domingo, 12 de diciembre de 2010

El baño, un espacio libre de controles

Por Jorge Mosqueira
Una empresa de Noruega obliga a sus trabajadoras a llevar un brazalete rojo durante los días en que transitan por su período menstrual. Tiene como objetivo justificar sus visitas y el tiempo de permanencia en el baño. La medida provocó la queja de los sindicatos -que para esto existen, entre otras cosas- y ha llegado a tomar cartas en el asunto el defensor del Pueblo noruego.
La noticia, recogida por distintos medios, recibió agudos comentarios de los lectores: se propone un brazalete de otro color para los casos de trastornos gastrointestinales, la detección mediante tests de embarazo para evitar imposturas, etcétera. El repertorio de sugerencias puede seguir hasta agotar todo tipo de alabanzas o improperios sobre la medida. En cualquier caso, pone de relieve la importancia y el significado del baño en los ámbitos laborales, que trascienden sus funciones básicas de higiene y satisfacción de apremios fisiológicos.
Es entendible que los baños pongan nerviosos a la mayoría de los supervisores. Es un lugar privado, donde no puede llegar el largo brazo del control. Charles Chaplin lo expuso lúcidamente en su film Tiempos modernos, de 1936, mediante una ficha que el empleado debía marcar al entrar y salir del baño, además de una cámara de video interactiva en su interior, controlada por el presidente de la empresa.
El baño es un lugar que tiene cierto grado de sacralidad ya que es un espacio distinto que cultiva otras relaciones personales, más íntimas aun que la de los pasillos y ascensores, donde uno puede encontrarse cara a cara con su jefe o con un compañero e iniciar una conversación de mayor profundidad.
No cabe dudas de que en muchas ocasiones se convierte en un lugar de recogimiento, estar a solas, fuera de la mirada de los otros, ocupándose de sí mismo, de su vida. Un paréntesis en el ajetreo, un escape fugaz, un refugio. A veces también llega a propiciar las más brillantes ideas o permite volver a una reunión densa con pensamientos más claros.
Una buena encuesta de clima laboral debería incluir la pregunta "¿qué significa para usted interrumpir sus tareas para ir al baño?". Las respuestas pueden ser variadas, pero reveladoras. Para unos, una interrupción molesta que demora lo que hay que hacer. Son los más comprometidos. O los más alienados, según se interprete. Para otros, una pausa que se hace necesaria para soportar un trabajo agotador o intolerable. Lo atractivo de aquel espacio es que no tiene casi ningún margen para ser cuestionado. "Voy al baño" es una afirmación poco discutible por la sencilla razón que todos entendemos de qué se trata. No obstante, irrita. Hace unos años hubo un escándalo porque se obligó a las cajeras de un supermercado argentino a usar pañales para evitar el inconveniente. Hoy una noticia parecida proviene de Noruega. En todo el mundo, gracias al adelanto tecnológico que abarató las cámaras de video, suele colocarse una de ellas enfocando la puerta del baño.
Los baños hablan. Lo hacen a través de sus grafitis. Son espacios de libre expresión, donde aparecen los motes, los rencores con los jefes, la empresa o los compañeros. Entender la trama de las empresas es un trabajo que no se realiza solo mirando papeles. Los escritorios, la línea de montaje, la recepción y también los baños son fragmentos de un discurso organizacional que no dice nada importante hasta que no se los junta, como un rompecabezas.
lanacion.com

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