Desde que en Estados Unidos se publicaron las conclusiones de un estudio de la Fundación Nacional del Sueño sobre el creciente uso de camas separadas por las parejas, no han dejado de sucederse debates en los distintos foros en Internet, en particular en los dedicados al universo femenino. El estudio en cuestión relataba que una de cada cuatro parejas estadounidenses opta por dormir en camas separadas, en el mismo cuarto o, directamente, en distintas habitaciones. Carecemos de datos al respecto en nuestro país. No obstante, al menos con la limitación que siempre supone ver la realidad a través de lo que nos refieren nuestros pacientes, tengo la impresión de que aquí la tendencia o bien no existe o no progresa al ritmo que entre los americanos.
Quizá se trata de una extensión más de la diferente actitud ante el contacto físico entre nórdicos y mediterráneos. Siempre se ha dicho que ellos son más fríos, no solo por las bajas temperaturas, sino en cuanto al contacto físico cotidiano. Recordad en las películas lo chocante que nos resulta verlos en sus reencuentros familiares tan fríos y asépticos a nuestros ojos. Entre los mediterráneos, el contacto, el abrazo, los besos y caricias, tanto en público como en privado, son la norma.
Camas separadas: ¿Opción saludable o preámbulo del fin de la relación?
Cuando hay problemas médicos concretos como la apnea del sueño, puede ser saludable poner distancia para sobrellevar la situación. Salvando razones justificadas, lo que el estudio descubre es la posible tendencia a escoger la separación a la hora de dormir por un creciente número de parejas. Se debe tener en cuenta que no todas basan su vínculo en el enamoramiento ni en la intensidad con que se vive el deseo sexual.
En algunas, sobre todo cuando pasan los años, la complicidad, la amistad y el cariño dan solidez al vínculo, que ya no se cimenta en la pasión sexual ni tampoco el enamoramiento, emociones que pueden ir disipándose. De esta forma, dormir en camas o habitaciones distintas, más que el preámbulo del fin de la relación, puede serlo de la evolución hacia un amor maduro en el que la separación a la hora del descanso no se percibe como riesgo de ruptura del matrimonio.
Ellas dan el paso: ¿por qué?
Aunque no hay referencia a si esta tendencia refleja el deseo de ellas, de ellos o de ambos por igual, me permito apuntar la hipótesis de que son sobre todo las mujeres las que lo plantean mayoritariamente. Además de que ellos, en general, roncan más: también los hombres suelen ser más voluminosos y acaban dejándoles un reducido e incómodo hueco en el lecho.
Aunque a algunas personas les parezca increíble, la falta de higiene personal puede ser un motivo para huir. No es la primera vez que una persona se queja en consulta de que su pareja no cuida su higiene, haciendo difícil el contacto y muy desagradable compartir colchón. Así que mucho cuidadito con esto: hay que pasar revista cuando se va a la cama, sobre todo si se comparte. Recordad que un cuerpo limpio es un cuerpo atractivo y que un cuerpo sucio repele.
Para algunas parejas, el separase para dormir puede ser hasta una eficaz estrategia para recuperar la pasión, adormecida en los casos en que la rutina se ha adueñado de su vida íntima. En definitiva, existen tantas situaciones como parejas, cada una tiene sus peculiaridades y lo importante es ser capaces de darse a conocer las preferencias y elegir en consenso. Por eso, una buena reflexión es hablar abiertamente del tema y buscar la distancia óptima.
Dormir juntos o separados: termómetro del deseo sexual
Descartadas las razones saludables, la gestión del dormir juntos o separados puede constituir una metáfora de la gestión del deseo sexual en la pareja. La pareja joven, en la que prima el enamoramiento y mantiene cuotas elevadas de deseo, no concibe la cuestión. Duermen juntos porque es su mutuo deseo. Cuando consideramos parejas, usualmente matrimonios de mediana edad en adelante, encontramos que su vínculo se fundamenta en consideraciones entre las que puede no imperar un intenso deseo sexual recíproco.
Dormir en habitaciones –ya no sólo en camas– diferentes, puede ser una forma de coherencia, fiel reflejo de la naturaleza del estado de la relación. Cuanto más maduros sean ambos miembros de la pareja, menos perciben esta separación como un riesgo para su futuro compartido.
Pero la edad no tiene que ser necesariamente sinónimo de distancia física. Para algunas parejas mayores, dormir juntos representa una cálida experiencia que no se plantean modificar; aunque el deseo sexual no sea tan intenso como cuando eran jóvenes. Buscan y cuidan las ternuras y los mimos que permite la proximidad física en la cama conjunta. Además, ver a la pareja dormida e indefensa les produce una sensación de ternura entrañable que hace que se esfumen las incomodidades de los ronquidos y otras inconveniencias de compartir alcoba y lecho.
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