domingo, 17 de junio de 2012

Con amigos, de política mejor ni hablar


lanacion.com
Un día esa reunión de viejos y entrañables amigos dejó de ser la misma. Luego de una fuerte discusión entre Emiliano, un simpatizante kirchnerista, y Pablo, crítico del Gobierno, dos sillas permanecen vacías. El resto no dice nada, pero extraña a sus compañeros de toda la vida. Su caso no es una excepción. En los últimos años, las discusiones políticas entre amigos, familiares, compañeros de trabajo y hasta parejas abrieron heridas en las relaciones que en muchos casos son difíciles de cerrar.
Aunque aquella regla tácita de no hablar de política ni de religión en reuniones sociales es muy antigua, lo cierto es que en los últimos tiempos se ha roto sin que nadie se lo hubiera propuesto. Y de la peor manera. Ocurre de las formas menos pensadas. Apenas alcanza con que una palabra caiga sobre el combustible de la actualidad política argentina para que todo arda.
Lo siguiente ocurrió hace una semana. El escenario: un asado entre amigos. La temperatura, muy frío afuera, muy, muy caliente adentro. "¡Daaaale! ¡Qué vamos a estar mejor que Europa! No ves que acá...". "Digo que ellos están aplicando las mismas recetas que se utilizaron acá y...". "Este gobierno es de derecha dictadora fascista y lo alimentan cada día...". "No tenés argumentos serios, Gustavo, y eso que hay puntos flojos de este gobierno, pero el punto común de los opositores es que no se les cae una idea." "Está lleno de ideas, pero no las escuchás porque no te dejan." Gustavo y Miguel terminaron ofuscados. No quieren dar sus apellidos para no quedar como "denunciantes" del otro o "pegados" a un "bando" político. Pero la realidad es que ninguno tiene ganas de vivir otro momento difícil.
"No sé si voy a volver a una reunión con Miguel, que conozco desde hace 20 años, porque hace tiempo que venimos con esto de chicanearnos con política y terminamos mal", confesó Gustavo un día después.
En una convocatoria en la página de Facebook de LA NACION  se publicó la pregunta acerca de si alguien había participado de peleas entre amigos o familiares por temas políticos. Obtuvo en dos horas 357 comentarios; 24 horas después ya eran más de 500.
Lo que sigue son algunos ejemplos de estos comentarios:
Moni: "Mis hermanas y cuñados ya no me tratan por ser anti-k".
Marcelo: "En mi ámbito social hay gente que sólo tiene odio para entregar, cacerolas para destituir e ideales egoístas, yo no discuto, por lo general no hablo con las paredes, pero aclaro que sé elegir mi entorno, y las personas con las que me rodeo son buena gente. En mi círculo diario y social no hay anti-k, sólo hay algunos que no adhieren al modelo; los anti lo que sea no son parte de mi entorno (excepto los anticipayos, los antiprodictadura, y los antioligarcas)".
Patricia: "Me pasó de ir visitar a un amigo que vive con la novia y me advirtió que no hable mal de los K porque ella se iba a enojar".
Lidia Noemi: "Por desgracia sucede. Familiares no, pero amigos se alejaron y, si hoy me ven, creo que cruzan de vereda".
Manuel: "Sí, lamentablemente con algunos amigos cuando aparece alguna cuestión política alguien enseguida cambia el tema, si no, termina mal. Los K son muy cerrados y no admiten grises, no se puede ni dialogar".
Adolfo: "Me pasó, pero ¿qué extrañan? ¿Gobiernos como los de Menem, De la Rúa o Alfonsín, o quizás Onganía o Videla o lo que hay en España o en Grecia?"
Juan Manuel García Bellande, 36 años, trabaja en sistemas. Fue uno de los que comentó en la convocatoria de LA NACION en Facebook y, por ello, se le consultó para que ampliara su visión. "El roce que más recuerdo fue por la 125 [el conflicto con el campo]. Después del teatro fuimos a comer y uno de los que estaba en la mesa empezó a monopolizar la conversación atacando a las personas del campo y protegiendo el modelo. Yo, que me crié en Bahía Blanca, conozco el tema del campo mucho mejor que ellos. Cuando hice un comentario para justificar las acciones del campo, sentí que la mesa entera saltaba a mi yugular", relató a LA NACION.

DE REOJO

Alan Laursen, de 24 años, también vivió momentos de zozobra por el mismo tema. "Me considero una persona diplomática y democrática, pero en ciertas ocasiones estas actitudes conflictivas me han chocado mucho y mal predispuesto con personas que, por ahí son kirchneristas, pero igual de diplomáticas que yo. Uno, ya acostumbrado a ese nivel de agresión y conflicto, empieza a mirar de reojo al otro, y eso termina siendo lamentable para las relaciones humanas", reflexionó.
La frecuencia de las peleas entre familiares y amigos sucede aun entre personas de probada tolerancia que hasta crecieron en estructuras familiares y educativas muy similares. Incluso amigos de toda la vida con un pensamiento concordante sobre los grandes asuntos públicos.
La sensación generalizada, más que de "intolerancia", podría definirse como de "incomprensión" mutua. Entre los "creyentes" y los "escépticos". Los que no pueden creer que su amigo defienda las medidas de "este gobierno" y, del otro lado, los que no pueden comprender cómo un par no acepta las "bondades" de esas decisiones políticas.

"DISCUSIONES INFERNALES"

Gabriel Salamida se define como "ultrakirchnerista". Vive en Villa La Angostura y los familiares de su mujer, sus amigos desde antes incluso de casarse, son críticos del Gobierno ("anti-K", en la definición más difundida actualmente, o "gorilas", en el sentido anacrónico y despectivo). "Son discusiones infernales. En los almuerzos siempre hablamos de política y discutimos muy a fondo, hay momentos en que se pone áspero y las mujeres nos tienen que frenar...
-¿Y no le preocupa que ese clima derive en una ruptura social grave del tipo peronistas-antiperonistas, federales-unitarios...? -le preguntó LA NACION.
-Por sobre todas las cosas está la amistad. Yo estoy convencido del modelo, sobre todo del primer modelo, y veo que pasamos del "no nos metamos" a hablar todos de política. No me asusta porque hoy hay una madurez social muy diferente a la década del 50. Podemos discutir fuertemente de política y después seguir comiendo un asado sin problemas...
A esta altura de los acontecimientos habría que reflexionar acerca de que tal vez el problema no es discernir sobre política con familiares y amigos sino hundirse en la lógica amigo-enemigo que tanto estimula a los profesionales del rubro.
ACTOS DOLOROSOS 
  • Culpa de la 125 . Particularmente desde el conflicto con el campo los debates entre amigos o familiares sobre "el modelo" se volvieron más intensos y frecuentes.
  • En Facebook y en el asado . Las discusiones son habituales tanto en las redes sociales como en reuniones de amigos o festejos familiares.
  • Mejor no verse . Para evitar peleas mayores, muchos optaron por abandonar las reuniones sociales.

Ahora, para pelear basta con una letra

Quintaesencia de un reduccionismo al que le repugnan los matices, para polarizar y disgustarse ya no hace falta mencionar en voz alta una idea, un partido o el apellido de un general: ¡basta con una letra! Y cualquier argentino sabe a estas alturas que, como pasa con el agua y el aceite de un motor, resulta inquietante mezclar en un mismo recipiente a personas K y personas anti-K. Sobre todo en cumpleaños, casamientos, asados, Navidad, Año Nuevo y, en general, fiestas donde la música no aturde lo suficiente como para impedir la conversación.
Supe de familias y grupos de amigos amenazados por su inestable composición bifronte que recurrieron a distintas estrategias para procurar salir ilesos de su propia diversidad, rasgo que hoy significa peligro, material inflamable. En realidad, la estrategia siempre es una sola, no hablar de política, pero varía el método para imponerla, que va desde el acuerdo tácito, la prudencia sobrentendida o la simpática sugerencia inicial del dueño de casa hasta un cartel marcial colgado en la pared. Desde luego, el desafío principal no consiste en difundir la abstinencia sino en lograr que la política no termine siendo así de apetecible como el fruto prohibido.

TIROS POR ELEVACIÓN

A veces la cuestión explota por costados inesperados. En medio de la comida un primo elogia el vitel toné, otro recuerda entonces que él votó por la fórmula Luder-Bittel, alguien hace un link con Isabelita, el tío más K lo interpreta como un tiro por elevación y, fatalmente, la cena se va al demonio.
Caso real: sucedió en una familia mixta que venía cumpliendo con éxito su acuerdo no explícito de soslayar temas políticos. De pronto, alguien contó las aventuras de su cachorro recién adoptado, un gracioso foxterrier que destrozaba lo que se le cruzara. "Me rompió todo, los soquetes que se llevó del lavadero, los calzoncillos que robó del lavarropas abierto y el otro día. el Clarín; cinco minutos después de que lo dejó el diariero lo encontré hecho mil pedazos". El detonante de la conflagración fue sutil, apenas tres palabras a cargo de un tío de reputación cristinista: "¡Qué perrito inteligente!", lanzó. A los diez minutos las hostilidades estaban en el apogeo. Se había desatado una acalorada discusión sobre la corporación mediática, el Indec, los cacerolazos y otras asperezas de actualidad. Los postres nunca llegaron a ser servidos.

LA SECTA MANIQUEA

Manes, o Mani, quien vivió entre los años 215 y 275, fundó una secta cuyos seguidores creían que Dios era el creador de todo lo bueno y Satanás el creador de todo lo malo. Para los maniqueos, que eran dualistas (favor de no confundir con duhaldistas) la cosa era bastante sencilla, había una lucha entre el Bien y el Mal, todo se trataba de la luz o las tinieblas. Curiosamente, el nombre Manes, en griego, viene de manía, locura.
¿Qué otra cosa que una locura es reponer en el siglo XXI, con adaptaciones, la costosísima antinomia que en el siglo XX tuvo por protagonista a Perón y que él mismo pretendió superar cuando retornó del exilio y se abrazó con Balbín?
Las familias divididas a causa del reduccionismo de la política a dos opciones -sobre todo en los años cincuenta- entre peronistas y antiperonistas, asunto que fue muy bien retratado por Félix Luna, contribuyeron bastante poco, como es notorio, a mejorar la vida democrática. Y son el antecedente directo de lo que hoy asoma. Por eso, quien tenga edad dirá que esta película ya la vio.
Aunque, algo más cáustico, lo expresó Aldous Huxley: "Quizá la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia".

La "enemistad cívica", una endemia que desconcierta a los intelectuales

Los políticos no conciben que la gente se pelee por política. Pero hoy hay militantes que ya no se hablan, compañeros de exilio que se evitan y ministros que niegan el saludo. Hay también historiadores que rechazan intercambios con sus pares, filósofos insultados por la calle, periodistas agredidos, sociólogos que advierten una clima de tensión permanente y psicoanalistas que diagnostican una -¿nueva o reeditada?- endemia: "La enemistad cívica".
Para la gente común, la polarización y la virulencia políticas se inmiscuyen ahora en todo tipo de vínculos: los que comparten una historia común y los más lejanos, donde la moneda de cambio es el menosprecio y hasta la denigración al que enarbola valores diferentes. También el silencio, que, lejos de ser inocuo, aseguran, es otra forma más pasiva de violencia.
Cómo se llegó a este estado de cosas y cuál puede ser el saldo de esta enemistad manifiesta, que impugna la moderación y anula los matices, fue la propuesta de reflexión que LA NACION les acercó a representantes de un amplio espectro ideológico. Intelectuales kirchneristas como José Pablo Feinmann y Ricardo Forster rechazaron de plano la invitación. En tanto, Mario "Pacho" O'Donnell accedió primero, se replegó después y finalmente envió un texto.
Si bien los contextos son diferentes, hay elementos comunes con este tipo de fragmentación durante en el segundo gobierno de Yrigoyen y en la primera presidencia de Perón, apunta el historiador Luis Alberto Romero. "En los dos casos es un tipo de discurso que emana de un gobierno de división y que encuentra su réplica del otro lado. Pero esta fractura había desaparecido en 1983 y ahora reaparece. El puntapié inicial lo da el Gobierno, convencido de que el poder se construye creando antagonistas", afirma.
Romero lamenta el tono enragé entre pares antes unidos por una identificación común, la de la construcción democrática de 1983. Dispuestos a reabrir el diálogo, un grupo de intelectuales presididos por el politólogo Vicente Palermo crearon el Club Político Argentino. Cursaron invitaciones a sus pares. "Pero nos cuesta mucho que gente afín al Gobierno acceda a debatir -afirma Romero-. No vienen por miedo. Hay un control casi policial sobre dónde está cada uno que me recuerda al primer peronismo."

LA CONSTRUCCIÓN DEL PODER

"Se construyen enemigos porque se piensa que así se reafirma el poder. El gobernante siempre se enamora de su fórmula", señala Alberto Fernández. El ex jefe de Gabinete afirma que el Gobierno parte de un relato bélico, tiene la convicción de que no debe armonizar intereses y se sitúa en una posición extrema.
"La primera regla de la guerra es que la verdad no existe. Así se construye un relato donde todo es una batalla. Es la estrategia que surge ante la necesidad de explicar el conflicto que uno mismo genera -confía-. Pero esto no siempre fue así: la lógica con [Néstor] Kirchner era la de hacer un país contenedor, anteponiendo el interés general. Y eso cambió a partir de la pelea con el campo. De esa guerra perdida surgió el relato de que la corporación quería someternos. Una explicación justificatoria de los errores propios, que encontró una gran resistencia."
En ese otro bando, agrega Fernández, las broncas se acumulan y terminan mutando en un afán de venganza. "Ser tildados de destituyentes y oligarcas, soportar una forma de gobierno autoritario y vanguardista, donde quien ejerce el poder se presenta como una iluminada, crea resistencias. También adhesiones de quienes compran ese relato. Y así aparecen y se exacerban los extremos, que terminan contagiando al resto de la sociedad".
El historiador y psicoanalista Mario Pacho O'Donnell, presidente del Instituyo Nacional de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego, afirma que las formas de disenso político son propias del espectro democrático.
"En realidad -escribe, puesto que pidió expresarse por esa vía, «por temor a ser malinterpretado o injuriado»- el miedo ha sido siempre una estrategia política y por eso hay que estar muy atento a no comprar susto. Hoy los intereses en conflicto se dirimen democráticamente a la luz del sol, a la vista de todos, en contraste con las dictaduras en las que prima la sumisión silenciosa como efecto de violencias no discursivas. Argentinas y argentinos de mi generación sabemos lo que verdaderamente es una sociedad políticamente violenta. Hoy discutimos, reconozco que en voz demasiado alta, con malos modales, pero sin presos políticos, con una libertad de prensa que permite que cualquiera puede injuriar al Gobierno y a la señora Presidenta sin temer consecuencias."
De esta visión disiente el peronista de la vieja guardia Julio Bárbaro. Dice que es el Gobierno el que impone distancia entre la gente. "A diferencia de los 70, hoy la violencia es psicológica. He perdido -dice- vínculos queridos por esta violencia vacía de contenido, y por ello obligada a exagerar la confrontación. Y es eso lo que genera odio."
Bárbaro señala que existe una psicosis donde se exagera la lealtad y amigos del exilio dejan de saludarse por temor a que ese gesto los comprometa. "Tenemos que ser capaces de restablecer la relación entre los que pensamos distinto", dice. Y se declara optimista: "La sociedad va a volver a la cordura, porque así no se puede. Y este es el punto de inflexión."
Tomás Abraham cuenta que varias veces fue blanco de agresiones e insultos por expresar su pensamiento. "Ser kirchnerista o antikirchnerista es el nuevo emblema del embrutecimiento que se nos quiere imponer -dice-, pero yo rehúso quedar atrapado en el maniqueísmo."
"Hoy el poder se ejerce como un unicato que pretende, además, adoración -señala-. Y es ante eso que una parte de la sociedad se rebela."
El psicoanalista José Abadi lo mira desde otra perspectiva: nota la ausencia de lo que Séneca llamó la amistad cívica, hoy ocupada por el enfrentamiento prepotente, y las "oposiciones polares", extremas, afirma. "Séneca parte de la exigencia de que haya un semejante, que uno respete y en el cual se interese, y de la existencia de normas a la que todos se atengan. Los argentinos creemos que el límite es lo que impide la libertad, pero es lo que la garantiza. El dilema es que los límites hoy no están claros, se nos los impone de una forma percibida como arbitraria e impredecible", apunta.
El filósofo Alejandro Rozichner, quien adhiere al proyecto de Pro, afirma que, en comparación con los años 70, "hemos mejorado mucho". Pero -acota enseguida- "es innegable que hay una personalidad autoritaria en el apoyo al gobierno nacional, que encarna la costumbre del fanatismo".
"Tal vez la clave esté en el resentimiento -arriesga-. Hay personas que tienden a la victimización y otras que tienden a la responsabilidad. El caldo autoritario estimulado por la ideología del gobierno nacional promueve que los que juegan el rol de víctimas actúen la parte activa de su posición, que es la venganza en contra de aquellos a los que ponen en el lugar de culpables."
EN VOZ ALTA 
  • LUIS ALBERTO ROMERO 
    HISTORIADOR 
    "Esta fractura había desaparecido en 1983 y ahora reaparece. El puntapié inicial lo da el gobierno nacional, convencido de que el poder se construye creando antagonistas."
  • ALBERTO FERNANDEZ 
    EX JEFE DE GABINETE 
    "Se construyen enemigos porque se piensa que así se reafirma el poder. El gobernante siempre se enamora de su fórmula. (...) Pero esto no siempre fue así: La lógica con Kirchner era la de hacer un país contenedor. "
  • JULIO BARBARO 
    POLITICO 
    "He perdido vínculos queridos por esta violencia vacía de contenido, responsable de que hoy se exagere la confrontación. No encuentro en los argumentos la razón para ese grado desmedido de confrontación. "

1 comentario:

arman dijo...

Well I am quite satisfied with that opinion given in your site. I think it must be implacable in real life.