El corazón que le trasplantaron a Andrea Ybarra latía rítmicamente cuando se despertó de la anestesia tras una cirugía. De hecho, estaba latiendo incluso antes de que los doctores se lo colocaran.
Andrea Ybarra pertenece a un pequeño grupo de personas que han recibido un "corazón vivo" durante un trasplante, una operación experimental que se ha realizado sobre todo en Europa.
El corazón donado se coloca en una urna especial que lo alimenta con sangre y lo mantiene caliente y activo fuera del cuerpo.
"Me sentí tranquila cuando desperté. No estaba asustada", recordó la mujer de 40 años que sufre de lupus. "Sentí como si el corazón hubiera sido parte de mí todo el tiempo".
A pesar de los avances en trasplantes de corazón, la manera como se transportan los órganos en Estados Unidos y muchas otras partes sigue siendo rústica: se inyecta una sustancia química en el corazón donado para detenerlo y éste se pone dentro de una hielera común y corriente para preservarlo frío durante su traslado hasta donde se encuentra el receptor.
Una vez que el corazón es removido del donante, hay una carrera contra el tiempo. Un corazón puede mantenerse en la hielera entre cuatro y seis horas antes de que empiece a perder viabilidad.
Debido a esta restricción, los médicos no pueden ir muy lejos a buscar un corazón donado, pues entre más tiempo pase para remover el corazón y trasplantarlo, más probabilidades hay de que el paciente muera o desarrolle enfermedades cardíacas.
Así se ha hecho durante más de cuatro décadas, desde que se realizó el primer trasplante de corazón en Estados Unidos el 6 de diciembre de 1967, pero ¿y si el corazón pudiera latir por sí mismo después de sacarlo del donante?
Ese es el experimento que han logrado llevar a cabo los médicos de Estados Unidos, repitiendo la hazaña de unos colegas europeos.
El gran avance es la nueva urna que hace circular sangre del donante por el corazón para que siga latiendo mientras viaja de hospital a hospital.
Tras algunos casos de éxito reportados en el extranjero, la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) conduce en la actualidad un experimento junto con otras escuelas para comparar la seguridad y efectividad del nuevo método de conservación con la de la consabida hielera.
Si la nueva tecnología tiene éxito en preservar los corazones por más tiempo, podría cambiar la historia de los trasplantes, dicen los expertos.
Nunca más, los pacientes se verían limitados por su ubicación. Los médicos podrían hacer que un corazón atravesase el país sin preocuparse por el tiempo que tarde.
Los corazones para trasplante se ofrecen primero a las personas en lista de espera que viven cerca del donante. Si no hay compatibilidad, recién entonces el círculo se amplía hasta que encontrar un paciente que lo necesite.
"El factor vinculado con la rapidez dejará de existir. Puedo recorrer toda la costa oeste para obtener un corazón", explicó el doctor Bruce Rosengard del Hospital General de Massachusetts, que realizó este tipo de trasplante de corazón por primera vez en el Reino Unido en 2006.
También puede potencialmente ayudar a aliviar la crisis de la escasez de órganos. Unos 3.000 estadounidenses están actualmente en lista de espera. El año pasado, 359 murieron esperando un corazón. Casi una persona por día.
La idea es que los corazones pueden estar en mejores condiciones si se mantienen latiendo en lugar de ser enfriados en hielo. Y si el corazón se puede monitorear afuera del cuerpo, los científicos creen que podría ayudar a aumentar el número de órganos al permitir que los corazones "no tan perfectos" puedan ser trasplantados.
Cuando aparece un corazón
La cirugía de Andrea Ybarra comenzó como cualquier otra. La llamada llegó desde el Ronald Reagan UCLA Medical Center poco antes de las 4 de la tarde del 24 de agosto. "Hay un corazón disponible", les avisaron a los médicos.
El equipo de trasplante llamó a Andrea. El lupus, una enfermedad del sistema inmune en la que el cuerpo ataca sus propios órganos, había devastado su corazón, dejándolo débil y deformándolo. Necesitaba desesperadamente el trasplante.
Al día siguiente, una brigada de médicos y técnicos partió antes del amanecer al aeropuerto de Van Nuys a bordo de un jet privado hacia el hospital del donante en el área de Palm Springs, al este de Los Ángeles.
Desde que Andrea se anotó para este experimento tenía una probabilidad de 50-50 de ser operada. Antes de que el equipo se fuera, una enfermera sacó una carta al azar: tenía el nombre de Andrea.
Los médicos llegaron al hospital de Palm Springs a las 6:20 de la mañana y abrieron el pecho del paciente una hora después. Tras examinar el corazón, lo detuvieron para poder extraerlo. En lugar de colocarlo en una heladera con hielo, lo pusieron en una caja llena de sangre y nutrientes para revivirlo. Y de allí, a una máquina portátil para el transporte.
En el camino de regreso a la UCLA, monitorearon al corazón para comprobar de cerca que se mantuviera estable. Mientras tanto, Andrea era llevada al quirófano. La conectaron a un corazón artificial extracorpóreo mientras los médicos le sacaban su propio corazón. El nuevo seguía latiendo cerca. Los cirujanos detuvieron de nuevo el corazón del donante y lo trasplantaron a Andrea. A medida que su propia sangre empezó a correr por él, comenzó a latir con fuerza.
En total, el corazón donado había latido dentro de la caja especial poco más de tres horas.
Andrea se recuperó lentamente. Logró caminar casi una cuadra sin cansarse, toda una victoria para alguien que ni siquiera podía dar unos pasos antes de operarse.
Durante una revisión reciente en octubre, le hicieron una biopsia y midieron su circulación a través de la yugular. Luego, le tocó ver a su cardiólogo. Le hicieron un ecocardiograma, un ultrasonido del corazón. Se veía normal.
clarin.com
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