viernes, 1 de octubre de 2010

Mujeres sin deseo, ¿montaje de la industria o un llanto que hay que escuchar?

Tras casi una década de investigaciones y mucho hablar de la 'Viagra femenina', aún no existe un tratamiento eficaz contra la disfunción sexual femenina. Algunos la consideraron, desde el principio, una enfermedad inexistente, una creación de las farmacéuticas para vender sus pastillas también a las mujeres. Ahora, al hilo de los recientes fracasos de algunos de los productos más prometedores, las críticas han vuelto al primer plano.
La revista 'British Medical Journal', que desde el principio mostró reticencias contra esta supuesta dolencia y sus eventuales tratamientos farmacológicos, acaba de publicar dos comentarios sobre el tema y acogerá la próxima semana un coloquio en torno a la inminente publicación (en inglés) del libro 'Sexo, mentiras y farmacéuticas', una investigación del periodista australiano Ray Moynihan sobre lo que él denomina "el más claro ejemplo de creación de una enfermedad patrocinada por las corporaciones".
Moynihan sostiene que, aunque los medicamentos que pretendían curar la disfunción han fallado, aún se mantiene en pie el "edificio" que, en su opinión, diseñaron las compañías farmacéuticas para crear la enfermedad. Su investigación revela que las empresas pagaron a líderes de opinión y patrocinaron encuestas en las que la extensión de la supuesta enfermedad adquiría tintes de auténtica epidemia.
En este sentido, recuerda algún ejemplo "infame", como el de un informe de 1999 donde se afirmaba que el 43% de las mujeres padecían esta disfunción. "Aunque el dato ha sido ampliamente desacreditado y hasta el investigador principal dice que nunca intentó representar el número de mujeres con una condición médica tratable", concede Moynihan.
La flibanserina, apodada la 'Viagra femenina', fue rechazada como medicamento el pasado mes de junio por las autoridades norteamericanas, y también existen serias dudas sobre la eficacia del sildenafil (la auténtica Viagra) en mujeres. Muchos expertos coinciden en que la sexualidad femenina es más compleja que la masculina y está más intrincada en aspectos emocionales y culturales. Al contrario que con la disfunción eréctil, no se trata sólo de reparar la funcionalidad genital, sino de recuperar el deseo.
"No hay discusión sobre que, para algunas mujeres con dificultades sexuales, una explicación médica y tratamientos que sean eficaces y tengan sentido podrían ser valiosos", argumenta Moyihan. "Pero la industria farmacéutica ha ayudado a promover un punto de vista estrecho, al intentar medir y tratar el funcionamiento anormal de mujeres individuales y producir evidencias de que esas disfunciones están ampliamente extendidas, en lugar de aproximarse a esos problemas en un contexto mucho más amplio de relaciones, culturas, religiones e historias personales y colectivas".

Conflicto de intereses
La doctora Sandy Goldbeck-Wood, especialista en medicina sexual y ginecóloga del Ipswich Hospital Trust (Reino Unido), señala en un comentario enfrentado, que también publica el 'British Medical Journal', que la investigación de Moynihan "pone de manifiesto tanto el conflicto de intereses como la relativa escasez de evidencias de calidad para el desarrollo de soluciones farmacéuticas para los problemas sexuales de las mujeres".
Sin embargo, Goldbeck-Wood acusa al periodista de "simplificar" la polémica y pide que se siga investigando la disfunción femenina: "Hacen falta más estudios para reflejar la complejidad de la vida sexual". La ginecóloga recuerda que las mujeres han tenido que derribar barreras sociales y culturales hasta atreverse a pedir ayuda para esta clase de problemas, y ahora no merecen "que se las deje solas".
"El argumento de que es una enfermedad construida por médicos bajo el influjo de las compañías farmacéuticas no logrará convencer a los clínicos que ven a mujeres con disfunción sexual, ni a sus pacientes", indica. "Enfrentado a una mujer con lágrimas cuya libido ha desaparecido y que está horrorizada por la posibilidad de perder a su pareja, los médicos pueden sentir una inmensa presión para proveer una solución efectiva e inmediata", añade esta experta.
En lo que tanto el periodista como la ginecóloga se muestran de acuerdo es en la complejidad del problema. "El sexo es, por excelencia, una experiencia biopsicosocial, y los intentos de separar estos elementos, aunque sean intelectual o políticamente convenientes, están condenados a fracasar", remacha Goldbeck-Wood.

elmundo.es

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