Durante los veranos de los 70 tomaban por asalto las playas argentinas a pura melena larga, pantalones oxford y guitarras en las que pronto sonaban los acordes del rock. Hoy, aquellos mismos chicos que hacían de cada fogón un encuentro memorable, son padres de adolescentes que sueñan con las primeras vacaciones lejos de su familia. Entonces, representando un papel en el que seguramente ni pensaban en su juventud, se encuentran con que son los encargados de otorgar a sus hijos "el pasaporte" para alejarse de su mirada, aunque sólo sea por unos pocos kilómetros. Y es entonces cuando comienzan los problemas, pese a que (paradoja de las paradojas) sus hijos no se diferencian demasiado de lo que ellos mismos fueron años atrás.
No importa de qué generación se trate: hay aspectos comunes inherentes al ser adolescente que se plantean en la necesidad de experimentar, probar y tomar distancia de la tutela parental. En este sentido, las primeras vacaciones sin la familia, pero casi siempre con amigos, se presentan, tal y como era entonces, como un acercamiento a la tan esperada independencia.
La cuestión es que el paso del tiempo vino acompañado de muchos cambios. "La cultura ha ido tornándose mucho más vertiginosa, los jóvenes de hoy tienen al alcance de su mano mucho más volumen de información y elementos a manejar que los que teníamos décadas pasadas, y eso origina condiciones de contexto bastante distintas -explica la médica psiquiatra Verónica Mora Dubuc, presidenta honoraria del capítulo de Alcoholismo y Drogodependencia de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA)-. Estas formas nuevas a los padres nos generan preocupación y la necesidad de tomar ciertos recaudos para sentirnos seguros y tranquilos: saber que no estamos siendo facilitadores de un problema, sino cuidadores y orientadores de un adolescente que está creciendo y necesita explorar."
Una vez que el chico pone el tema sobre la mesa, comienza el tira y afloja. Las fantasías de los hijos y los temores de los padres crean un clima desfavorable para pensar los pros y los contras de la propuesta. Del lado de los progenitores, claro, están las angustias: ¿podrá manejarse enteramente por sí solo? ¿Cómo actuará frente a la sexualidad, el alcohol, las drogas, la seguridad, los extraños, el dinero?
"Los padres planteamos nuestras opiniones; los hijos, las suyas. Muchas veces son razonables y atendibles; otras veces no lo son; entonces, es ahí cuando se torna muy importante el ejercicio de una autoridad saludable. Con este ejercicio, el padre espera que el hijo, aunque no le guste lo que uno dice, entienda que hay una intención de cuidado y no de ser un obstáculo", expresa Mora Dubuc.
Para el médico psicoanalista Daniel Schmukler, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), en esa pulseada es fundamental la edad del adolescente al momento de expresar su deseo de vacacionar solo: "Hay un tema importante, que es la presión de lo que está de moda, y por esa presión a muchos padres les cuesta decir que no cuando el chico dice: «Pero si todos mis amigos lo hacen»". Entonces, cada familia o cada padre tiene que poder sostener lo que piensa y entender que hay decisiones que van a generar cierta resistencia en el hijo".
El diálogo y la confianza entre ambas partes son fundamentales a la hora de llegar a un acuerdo. En este punto, Schmukler sostiene que la capacidad de ponerse en el lugar del otro ayuda a que los padres entiendan que sus hijos pueden irse, tal vez un poco antes de lo deseado, o que los chicos asimilen que eso todavía no es posible .Entonces, ¿cuándo estarían dadas las condiciones para que el adolescente pueda vacacionar solo? "Por suerte, los hijos no nacen con 16 o 17 años; nacen bebés y uno va aprendiendo a ser padre con toda la particularidad, la individualidad de ese chico. A lo largo de esta historia, los padres van pudiendo aprender con él y a reconocer señales de autonomía, tanto como observar si hace una adecuada diferenciación entre una situación que puede ser para su beneficio o para su perjuicio", argumenta Mora Dubuc.
El viaje de egresados de la escuela primaria, el de la secundaria, y las salidas de los fines de semana pueden ser los ensayos que los chicos tienen para demostrar que se manejan de manera responsable ante las distintas cuestiones que se les presentan una vez que los padres les "sueltan la mano".
Conocer a los amigos, los lugares que frecuentan, con qué recursos cuentan y su capacidad para pedir ayuda ante una situación inesperada son para los especialistas los factores que inciden a la hora de la decisión.
Además, un asunto fundamental que no puede quedar al margen es, según Schmukler, que el proyecto de vacaciones sea acorde con el momento madurativo del chico. Porque, en definitiva, los padres conocen a sus hijos y saben qué cosas pueden o no hacer. "De todas formas, es importante saber que uno como padre siempre se va a quedar un poquito preocupado. Y ese es el punto. Si para dejar que el hijo se vaya uno quiere tener todo bajo control, nunca lo va a dejar ir. Hay que entender que pueden presentarse imponderables", explica el psicoanalista.
Se trate de un viaje iniciático de exploración para acercarse a otras culturas o de una prolongación de lo que puede ser un fin de semana cualquiera, de acampar a la orilla de un río o de compartir con siete personas más un departamento de 2 por 2 en la costa, estas experiencias son una oportunidad para saber si el adolescente puede resolver ciertas cuestiones que, estando bajo el manto familiar, podrían quedar encubiertas. "Siempre la convivencia en situaciones distintas a las habituales son enriquecedoras porque descubrís aspectos propios y ajenos que no conocías. Para el adolescente, las vacaciones lejos de los padres son una oportunidad para aprender cómo es la sociedad y cómo manejarse en ella", concluye Schmukler.
Al final de esta aventura, el chico que sepa conjugar mayor autonomía con igual carga de responsabilidad será quien pueda cumplir con el no por trillado menos cierto deseo de unas felices vacaciones.
Por Florencia Vidal
lanacion.com
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