domingo, 12 de diciembre de 2010

Desterrar el rencor

Perdonar siempre estuvo vinculado con un cierto orden moral o religioso. Sin embargo, por estos tiempos, el perdón se convirtió en un tema de interés científico, promovido fundamentalmente por la psicología positiva, que cree conveniente destacar las fortalezas y los aspectos "salugénicos" del hombre como un paso próximo a la sanación.
Precisamente, estudios realizados en los últimos 10 años certifican que quien perdona o pide perdón mejora su salud física y mental. Se cree que el perdón aumenta la autoestima e influye en la superación de estados depresivos y sentimientos de duelo; puede evitar, incluso, desajustes cardiovasculares.
La doctora en psicología Martina Casullo, investigadora del Conicet, fue una de las promotoras de la investigación de este tema en la Argentina. En 2006, condujo una encuesta realizada a 1715 personas de la Capital y el Gran Buenos Aires, sobre la importancia de perdonar y las razones para hacerlo. Por entonces, se supo que gran parte de la población considera que perdonar es importante y que las mujeres perdonan más que los varones (95%, frente al 88% de los hombres). Ellas perdonan para, eventualmente, ser perdonadas, y consideran el perdón como un indicador de inteligencia. Los hombres suelen perdonar para olvidar y seguir adelante.
Quienes no creen en la posibilidad del perdón se sienten limitados y se justifican alegando que "es difícil perdonar y pedir disculpas", "depende de la situación", "el rencor puede ser más fuerte", "sólo Dios perdona", "no vale la pena".
Las concepciones sobre el tema son diversas. "Los autores que investigan sobre «la figura del perdón» tienen dificultades en definir si «perdonar» es una capacidad, una virtud o un aspecto de la personalidad", anticipa Javier Camacho, doctor en Psicología Clínica (UBA) y director de la Fundación Foro, dedicada a la enseñanza e investigación en el campo de la salud mental.
"El perdonar es un proceso interno -explica Camacho- que se permite la persona perjudicada. Es un trabajo tan personal e individual que, a veces, no es necesario que quien haya provocado el daño pida perdón. Muchas veces, el victimario no quiere o no puede disculparse, ya sea porque no tiene la capacidad para hacerlo o porque ya no está presente, porque se ha ido o ha muerto. Sin embargo, pese a que nunca exista el pedido, hay quienes necesitan y pueden perdonar."
En otro estudio, realizado en 2005 en la Universidad de Tennessee, con personas de la población en general sobre las razones para perdonar, un 30% de los encuestados relacionó el perdón con la importancia de la relación interpersonal que está en juego; el 26%, con la propia salud mental y el bienestar psicológico; el 21% admitió que es necesario perdonar para ser perdonado; un 20% dijo que se puede perdonar cuando quien causó el daño pide disculpas, y el 11% alegó cuestiones religiosas.
En el mundo del pedir perdón/perdonar siempre hay una víctima y un victimario o transgresor. Alguien se siente agredido, dañado o perjudicado por un otro, intencionado o sin ánimo de haber transgredido ninguna norma o regla de convivencia. Es un escenario tan subjetivo que puede estar embarrado por extremas evidencias así como apenas salpicado por sutilezas insignificantes. Cuántos amigos, parejas y familias se perdieron porque alguien no supo perdonar o pedir perdón a tiempo.
"Obviamente, hay situaciones muchísimo más difíciles de perdonar que otras -aclara Camacho-. No se puede comparar, por ejemplo, el perdón de un padre al asesino de su hijo o el perdón de la víctima a su violador, que el perdón que pueda merecer quien nos haya robado, mentido o engañado."
Hay tantos niveles de perdón y posibilidades de perdonar como emociones, afectos, recuerdos y sentimientos puedan implicarse entre las partes. Más allá de las subjetividades, el perdón esconde un acto supremo de sanación personal.
Diversos estudios coinciden en que el pedir perdón/poder perdonar se vincula con la posibilidad de renunciar a sentimientos de enojo y resentimiento. En los reiterados escritos de la doctora Casullo se hace alusión a que "quien perdona se libera de un vínculo de apego negativo con aquella experiencia traumática". La persona logra neutralizar o darle un significado positivo a lo que pudo haberlo dañado.
"Si se logran desarrollar sentimientos positivos hacia quien fue percibido como ofensor -explica Casullo-, la persona puede o no intentar una reconciliación. Por ello, estos autores no consideran que reconciliarse sea una parte necesariamente constitutiva del hecho de perdonar."
"El perdón es liberador y libera a quien perdona -asegura Javier Camacho-. Se vive como un desprenderse de una mochila, de un peso, de una carga muchas veces insoportable. Recuerdo haber leído hace muchos años a Louise Hay, en un famosísimo best seller mundial, contando su propia experiencia de perdonar a su victimario, que había abusado sexualmente de ella, y lo liberador y sanador que fue poder perdonarlo. De haber sido abusada y golpeada durante tanto tiempo, Louise Hay se convirtió con los años en una famosa escritora estadounidense que popularizó los libros de autoayuda y superación personal."
Hay quienes creen que debemos aprender a liberarnos del dominio de la persona que nos ha herido. Todo indica que perdonar libera la memoria y nos permite vivir en el presente, sin idas y vueltas a ese pasado doloroso.
Así como perdonar no significa recomponer vínculos (reconciliación), poder perdonar no excluye la opción de reclamar justicia. Perdonar no es justificar, excusar u olvidar. Perdón no implica indulto, pero tampoco debería promover el ánimo de venganza. Desde el punto de vista psicológico, hay tres caminos de manejar el odio, el resentimiento y la bronca: negarlo, vivir enojados, perdonar.
Interrogante
¿Por qué unos pueden perdonar o pedir perdón y otros no? Recordemos las respuestas típicas de la encuesta realizada en Buenos Aires en 2006: "Es difícil perdonar y pedir disculpas", "depende de la situación", "el rencor puede ser más fuerte", "sólo Dios perdona", "no vale la pena". Habrá otros motivos, por cierto. Tantos, como historias posibles de afecto y desengaño.
Más allá de la gravedad de los hechos que pudieran merecer el perdón, está la capacidad o grado de dificultad de las personas involucradas en el acto.
"Hay personas que tienen dificultades intrínsecas, se ofenden fácilmente y suelen ser más resentidas -detalla Camacho-; otras, en cambio, suelen tomar las situaciones de perjuicio en forma más liviana y pueden perdonar con mayor facilidad."
"Las razones para perdonar no tienen mucho que ver con la empatía o el altruismo. En general -explicaba Casullo-, se asocia el perdonar con la superación de sentimientos negativos, y se lo concibe como una manera de sentirse mejor con uno mismo."
"Hay personas que piensan que no pueden perdonar, que no saben, que todavía es muy doloroso; es importante que se puedan desprender de eso que les genera tanto dolor; es fundamental explicarles los beneficios que genera esa acción", considera el director de la Fundación Foro.
Quienes definen el perdón en términos de rasgo de personalidad lo consideran una virtud o disposición de la "inteligencia espiritual", relacionando la capacidad de perdonar con la humildad y gratitud. Se cree que el narcisista, los egoístas, o el que pasa por la vida compitiendo sin permitirse la más mínima capacidad de fallar, no son compatibles con la posibilidad de descubrir los beneficios del arte del perdón.
Tal como plantea Casullo, "el desarrollo de la capacidad de perdonar debería integrar programas de promoción y prevención de la salud, porque son muchas las personas que podrían beneficiarse si tuvieran la posibilidad de hablar y reflexionar sobre el tema".
El pedir perdón/perdonar, ¿se enseña?, ¿se aprende?, ¿se nace?, ¿se hereda? Nadie puede comprobarlo. Pero algo de todo esto hay en el camino del hombre, repleto de aciertos y errores, en busca del bienestar y la felicidad.
Si, como hoy certifica la ciencia, "perdonar nos acerca al bienestar y a la felicidad", la terapia del perdón se impone para quien se precie de cierta inteligencia y talento emocional. Decía Mark Twain: "El perdón es el perfume de las violetas en el taco de quien acaba de pisarlas".
Por Eduardo Chaktourarevista@lanacion.com.ar
UNA ACCION QUE TIENE SUS BENEFICIOS
Pedir perdón/perdonar implica lograr el desarrollo de una actitud comprensiva y flexible.
Es reconocer que podemos equivocarnos, tanto a la hora de "haber dañado" a alguien como cuando "nos sentimos dañados" por otro u otros. Muchas veces magnificamos o interpretamos en forma equivocada aquello que en aquel momento nos resultó ofensivo. Por esto, algunos autores no consideran que el acto de perdonar sea beneficioso, dado que algunos sujetos más vulnerables pueden experimentar la revictimización en los vínculos interpersonales.
Implica un cambio, una instancia superadora, una mutación emocional; es haber podido ver más allá de la acción y de quien pudo habérsenos puesto por delante.
Es saber ponerle fin a un ciclo de dolor personal o generacional.
Es una posibilidad mucho más próxima a ser perdonado o a que nos pidan perdón.
Más allá de los resultados, puede ser la mejor acción de compromiso que podemos enseñar; vivir en familias enojadas es una de las mayores inseguridades que podemos ofrecerles a nuestros hijos.
Conlleva muchos otros beneficios que cada uno sabrá recoger en la experiencia personal del pedir perdón/perdonar.
Pida perdón/perdone y comparta su experiencia.
lanacion.com

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