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viernes, 3 de septiembre de 2010

Hawking reabre la polémica entre Ciencia y Religión

El nuevo libro del astrofísico británico Stephen Hawking, donde excluye la posibilidad de que Dios crease el Universo ya ha reabierto la eterna confrontación entre el conocimiento científico y la creencia en Dios, incluso antes de haberse publicado.
ELMUNDO.es ha podido hablar con varios investigadores españoles que, a falta de leer los argumentos científicos de Hawking en su nueva obra, defienden la compatibilidad de ciencia y fe:
Para el académico César Nombela, catedrático de Microbiología y presidente del
Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) entre 1996 y 2000, la Teología es un ámbito del pensamiento diferente al científico, pero igualmente válido: "La ciencia puede explicar muchas preguntas propias de su competencia, pero probar la existencia de Dios es otro terreno".
Como científico y creyente, Nombela reconoce "aplicar la ciencia en todas las situaciones racionales; pero no es irracional creer que existe un creador que dio lugar a las mismas leyes de la naturaleza y que da respuesta a las preguntas de la existencia humana". Y concluye: "El Darwinismo explica la evolución, pero no excluye la existencia de un Creador inicial".
Por su parte,Nicolás Jouvé, Catedrático de Genética en la Universidad de Alcalá de Henares, a falta de conocer los detalles del polémico libro, no cree que Hawking llegue a conclusiones novedosas sobre el origen de la materia y el tiempo, y afirma que la ciencia es una "parcela del conocimiento que no puede ignorar a otras disciplinas como la filosofía y la teología, que también tratan de responder las cuestiones humanas". Uno de los científicos que más ha hecho por conciliar ciencia y religión es el experto español en evolución genética de las especies, Francisco Ayala. El investigador de la Universidad de California en Irvine, EEUU, declaró a ELMUNDO.es que "la fe y la ciencia no son incompatibles porque tratan cuestiones diferentes", tras ser
galardonado con el premio internacional Templeton el pasado marzo. El premio, que busca vías de diálogo entre la ciencia y la religión, ya había sido concedido anteriormente a líderes espirituales, filósofos y científicos por igual.
"La investigación científica debe encargarse de explicar el origen del mundo (el cómo) y la religión, de los valores morales y las relaciones entre las personas (el porqué)", afirmó el jueves Ayala desde la Universidad de California, en EEUU.
Al mismo tiempo, numerosos colegas han criticado a Hawking por obligar a las personas a optar entre la ciencia y la fe, como si tuvieran que ser dos campos necesariamente excluyentes. George Ellis, profesor emérito de la Universidad de Ciudad del Cabo y presidente de la Sociedad Internacional para la Ciencia y la Religión, declaró el jueves a
The Times: "Mi gran preocupación es que está obligando a la gente a elegir entre la religión y la ciencia, y esto hará que mucha gente eliga la religión, con lo que la ciencia saldrá perdiendo".
elmundo.es

jueves, 2 de septiembre de 2010

Stephen Hawking descarta la existencia de Dios para explicar el origen del Universo

El científico británico Stephen Hawking afirma en un nuevo libro que la física moderna excluye la posibilidad de que Dios crease el universo.
Del mismo modo que el darwinismo eliminó la necesidad de un creador en el campo de la biología, el conocido astrofísico afirma en su obra, de próxima publicación, que las nuevas teorías científicas hacen redundante el papel de un creador del universo.
El Big Bang, la gran explosión en el origen del mundo, fue consecuencia inevitable de las leyes de la física, argumenta Hawking en su libro, del que hoy adelanta algunos extractos el diario The Times.
Hawking renuncia así a sus opiniones anteriores expresadas en su obra 'Una Breve Historia del Tiempo', en la que sugería que no había incompatibilidad entre la existencia de un Dios creador y la comprensión científica del universo.
"Si llegamos a descubrir una teoría completa, sería el triunfo definitivo de la razón humana porque entonces conoceríamos la mente de Dios", escribió en aquel libro, publicado en 1988 y rápidamente convertido en un éxito de ventas.

Argumento contra Newton
En su nuevo libro, titulado en inglés 'The Grand Design' ('El Gran Diseño') y que sale a las librerías el 9 de septiembre, una semana antes de la visita del Papa a Gran Bretaña, Hawking sostiene que la moderna ciencia no deja lugar a la existencia de un Dios creador del Universo.
En esa obra, escrita al alimón con el físico estadounidense Leonard Mlodinow, Hawking rechaza, según el adelanto periodístico, la hipótesis de Isaac Newton según la cual el Universo no puede haber surgido del caos gracias sólo a las leyes de la naturaleza sino que tuvo que haber intervenido Dios en su creación.
Según Hawking, el primer golpe asestado a esa teoría fue la observación en 1992 de un planeta que giraba en órbita en torno a una estrella distinta de nuestro Sol.
"Eso hace que las coincidencias de las condiciones planetarias de nuestro sistema -la feliz combinación de distancia Tierra-Sol y masa solar- sean mucho menos singulares y no tan determinantes como prueba de que la Tierra fue cuidadosamente diseñada (por Dios) para solaz de los humanos", escribe Hawking.

Múltiples universos
Según Hawking, que fue hasta el año pasado profesor de matemáticas de la universidad de Cambridge, puesto que ocupó en su día el propio Newton, es probable que existan no sólo otros planetas, sino también otros universos, es decir un multiuniverso.
En opinión del científico, si la intención de Dios era crear al hombre, esos otros universos serían perfectamente redundantes.
El conocido biólogo ateo Richard Dawkins se felicitó de la conclusión a la que parece haber llegado su colega Hawking: "Es exactamente lo que afirmamos nosotros. No conozco los detalles de la física, pero es lo que he sospechado siempre".
En su libro, Hawking no excluye la posibilidad de que haya vida también en otros universos y señala que la crítica está próxima a elaborar una teoría de todo, un marco único capaz de explicar las propiedades de la naturaleza.
Eso es algo, recuerda 'The Times', que han estado buscando los físicos desde la época de Einstein, aunque hasta el momento ha sido imposible reconciliar la teoría cuántica, que da cuenta del mundo subatómico, con la de la gravedad, que explica la interacción de los objetos a escala cósmica.
Hawking aventura que la llamada teoría-M, proposición que unifica las distintas teorías de las supercuerdas, conseguirá ese objetivo.
"La teoría-M es la teoría unificada con la que soñaba Einstein. El hecho de que nosotros, los seres humanos, que somos tan sólo conjuntos de partículas fundamentales de la naturaleza, estemos ya tan cerca de comprender las leyes que nos gobiernan y rigen el universo es todo un triunfo", escribe el astrofísico.
elmundo.es

lunes, 23 de agosto de 2010

La economía entiende muy poco de dioses

Si el sociólogo Max Weber (1864-1920) viviera, puede que hoy hubiera titulado de otro modo uno de sus libros más importantes, La ética protestante del capitalismo. Porque el desafío económico de los países asiáticos, por un lado, y la emergencia de potencias que poco o nada tienen que ver con la tradición de Lutero configuran un panorama alejado del maniqueísmo protestantes-católicos en que se inscribe la obra de Weber, cuya tesis viene a ser que el talante industrioso, emprendedor e individualista de los protestantes es un factor más acorde con el mercado que el de los católicos, supeditados a la jerarquía y contrarios a la usura.
Ni el capitalismo es lo que era cuando Weber escribió esa obra, ni las sociedades occidentales (protestantes o católicas, tanto da) son las únicas que rigen los destinos del mundo, y mucho menos en el contexto de la actual crisis. Si a ello se añade que algunos expertos refutan la tesis de la obra de Weber, el debate sobre el triunfo o el fracaso de las naciones debería formularse en términos globales, y, por mor de la corrección política, con independencia de cualquier mención religiosa, capaz de encender hogueras como bien ha podido comprobar Barack Obama al apoyar públicamente la construcción de una mezquita en la zona cero de Nueva York.
Averiguar si los países protestantes -o los confucionistas o los sintoístas, en el siglo XXI- son más prósperos que los católicos por la influencia de distintos factores culturales es una pretensión, por general, demasiado equívoca. Bélgica, de mayoría católica, es un país desarrollado, por no hablar de la católica Italia, que pertenece al G-8. Los economistas, en general, niegan la mayor: no hay hecho cultural que influya en la cuenta de resultados. Sociólogos y antropólogos, por no hablar de los teólogos, sostienen en su mayoría lo contrario: que es posible hallar la influencia que una fe o, por llamarlo de otro modo, un hecho cultural, tiene en aspectos tan cuantificables como el déficit o el PIB de una nación.
El doctorando de la Universidad de Harvard Davide Cantoni se ha atrevido a matar al padre de la sociología moderna refutando en parte su tesis de que protestantismo es igual a riqueza. Con un estudio titulado Los efectos económicos de la reforma protestante, Cantoni analiza el crecimiento económico de 272 ciudades alemanas (162 luteranas, 88 católicas y 21 calvinistas) de 1300 a 1900, llegando a la conclusión de que la diferencia de religión no explica las diferencias de crecimiento entre unas y otras.
Interpelado sobre la osadía que supone para un científico social llevarle la contraria a Weber, Cantoni advierte contra la tentación de sacar "demasiadas conclusiones" de los resultados de su trabajo. "Mi investigación es una comparación de largo recorrido, desde 1300 a 1900, de ciudades alemanas. Su relevancia es, ante todo, local, en el sentido de que responde a este planteamiento: ¿Cuál ha sido el impacto de la reforma protestante en el crecimiento de las ciudades alemanas entre 1300 y 1900?". Ante la tentación de extrapolar algún dato, Cantoni pide extremar la cautela: "En un sentido más amplio, el estudio podría servir para pronunciarse, cum mica salis, sobre la importancia del protestantismo en el crecimiento económico de Europa en general. Pero usarlo en un contexto distinto, como por ejemplo la Latinoamérica actual, no es de recibo".
Eso por lo que hace a la hipotética influencia del protestantismo en la economía. Porque el contexto en que Weber pergeñó su obra era ajeno a la actual pujanza -demográfica y política- del islam; al desafío económico de los tigres asiáticos y al mestizaje sociocultural -es decir, también religioso- de algunas de las potencias emergentes: Brasil, por ejemplo. El desempeño económico de India o China -que ya es la segunda potencia mundial, por delante de Japón- y su éxito global merecen capítulo aparte. Pero como sustrato del debate, el influjo de las diferencias culturales en los distintos modos de desarrollo de las naciones sigue teniendo cierto aliento, pese a las reticencias economicistas. A modo de ejemplo, aun políticamente incorrecto, para suscitar a las bravas la cuestión: ¿Puede triunfar económicamente un país -cualquiera de los musulmanes- que se detiene cinco veces al día para rezar? ¿Suponen las religiones orientales, del confucionismo al sintoísmo, una patente de éxito para el desarrollo económico, pese a las condiciones de precariedad de la clase trabajadora -menores incluidos en algunos casos-, o en aquel solo influyen circunstancias objetivas, cuantificables?
"Cantoni compara alemanes con alemanes; según su tesis, lo importante es ser alemán, no protestante o católico", explica José Ignacio Torreblanca, del FRIDE, que se hizo eco de la tesis de Davide Cantoni en un artículo publicado en EL PAÍS (Prejuicios, 5 de abril de 2010). "Lo interesante del debate de las teorías del desarrollo es averiguar qué circunstancias objetivas influyen en el triunfo. Y, al revés, cuáles están detrás del subdesarrollo. Hay una estructura de oportunidades: los países más que pobres son desiguales. Todas las periferias, por definición, son más pobres que el centro, donde se concentran las oportunidades. Y eso puede verse incluso en la Unión Europea. ¿Quiénes son los países que están a la cola de la UE? Irlanda, Portugal, España y Grecia", explica Torreblanca. De los cuatro, tres (Irlanda, Portugal y España) comparten tradición cultural, y profundas raíces católicas.
Para Iliana Olivié, investigadora principal de la Fundación Elcano y profesora de Teoría del Desarrollo Internacional en la Universidad Complutense de Madrid (UCM), tras el éxito de muchos países asiáticos no hay que ver la velada o la patente influencia de las religiones que sus poblaciones profesan, sino políticas integrales de desarrollo. "Aunque hay muchos casos diversos, hay elementos comunes: una política integral de desarrollo en la que todo se supedita a ese modelo, que además es un modelo nacional; y una apropiación del mismo por parte de la población. La sociedad ha metabolizado ese modelo, lo ha hecho suyo con un patriotismo bien entendido. ¿Se puede concluir de ahí que las filosofías orientales conducen al éxito económico? De ninguna manera. Lo que diferencia a Asia es ese proyecto nacional y coherente de desarrollo, que incluye al conjunto de la sociedad y que va a ir adaptándose a los tiempos". Ahora bien, aunque Olivié se niega a aceptar que en el desarrollo influya factor cultural alguno, "si hay una cierta homogeneidad cultural, social, étnica, puede que sí ayude...". Pero sin inferir de ello que las filosofías orientales empujen al éxito. "De ninguna manera", sentencia.
Desde los tiempos de Adam Smith y Karl Marx, el debate sobre el desarrollo de las naciones se formula en torno a tres puntos básicos: "Mayor o menor intervención del Estado; si es necesaria o no una industrialización, un eje de discusión que se ha revitalizado con el extraordinario desarrollo de China, y mayor o menor apertura de los mercados, algo que está relacionado con el primer punto. Este esquema sustenta todas las teorías de desarrollo", explica Olivié.
La investigadora señala, no obstante, que, al pensar en clave de eficacia, competitividad o éxito, "lo hacemos influidos por la cultura dominante, que es la anglosajona". Y, a la inversa, si repasamos el panorama económico iberoamericano -con la excepción de Brasil, o del despegue económico chileno de los años noventa-, lo hacemos enfocando a países que se emanciparon sobre la base -las ruinas- de un sistema ajeno, el colonial. "España exportó un modelo de burocracia institucionalizado, y es verdad que ha podido dejarlo como legado en América Latina", señala Olivié. No obstante, en un debate como este "no hay síes ni noes, todo es una amplia gama de grises".
Federico Steinberg, también investigador principal de la Fundación Elcano y profesor de Economía en la Universidad Autónoma de Madrid, comparte con su colega el rechazo inequívoco a la influencia cultural como determinante del éxito o el fracaso económico de una nación. "A los economistas no nos gustan las explicaciones culturalistas, parte del desarrollo asiático se puede explicar sin recurrir a ellas. La gente responde a incentivos, esta es la base de la teoría económica. Si todo fuera [influencia] cultural, estaríamos abocados a un determinismo trágico". Pero concede: "No negamos que la ética protestante esté detrás de gente más ahorradora o inversora, pero lo que importa es que las políticas públicas se hagan bien o mal". Así, si la religión -la diferencia cultural, en suma- no es determinante, ¿influye más el contexto? ¿Puede un país sustraerse a la crisis con un buen rumbo económico? "Los países con buenas políticas internas, por ejemplo Brasil, siguen desarrollándose pese a que el marco internacional no es favorable. En suma: el desarrollo consiste en buenas políticas públicas internas; el subdesarrollo, en lo contrario, y esto sucede tanto en dictaduras como en democracias...".
El sociólogo Enrique Gil Calvo defiende a capa y espada la influencia de factores culturales en los distintos grados de desarrollo. En el ámbito occidental, dice, "hay tres mundos del bienestar: el nórdico, que equivaldría a la socialdemocracia; el anglosajón, o liberal, y el continental, o democristiano. Así que por un lado estarían los modelos nórdico y anglosajón, y por otro, todos los demás, es decir, lo que ahora llamamos PIGS [acrónimo de Portugal, Irlanda, Grecia y España]. Esta división se puede apreciar también en las políticas públicas, incluso en el mayor o menor grado de corrupción", en la que, no hay que decirlo, los países meridionales de la UE sacan peor nota que los del norte.
Pero ¿dónde está la explicación? ¿En qué hunde sus raíces la diferencia entre los tres bloques? Gil Calvo no lo duda: "En la religión. Los nórdicos son luteranos; los anglosajones, calvinistas, y los PIGS, católicos, salvo Grecia". A los tres modelos de desarrollo citados podría añadirse un cuarto, el renano, un híbrido "donde se mezclan protestantes y católicos", explica Gil Calvo.
Para el sociólogo, las diferencias culturales lo empapan todo. "También los distintos sistemas jurídicos vigentes en Occidente, la common law frente a la civil law, que se basan en distintos modelos de familia, el autoritarista frente al igualitario, o el troncal, donde todo lo hereda el primogénito".
Ciñendo el debate al contexto occidental, Gil Calvo considera que la influencia de la cultura en la economía se puede demostrar empíricamente, "incluso a través de las encuestas". Por ejemplo, la desigual respuesta de las sociedades frente a la corrupción. En el Barómetro de enero de 2010 del CIS, la corrupción y el fraude solo constituían la undécima preocupación de los españoles, muy por detrás de cuitas como la economía o la inseguridad. "A los católicos se nos perdona la corrupción como se nos perdonan los pecados, basta con confesarse. Por el contrario, entre los calvinistas impera el sálvese quien pueda, la insolidaridad y la desigualdad: los ciudadanos quieren ser desiguales. El igualitarismo es el rasgo del luteranismo, con un Estado de bienestar muy completo en el que los ciudadanos quieren ser iguales".
Aunque este reportaje no tenga pretensiones científicas, queda demostrado, grosso modo, que la benedictina regla del ora et labora (reza y trabaja) ha tenido a lo largo de la historia muy desiguales manifestaciones según a qué punto del mapa se mire. Pero de ahí a que la cuenta de resultados de las naciones se incline más por el haber que por el debe, o viceversa, en función de una creencia determinada, es algo que pocos científicos, una vez muerto -y rematado por obra y gracia de Davide Cantoni- Weber, van a defender.

Ventajas de ser feligrés e inmigrante
Numerosos inmigrantes, en su mayoría latinoamericanos, protagonizan una pequeña revolución religiosa en países como España: de su mano, la presencia de las iglesias evangélicas se ha multiplicado. Pedro Tarquis, portavoz de la Alianza Evangélica Española, sostiene que su pertenencia a una Iglesia es un factor que facilita la integración. "Están más centrados, buscan trabajo con más empeño y tienen como objetivo el bienestar del hogar y, en especial, de los hijos".
"El índice de maltrato doméstico es sensiblemente inferior entre los evangélicos, tanto en las sociedades de acogida como en las de origen. Y la tasa de alcoholismo también es menor", señala.
Davide Cantoni no oculta que Latinoamérica -un continente tradicionalmente católico con un índice de penetración de las Iglesias protestantes entre el 20% y el 40%, según el Observatorio de La Paz- "es un importante laboratorio social".
"La expansión del protestantismo, especialmente el de tipo evangélico, en Latinoamérica es un fenómeno muy interesante, y es cierto que hay señales de que la gente que se convierte al protestantismo es también ambiciosa, trabajadora y con mayor capacidad de movilidad social", expone este doctorando de Harvard. "No obstante, debemos evitar las correlaciones del tipo: 'la mayoría de los protestantes latinoamericanos son muy trabajadores y tienen un fuerte sentido de la moral'. Porque la clave es: ¿son laboriosos y morales porque son protestantes o, al revés, escogen convertirse al protestantismo solo porque saben que el protestantismo es acorde con una actitud laboriosa y moral?".
elpais.com

lunes, 2 de agosto de 2010

El delito de nombrar a Dios

Nombrar a Dios en público puede ser arriesgado. Tanto, que en México es delito. La justicia electoral de ese país acaba de aplicar una multa de US$ 2000 al gobernador de Sinaloa, Mario López Valdez, por invocar a Dios durante la campaña electoral. "Ganaré con el apoyo de la voluntad popular y la de Dios", había declarado el candidato de la coalición que encabeza el Partido Acción Nacional, que derrotó al histórico PRI. Y había invocado la protección de Dios. Ambas intervenciones merecieron el castigo en un Estado proclamado laico.
"La libertad de expresión en materia electoral tiene límites: en este caso, la prohibición constitucional de emplear alusiones o expresiones de carácter religioso", argumentó el Tribunal Federal Electoral. En Francia se prohíbe a las mujeres musulmanas el uso del velo, ahora en México se impide proclamar a Dios en un acto político, medida que se perfila como una lesión a la libertad de expresión.
"Una persona es libre para invocar a Dios tanto en un estado laico como religioso. No tendría que pedir permiso", es la reflexión del doctor Eduardo Sambrizzi, vicepresidente de la Corporación de Abogados Católicos. Enfocado el tema desde una perspectiva religiosa, Sambrizzi coincide en que tampoco hay argumentos para sostener que la invocación del candidato vulnera para los fieles católicos el mandamiento de "no tomar el nombre de Dios en vano". El Catecismo enseña que dicho precepto apunta a evitar injurias, gestos ofensivos, blasfemias, falsos juramentos o promesas sin ninguna intención de cumplir. La Constitución argentina invoca en su preámbulo la "protección de Dios, fuente de toda razón y justicia". La Constitución de México consagra en su artículo 130 el principio histórico de la separación del Estado con las iglesias. A esa norma y al artículo 117 bis de la ley electoral de Sinaloa, que prohíbe "la utilización de símbolos, signos, expresiones, alusiones o fundamentaciones de carácter religioso", se aferra el tribunal azteca para imponer la sanción.
Mariano De Vedia
lanacion.com

sábado, 24 de julio de 2010

¿Por qué la gente solitaria cree más en Dios?

La religión forma parte de nuestra herencia biológica. Entre otras cosas, la religión también sirve para integrar a las personas en un colectivo. Dios, en ese sentido, funciona como un vínculo social, el amigo que todos conocemos. Dios facilita que todos seamos “el amigo de un amigo”.
Esta idea no es tan abstracta como parece. Al menos si echamos un vistazo al estudio que realizó a principios de la década de 1980 la psicóloga Catalin Mamali, que trataba de analizar cómo las personas perciben sus relaciones con los demás y cómo crea mapas mentales de sus relaciones.
Desarrolló un método para plasmar estos mapas mentales pidiendo a la gente que identificara a aquellos con los que interactuaba y que dibujara sus relaciones en una especie de gráfico de red. Se le dijo a sus sujetos de estudio que pensaran en gente “cercana” y “altamente significativa” en sus vidas, y que dibujaran las conexiones. Se mencionaron ejemplos, como padres, hijos, hermanos, parejas, mejores amigos y vecinos.
Lo sorprendente del estudio es que un número elevado de sujetos incluyó a Dios como un nodo de su red y conectó explícitamente a todos los miembros de la red con Dios. Esta personificación de Dios incluso se vuelve más intensa cuando hace poco que el sujeto ha perdido a un ser querido, como si al perder la conexión con otras personas quisiera reforzar la conexión con Dios.
Los estudios del psicólogo John Cacioppo y sus colegas también mostraron que las personas socialmente aisladas tienden a antropomorfizar el mundo que les rodea. En el estudio en cuestión se repartió un test de personalidad a 99 personas (de las cuales, la mitad sí creía en Dios, y la otra mitad, no) y les asignaron de manera aleatoria uno de los dos posibles resultados del test, independientemente de sus respuestas.
Uno de los resultados era: “Eres el tipo de personas que mantienen relaciones gratificantes a lo largo de su vida”
El otro: “Eres del tipo de personas que acaban por quedarse solas en la vida”.
Es decir, que a la mitad de los sujetos se les indujo experimentalmente una sensación de soledad, de estar desconectados de los demás.
A continuación se clasificó a los sujetos de estudio en función de si creían en ángeles, en espíritus y en Dios.
Como era previsible, los sujetos que habían afirmado ser creyentes antes de iniciar el test respondieron positivamente a estas preguntas. Sin embargo, independientemente de si creían o no en Dios, aquellos a los que se dijo que acabarían desconectados afirmaron tener mayor fe en los agentes sobrenaturales.
Por supuesto, inducir a la gente que se sintiera desconectada de los demás no transformó a los ateos en personas profundamente religiosas, pero sí los empujó de manera general a creer más en Dios.
Así pues, la idea que se trata de transmitir por los autores es que la sensibilidad religiosa está en parte programada en el cerebro, y está relacionada con el deseo de conexión social con los demás, y no sólo con la conexión espiritual con Dios.
Las investigaciones sobre las maneras en que básicamente funciona la mente confirman esta teoría. Por ejemplo, hay estudios funcionales de resonancia magnética que muestran cómo al experimentar sentimientos religiosos y estados alterados de conciencia, la parte del cerebro que regula la conciencia del yo en el tiempo y en el espacio deja de funcionar. (…) En esencia, al cerebro se le engaña para que crea que las fronteras sociales no existen o, lo que es lo mismo, que todo el mundo está conectado con todo el mundo. (…) De esta manera un movimiento religioso puede aglutinar a grupos de individuos dispares en busca de un objetivo común, ya sea ayudar a los pobres, construir grandes estructuras o iniciar una guerra contra grupos rivales.

genciencia.com

domingo, 6 de junio de 2010

Perelman asegura haber probado la existencia matemática de Dios

A Grigori Perelman, el mayor genio vivo de las matemáticas, el hombre que resolvió, él solito, uno de lso siete Problemas del Milenio (la conjetura de Poincaré) sólo le quedan cuatro días para decidir si, a sus 44 años, quiere seguir viviendo en la pobreza para el resto de su vida o si prefiere, por el contrario, envejecer con un millón de dólares en el bolsillo y el eterno reconocimiento mundial por su hazaña científica.
El próximo lunes 7 de junio de 2010, en efecto, se celebrará en París la Clay Research Conference, esta vez en estrecha colaboración con el Instituto Henri Poincaré. El acto servirá como apertura de un ciclo de conferencias de tres días íntegramente dedicado a Perelman y su impresionante logro matemático. Lo único que está en duda, una vez más, es si el propio Perelman acudirá al evento.
El genial matemático ruso ya rechazó, en 2006, recoger la Medalla Fields, un reconocimiento considerado el Nobel de las Matemáticas y dotado con 10.000 dólares. Aquella edición de los Fields se celebró en Madrid y los premios fueron entregados por el propio Rey Don Juan Carlos. Perelman aseguró entonces no estar interesado ni en el galardón ni en el dinero.
Y el pasado marzo, cuando el Instituto Clay decidió adjudicarle el premio de un millón de dólares por su logro, Grigori Perelman se limitó a decir a los periodistas, a través de la puerta cerrada de su diminuto apartamento de San Petersburgo, donde vive con su madre, que "lo tiene todo y no necesita dinero".
Vive en la miseria
Algo que, según sus propios vecinos, dista mucho de ser cierto, ya que Perelman vive prácticamente en la miseria, de la pequeña pensión de su madre y de lo que gana dando clases particulares de matemáticas. El Premio del Milenio instituido por la Fundación Clay se convirtió, de esta forma, en el segundo galardón a la resolución de la conjetura de Poincaré que rechaza Perelman.
Fue en el año 2000 cuando la prestigiosa institución norteamericana decidió premiar con un millón de dólares a quienes consiguieran resolver los siete grandes problemas matemáticos a los que se enfrentan los científicos. Y premiarlos con un millón de dólares cada uno. De los siete, sólo uno, la conjetura de Poincaré, ha sido resuelto. Y el hombre que lo ha conseguido ha rechazado hasta ahora el premio.
Sin embargo, según ha asegurado a Pravda el propio presidente del Instituto Clay, Jim Carson, "el señor Perelman se lo está pensando todavía. Y probablemente está decidiendo en qué momento resultará más conveniente para él aceptar el premio. Aún no ha dado su respuesta final".
Jim Carson, quien mantiene un discreto contacto por email con Perelman, asegura que si Perelman rechaza el premio "intentaremos otra solución", ya que "no existe un procedimiento al respecto". De hecho, se trata del primero de los siete premios en juego que se conceden.
«Un mono de feria»
El presidente del Instituto Clay, que prefiere no dar muchos detalles sobre sus contactos con el matemático, asegura que "no existe un límite de tiempo. Puede pensárselo todo lo que necesite". Sin embargo, lo previsto es que el próximo lunes, 7 de junio, durante la inauguración de la Clay Research Conference de París se anuncie la respuesta final de Perelman. De no haber ninguna, la organización tendrá que adoptar alguna decisión unilateral.
Mientras, Perelman, que asegura haberse retirado de las matemáticas para no convertirse en un "mono de feria", estaría, según David, uno de sus mejores amigos, trabajando duramente en otro desafío, la demostración matemática de la existencia de Dios. "Somos amigos desde niños -asegura David a Pravda- y él es un hombre profundamente ascético y espiritual. Su apartemento está profusamente decorado con iconos. Él lleva barba y grandes crucifijos, y tiene siempre un rosario en el bolsillo.Reza cada noche y está convencido de haber logrado probar la existencia de Dios".
Si realmente ha hecho tal cosa, y la publica en internet (como hizo con la conjetura de Poincaré, una cuestión que llevaba 109 años abierta), habrá que ir pensando en nuevos premios para este asceta huraño y de mente privilegiada. Quién sabe, puede que si eso sucede empiece a dejarse ver y abandone de una vez su retiro y su silencio.

abc.es

miércoles, 17 de marzo de 2010

La invención de Dios

Los fundamentalistas saben que ellos tienen razón, porque han leído la verdad en un libro sagrado, y ellos saben, de antemano, que nada los llevará a ellos a cambiar sus creencias. La verdad del libro sagrado es un axioma, no es el producto final de un proceso de razonamiento. El libro es verdadero; y si la evidencia parece contradecirlo debe ser descartada; no el libro.
En contraste; lo que yo, como científico, creo (por ejemplo, la evolución), lo creo no porque lo he leído en un libro sagrado, sino porque he estudiado las evidencias. Realmente, es un asunto totalmente diferente.
Los libros sobre la evolución son creídos no porque sean sagrados. Son creídos porque presentan abrumadoras cantidades de evidencias que se apoyan mutuamente. En principio, cuando un libro de ciencia está equivocado, alguien eventualmente descubre el error, y éste es corregido en los siguientes libros. Eso, conspicuamente, no ocurre con los libros sagrados.
Los filósofos, especialmente los amateurs con un poquito de aprendizaje filosófico, y aún más especialmente aquellos infectados de “relativismo cultural”, pueden llegar a criticar que, para el científico, la evidencia es en sí misma una especie de fe fundamentalista.
Todos nosotros creemos en las evidencias en nuestras propias vidas; cualquiera de ellas que podamos afirmar sinceramente cuando usamos nuestros sombreros de filósofo amateur. Si yo soy acusado de asesinato y un consejo investigador tercamente me pregunta si es cierto que yo estaba en Chicago la noche del crimen, yo no puedo salirme del atolladero con una evasión filosófica: “Depende de lo que ustedes quieran decir con ‘cierto’”. Tampoco usando un argumento antropológicamente relativista: “Es sólo en vuestro sentido científico occidental de lo que es ‘en’. Los bongoleses tienen un concepto completamente diferente de ‘en’, conforme al cual uno sólo está verdaderamente ‘en’ un lugar si uno es un sacerdote consagrado autorizado para oler el testículo seco de una cabra”.
Quizás los científicos son fundamentalistas en cuanto a definir en alguna forma abstracta qué es lo que significa “verdad”. Pero igual lo es todo el resto de las personas. Yo no soy más fundamentalista cuando digo que la evolución es cierta que cuando digo que Nueva Zelanda está en el hemisferio sur.
Nosotros creemos en la evolución porque las evidencias la apoyan; y dejaríamos de hacerlo de la noche a la mañana si surgiesen nuevas evidencias de la desmientan. Ningún verdadero fundamentalista diría jamás algo como esto.
Es demasiado fácil confundir el fundamentalismo con la pasión. Yo podría parecer apasionado cuando defiendo la evolución contra un fundamentalista creacionista; pero esto no es debido a un fundamentalismo rival de mi parte. Es porque la evidencia que apoya a la evolución es abrumadoramente fuerte y yo estoy apasionadamente preocupado porque mi oponente no puede verla; más usualmente, se rehúsa a mirarla porque contradice a su libro sagrado.
Mi pasión es incrementada cuando pienso en cuánto se están perdiendo los pobres fundamentalistas y las personas en las cuales ellos influyen. Las verdades de la evolución, junto a muchas otras verdades científicas, son tan absorbentemente fascinantes y bellas, que ¡cuan trágico es morir habiéndose perdido todo eso!
Por supuesto que eso me convierte en apasionado. ¿Cómo no podría? Pero mi creencia en la evolución no es fundamentalista; y no es una fe, porque sé lo que se requeriría para que mi opinión cambie, y lo haría felizmente si se presentase la evidencia necesaria.
Y eso sucede. Ya he contado previamente la historia de un respetado alto miembro del Departamento de Zoología de la Universidad de Oxford, cuando yo era un estudiante de pregrado. Durante años él había creído apasionadamente y enseñado que el aparato de Golgi (una organela microscópica del interior de las células) no era real: para él, era una fabricación, una ilusión.
Cada lunes por la tarde, era la costumbre de todo el departamento escuchar una conferencia sobre alguna investigación de un conferencista visitante. Un lunes, el visitante fue un biólogo celular estadounidense que presentó evidencia completamente convincente sobre la existencia del aparato de Golgi. Al final de la conferencia, el anciano profesor caminó vigorosa y altivamente hasta el frente del salón, le dio la mano al estadounidense y dijo: “Mi querido colega, deseo darle las gracias. Yo he estado equivocado durante quince años”. Nosotros aplaudimos hasta que nuestras manos enrojecieron. Ningún fundamentalista haría eso jamás.
En la práctica, no todos los científicos lo harían. Pero todos los científicos lo expresan en palabras viéndolo como algo ideal, a diferencia, digamos, de los políticos que probablemente lo condenarían diciendo que es una repentina retractación. La memoria del incidente que acabo de describir todavía me produce un nudo en la garganta.
Como científico, soy hostil hacia la religión fundamentalista porque ella activamente corrompe el trabajo científico. Nos enseña a no cambiar de opinión; y a no desear saber cosas excitantes que están disponibles para que las sepamos. Subvierte a la ciencia y debilita el intelecto. El más triste de los ejemplos que conozco es el del geólogo estadounidense Kurt Wise, que hoy dirige el Centro de Investigación de los Orígenes en el Bryan College, en la ciudad de Dayton, estado de Tennessee.
No es por accidente que el Bryan College lleve el nombre de William Jennings Bryan, el fiscal acusador del profesor de ciencias John Scope durante el “Juicio del Mono” de la ciudad de Dayton, en 1925.
Wise pudo haber completado su ambición de bachillerato de convertirse en un profesor de Geología en una verdadera universidad, cuyo moto pudo haber sido: “Piense críticamente”, en vez del estupidizante mostrado en la página web del Bryan College (“Piense crítica y bíblicamente”). De hecho, él obtuvo un título verdadero en Geología de la Universidad de Chicago, seguido de dos títulos de mayor nivel, en Geología y Paleontología de la Universidad de Harvard (nada menos), donde estudió con Stephen Jay Gould (nada menos). Él estaba altamente calificado y era un joven científico genuinamente prometedor, bien encaminado a lograr su sueño de enseñar ciencia y hacer investigaciones en una verdadera universidad.
Entonces la tragedia lo golpeó. Vino, no del exterior, sino del interior de su propia mente; una mente fatalmente subvertida y debilitada por una crianza religiosa fundamentalista, que requería que él creyese que la Tierra –el objeto de su educación geológica en Chicago y Harvard– tenía menos de diez mil años de existencia. Él era demasiado inteligente como para no reconocer la colisión frontal entre su religión y su ciencia, y el conflicto en su mente lo convirtió a él en crecientemente intranquilo. Un día, no pudo soportar más la presión, y agarró el asunto con un par de tijeras. Agarró una Biblia y la leyó minuciosamente, cortando literalmente cada verso que tendría que ser eliminado si el punto de vista científico fuese cierto. Al final de este inmisericordemente honesto ejercicio, intensivo en mano de obra, quedó muy poco de su Biblia.
“Traté como pude –escribió después Wise–, y aun con el beneficio de los intactos márgenes de las páginas de las Escrituras, hallé imposible agarrar la Biblia sin que se desgarrase en dos. Tenía que tomar una decisión entre la evolución y las Escrituras. O las Escrituras eran ciertas y la evolución estaba equivocada, o la evolución era cierta y debía botar la Biblia... Fue allí, esa noche, en la que acepté la Palabra de Dios y rechacé todo lo que la contradijese, incluyendo la evolución. Con eso, con profundo dolor, eché al fuego todos mis sueños y esperanzas sobre la ciencia”.
Encuentro eso terriblemente triste. Pero mientras el relato sobre el aparato de Golgi me produjo lágrimas de admiración y triunfo, el relato de Kurt Wise es simplemente patético, patético y condenable. La herida, a su carrera y a la felicidad de su vida, fue autoinfligida; tan innecesaria, tan fácil de evitar. Todo lo que él tenía que hacer era tirar la Biblia.
O interpretarla simbólicamente, como hacen los teólogos. En vez de eso, él hizo lo que hacen los fundamentalistas y tiró a la basura la ciencia, la evidencia, la razón, junto con sus sueños y esperanzas.
Quizás único entre los fundamentalistas, Kurt Wise es honesto, devastante, dolorosa y asombrosamente honesto. “Como lo compartí con mi profesor hace años cuando estaba en la universidad –escribió–, si toda la evidencia en el universo se torna en contra del creacionismo, yo sería el primero en admitirlo, pero todavía seguiría siendo un creacionista porque eso es lo que la Palabra de Dios parece indicar. Debo permanecer obligatoriamente así”.
Él parecería estar citando a Lutero cuando clavó sus tesis a la puerta de la iglesia de Wittenberg, pero el pobre Kurt Wise me recuerda a Winston Smith en la novela 1984, luchando desesperadamente para creer que dos más dos es igual a cinco, si el Gran Hermano dice que lo es. Winston, sin embargo, estaba siendo torturado. El doble pensamiento de Wise no proviene del imperativo de la tortura física, sino del imperativo –aparentemente tan innegable para algunas personas– de la fe religiosa, argumentablemente una forma de tortura mental.
Yo soy hostil a la religión por lo que le hizo a Kurt Wise. Y si le hizo eso a un geólogo educado en la Universidad de Harvard, sólo piense en lo que puede hacerles a otros menos dotados y menos bien armados de conocimiento.
La religión fundamentalista está inclinada determinadamente hacia arruinar la educación científica de incontables miles de mentes jóvenes inocentes, bien intencionadas y ansiosas de conocimiento. La religión no fundamentalista puede que no esté haciendo eso. Pero enseñar a los niños durante sus primeros años que la fe incuestionable es una virtud es hacer al mundo propicio para el fundamentalismo.
La imaginación al poder
Richard Dawkins es un provocador profesional. Y lo sabe. Se jacta de ello como aquel que guarda bajo la manga una habilidad no tan secreta y la despliega en el momento justo para definir el partido. A veces, es cierto, se le va la mano: en las conferencias se enfurece, levanta la voz, mueve los brazos, sus ojos se llenan de furia y sus arrugas se acomodan para devolverle la pelota a la Iglesia y a los fundamentalistas con una gran carga de sarcasmo, inteligencia e ironía. Pero hacen falta más Richard Dawkins: científicos showmen que se destaquen no por la espectacularidad de una enfermedad que los aflige (ejem, Stephen Hawking) sino por animarse a cuestionar lo que no se cuestiona, lo que se da por sentado.
Vista en su conjunto, la obra de este Tom Wolfe de la biología (no por su estilo de escritura sino por su similaridad física) es una gran performance, como aquella campaña que organizó en Londres y Madrid hace un par de años en la que grandes colectivos rojos circularon con carteles en los que se leía: “Probablemente no exista dios, dejá de preocuparte y disfrutá tu vida”.
Junto a sus colegas científicos y ateos Daniel Dennett, Christopher Hitchens y Sam Harris, Dawkins altera la tranquilidad de altos jerarcas religiosos. Y, al parecer, su marketing ateo parece funcionar bastante bien: en Turquía clausuraron su sitio www.richarddawkins.net y quemaron sus libros, y hasta la fecha más de una docena de autores parasitarios se colgaron de su fama para contestarle, rebatirlo y burlarse de él.
Ahí, justamente, en el efecto postpublicación está el éxito de este ensayo (traducido en España como El espejismo de Dios) curiosamente inhallable en las librerías argentinas. En él, analiza la creencia en la existencia de un creador sobrenatural con el mismo rigor con el que se examina una hipótesis científica, despotrica contra el adoctrinamiento religioso infantil, ridiculiza a los fundamentalistas, concibe la fe como un virus y la religión como las raíces de todo mal.
Y, al hacerlo, propone al lector un juego: que imagine. “Imagine, junto a John Lennon, un mundo sin religión –escribe en el prefacio–. Imagine que no existen terroristas suicidas, que no existieron el 11 de septiembre ni el 7 de julio, y que no existieron las cruzadas ni las cacerías de brujas, ni las guerras palestinas/israelitas, ni las masacres en la ex Yugoslavia, ni evangelistas televisivos de trajes brillantes y de abombados peinados estafándoles su dinero a las personas crédulas. Imagine que no existieron los talibanes que explotaron las estatuas antiguas, ni decapitaciones públicas de blasfemos, ni azotes sobre pieles femeninas por el crimen de mostrar unos centímetros de ellas. Sólo imagine”.

criticadigital.com

miércoles, 10 de marzo de 2010

"¿Y dónde está Dios?": los devastadores terremotos sacuden la fe de los cristianos

Hace 2300 años, un filósofo griego llamado Epicuro se paseaba por las calles de Atenas planteando a la gente un terrible dilema, que todavía no hemos podido resolver. Epicuro decía: "Frente al mal que hay en el mundo existen dos respuestas: o Dios no puede evitarlo, o no quiere evitarlo. Si no puede, entonces no es omnipotente. Y si no quiere, entonces es un malvado". Cualquiera de las dos respuestas hacía trizas la imagen de la divinidad.
Hoy, frente a los terremotos de Haití y Chile, el dilema de Epicuro sigue resonando como una bofetada en el corazón de millones de creyentes, que continúan preguntándose cómo es posible que un Dios amoroso y providente pueda permitir que sucedan semejantes desgracias en la vida de los seres humanos sin intervenir ni ayudar.
En realidad Epicuro con su dilema no negaba la existencia de Dios; sólo quería apuntar a la misteriosa e inexorable existencia del mal en el mundo. Sin embargo su dilema ha llevado a mucha gente al ateísmo; y de hecho, así planteado, debería llevarnos a perder la fe, ya que resulta inadmisible que Dios, pudiendo evitar las calamidades que suceden, no pueda o no quiera hacerlo.
¿Cómo resolver el dilema?
En primer lugar, se debe evitar la tentación de atribuir el mal a Dios, como han hecho algunos predicadores religiosos. Por ejemplo Pat Robertson, el famoso tele-evangelista estadounidense, declaró públicamente que la verdadera causa del terremoto de Haití es un castigo divino porque los isleños hicieron hace años un pacto con el diablo. Semejante afirmación, además de ser ofensiva para Dios y para los haitianos, elimina nuestra responsabilidad humana. En efecto, por nuestra culpa muchos de los cataclismos naturales que padecemos afectan sobre todo a los más pobres. Porque donde ellos viven las casas están peor hechas, existen menos hospitales, hay menos médicos, menos bomberos, menos recursos, y menos prevención. Además, muchos terremotos, inundaciones y catástrofes tienen un origen en la irresponsable actitud del hombre, que viene destruyendo incesantemente la naturaleza. Por eso culpar a Dios de estos sucesos resulta insensato.
Además, si hay algo que Jesús ha dejado en claro es que Dios no manda jamás los males al hombre. Ya en el primer sermón que pronunció en su vida, llamado el sermón de la montaña, enseñaba que Dios "hace salir el sol sobre buenos y malos, y llover sobre justos e injustos". Es decir, Él sólo manda el bien incluso a los pecadores.
Para enseñar esto adoptó una metodología muy eficaz: comenzó a curar a todos los enfermos que le traían, y les explicaba que lo hacía en nombre de Dios, porque Él no quiere la enfermedad de nadie. Del mismo modo, cuando le pedían ayuda por alguien que había fallecido, jamás decía: "No; conviene dejarlo muerto porque ésa es la voluntad de Dios". Al contrario, lo resucitaba inmediatamente para enseñar que Dios no mandaba la muerte, ni la quería. Incluso un día sus discípulos vieron a un ciego de nacimiento, y le preguntaron: "Maestro, ¿por qué este hombre nació ciego? ¿Por haber pecado él, o porque pecaron sus padres?" (Jn 9,1-3). Y Jesús les explicó que nunca las enfermedades son enviadas por Dios, ni son castigos por los pecados.
En otra oportunidad vinieron a contarle que se había derrumbado una torre en un barrio de Jerusalén y había aplastado a 18 personas. Y Jesús les aclaró que ese accidente no era querido por Dios, ni era castigo por los pecados de esas personas, sino que todos estamos expuestos a los accidentes y por eso debemos vivir preparados (Lc 13,4-5).
Todo esto vuelve inaceptable las declaraciones de los que, cuando sufren algún contratiempo o accidente, responsabilizan a Dios. El Dios cristiano jamás puede enviar ni consentir ningún mal, ni siquiera a los pecadores.
Pero aún cuando Dios no quiera el mal, el dilema de Epicuro sigue interpelándonos: ¿por qué no los evita? ¿No puede o no quiere?
En realidad el enigma del filósofo griego está mal planteado. No podemos decir que "Dios no puede impedir" el mal que hay en el mundo. Lo correcto es decir que "es imposible que no haya mal".
¿Por qué?
No porque sea un misterio, como se responde a veces cuando se quiere evadir la cuestión y dejarla en penumbra para evitar una supuesta crítica a la actuación divina. No. El mal no es un misterio. Es inevitable, sencillamente.
Sería imposible la existencia de un mundo sin mal, por la simple razón de que el mundo es finito, limitado, precario. Dios no podía crear un mundo perfecto, porque lo único perfecto que existe es él. Todo lo demás que pudiera crear, resulta necesariamente limitado. Y a esa limitación le llamamos mal. Hablando hipotéticamente, Dios podría no haber creado este mundo. Pero si lo crea, tienen que ser necesariamente finito (si no, se crearía a sí mismo). De modo que la finitud, la imperfección, la carencia, la privación, estarán siempre presentes como parte de la naturaleza.
El mundo, como hoy está creado, tiene sus propias leyes que lo rigen de manera autónoma, y las inevitables condiciones de esa finitud hacen que Dios no las pueda manipular a su antojo, evitando permanentemente el mal, porque iría contra las leyes que él mismo puso. Por lo tanto, no es que Dios "no quiera" o "no pueda" evitar el mal, sino que simplemente el planteo carece de sentido. La idea de un mundo sin mal es tan contradictoria como la de un círculo cuadrado.
Pero entonces queda una pregunta: ¿valía la pena que Dios creara este mundo? Por supuesto que sí. Para el creyente, si Dios lo ha creado así, es porque valía la pena. Él por su parte, se compromete, acompaña y trabaja junto a los que luchan por erradicar el mal, por implantar la justicia, por sembrar la paz y fomentar la igualdad entre los hombres. A tal punto, que la salvación del hombre dependerá de si ha ayudado a Dios en obrar el bien: "Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber".
Dios quiere el bien, ama el bien y asiste a cuantos trabajan por el bien. Y nuestra tarea es colaborar con Dios para que cada vez haya más bien a nuestro alrededor, no reprocharle la existencia del mal. Como aquel hombre que le preguntaba a su amigo: "¿Vos rezas a Dios?" "Sí, todas las noches". "¿Y qué le pides?" "No le pido nada. Simplemente le pregunto en qué puedo ayudarlo".
clarin.com

jueves, 11 de febrero de 2010

Buscando a Dios en los confines del cerebro

MARÍA SÁNCHEZ-MONGE
MADRID.- Un equipo de científicos italianos ha hallado una nueva evidencia de que la espiritualidad humana tiene una base neurobiológica y está ligada a la actividad de áreas concretas del cerebro. Para demostrarlo, estudiaron la religiosidad de distintas personas con tumores cerebrales antes y después de operarles.
Las lesiones que produjo la cirugía condujeron a un aumento del sentimiento de autotrascendencia -que reflejaría algo así como una menor conciencia de uno mismo unida a la mayor capacidad de sentirse parte integral del universo- sólo en algunos pacientes. Concretamente, en aquéllos cuyos tumores estaban localizados en determinada región cerebral (parietal posterior).
El estudio, publicado en la última edición de la revista 'Neuron', confirma que la inclinación natural de los seres humanos hacia lo espiritual puede ser localizada y analizada científicamente. Este floreciente campo de estudio despierta por igual pasiones y fobias.
Existe una corriente de pensamiento, la 'neurociencia no materialista', que percibe estas investigaciones como un intento de reducir las creencias religiosas a algo puramente biológico, desterrando para siempre la existencia del alma.
En términos filosóficos, los resultados del estudio podrían interpretarse de dos maneras distintas. Por un lado, si hay un 'lugar' dedicado a la espiritualidad en el cerebro, cabe pensar que la religión tiene una explicación biológica y, por lo tanto, se puede dudar de la existencia de Dios. No obstante, también puede argumentarse que el hecho de que nuestro organismo esté preparado de forma innata para albergar sentimientos trascendentales es una prueba de que éstos surgen por algún motivo y Dios está detrás de todo.
¿Qué piensan los autores de la nueva investigación sobre esta cuestión? Uno de ellos, Cosimo Urgesi, del Departamento de Filosofía de la Universidad de Udine (Italia), aclara a EL MUNDO.es las posibles implicaciones teológicas de su investigación: "El avance del conocimiento sobre cómo procesa nuestro cerebro los fenómenos espirituales no proporciona ninguna información sobre su existencia".
Urgesi explica que la constatación de que ciertas lesiones cerebrales modulan la autotrascendencia "podría sugerir interpretaciones metafísicas completamente divergentes". "Y esta es la mejor prueba de que nuestro estudio está relacionado con la neurociencia, y no con la teología", añade.
El autor señala el verdadero interés de su trabajo: "La espiritualidad es una función compleja intrínseca de la naturaleza humana y los avances en las técnicas de neuroimagen permiten explorar sus fundamentos neurales". Se trata, pues, de ampliar los horizontes del conocimiento en un área que hasta hace poco se consideraba totalmente vedada a la investigación empírica.
Pero aún se puede extraer otra finalidad de carácter más práctico: el tratamiento de algunas enfermedades mentales. Puesto que los sentimientos religiosos constituyen una parte fundamental de nuestra forma de ser y se acaba de comprobar que pueden ser modificados mediante lesiones cerebrales, se abre una vía para el tratamiento de los trastornos de la personalidad. Eso sí, con métodos menos agresivos que la cirugía; por ejemplo, mediante estimulación magnética.



La red cerebral de las creencias religiosas
ISABEL F. LANTIGUA
MADRID.- Sin entrar en el debate sobre la existencia o no de Dios, lo que es indudable es que las religiones y la fe sí existen. Están presentes en todas las sociedades y culturas y son un rasgo único y exclusivo de los seres humanos. Investigadores de los Institutos Nacionales de Trastornos Neurológicos de EEUU han logrado ver, gracias a las técnicas de imagen cerebral, dónde se localizan estas creencias y cómo entran en funcionamiento.
"Nuestros pensamientos religiosos están mediados por unas regiones del cerebro que han evolucionado con el paso del tiempo y que sirven para otras funciones, entre ellas la de reconocer las intenciones de las personas. Además están relacionadas con las emociones y la memoria", explica a elmundo.es Jordan Grafman, principal autor del estudio que se publica en la revista 'Proceedings of the National Academy of Science'. "Las creencias religiosas forman una pequeña parte de un proceso cognitivo mucho más amplio, del que no se pueden separar", añade este especialista.
El equipo analizó tres componentes de estas creencias en 66 individuos: cómo percibían la implicación de Dios con el mundo, la emoción provocada por la fe y las propias experiencias religiosas. Mediante diversos test e imágenes de resonancia magnética, los autores midieron la función cerebral de los participantes ante afirmaciones del tipo 'Dios guiará mis actos', 'Dios está siempre presente' o 'Nos castigará o recompensará al final de la vida', entre otras. Así observaron que las áreas cerebrales que se activaban al escuchar cuestiones de religión se situaban en el lóbulo temporal - que desempeña un papel importante en el reconocimiento de las caras y en el lenguaje- y el lóbulo frontal -implicado en la memoria y el juicio-.
"De la misma manera en la que juzgamos a los demás y evaluamos sus acciones, evaluamos a Dios, pues las áreas cerebrales implicadas en ambos procesos son las mismas", argumenta Grafman. No obstante, aunque estas sean las áreas implicadas, las regiones concretas que entran en funcionamiento difieren si el individuo ama a Dios o si, por el contrario, siente ira hacia él, al igual que ocurre con los sentimientos de simpatía o antipatía hacia cualquier otra persona.
Enseñanzas recibidas
Otro de los aspectos que comprobaron los autores del nuevo trabajo es que en la formación de estas creencias tienen mucho que ver las enseñanzas recibidas. Una de las fuentes necesarias para el conocimiento de las religiones es la doctrina, un conjunto de proposiciones que los creyentes aceptan como verdaderas a pesar de que no pueden verificarlo personalmente. La mayor parte de la doctrina religiosa tiene un componente linguístico abstracto que es culturalmente transmitido de generación a generación. Esto explica, según los investigadores, que exista un vínculo claro entre la religiosidad de un individuo y lo que le han enseñado sobre el tema previamente y, todo ello, controlado por el lóbulo temporal, responsable de las actividades discursivas y de memoria.
"Lo más destacable de nuestra investigación es que demuestra que la religiosidad se puede estudiar con las técnicas de neurociencia y compararse con los sistemas crebrales y neuronales que regulan otro tipo de creencias. Además, hemos visto que la fe y los pensamientos religiosos se adaptan a la evolución biológica de las funciones cognitivas", declara a este periódico el especialista del Instituto de Trastornos Neurológicos de Bethesda (EEUU).
De teoría en teoría
Las bases biológicas de la religión han sido desde siempre objeto de un amplio debate en distintos campos, desde la antropología y la genética pasando por la cosmología. Las teorías psicológicas contemporáneas consideran que estas creencias son parte de un fenómeno cerebral complejo que emergió en la especie humana con el objetivo de ayudar a los individuos en sus relaciones sociales. Esto es lo que sostiene, por ejemplo, la extendida Teoría de la Mente.
En cuanto a las redes neuronales de la religiosidad, poco se sabía hasta ahora. Los primeros estudios al respecto se centraron en manifestaciones concretas de la fe relacionadas con ciertas patologías. Así, la hiperreligiosidad mostrada por algunos pacientes con epilepsia motivaron algunas hipótesis que relacionaban las creencias religiosas con las áreas cerebrales responsables de la enfermedad. Lo mismo ocurrió con otros trastornos. No obstante, ninguna de las teorías fue capaz de proponer una arquitectura psicológica y neuronal firme sobre las bases que subyacen a estas creencias.
"El objetivo de nuestro estudio era definir la estructura cerebral y el proceso cognitivo que está detrás de las creencias religiosas. Y con las técnicas de imagen hemos podido ver cuáles son estas regiones del cerebro concretas" afirma Jordan Grafman, que indica que "una vez identificadas estas regiones particulares tenemos una mayor capacidad para caracterizar los posibles cambios de comportamientos que puede experimentar una persona que se dañe dichas zonas".



Áreas del cerebro que están involucradas con la creencia en Dios

martes, 12 de enero de 2010

Un hombre se corta la lengua ante un dios hindú para tener un hijo

Preocupado por no tener hijos, un devoto se ha cortado la lengua ante un dios hindú en un templo de la región norteña india de Uttar con el fin de que la deidad le concediera su deseo, según la Policía del país asiático.
El suceso tuvo lugar este lunes en un templo del distrito de Banda, cuando Mukesh Kumar, de 28 años, acudió al templo Mahesh, dedicado al dios hindú Shiva, equipado con una hoja de afeitar, que usó para amputarse la lengua.
"Devoto ferviente de Shiva, Kumar salió de su casa enfadado tras una pelea con su esposa por no haberle dado un hijo. Kumar fue al templo, donde ofreció su lengua a la deidad", dijo un inspector de la zona, R.P.Mishra, citado por la agencia india IANS.
Kumar, sin hijos tras cuatro años de matrimonio con su esposa, fue trasladado a un hospital privado inmediatamente por otros devotos presentes en el templo.
Según Mishra, el herido está fuera de peligro, aunque los médicos consideran que en el futuro puede tener serios problemas para hablar.
La mutilación de órganos del cuerpo para complacer a los dioses no es una práctica ajena a la religión hindú en la India, donde todavía hay devotos que creen en el sacrificio -tanto animal como mental- como principio ritual.
elmundo.es

lunes, 23 de febrero de 2009

Dios habita en el cerebro



El Dios de Abraham era justo, inapelable, incorruptible, trascendente, omnisciente, omnipotente, omnipresente y omnibenevolente. El cristianismo antiguo se centró en la pericoresis o fusión de tres personas en una sola entidad divina. Para la vía negativa de Maimónides sólo nos es dado discutir sobre lo que Dios no es. El Todo de los herméticos es más complicado que la suma de cuanto existe, y el Buda puso el énfasis en la liberación del sufrimiento en la tierra. Vista así, la religión tiene poco de universal.
Cualquier religión tiene un núcleo de creencias sobre agentes no físicos
Un espíritu es un tipo de persona, sólo que atraviesa paredes
Sagan: "El universo es mucho mayor de lo que dijeron nuestros profetas"
Los ritos se basan siempre en alguna secuencia de actos arbitraria, obligatoria
Pero los experimentos han hecho aflorar una capa subyacente más simple. Por ejemplo, los psicólogos cuentan a grupos de voluntarios una historia en la que Dios atiende a cinco problemas a la vez. Los creyentes de cualquier confesión monoteísta aceptan la narración con naturalidad, puesto que Dios tiene sobrados poderes cognitivos para ello. Pero si se les pide recordar la historia un rato después, casi todos cuentan que Dios atiende los cinco problemas uno por uno: su subconsciente ha humanizado al omnipotente Dios de la doctrina.
La investigación reciente en psicología cognitiva, neurobiología y antropología cultural ha revelado que la mayoría de los creyentes, sea cual sea su culto, tienen interiorizado un modelo extremadamente antropocéntrico de Dios. No sólo posee una figura humana, sino que utiliza los mismos procesos de percepción, razonamiento y motivación que las personas. Las creencias explícitas sobre la divinidad son muy distintas entre religiones, pero los supuestos tácitos son casi idénticos en la mayoría de las personas.
La característica central de cualquier religión es un núcleo de creencias sobre agentes no físicos. Este tipo de "conceptos sobrenaturales" -que también aparecen en la fantasía, los sueños y las supersticiones- está muy condicionado por nuestro conocimiento del mundo real. Un espíritu es un tipo de persona, sólo que atraviesa paredes. Dios comparte esas limitaciones dentro de la cabeza de los creyentes.
Más en general, las creencias subconscientes de la gente religiosa de cualquier credo son extraordinariamente parecidas: los agentes sobrenaturales ejercen una vigilancia permanente del comportamiento moral de la persona, con acceso instantáneo a sus pensamientos y deseos más íntimos. Los creyentes de cualquier culto también albergan creencias sobre la existencia y las propiedades de esos agentes sobrenaturales, y suelen guardar símbolos o amuletos que los representan, y celebrar rituales en su nombre. Cada grupo social suele atribuir a esos agentes su sistema moral, y su propia cohesión social.
Los científicos cognitivos han reunido muchas evidencias de que esta especie de religión natural se enraíza en cualidades humanas universales -como la capacidad para simular relaciones con personajes ficticios- que no son específicas de la experiencia religiosa, sino una consecuencia de tener el cerebro más desarrollado, y las estructuras sociales más complejas y estables, que han evolucionado en ninguna especie animal de este planeta.
"El pensamiento y el comportamiento religioso pueden considerarse parte de las capacidades naturales humanas, como la música, los sistemas políticos, las relaciones familiares o las coaliciones étnicas", dice Pascal Boyer, de la Universidad de Washington en Saint Louis. Boyer ha publicado en el último año dos trabajos de referencia sobre la evolución cognitiva de la religión (Nature 455:1038; Annual Review of Anthropology 37:111).
El filósofo Daniel Dennett sostiene que los cerebros animales han evolucionado a través de tres fases. El comportamiento de las criaturas darwinianas está determinado genéticamente. Las criaturas skinnerianas (por el psicólogo conductista norteamericano B. F. Skinner) disponen de una gama de comportamientos, pero despliegan uno u otro al azar. Los humanos somos criaturas popperianas (por el filósofo de la ciencia Karl Popper). Una criatura popperiana hace lo mismo que una criatura skinneriana, pero sólo dentro de su propia cabeza, como una serie de simulaciones mentales.
El ingeniero de la Universidad de Michigan John Holland, padre de los algoritmos genéticos, asegura que "la verdadera esencia de una ventaja competitiva, sea en el ajedrez o en la actividad económica, es el descubrimiento y la ejecución de jugadas en un escenario ficticio". Y entre las principales jugadas que tenemos que simular los humanos, desde la más tierna edad, están las situaciones sociales ficticias.
"Todos los niños entablan relaciones sociales importantes y duraderas con personajes de ficción, amigos imaginarios, familiares desaparecidos, héroes invisibles, novios figurados...", dice Boyer. La práctica constante con ese tipo de "agentes no físicos", de hecho, puede explicar parte de la extraordinaria destreza social de nuestra especie, muy superior a la de los demás primates. Y desde ahí, el científico de Washington sólo ve un pequeño paso hasta otros "agentes no físicos" como espíritus, dioses y demonios, "intangibles pero implicados socialmente".
Los agentes sobrenaturales son a menudo la fuente de la moral para las personas religiosas, y también sus vigilantes omniscientes, esto es, que basta con pensar en algo pecaminoso para que se den por enterados. Ésta es otra de las creencias más generales entre los fieles de cualquier culto.
La psicología experimental indica, sin embargo, que los niños comprenden los imperativos morales básicos, como los relativos al trato justo y al daño a sus semejantes, desde que están en edad preescolar. Eso es antes de que puedan comprender esos conceptos abstractos y con independencia del entorno religioso en que se obtengan los datos. La neurobiología, por otro lado, ha revelado nexos muy relevantes entre los juicios morales y algunas de las emociones humanas más básicas y universales.
Uno de los nodos centrales de la red emocional del cerebro es el córtex prefrontal ventromedial (VMPC). Los pacientes que tienen destruida esa zona del córtex muestran una disminución general en su capacidad de respuesta emocional y una marcada reducción de las emociones sociales -como la compasión, la vergüenza y la culpa que están estrechamente relacionadas con los valores morales-.
El VMPC es muy conocido por los neurólogos desde el 13 de septiembre 1848, cuando una explosión accidental disparó una barra de hierro de un metro de largo y seis kilos de peso exactamente hacia esa zona del cerebro de Phineas Gage, el capataz de una cuadrilla de trabajadores del ferrocarril. Sobrevivió, y sin daños en la capacidad del lenguaje ni en otras funciones intelectuales. Pero como dijo poco después un amigo suyo: "Este hombre ya no es Phineas Gage".
Todos los graves defectos que muestran estos pacientes se refieren a la respuesta a los estímulos emocionales o a la regulación de los propios sentimientos. Sus capacidades de la inteligencia general, de razonamiento lógico y de conocimiento de las normas sociales y morales están intactas.
Según el neurólogo Antonio Damasio, premio Príncipe de Asturias, muchas reacciones morales aversivas son una combinación del visceral rechazo a ciertos actos (matar a alguien, por ejemplo) y de la compasión instintiva por otro ser humano. Damasio cree que las emociones no sólo se asocian a los juicios morales, sino que son cruciales para elaborarlos.
"Aunque los creyentes suelen atribuir su moralidad a un agente sobrenatural", dice Boyer, "los modelos cognitivos indican todo lo contrario: que nuestros sentimientos morales son reclutados para dar verosimilitud a las nociones morales de la religión".
Los ritos religiosos también parecen muy distintos entre unas culturas y otras, pero todos pertenecen a una clase de "comportamientos rituales" constantes en la especie humana. Los ritos se basan siempre en alguna secuencia de actos arbitraria, obligatoria, ejecutada en un orden rígido, desligada de un objetivo práctico obvio y repetida muchas veces. También implican a menudo el uso de números, colores llamativos y símbolos de la pureza, el orden o la simetría.
Nuevamente, estos comportamientos rituales son un tema común en el desarrollo infantil: por ejemplo, cuando un niño sólo puede andar por la acera pisando las baldosas rojas, o tiene que subir el primer peldaño de su portal antes de que se cierre la puerta de la calle. Los niños suelen asociar estos rituales a unas vagas nociones de purificación y protección del peligro. Cuando estos sistemas se pasan de revoluciones, ocurren los trastornos obsesivo-compulsivos.
"Sabemos que el cerebro humano tiene redes de seguridad y precaución dedicadas a prevenir peligros como la predación", dice Boyer. "Las aserciones religiosas sobre la pureza, la suciedad y el peligro oculto de los demonios al acecho estimulan esos mismos sistemas, y hacen que las precauciones rituales resulten intuitivamente atractivas".
La crítica científica de la religión se ha centrado hasta ahora en argumentos racionales. El astrofísico Carl Sagan, por ejemplo, escribió: "¿Cómo es que apenas ninguna religión ha mirado a la ciencia y ha concluido: '¡Esto es mejor que lo nuestro! El universo es mucho mayor de lo que dijeron nuestros profetas, más sutil y elegante?".
"Hay quien tiene un concepto tan amplio de Dios que no hay forma de evitar que lo acabe encontrando en cualquier parte", afirma Steven Weinberg, físico teórico y premio Nobel. "Si quieres decir que Dios es energía, lo puedes hallar en un montón de carbón".

El diseñador inteligente
La campaña Probablemente, Dios no existe de los autobuses se gestó en Londres en el pasado otoño, y uno de sus grandes promotores fue el biólogo Richard Dawkins (Universidad de Oxford). Él es, posiblemente, el autor de divulgación más popular de los últimos 30 años, pero su gran éxito editorial no es un libro de ciencia sino de religión: El espejismo de Dios, publicado en 2006 y traducido a 31 idiomas.
En los años ochenta, Dawkins aplicó las ideas de la selección natural darwiniana a la propagación de los modelos culturales. Las ideas serían memes (en vez de genes) que se replicarían de boca en boca y competirían entre sí por el éxito reproductivo. Las ideas religiosas, que por definición no deben demostrarse, serían memes de alta propagación.
Dawkins, como otros científicos, también desarrolla en El espejismo de Dios una refutación racional de la teología natural. Esta corriente teológica, que sedujo tanto a Darwin como al propio Dawkins en la juventud de ambos, deduce la existencia de Dios a partir de la complejidad de sus criaturas, y sigue siendo el gran argumento detrás del diseñador inteligente del creacionismo norteamericano. Pero un diseñador inteligente, aduce Dawkins, debe ser aún más complejo que las criaturas a las que pretende dar explicación, luego no les da ninguna.
Son argumentos más bien abstractos. La escuela evolucionista que representa Pascal Boyer, por el contrario, ha presentado evidencias de que el pensamiento religioso es la "línea de menor resistencia" de nuestro sistema cognitivo. "La incredulidad suele ser el resultado de un esfuerzo racional deliberado contra nuestras predisposiciones naturales", concluye Pascal en Nature, "lo que no es la ideología más fácil de propagar, precisamente".

miércoles, 27 de agosto de 2008

Nueve de cada diez argentinos creen en Dios



Encuesta nacional del Conicet
Presentaron datos novedosos sobre la religiosidad en el país
Por Silvina Premat De la Redacción de LA NACION
En un grupo de diez argentinos, sólo uno no cree en Dios; de los nueve restantes, siete son católicos; uno, evangélico, y el último puede ser judío, islámico, espiritista o de otro credo. Eso, al menos, es lo que revela la primera encuesta sobre las creencias y actitudes religiosas en la Argentina, realizada por el Conicet y cuatro universidades nacionales entre 2403 personas mayores de 18 años de todo el país.
El sociólogo Fortunato Mallimaci, director del trabajo e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), presentó ayer los resultados preliminares, que confirman la condición de creyente de la gran mayoría de los argentinos. Además, muestra que el 23% de los residentes en el país va habitualmente a lugares de culto, que el 76% es católico y que los indiferentes: agnósticos, ateos o sin religión, son el 11 por ciento.
Jesucristo encabeza el ranking de creencias y es seguido por el Espíritu Santo y la Virgen. El 92%de los entrevistados dijo creer en ese hombre que fue crucificado en Jerusalén hace 2000 años. En segundo término, el 85% cree en el Espíritu Santo y, luego, en la Virgen (80%). La lista sigue con los ángeles (78%), los santos (76%), la "energía" (64%) y los curanderos (39%).
La encuesta se hizo con formularios domiciliarios según un método probabilístico que, en términos sociológicos, asegura un nivel de credibilidad del 95% y un margen de error del 2%. Fue realizada "con el mayor rigor científico y la mejor buena fe", dijo el secretario de Culto, Guillermo Oliveri, en el acto de ayer.
La investigación fue fruto del trabajo conjunto del CEIL, del Conicet, y de las universidades nacionales de Buenos Aires, Rosario, Cuyo y la de Santiago del Estero. Financiada por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, se enmarca en un proyecto de investigación que se propone analizar las relaciones entre religión y estructura social en la Argentina del siglo XXI.
Después de casi cuatro décadas sin mediciones científicas de nivel nacional, el estudio del Conicet salda una vieja deuda argentina. "Desde el censo nacional de 1960 no se preguntaban la creencia y pertenencia religiosa. Somos el único país de América latina que no tiene este dato", afirmó Mallimaci, al presentar los resultados preliminares de la investigación, que terminará dentro de tres años.
Hasta ahora los únicos datos sobre creencias y actitudes religiosas de la sociedad argentina a nivel nacional eran los recogidos en el censo de 1960, donde el 90% se declaró católico.
La encuesta, realizada en todo el país, revela que el 91% de los argentinos cree en Dios. Ese porcentaje es mayor entre las personas sin estudios (95%), los mayores de 65 años (97%) y los habitantes de ciudades chicas (94%). Aun en niveles altos la creencia disminuye entre los que tienen título universitario (84%), los jóvenes entre 18 y 29 años (85%) y los residentes en grandes metrópolis (89%).
Quién es Dios
A la pregunta ¿qué significa Dios para usted? -similar a la que Jesús hizo a sus discípulos: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy?"-, el 65% de los 2285 entrevistados que se declararon creyentes lo describen como un ser ajeno a su vida cotidiana ("un ser superior", el 37%, y "el creador del mundo", el 28%). Sólo el 21% reconoce al Dios en el que cree como un padre y, el 0,3%, como el amor.
¿Y cuándo recurren a él?
Cuando sufren o necesitan ayuda, el 60%; cuando reflexionan sobre el sentido de la vida (12,8%), y en momentos de felicidad (10,2%). Sólo el 0,5% busca a Dios para agradecer y el 3,3% durante los días de festividades religiosas. En cuanto a la pertenencia a una religión específica, los datos reflejan una diversidad y una preservación de la cultura cristiana. El 76,5% se declara católico; el 9%, evangélico, y el 11,3%, indiferente.
Según explicó Mallimaci, ese porcentaje de católicos es similar en Brasil y Chile, países en los que la cantidad de evangélicos, en cambio, duplica el porcentaje argentino. "Un dato diferente del resto del cono sur es el 11% de indiferentes, ateos o agnósticos", dijo el sociólogo. Y destacó, también, "la complejidad de la sociedad argentina". El ex decano de Ciencias Sociales indicó, como ejemplo, que si bien hay 11% de personas que dicen no creer, en total se bautiza el 95 por ciento.
También se destaca, como dato novedoso, que una de cada cuatro personas (23,8%) concurre habitualmente a las ceremonias de su culto. Va poco, el 49%, y nunca, el 27%.
El estudio sondea también las opiniones de los entrevistados sobre cuestiones controvertidas, como el aborto, la educación sexual en las aulas, el uso de anticonceptivos y el sacerdocio de mujeres.
El 63% opina que el aborto debe estar permitido sólo en algunas circunstancias, como casos de violación o el peligro de la vida de la mujer o la formación del feto. Mallimaci destacó que el 68% de esa cantidad es católico y dedujo de ahí que estos resultados "revelan una autonomía de conciencia y decisión y una toma de distancia de los postulados doctrinarios de las instituciones religiosas". Sin embargo, la respuesta elegida por la mayoría coincide con la posición de las autoridades de la Iglesia sobre la legislación del aborto.
Otro dato significativo es la constatación de la gran desconfianza de los argentinos en sus instituciones. Si se trasladan los porcentajes a una nota de calificación, ninguna supera el 6. Apenas se arriman a ese puntaje la Iglesia (59%) y los medios de comunicación (58%). En tercer término figuran las Fuerzas Armadas (46%) y con un aplazo (27%) los partidos políticos.
Según anticipó Mallimaci, los datos completos del estudio estarán disponibles a partir de hoy en la página del CEIL (
http://www.ceil-piette.gov.ar/ ).

Galaxia: El ojo de Dios

miércoles, 9 de julio de 2008

Hemos transformado el cuerpo humano en un nuevo dios



Los intelectuales del mundo y LA NACION
Lo afirma el psicoanalista Eric Laurent
Miércoles 9 de julio de 2008
Hoy lo que tenemos en común no es el lazo social ni el lazo político ni el religioso, sino nuestro cuerpo, nuestra biología. Hemos transformado el cuerpo humano en un nuevo dios: el cuerpo como última esperanza de definir el bien común. A mí me parece que esto es el prototipo de las falsas creencias, afirma el reconocido psicoanalista francés Eric Laurent.

Laurent, nacido en París en 1945 y uno de los más destacados discípulos de Jacques Lacan, critica el espíritu cientificista y mecanicista de esta época. Ahora que no está más la garantía de Dios hay una garantía en el cuerpo. Este es, supuestamente, el fundamento de una ciencia de la felicidad. Gracias a las nuevas tecnologías, los neurólogos nos ofrecen imágenes en las que podemos ver el centro de la felicidad. Eso es muy fascinante. Sin embargo, las respuestas rápidas que ofrecen las neurociencias a los conflictos psíquicos son falsas, dijo Laurent, máximo responsable de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, durante una entrevista con LA NACION en su última visita a Buenos Aires.
En nuestra sociedad existe la idea de que todo puede ser reducido al mundo técnico. Es un protocolo maquinista, sostuvo. Autor de numerosos libros (12 de los cuales han sido publicados en español), Laurent es profesor de posgrado en el Departamento de Psicoanálisis de la Universidad de París VIII, prestigiosa institución donde dictaron clases intelectuales como Michel Foucault, Gilles Deleuze, Alain Badiou y Lacan.
Amable y efusivo, Laurent opina que un ejemplo del espíritu mecanicista de la época se puede ver en la actuación de Estados Unidos en Irak: "Intentó constituir un Estado democrático, en un laboratorio. Pasó del modelo de laboratorio al país sin pensar en la gente. Esta concepción técnica del mundo no deja de producir catástrofes".
-Usted describe la civilización actual como individualismo de masa. Esta sociedad genera, según sus dichos, excesos y exclusión. ¿Qué respuestas tiene el psicoanálisis para los marginados del sistema?
-Los marginados son sujetos que están excluidos de la relación económica. Los cartoneros, por ejemplo, tratan con los restos que quedan del consumo: ellos mismos se encuentran reducidos a eso. Tratan con lo excluido y son excluidos. El objeto fundamental producido por nuestra civilización es la basura. Y estas personas son, de la misma manera, usadas y rechazadas. Lo que decimos frente a estos modos de expulsión es que los excluidos no lo están en el plano de la lengua. Hablan, son seres humanos, son seres parlantes.
-¿Cómo se los puede recuperar?
-Dándoles la palabra. A pesar de que no tienen poder adquisitivo, tienen el poder de encontrar una solución.
-Esta imposibilidad de acceder al consumo genera violencia. ¿Cree que esta sociedad es más violenta que las anteriores?
-No es que haya más violencia, sino más tecnología de la violencia. Se ha construido una sociedad de vigilancia generalizada; entonces, se genera más violencia, para superar esas defensas. Es una cuestión de tecnología. Nos rodea un mundo tecnológico donde la violencia se vuelve más eficaz en su carácter destructivo. Es una eficacia negativa, es pulsión de muerte, la parte maldita...
-Entre las víctimas de esta violencia, los más débiles son los niños. ¿Dónde quedan ubicados en este escenario?
-Los chicos pueden sentirse abandonados a sí mismos y a su propia violencia. Hay algo vinculado a la condición humana en esta violencia. El hombre es un animal violento. Los niños se sienten abandonados a la violencia que tienen en ellos. Antes se los mandaba a la guerra; ahora se los manda a las escuelas, pero esas escuelas tienen problemas de autoridad. Hay que encontrar nuevos modelos que ayuden a la juventud a atravesar la adolescencia. La culpa es nuestra, no de los niños. No hemos sabido inventar los rituales apropiados que puedan ayudar a un joven violento a encontrar salidas que no sean autodestructivas o destructivas para los demás.
-Por ejemplo
-En el siglo XIX, los ingleses, cuando tuvieron que pasar a la educación de masas, inventaron el deporte de masas, el fútbol. En ese sentido, deberíamos inventar el nuevo deporte del siglo XXI, un nuevo ritual que al mismo tiempo fuera una práctica del cuerpo y que permitiera la socialización.
-Uno de los refugios que parecían irreductibles eran las familias. ¿No lo son ya?
-Hoy tenemos familias recompuestas, monoparentales y de personas sueltas. Tenemos también las familias compuestas por parejas del mismo sexo. Son modos de mantener un deseo de familia. No se puede decir que la familia no es más un objeto de deseo: más bien es un objeto de deseo sobre formas múltiples, que no está regulado por la tradición.
-Y en esas familias, ¿qué lugar ocupa esta figura que siempre fue central para el psicoanálisis, el padre?
-Un cambio de esta época es la desautorización de las prohibiciones. Recuerdo el famoso eslogan de fines de los años 60: "prohibido prohibir". Hoy hay una desautorización de la autoridad, del modelo tradicional de la autoridad. La figura del padre fue trastrocada: hoy su función es cargarse de la culpa de prohibir. Esto lo vemos en la extensión de los trastornos de atención, en las adicciones. Lo que parece estar extendiéndose son las patologías de acciones, no las patologías derivadas de la prohibición.
-¿Cuáles son estas patologías de acciones?
-Vemos cada día más gente desaforada en los shoppings, gente que no puede parar de comprar. Si la felicidad es tener tanto como los demás, hay que endeudarse de manera excesiva para tener más, sin pensar, sin tener en cuenta las consecuencias.
-¿El psicoanálisis está en contra del uso de medicamentos para ciertas patologías?
-El psicoanálisis es un discurso que evoluciona. En el siglo XIX era una práctica que se ejercía en una civilización en la cual no existían los fármacos psiquiátricos. Pero ahora todo el mundo toma fármacos. Por enfermedad, por trastornos, de forma preventiva, por las dudas... Toma medicación que sirve de recreo.
-¿A qué le llama "recreo"?
-A la automedicación, la medicación consumida fuera de una indicación médica precisa. Se utilizan, por ejemplo, remedios que supuestamente están hechos para tratar la disfunción de la erección en el hombre y se los utiliza con la fantasía de mejorar las performances sexuales. Estamos en una civilización en la cual el uso de fármacos está muy presente. El psicoanálisis sólo constata que su discurso opera en una civilización que ha cambiado completamente.
Por Virginia Arce Para LA NACION Con la colaboración de Cecilia Diwan