley, a veces cómplice.
"Al igual que los pandilleros, los comúnmente llamados villeros no son todos delincuentes. Sin embargo, al formar parte de ese espacio físico se los etiqueta como tales. Representan un sector marginal de la sociedad y como los no delincuentes representan una minoría, el rescate de los mismos de la mayoría se torna más complicado.
"Las Maras, en cambio, caminan hacia el Sur. Tanto es así, que tenemos antecedentes de grupos ultraviolentos que han tomado las características más sobresalientes de las Maras, colocando al orden y a la organización social en el observatorio de los cuestionamientos desde los diversos vértices sociales.
"En este contexto, el papel de los medios y el periodismo es fundamental para las campañas del narco y las maras. ¿Por qué? Porque el periodismo es esencial para la reproducción y legitimación de la realidad social que viene dada desde la clase hegemónica que detenta el poder político y económico y que se ampara y sostiene en diversos lugares con el monopolio de la fuerza física y simbólica.
El uso que ha hecho el poder del periodismo es funcional para crear una cultura hegemónica. Las formas que adquiere el periodismo frente a la noticia dependen del lugar que ocupe el campo periodístico dentro del campo cultural, pero también del contexto histórico en el que se plantee. Existe un capital específico, en relación a lo que está establecido como hegemónico y esto último se define a partir de la coyuntura específica. Los cambios al interior del campo solo se dan a partir de las luchas por fuera y por dentro para redefinir lo que está en juego. Es por eso que sin publicidad, la dialéctica Maras/terrorismo no sería posible. Y como en la actualidad los terroristas se presentan como los principales actores del escenario mundial, deben producir máximos impactos. Para ello escogen, por ejemplo, una continuidad de fechas. Si carecen de espacio publicitario se encuentran en peligro, puesto que los comunicadores sociales son los encargados de difundir, fomentar o reducir el pánico colectivo a través de información acertada, o bien, mediante imprecisiones que a simple vista no son graves pero que sí son funcionales para el desarrollo de los grupos armados."
lanacion.com

domingo, 7 de febrero de 2010

América latina, territorio narco

Los carteles mexicanos de la droga, que mantienen una violenta ofensiva contra el gobierno de México, dejaron de ser una grave amenaza sólo para el gobierno mexicano. Con su expansión y presencia creciente en la región, se han convertido en una de las mayores preocupaciones no sólo para EE.UU., principal mercado consumidor, sino también para las autoridades de casi todos los países de América latina, entre ellos la Argentina.
El mapa actual de la ramificación del narcotráfico mexicano muestra que su influencia se extiende a 16 países de la región, y también en otros continentes.
Informes de las agencias antidrogas de EE.UU., México, Colombia, Argentina, Costa Rica, entre otros, confirman esa expansión y advierten el riesgo de que los narcos mexicanos exporten al resto de los países la ferocidad de la guerra que libran entre ellos por los mercados y las rutas de la droga. Un informe del Departamento de Justicia de Estados Unidos, con datos del Centro de Inteligencia Nacional de Drogas (NDIC) y de la Agencia Antinarcóticos (DEA), elaborado en 2009, revela que los narcotraficantes mexicanos operan tanto en Alaska como en Buenos Aires o Sidney. Los investigadores ven con preocupación el crecimiento de una red criminal de alcance global.
Los carteles de Sinaloa y del Golfo-Zetas están clasificados por el gobierno estadounidense como las organizaciones que más han ampliado sus centros de operación en países de la región.
Con menor presencia se reporta al cartel de Colombia, las únicas dos naciones en las que operan todos estos grupos delictivos, mientras que el cartel de Juárez se ha asentado en Argentina.
La organización del cartel de Sinaloa, que lidera Joaquín El Chapo Guzmán, ha tenido una mayor capacidad de extender sus actividades delictivas en países latinoamericanos: está presente en 12 naciones, de acuerdo con el reporte de inteligencia de los Estados Unidos.
Además de ese informe, autoridades de Venezuela, República Dominicana y Costa Rica confirmaron la presencia de actividad criminal de esta organización en su territorio, como parte de sus planes de "internacionalización".
Su fortaleza en México, donde tiene influencia en 17 estados, le permitió ganar terreno en 80 ciudades estadounidenses en la última década y desplazar incluso a los colombianos en el mercado de las drogas, lo que le abrió las puertas para realizar transacciones directas, sin intermediarios, con proveedores como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Sus actividades delictivas se han extendido también a otras latitudes -como España, Alemania, Francia, Suiza, Italia y Australia- donde se aliaron con grupos de narcotraficantes locales.
El cartel del Golfo y su brazo armado, Los Zetas, bajo la jefatura de Heriberto Lazcano, El Lazca, y Miguel Ángel Treviño Morales, L-40, son los más fuertes rivales del cartel de Sinaloa (también llamado del Pacífico), por lo que la disputa por el control de territorios también se ha dado en países de América latina, donde este grupo tiene presencia en 10 naciones.
Esta organización, considerada la más violenta porque recurre a ejecuciones y al secuestro de sus enemigos, tiene centros de operación en 13 estados mexicanos, mientras que en los Estados Unidos ha optado por la estrategia de alianzas con pandillas locales en 43 ciudades, ampliando además la empresa criminal a países europeos como España, Italia y Portugal.
El cartel de Tijuana, negocio familiar de los Arellano Félix, a pesar de la captura de sus jefes más importantes continúa con una segunda generación de narcos liderada por Luis Fernando Sánchez Arellano, hijo de la operadora financiera de la organización, Enedina Arellano Félix. Son los encargados de mantener la presencia del grupo en cinco países latinoamericanos.
A pesar de los golpes que ha recibido, mantiene sus zonas de influencia en 15 estados del territorio nacional y en 17 ciudades estadounidenses.
La estructura del cartel de los Beltrán Leyva, a pesar de que se independizó del cartel de Sinaloa en enero de 2008 -bajo la batuta de Héctor Beltrán-, ha logrado posicionarse en Guatemala y Colombia. En México tiene actividades en 11 entidades, y en 36 ciudades de los Estados Unidos con el mercado de las metanfetaminas. Aún no concreta operaciones en otros continentes.
En este mapa regional de la influencia de los narcotraficantes mexicanos en el exterior, la DEA no tiene registro de la presencia del cartel de Juárez -de los Carrillo Fuentes- en América latina, pero una investigación en Argentina (ver recuadro) documenta que este grupo ha logrado posicionarse en el mercado de la efedrina, para proveerse de este precursor químico y producir metanfetamina con el fin de distribuirla en Sudamérica.
Además ha extendido sus operaciones a Europa, por lo que el control de la ruta desde el cono sur hasta ese continente es clave para el cartel.
Textos de: Silvia Otero, El Universal (México); Daniel Gallo, LA NACION (Argentina); Nicolás Aguilar, LA NACION (Costa Rica); Alfredo Ali Alava, El Comercio (Perú); Javier I. Mayorca, El Nacional (Venezuela); Miguel Díaz Román, El Nuevo Día (Puerto Rico); redacción de El Tiempo (Colombia); redacción de El Mercurio (Chile).

En la Argentina, un desembarco ligado a la política
Carteles: de Juárez, de Sinaloa y del Golfo-Zetas
Hasta mediados de 2008, la efedrina estaba asociada, a la vista de cualquier argentino, al deporte. A la trampa, al dopping. A Diego Armando Maradona y su final en el Mundial 94. Era una sustancia conocida. Pero no relacionada con el narcotráfico hasta que se descubrió un laboratorio de metanfetamina en Buenos Aires. Droga sintética de baja penetración en el país, su irrupción atrajo de inmediato el interés público por los ocho mexicanos detenidos en ese procedimiento policial. Quedaba así expuesto el brazo del narcotráfico mexicano en la Argentina.
De la sorpresa se pasó a la conmoción. Pocos días después se encontraron tres cuerpos de personas a las que se relacionó con el tráfico de efedrina. El caso, conocido como el triple crimen, dejó a la vista una red de comercialización ilegal de medicamentos con ramificaciones políticas de alcances aún hoy imposibles de presagiar, pero que ya provocó cimbronazos en lo más alto del poder político. Con una muestra mínima, el narcotráfico mexicano reveló sus alcances.
Las líneas de investigación judicial tendieron a fundir en principio el laboratorio de droga sintética con los tres asesinatos. Los presidentes Cristina Kirchner y Felipe Calderón conversaron personalmente sobre ese caso. Aunque ahora se apunta más a las relaciones de los fallecidos con una mafia local que trafica con la venta de medicamentos a las obras sociales de los gremios, las complicaciones políticas se evidencian con los probados aportes de los muertos y de sus allegados a la campaña electoral de la Presidenta. La llegada del narcotráfico mexicano generó con sus primeros pasos un verdadero escándalo en la Argentina.
El Gobierno procuró instalar, a pocos días de las elecciones legislativas de junio pasado, la idea de que el candidato opositor Francisco De Narváez tenía vinculaciones con el tráfico de efedrina. La treta judicial no dio resultado, por lo burda que resultó la falsa acusación. Vale la mención del suceso para remarcar que el narcotráfico mexicano empieza a ser un fantasma de mención constante en la Argentina.
Sí quedó establecido que el cartel de Juárez aprovechó los huecos legales en la fabricación de medicamentos para montar su propia operación sobre la armada años antes por la mafia local. En la Argentina existe un circuito ilegal de medicamentos apoyado en farmacias de elaboración propia -llamadas droguerías- que dieron al cartel mexicano la pantalla para actuar con la efedrina.
Desde 2007, empezaron a sumarse intermediarios deseosos de importar efedrina desde la India. La maniobra fue investigada por las autoridades a cargo de reprimir el narcotráfico, pero sólo después del descubrimiento del laboratorio de metanfetamina se conoció la magnitud de lo que ocurría aquí. De la nada, la Argentina se había transformado en el tercer importador de efedrina del mundo. En 2008 se habían traído de manera legal 52,4 toneladas de ese precursor químico. Las necesidades del mercado farmacéutico argentino no superaban las ocho toneladas anuales. El resto era desviado con destino desconocido. Con la aparición del laboratorio cobró sentido el aumento local de compra de efedrina.
En medio del escándalo provocado por las derivaciones políticas del triple crimen, el Gobierno tomó la decisión de prohibir la importación de efedrina. Por entonces se desmanteló también una red mexicana que traficaba pequeñas cantidades de efedrina por vía aérea.
El propio procurador general mexicano, Eduardo Medina Mora, aseguró que "en la búsqueda de nuevas rutas se usa el territorio argentino". Los contactos oficiales sobre tráfico de drogas empezaron a ser más frecuentes entre la Argentina y México.
Cocaína también
Pero, más allá de la efedrina, la Policía Federal, con información de la DEA, dio una serie de golpes contra cargamentos de cocaína con destino a México, con varios ciudadanos de ese país arrestados en los procedimientos. La red estaba diseñada en un acuerdo de colaboración de bandas peruanas y mexicanas, a cargo de diferentes fases del envío de la droga a EE.UU., previo paso por la Argentina y México.
En otro operativo policial fue arrestado un mexicano que vivía con gran lujo en las exclusivas y modernas torres de Puerto Madero. Las autoridades de la Ciudad de Buenos Aires investigan en estos días el volumen de la inversión extranjera -sobre todo mexicana- en ese barrio, dada la posibilidad de que esas compras inmobiliarias oculten el lavado de dinero del narcotráfico.
Como se consignó, la explosión pública del narcotráfico mexicano en la Argentina se produjo en 2008. Apareció instalado en forma concreta, con laboratorios y personal, aunque a escala reducida. Unos años antes, la sospecha se había inclinado a operaciones de lavado de dinero: entre 1997 y 2001 incluso comisiones legislativas investigaron las relaciones de bancos locales con el cartel de Juárez. El propio Amado Carrillo Fuentes habría comprado propiedades en el sur de la provincia de Buenos Aires en 1997. También esa causa llegó a callejones sin salida, pero desparramó sospechas sobre los vínculos entre política y narcotráfico.
Testigos del encuentro entre la presidenta Cristina Kirchner y Felipe Calderón aseguran que la mandataria argentina escuchó ese día la advertencia: "Nosotros pasamos por lo que ustedes empiezan a pasar".
COLOMBIA: Socio clave de los narcos mexicanos
Carteles: de Sinaloa, Tijuana, los hermanos Beltrán Leyva y del Golfo-Zetas
El eje Colombia-México es el fenómeno criminal más preocupante para el hemisferio, según reconoce el general Óscar Naranjo, director de la Policía Nacional de Colombia y jefe de la lucha antidrogas.
La sociedad entre los carteles de ambos países tiene una estructura definida que le asegura el éxito en el negocio ilícito de las drogas: la producción y envío está bajo el control de los capos colombianos; el transporte hacia EE.UU. y su distribución en las calles de ese país está en manos de sus pares mexicanos.
Los carteles mexicanos de Sinaloa, Tijuana y los hermanos Beltrán Leyva establecieron vínculos con las nuevas estructuras colombianas con el objetivo de consolidar un emporio en la región, "con Colombia como principal productor y plataforma de exportación de droga", según la DEA.
Para cerrar sus negocios, colombianos y mexicanos montaron un centro de reuniones en una zona neutral: Panamá.
VENEZUELA: País de tránsito de la coca andina
Carteles: de Sinaloa y del Golfo-Zetas
Unas 50 toneladas de drogas que pasan por Venezuela provenientes de Colombia tienen como destino final EE.UU., donde su valor se cuadruplica: de 200 millones de dólares que valen en la frontera entre Colombia y Venezuela, su precio asciende a unos 800 millones al llegar a Florida o Texas.
Según las autoridades norteamericanas, la droga se transporta en aviones que van a República Dominicana o países como Honduras y Guatemala. De allí, es enviada a México por operarios de los carteles de Sinaloa y del Golfo, que compran los cargamentos en Colombia y contratan pilotos venezolanos para su traslado.
La droga es fletada en aviones pequeños (Cessna 206 o 210) desde Venezuela a Centroamérica, y de allí va por tierra a México. Una de las escalas preferidas por los traficantes en los traslados aéreos es Honduras. Para Washington, Venezuela es sólo país de tránsito de entre 250 y 350 toneladas de cocaína producida en el área andina.
PERU: Una "guerra" por los cultivos
Carteles: de Sinaloa
Los coordinadores de los carteles mexicanos llegaron a Perú para financiar directamente la compra de grandes cosechas de coca y la producción de toneladas de cocaína en los valles, según revelaron las autoridades locales de la lucha antinarcóticos, que ubican al cartel de Sinaloa como la principal organización con operaciones en suelo peruano.
El país es estratégico debido a que los cultivos de hoja de coca están en expansión. Hay plantaciones ilegales en 13 de las 24 regiones y en los valles cordilleranos.
En 1999 había 37 mil hectáreas de hoja de coca. En 2009 aumentaron a 56 mil.
En el valle del VRAE, donde se cosecha el 50% de la coca y los narcos se han aliado a remanentes de Sendero Luminoso, la lucha por el territorio con los capos colombianos y grupos criminales locales provocó, a fines de 2008, la muerte de 22 policías y militares, una violencia que el presidente Alan García atribuyó al intento de los carteles mexicanos de apoderarse de este mercado.
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viernes, 13 de noviembre de 2009

Revista FORBES: Un narco, en la lista de los más poderosos


NUEVA YORK. En una llamativa decisión, la revista estadounidense Forbes incluyó al narcotraficante mexicano Joaquín Guzmán, capo del cartel de Sinaloa, en su lista de las personas más poderosas del mundo, por encima de los presidentes de Rusia, Francia y Venezuela.
El "Chapo" Guzmán, que presuntamente se oculta en las montañas del norte de México, aparece bajo la profesión de "narcotraficante" en la lista, encabezada por el presidente norteamericano, Barack Obama.
"Esta lista pretende ser el inicio de una conversación, no la palabra final", dijo Forbes en el artículo que acompaña su clasificación, y se preguntó: "Los criminales despreciables como el multimillonario jefe del narcotráfico mexicano Joaquín Guzmán... ¿deben figurar en esta lista?".
Los funcionarios mexicanos rechazaron la decisión de Forbes de incluir en marzo a Guzmán en su lista de los multimillonarios del mundo, con el argumento de que era un error compararlo con empresarios legítimos. La revista estimó la fortuna de Guzmán en ese entonces en unos 1000 millones de dólares. La presidencia de México dijo ayer que no haría declaraciones en lo inmediato sobre la nueva lista.
En marzo, el presidente Felipe Calderón se había quejado del enaltecimiento de los capos de la droga. Sin mencionar a Forbes, dijo que hay revistas que están "no sólo atacando y mintiendo sobre la situación en México, sino que están hasta exaltando a criminales".
Algunos mexicanos no parecieron sorprendidos por la decisión de Forbes. "Los narcotraficantes siempre han sido poderosos", dijo un lector que se identificó como Julio, en un foro de discusión del diario El Universal.
Guzmán tiene la reputación de dirigir una de las bandas más poderosas del narcotráfico en México y es considerado uno de los fugitivos más buscados del país. Como cabecilla del cartel de Sinaloa, Guzmán tiene a su mando legiones de sicarios.
Guzmán figura en el puesto 41, por encima de los presidentes de Rusia, Dimitri Medvedev; de Francia, Nicolas Sarkozy, y de Venezuela, Hugo Chávez.
El ranking también incluye a otra figura controvertida: el saudita Osama ben Laden, líder de la red terrorista Al-Qaeda.
En el top ten, la revista incluyó a Obama; al presidente chino, Hu Jintao; al primer ministro ruso, Vladimir Putin; al presidente de la Reserva Federal norteamericana, Ben Bernanke; a los fundadores de Google, Sergei Brin y Larry Page; al magnate mexicano Carlos Slim; al presidente de News Corp., Rupert Murdoch; al presidente ejecutivo de Wal-Mart, Michael T. Duke; al rey Abdullah bin Abdul Aziz de Arabia Saudita, y al cofundador de Microsoft Bill Gates.
Agencias AP y Reuters
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jueves, 27 de agosto de 2009

Lo primero es La Familia


Por Hugo R. Hernández

La violencia en México se incrementa día a día. los asesinatos asociados al tráfico de drogas alcanzaron ya los 3.002 casos desde enero, un 76,5 por ciento más que en el mismo período del año pasado. En el mismo lapso de 2008 las víctimas habían sido 1.701. No obstante, hubo una escalada violenta hacia el final del año, que cerró con 6.290 asesinatos, más del doble que en 2007.
La región más violenta ha sido Chihuahua, un estado fronterizo del norte, donde se encuentra Ciudad Juárez, y en el que los cárteles de Juárez y Sinaloa luchan por controlar las rutas de tráfico de cocaína hacia EE. UU., aunque no se descarta el estado de Michoacán (en el oeste del país), donde el grupo criminal denominado “La Familia” se vino apoderando del territorio hasta infiltrar a parte del gobierno estadual. Pero el presidente, Felipe Calderón, decidió enfrentar la delincuencia con el Ejército. ¿Será suficiente para cortar de raíz este cáncer?

“La Familia” es un cártel compuesto por cerca de 5.000 personas que se dedican a traficar metanfetaminas, heroína o cocaína, de lo que obtiene entre 50 y el 55 por ciento de sus ganancias, mientras que por extorsión, secuestros, piratería, entre otros, obtiene el otro 45 por ciento, según el profesor en Economía y Derecho del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) Edgardo Buscaglia. Está liderada por un evangélico, Christian Nazario Moreno (“El Más Loco”), y usa escrituras de la Biblia para inspirar a sus traficantes y sicarios.

Desde que asumió el poder Calderón, el Gobierno mexicano desplegó casi 50.000 militares contra al narcotráfico. Pero por desgracia, asevera Buscaglia, no atacó la delincuencia en las distintas dimensiones que indica la Convención de ONU celebrada en Palermo hace dos años:

1. No se minó su estructura financiera. La delincuencia organizada copó el 85 por ciento del sector productivo y empresarial en Michoacán y otros nueve estados.

2. No se llevaron acciones enérgicas contra la corrupción política vinculada al narcotráfico y las organizaciones delictivas.

3. No se implementó una política de prevención enfocada a los jóvenes inmersos en la adicción, y quienes se deslizan hacia las pandillas sin darles alternativas de vida.

“Es una paradoja de la represión. Cuanta más represión hay, mayor violencia se desata. Y es lo que estamos viviendo ahora en México”, advierte Buscaglia.

Semanas atrás se giró una orden de captura contra el diputado electo Julio César Godoy, hermano del gobernador del estado de Michoacán, electo diputado federal por la izquierda en las elecciones legislativas del 5 de julio y ahora prófugo. Michoacán fue escenario reciente de una ola de ataques de “La Familia” contra la Policía Federal, en la que murieron al menos 16 agentes (12 de los cuales fueron emboscados, torturados, asesinados y abandonados en una ruta). Al menos cuatro miembros de “La Familia” fueron detenidos y acusados por su participación en las matanzas, que se habrían originado por la captura de uno de sus líderes.

“Fue el peor ataque contra las fuerzas de seguridad mexicanas”, afirma Raúl Benítez Manaut, profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) especializado en Seguridad y Fuerzas Armadas. Según Benítez Manaut, la infiltración de los cárteles “seguramente existía en las anteriores campañas electorales, pero nunca se había hecho pública ni había habido investigaciones judiciales al respecto”. Uno de los luguartenientes Nazario, Luis Ricardo Magaña Mendoza, fue detenido el lunes 25 en Colima.

El Gobierno federal sigue enviando más agentes de inteligencia a la zona y está tomando más medidas de seguridad para enfrentar la ofensiva del narcotráfico, según la Secretaría de Seguridad Pública (SSP).

“Leonel Godoy no está para proteger a nadie, ni a familiares, ni a nadie. Y si un familiar mío cometió un delito (...) debe tener la oportunidad de defenderse”, afirmó a los medios el gobernador del estado. “Nunca se me vinculó recibiendo dinero y no tengo estructura como para proteger a esta organización delictiva”, adujo por su parte el prófugo, en una carta que envió el mes pasado a diputados electos que revisan su expediente. Si no lo impugnan antes, Julio César Godoy podría asumir el 28 de agosto y a partir de entonces, quedaría resguardado por fueros.

La infiltración del narcotráfico y de otras organizaciones del crimen organizado mexicano en la política fue uno de los principales temas en la campaña electoral de los pasados comicios legislativos.

En Chihuahua se contabilizan 1.198 asesinatos. Le siguen Durango, Sinaloa, Guerrero, Baja California y Michoacán. El promedio es de 17 asesinatos diarios, de acuerdo con el recuento en los medios.

Aunque hubo un leve descenso de los asesinatos a principios de año, en las últimas semanas volvió a repuntar la violencia. Desde enero fueron asesinados al menos 18 militares, entre ellos el general retirado Mauro Enrique Tello Quiñones, que asesoraba al municipio de Cancún en temas de lucha contra el crimen organizado.

“La Familia” tiene una dimensión política importante, ya que el 63 por ciento de los municipios de Michoacán fue infiltrado; también dimensión económica, con la propiedad de muchos restaurantes; e infraestructura social que sustituye al mismo gobierno del estado, y que provee escuelas, seguridad y hasta servicios religiosos. “Estamos cuidando Michoacán; ojalá pudiéramos cuidar toda la República”, presumió este mes Servando Gómez Martínez, supuesto jefe operativo de La Familia.

Otro dato contundente es que alrededor del 72 por ciento del PBI en México, procedente de empresas legalmente constituidas, está siendo infiltrado por el crimen organizado. Es decir: si el Estado no combate a la empresa y al patrimonio social, y no detiene a la persona físicamente, “nunca se va a acabar con este cáncer”, apunta Buscaglia. Por otra parte, según Washington, hay cientos de empresas mexicanas ligadas a criminales, como una guardería subrogada del Instituto Mexicano de Seguridad Social, de una hija del narco Mayo Zambada.
Buscaglia es realista: “No creo que la violencia se termine en el corto plazo”.
elargentino.com

jueves, 20 de agosto de 2009

Papá, el narco


Por Tony Dokoupil
De chico me encantaba salir a pasear en auto con mi madre. En 1986 alquilamos una casa rodante y fuimos del sur de Florida a los altiplanos de Nuevo México para visitar a mis primos y desenterrar cabezas de flechas indias en el patio de mi tía. Después recorrimos Nueva Inglaterra, Nueva York y el sureste, y durante las largas horas al volante, mi madre aprovechaba para darme lecciones sobre amores infantiles y peleas escolares. Pensaba que hacía todo eso para unirnos y llevarme a conocer a la familia. Pero años después supe que los viajes tenían otra finalidad: buscar el efectivo y los valores que papá había ocultado en la época en que fue uno de los principales proveedores de marihuana de primera calidad en el noreste del país.
El mayor botín era medio millón de dólares metidos en una hielera de telgopor que había escondido en una ladera cerca de la casa de mi primo; en la región Redland de Florida, mamá recogió un par de autos de colección (luego los prestó a los productores de la serie televisiva “Miami Vice”); y el viaje a Long Island fue para buscar más hieleras repletas de efectivo. Sin duda mamá disfrutaba de los viajes en carretera, aunque también sabía que no podía tomar un avión con más de 10.000 dólares en efectivo sin informar a las autoridades.
Entre 1975 y 1986, Anthony Edward Dokoupil distribuyó por lo menos 50 toneladas de marihuana colombiana y mexicana al norte de la línea Mason-Dixon. Empezó con pequeñas cantidades que metía en maletas y conducía desde Florida en un auto de alquiler. A medida que desarrolló sus contactos latinoamericanos, compró un Buick que tenía un baúl del tamaño de un jacuzzi y estaba especialmente equipado con amortiguadores de aire para que no perdiera altura con los cargamentos de varios cientos de kilos de “pino Dade County”. Más adelante, papá compró una furgoneta Chevy con capacidad para tres cuartos de tonelada y contrató a otros tres para viajar en convoy por las autopistas, sistema al que denominaba “Reefer Express” (“Expreso mota”).
Para principios de la década de 1980, él y un socio distribuían marihuana por todo Nueva York en camiones de basura y un camión de carga refrigerado con el logotipo “Mario’s Fish”. En su apogeo (1986), mi padre se hallaba a la cabeza de un equipo que logró contrabandear cerca de 17 toneladas de marihuana colombiana en veleros que cruzaban el Caribe, cantidad suficiente para que todos los universitarios de EE. UU. se pegaran un viaje. Mi padre afirma que, en total, reunió 2,5 millones de dólares, equivalentes a 6 millones de los actuales.
Me gustaría decir que Anthony era distinto a cualquier criminal, pero sería una falsedad. Su tocayo, el tío abuelo Anthony, fue un alcohólico que amasó una pequeña fortuna contrabandeando whisky canadiense durante la prohibición de alcohol. Hoy, mi padre es un ex convicto de 62 años que a veces consume crack; un hombre que dilapidó su riqueza en prostitutas y hoteles; que golpeaba a mi madre; dormía bajo los puentes y tocó fondo tan completamente que, de hecho, dio gracias cuando el Servicio de Alguaciles de los EE UU finalmente lo aprehendió. Como aclaración, yo no soy otro Anthony, ni en mi acta de nacimiento ni en lo que hice a lo largo de mi vida. La implosión de mi padre fue tan absoluta que tuve terror de convertirme en él. Tengo una esposa encantadora, buena salud, grandes amigos y un empleo que disfruto, así que no puedo imaginarme siguiendo el atajo de las drogas y el crimen. Sin embargo, esos recuerdos me acosan; me hacen temer mi propia genética y la posibilidad de convertirme en otra persona.
Mi padre moldeó mi vida en ausencia. Como sabía que usaba drogas, las evité, y como no tuve un buen modelo masculino a seguir, lo busqué en otra parte haciendo reportajes sobre la conducta de los hombres, como si la investigación periodística pudiera sustituir al padre que nunca tuve. Hace poco, esa investigación adquirió mayor perentoriedad. A fines de la semana pasada me convertí en padre por primera vez: ahora tengo un hijo. Así como muchos papás ansían transmitir la herencia familiar, mi ambición es sembrar un nuevo árbol genealógico que cambie el sentido de lo que es ser un hombre del clan Dokoupil. Y a tal fin, sabía que tendría que ver a papá, cosa que sólo había hecho una vez en los últimos 20 años.
Un lluvioso día de fines de junio, abordé el tren a Boston para reunirme con él. Lo reconocí, parado al final de la plataforma con aquel mismo bigote recortado que recordaba de mi infancia. Lo estudié con detalle: rompevientos beige, pantalones vaqueros, pelo relamido. Con ojos enrojecidos y cenicientas mejillas, lucía idéntico al modelo de algún anuncio sobre enfermedades hepáticas.
“Cielos, parecés una estrella de cine”, me dijo, y comparado con él, supongo que era cierto. En el absoluto silencio que reinaba en la agencia de autos de alquiler, pude escuchar su respiración, agitada y superficial. Fuimos hasta su apartamento subsidiado por el Estado, cerca de la Universidad de Harvard; un lugar insignificante y sucio, adornado con iconografía cristiana, dos vasos de plástico quemados con cigarrillos y un litro de soda dietética en la heladera. Me contó que no tiene trabajo estable y que su principal fuente de alimento es el almuerzo gratuito del centro local para ciudadanos de la tercera edad.
Durante los 10 primeros años de mi vida, Big Tony (como lo llamaban en la familia) fue mi adoración. Me enseñó a jugar al béisbol, a leer los diarios y a “rasurarme” (sin navaja, por supuesto). Sin embargo, cuando llegó el momento en que realmente necesité una afeitada y me interesó lo que publicaban los periódicos, hacía tiempo que mi padre había salido de mi vida. Obvio, aquello no era lo que quería comentar conmigo cuando nos sentamos a la mesa de juego que ocupaba el centro de la habitación. Dijo que estaba contento con el apartamento y presumió de su salud: “Mis pulmones son perfectos, Tony; tenés mucha suerte, vas a vivir para siempre”. Agregó que estaba orgulloso de su desempeño como progenitor.
“Fui un buen padre. Te llevé a todas partes. Te compré todo lo que querías”, anunció, entre bocanadas de humo. “Siempre me tuviste a tu lado… cuando estaba en casa”. Sin embargo, fue presa de la emoción cuando le pregunté a dónde había ido.
“Te abandoné”, confesó, con los ojos anegados en lágrimas. “Nunca volví a casa. Siempre me sentí muy culpable por eso; a veces me quería morir”. Y le creí, al menos en parte.
Nacido en 1946, Big Tony era el segundo de cuatro hermanos. Fue educado en un confortable hogar católico del norte de Nueva Jersey. Los Hermanos Cristianos lo condujeron a Dios y lo educaron durante el bachillerato, aunque pasaba los fines de semana en Manhattan buscando bulla. Probó la heroína en el verano de 1964, cuando tenía 18 años, y después ingresó en la Universidad de Loyola, en Los Ángeles. Usó drogas durante todo aquel primer año y en poco tiempo fue enviado de regreso a casa, a la Universidad de St. Peter, donde obtuvo una licenciatura en inglés en 1968. Aquel otoño se inscribió en un programa de maestría en filosofía en la Universidad de Detroit, donde se unió a un grupo que protestaba contra la guerra, llamado Estudiantes por una Sociedad Democrática, y fue entonces cuando se enamoró de la ética kantiana.
Sin embargo, para 1970, comenzó la separación definitiva entre la moralidad y papá. Abandonó sus estudios y fue a vivir con un par de amigos bebedores a Milford, Connecticut. Casi siempre drogado con cocaína o heroína, se pasaba las noches en el Beachcomber, bar universitario donde bebía ron con cola y se mecía al ritmo de Velvet Underground.
Se entretenía dando una ojeada a la concurrencia y una noche, encontró allí a mi madre, Ann, alumna de la Universidad Estadual del Sur de Connecticut. Vestida con un largo abrigo rojo, a Anthony le pareció una muñequita rusa. A ella le encantaban sus citas de Kant, sus ojos azules y soñolienta sonrisa. Al año de conocer a papá, realizó una prueba para selección de carrera que señaló su “elevada” capacidad de juicio, abundancia de “sentido común, previsión y habilidad para tomar buenas decisiones”. Y sin embargo, fue a la casa de mi padre aquella noche y permaneció a su lado durante 15 años.
“Siempre sonreía”, recuerda mamá. “Hasta después que comprendí que él no sabía por qué sonreía, que no entendía el significado de la felicidad”.
No obstante, mamá siempre tuvo un instinto protector. La mayor de cinco hijos, creció en Cross River, Nueva York, trabajando en la tienda de víveres de su familia, ayudando a criar a su hermana menor, quien tenía daño cerebral; y durante el primer año en la universidad, trató de controlar a la familia después de que su padre abandonara el hogar y su madre alcohólica finalmente “saliera del clóset”.
Cuando conoció a mi padre, su razón de ser era cuidar de los demás y conseguir un cigarrillo de marihuana para relajarse. Sabía que papá tenía tendencia a las adicciones, “como todos. Era la década de 1970”, advierte.
Compartían una amplia casa de playa con tres amigos y pasaron los últimos dos años de estudios de mi madre entregados a la hierba, el hachís y las pastillas. En sus fiestas siempre tenían tazones a reventar con tranquilizantes, hipnóticos y Black Beauties, mientras los altavoces retumbaban con música de los Stones, The Dead y Janis Joplin.
El grupo comenzó a vender hachís para reunir fondos para sus parrandas. “Éramos flower children, nos ayudábamos unos a otros, preparábamos la comida entre todos y vendíamos algo de mota a nuestros amigos”, recuerda una de sus compañeras de casa, Karen, quien, como otros personajes de este artículo, pidió que no diera a conocer su nombre completo porque no quiere que la gente se entere de su pasado con las drogas.
Todos consideraban que el comercio de droga servía para conseguir algo de dinero para gastar, pero mi padre lo visualizó como un verdadero negocio. Y tuvo razón.
A mediados de la década de 1970 la demanda iba en aumento y casi toda la droga era importada, lo que creó la necesidad de una cadena de distribución. Muchas veces la ley hacía la vista gorda. En 1972, la Comisión Nacional sobre Marihuana y Uso de Drogas recomendó, de manera unánime, que se legitimara el consumo. “Yo quería ser importante”, dice mi padre, cuyas actividades ilegales pude reconstruir a partir de expedientes federales y entrevistas con él, mi madre, tres de sus antiguos socios (incluido mi padrastro), un antiguo abogado suyo y dos amigos cercanos a la familia.
Era buen dinero. Luego de graduarse, en 1972, mi madre ganaba alrededor de 10.000 dólares anuales como maestra mientras mi padre se refocilaba en un trabajo sin futuro haciendo escalones de concreto. Querían tener casa propia, así que en algún momento de 1974, mamá pidió a su padre un préstamo de US$ 2.000 y se lo dio a Anthony para que comprara unos cuantos “ladrillos mexicanos” (argot de kilos) a un par de distribuidores locales.
“Los vendí de inmediato”, afirma mi padre, “pero la gente seguía pidiéndome la colombiana”, que supuestamente no contenía los plaguicidas que el Tío Sam había rociado en grandes extensiones de tierras mexicanas y dañaban seriamente los pulmones.
A través de un pariente lejano, Tony consiguió un nuevo trabajo en 1976: conducir camiones repletos de hierba desde el punto de ingreso, en los Cayos de Florida, hasta el estacionamiento de un importante centro comercial de Miami, donde dejaba las llaves en el neumático trasero para el siguiente conductor. El trayecto por el camino, de un solo carril y plagado de agentes de la policía, fue lo que contribuyó a fortalecer la reputación de mi padre, quien, en poco tiempo, empezó a administrar su propio equipo de choferes. Y de pronto, comenzó a ganar cientos de miles de dólares anuales, suficientes para comprar la nueva casa que deseaba mi madre, quien no sólo sabía de dónde procedía el dinero, sino que creía ciegamente en aquella empresa. “Pensaba que la marihuana era una opción aceptable que debía legalizarse y usarse en medicina”, dice.
Por su parte, papá consideraba que la marihuana servía para muchas otras cosas. Cambió su ropa hippie para adoptar el look Miami Vice (pantalones blancos, camisas de malla, Rolex, anillo de coral y Mercedes azul marino) y alquiló habitaciones de penthouse en Biscayne Bay y el centro de Miami, a donde la cocaína llegaba en forma de bultos del tamaño de una pelota de softball y las prostitutas se quedaban varios días con él. “Era bien emocionante”, rememora. “No quería parar”.
Y a veces no lo hizo, como cuando llevó a una prostituta a una fiesta, en Nueva Inglaterra, repleta de amigos de la familia —incidente que provocó a mi madre a echarlo de la casa durante un tiempo—. También estaban las juergas de fin de semana en el Caribe, donde mi padre comenzó a trabajar en 1978 con un círculo más versátil de contrabandistas de la Costa Este.
La época no pudo ser más propicia. Once estados habían reducido la penalización y condenas por posesión de marihuana al equivalente de una multa de tránsito, mientras que otros 30 habían eliminado la sentencia de prisión para primeros infractores. De hecho, el propio presidente Jimmy Carter respaldaba la legalización. Los nuevos contactos de Anthony (Willie, Ray y Steve) lo lanzaron al mundo de las cargas de 10 toneladas y las recompensas millonarias. Willie —quien según mi padre y otros contrabandistas del círculo adquirió una nueva identidad bajo el programa para protección de testigos, de modo que fue imposible contactarlo para este reportaje— se encargaba de dirigir el aspecto del embarque y logró conducir un viejo buque cisterna lleno de hierba colombiana hasta las islas caribeñas. Allí, dividió la carga en varios veleros privados, algunos de los cuales eran propiedad de incautos residentes de la Costa Este que pagaban para que llevaran sus yates al norte, por cualquier razón.
Sincronizados con el tráfico de las regatas, los veleros navegaban hacia lugares de veraneo: la bahía Chesapeake, Cape Cod, los Hamptons y otros destinos tan lejanos como Maine, en el norte. Ray, carpintero y antiguo miembro del equipo de lucha de su universidad, ayudaba a organizar la recolección usando balsas inflables para transportar la mercancía a tierra.
Steve y Big Tony se ocupaban de la distribución y habían alquilado “casas seguras” para almacenar los cargamentos y repartirlos entre los distribuidores locales. En cierta ocasión, pagaron mil dólares a Karen, la amiga de mamá, para que les dejara usar su casa en Long Island. “Cuando regresé, vi que tu padre contaba un millón de dólares en el living”, recuerda. “Aquel fue un viaje estupendo”.
Cargados de dinero, en 1981 mis padres se mudaron a Miami, donde nací unos meses después. Mi madre renunció al trabajo y con la ayuda de un contador deshonesto, mi padre montó un par de compañías de construcción que le servían para lavar dinero de drogas. Hubo otro Mercedes, un yate de 35 pies en Biscayne Bay y vacaciones frecuentes en el Caribe. Me inscribieron en la prestigiada escuela de párvulos Gulliver Prep, donde mis compañeros de clases incluían a los nietos del presidente George H. W. Bush. No obstante, yo no tenía la menor idea de la profesión de mi padre.
La vida continuó así durante casi una década, pero los vientos políticos comenzaban a cambiar. Durante la campaña presidencial de 1980, Ronald Reagan describió la marihuana como “posiblemente, la droga más peligrosa de EE UU”. Una vez electo, decuplicó los fondos para combatir el narcotráfico, hasta alcanzar la cifra de US$ 205 millones, y respaldó un conjunto de nuevas legislaciones que autorizaban represalias sin precedentes.
Funcionarios incautaron hoteles, ranchos, aviones, barcos y bares nudistas. En un esfuerzo para frenar lo que The New York Times denominaba “la invasión anual” de hierba, cada verano, la Guardia Costera comenzó a abrir fuego contra cualquier barco que se negara a responder a su contacto por radio y, según informes de prensa de principios de la década de 1980, logró importantes capturas: 28 toneladas en un buque de carga anclado frente a la costa de Massachusetts, 32 toneladas en un camaronero cerca de los Cayos de Florida, 70 toneladas en un carguero en la desembocadura del Mississippi.
En 1983, la pandilla organizó una última operación exitosa antes de retirarse del juego: un cargamento de 11 toneladas que redituó medio millón de dólares a mi padre (el dinero terminó en aquella hielera de Nuevo México que fuimos a buscar años más tarde). Lo que no hubo fue la convencional fiesta de jubilación de cualquier otro trabajo, sino una bacanal de una semana a bordo de una goleta de 65 pies anclada cerca de St. Bart’s. Asistimos mamá, papá y yo junto con otros contrabandistas, distribuidores, negociadores y sus familias. Todos parecían pasarla estupendo, menos mi padre, quien para entonces había violado la regla fundamental del narcotráfico y se había convertido en un adicto a la cocaína y la heroína. Así que decidió abandonar la celebración para conseguir más droga.
Fue más difícil renunciar al negocio. En 1986, mi padre se asoció con cualquiera que estuviera dispuesto a correr el riesgo con un drogadicto cada vez menos confiable. El nuevo grupo incluía nombres salidos de una película de piratas: Jimbo, Corky, Inga, Timber Tom y Scrimshaw Mike, amén de otros cuatro lacayos y el viejo socio de papá, Steve. El equipo llevó 17 toneladas y media de mota a Urbanna, Virginia, pequeño puerto dedicado a la pesca de ostras en Chesapeake Bay. Aquella fue la operación más lucrativa de mi padre: tres cuartos de millón de dólares —según él, más que suficiente para volver a encauzar su vida.
Pero no fue así y siguió cuesta abajo, perdiendo casi todo en una inversión no contabilizada en una mina de oro del Yukón, mientras que el capital restante se disolvió en su nariz o sus venas. “No tengo idea de dónde quedó”, dice hoy. “Estaba completamente pasado”.
Entre 1987 y 1989 mi madre pagó lo que hizo falta para ingresarlo en varias instituciones de rehabilitación del sur. Me llevaba a visitarlo, dejándome allí para irse a pescar o recorrer la propiedad en auto mientras escuchaba viejas canciones y arremetía contra recipientes de plástico repletos de pasta casera. “Aumenté como 20 kilos a fines de la década de 1980”, comenta mi madre. “Comer me ayudaba a sobrellevar el dolor”. También comenzó a invertir dinero en su rehabilitación emocional: visitaba a un terapeuta cada semana, obtuvo un certificado en dependencia química y asesoría en drogas de la Universidad de Miami y asistía a conferencias de exagerado sentimentalismo sobre temas como “Curate a vos mismo” y “Superación personal”.
En absoluto desconocimiento de sus actividades, pasé por aquellos años de rehabilitación tragándome mis emociones. Me avergonzaba de mi padre, cuyos intentos de aproximación se limitaban eminentemente a sobrecogedoras cartas y espeluznantes manualidades que me enviaba desde distintas instituciones. Una de ellas fue su silueta recortada en tamaño natural, con los brazos extendidos e inscritos con las palabras “Te quiero tanto así”. Aunque yo apenas tenía 8 años, él me trataba a veces como a un bebé y otras, como a un adulto. No asistió a la fiesta de mi noveno cumpleaños, pero dejó junto al buzón una caja de camioncitos más adecuados para un niño de 4 años y sentí la obligación de jugar con ellos para no lastimar su orgullo paternal. En mi décimo aniversario, me envió una carta en la que recordaba mi nacimiento con profunda ternura; la firmó “Papaíto” e incluyó una posdata: “No tengo dinero por ahora, así que te la debo”.
Todos sus intentos por abandonar las adicciones fracasaron. En 1988 había dilapidado sus “reservas” de Long Island y vivía en un puesto salvavidas de Miami Beach, bañándose en el mar y visitando de vez en cuando a mi madre para pedirle el dinero que, según decía, había escondido por la casa. Y cuando ella no se lo entregaba, le propinaba una paliza (a la larga, mamá y yo encontramos 10.000 dólares de atrás del sofá y 12.000 más de abajo del lavarropas).
Entre tanto, mi madre había reiniciado su vida —si así puede describirse su matrimonio con Ray, uno de los socios de mi padre y también adicto (en su caso, al alcohol)—. Ray tal vez no fuera un caballero en reluciente armadura, pero al menos era conocido, alguien a quien mi madre no tenía que dar explicaciones sobre su forma de ser o su pasado. Se casaron en 1989, cuando yo tenía nueve años. Fui el padrino del novio.
Al poco tiempo, la Fuerza Especial contra las Drogas en Nueva Inglaterra comenzó a tocar puertas. En 1990 detuvieron a Willie en Portugal y muy pronto delató al resto del equipo. El siguiente año, mi padrastro corroboró la historia de Willie durante una entrevista de tres días con agentes de la DEA [Agencia para el Combate a las Drogas] en Fort Lauderdale. En 1992, justamente nueve meses más tarde, los federales detuvieron a mi padre en Miami Beach, donde trabajaba con un equipo de saneamiento que recogía basura.
La acusación: dos cargos de conspiración para importar y distribuir 35.000 libras de marihuana en 1986 —su última operación—. Según los documentos de la corte, los federales incautaron al equipo de mi padre una marina en Urbanna, un restaurante en Maine, dos casas en Massachusetts y casi dos millones de dólares en efectivo. Papá estuvo nueve meses en la cárcel antes de ser sentenciado por el tiempo transcurrido en prisión más seis meses de rehabilitación forzosa en un hospital federal y tres años de libertad condicional. Tuvo suerte; si hubiera cometido esos crímenes un año después, le habrían aplicado los lineamientos obligatorios de condena de 1987: un mínimo de 10 años en prisión. Ray recibió amnistía por su cooperación.
“Era él o yo”, me dijo hace poco, durante la cena, mientras sorbíamos vino. Karen, la mejor amiga de mi madre, explica la situación de una manera más brutal: “Ray lo entregó”. Y sin embargo, mi padrastro duerme con la conciencia tranquila. Culpa a Willie de delatar a los demás, y mi madre está de acuerdo. Papá odia a Ray.
Cuando Ray se enteró del arresto de Willie, nos mudamos a Maryland con el mayor disimulo posible. Mi madre jura que quería escapar de los puños de papá más que de los enemigos que perseguirían a Ray debido a su traición.
Ella consiguió empleo de maestra en una secundaria (donde también daba clases antidrogas vespertinas) y mi padrastro se dedicó a retirar escombros de los sitios de construcción. Hacía mucho que mi madre había rescatado la hielera de Nuevo México, aunque asegura que faltaba la mitad y gran parte del dinero restante sirvió para pagar las cuentas médicas de papá. Mi padre llegó antes que ella a las hieleras de Long Island, pero los autos, así como algunas turbias inversiones en propiedades de Miami, se perdieron en el huracán Andrew de 1992. Por último, la mina del Yukón jamás produjo el esperado tesoro.
Aprendí a llevar la vida de la clase media baja cuando se acabaron el dinero, la escuela de lujo y las vacaciones suntuosas. Mis nuevos amigos de la escuela pública me llamaban “niño pobre”, el chico que muchas veces no tenía suficiente para comprar el almuerzo y un padre ausente cuyo nombre pocas veces cruzaba los labios de su madre. Quizá lo hacía para protegerme, o simplemente porque estaba avergonzada. “Me da mucha vergüenza haber soportado aquella situación tanto tiempo”, confiesa, refiriéndose a la brutal conducta de mi padre. Sin embargo, asegura que no se arrepiente de sus decisiones, que está satisfecha con su vida y orgullosa de su hijo. Demasiado herido o asustado para averiguar qué había sido de mi padre, me engañaba imaginándolo como un poderoso cabecilla que vivía en algún rincón de América del Sur o bien lo daba por muerto.
En el año 2001, siendo un universitario de 20 años en Washington, D.C., descubrí la verdad cuando un pariente me envió el número telefónico de mi padre. Lo llamé y me enteré de que Big Tony era un ex convicto fracasado, temeroso de las multitudes y que tomaba enormes pastillas para prevenir episodios esquizofrénicos provocados por las drogas.
No me reconoció cuando fui a visitarlo, hace dos años —la primera vez que nos veíamos desde que yo tenía 9—.
“¿También te llamás Tony? No fastidies”, dijo cuando lo abordé en la recepción de su edificio. Desde entonces, ocasionalmente me envió cartas inconexas y fantasiosas, alegando que mi madre lo acosa (no es cierto) y que están difundiendo su vida en la radio (falso). Durante una de nuestras raras conversaciones telefónicas, hace como un año y medio, trató de enviarme su computadora; en otra me ofreció sus zapatos.
En mi viaje más reciente, hace unas semanas, dijo que tenía menos de cinco dólares en el bolsillo, así que le compré un atado de cigarros y lo llevé a cenar pescado cerca del campus de Harvard.
Supongo que formábamos una extraña pareja, porque cuando me detuve en un banco para usar el cajero electrónico, el guardia se me acercó para asegurarse de que mi padre no estuviera molestándome. En el restaurante, papá recordó instintivamente lo que era la buena vida: ordenó un daiquiri de fresa (no pudieron preparárselo), vino blanco, un plato de mejillones y café con Sambuca como postre. “Podés hacer lo que sea si sos rico”, sentenció con un guiño.
Pero la realidad volvió a la mañana siguiente, con el desayuno en una tienda de donas. Papá parecía conocer a la mayoría de los vagabundos que pasaban el tiempo en aquel sitio brillantemente iluminado. Volví a observarlo. Sus papilas gustativas están tan requemadas por la droga que vierte 10 sobres de edulcorante artificial en el café. Tiene los brazos destrozados por las agujas. Con las uñas sucias y el rostro marcado por sus peleas en la cárcel y las repetidas caídas que sufrió al perder el conocimiento, parece cualquier vagabundo con el que uno se cruza por la calle. El tipo del que todos se apartan. Pero no es tan fácil para mí.
La verdad es que muchas veces traté de identificarme con mi padre, de reconocerlo como un alma gemela cuya historia, si he de ser franco, a veces utilicé en beneficio personal para impresionar a mis compañeros de dormitorio, a los funcionarios de inscripciones, maestros e incluso posibles empleadores, para que todos sepan lo que debí superar. Su historia también me dio un firme propósito, una guía para seguir mi derrotero y el afán de desvelar la verdad con todas sus tonalidades.
Sin embargo, me avergüenzo de mi colorido pasado y me embarga la ira al pensar en la cómoda vida que se me escapó entre los dedos.
Como adulto, traté de borrar los aspectos más sombríos de mi doble hélice. Me casé con una mujer de clase muy superior a la mía y con un poco de suerte, mi hijo tendrá las cosas que yo perdí en la infancia: una linda casa, exóticas vacaciones, una estupenda escuela, un padre decente con principios morales.
Cuando sea mayor, le hablaré de su abuelo, aunque dudo mucho que lleguen a conocerse.
Cuando le dije a Big Tony que pronto tendría un nieto, se mostró extasiado. Preguntó si pensábamos llamarlo Anthony. “No, papá —respondí—, no lo creo”.
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