sábado, 4 de diciembre de 2010

Guía para sobrevivir sola en un casamiento

Viernes: vestido negro largo; sábado: el corto con tachas... Y así, como la edad y la celulitis aterrizan sin previo aviso, llega el día en que tenemos un casamiento por fin de semana. Ahora, cada centavo de nuestro sueldo, que no se estira, va destinado a celebrar el amor de otros, porque no podemos repetir un vestido las veces que nos gustaría hacerlo y cada prenda nueva es un presupuesto, y el regalo, financiado sólo por una persona (léase, nosotras solteras), cuesta entregarlo.

Todo para homenajear el amor, que parecería burlarse de nosotras y juega a las escondidas. ¿Por qué tenemos que enfrentarnos a las mesas de parejas, a la "felicidad de a dos" y/o a la infaltable tía preguntona: "Y vos... ¿para cuándo?"? Porque no podemos ser "tan amargas" y darles de comer a las malas lenguas que luego dirán que ESA es la razón por la cual estamos solas -si tan sólo fuera esa la solución-, debemos continuar con esta interminable seguidilla de programaciones costosas que consumen nuestro tan deseado fin de semana, bajo el mandato de que en alguno de ellos encontraremos, tal vez, a nuestro Príncipe Azul, que ya para el día de hoy es celeste, violeta y, con tantos metrosexuales, algo rosado también.

20 hs. Iglesia.

Llegamos. Y ahí están todos, sentados de a dos y mirando hacia la puerta, es decir, a vos, a mí, ella, nosotras. Pero, en realidad, quieren ver a la novia, que, lamentablemente, no somos nosotras. Y por ello pedimos perdón con una tímida sonrisa. Ellas les arreglan las corbatas mientras ellos acompañan este momento con cara de "que se termine esta farsa ya, quiero comer, chupar y volver a mi casa". Nosotras, que vinimos temprano para evitar ver la ceremonia al lado del guardia de seguridad, nos damos cuenta de cuán grande es el banco de iglesia.

Pero siempre está aquella otra amiga soltera -no invitada- a la que podemos llamar por teléfono para compartir este fabuloso momento incómodo entre susurros, y así evitar concentrarnos en el frío que nos llega a falta de calor humano, porque claro, de alguna manera, en casa pareció lógico cubrirnos con una tela de 1 x 1 -y no un tapado que incluso nos abrigue de los 0 grados-, pero que no nos empaña el look. Y sí, el paso de la iglesia siempre es tedioso: si es temprano, invertimos todo el día en prepararnos; si es tarde, morimos de hambre y rezamos para que empiece la fiesta ahora. Eso sí, por lo menos, no tenemos que pedirle perdón a un acompañante.

22 hs. Cóctel.

Nos miramos de reojo entre nosotras, el vestido tiene que ser la combinación perfecta entre ondero (porque somos las tías cancheras) y sexy (porque somos solteras, punto). Si hicimos la tarea correctamente ya le habremos preguntado a la novia qué onda los amigos del novio y tendremos un identikit eficaz de aquellos solteros y aquellos potables (porque si bien para la "enamorada" son todos di-vi-nos, sólo con eso no hacemos nada), si habrá carnaval carioca o fiesta de espuma, y evitamos esas horas haciéndonos un peinado repleto de adorables clips (que sólo parecen inocentes, porque luego se pegan al cuero cabelludo como parásitos y parecen nunca acabar), que será pronto derrumbado por algún sombrero gigante o una crema pegajosa.

Y durante estas eternas horas de pie en las que decimos: "...No, no, ahora no estoy con nadie" (como si ayer lo hubiésemos estado) y no dejamos de mirar fijo las puertas del salón esperando el gran efecto "mirame, mirame, mirame.", deseando que nuestros ojos sean rayos láser y éstas se abran de una vez por todas, debemos evitar embucharnos con la primera tanda de canapés para evadir pensar en la larga y dolorosa muerte que están sufriendo nuestros pies.

23 hs. Comida.

Abren las puertas ornamentadas y llegan otras dos horas de prisión domiciliaria. En esta etapa, debemos permanecer sentadas en una mesa en la que (como nos aseguramos de que no fuera la que tiene un patético cartel de "solas") estamos rodeadas de parejas. Enamorados que están cerca de darse de comer en la boca inspirados por el video de fotos románticas que se emite por la pantalla grande.

Es el momento de apelar a nuestra creatividad para no dormirnos sobre la entrada, elegantemente descripta en el menú, pero cuyos ingredientes no llegamos a reconocer y sólo investigamos con el tenedor y comemos por inercia para no imaginar un posible ataque de pánico que nos permitiría retirarnos de una buena vez, pues todavía faltan el primer plato y el postre y ya toda conversación logra por sí sola dirigirse hacia temas fascinantes como la niñera, el pediatra y la nueva practicuna: es tiempo de panear e identificar al soltero de Cuatro bodas y un funeral y hacernos las lindas. La misión es conseguir continuas excusas para levantarse, llamar la atención y, de paso, desfilar las horas de Pilates que invertimos mientras el resto perdió tiempo cocinándole a su hombre.

24 hs. Dancing Queen.

Nuestro momento de fama. Somos libres y la pista es nuestra. En algunas canciones para dos (¡muerte a la vuelta de los lentos!, una triste y lenta regresión al secundario), vamos a tener que seguir aplaudiendo como unas idiotas para disimular nuestra incomodidad y hacer algo con las manos; pero en tantas otras, vamos a poder "romperla".

Digámosle "sí" a fragmentar las parejas encabezando el carnaval carioca, a hacer la obra de caridad de la semana y sacar a bailar al abuelo al ritmo de Frank Sinatra, a ser "la amiga buena onda" y rodear a la novia promoviendo la culpa de aquellas que no lo hacen. ¡Hora de limbo! ¡STOP! Sí, parece divertido -de lejos-; no tanto cuando terminemos en el piso boca arriba como una cucaracha y encima este fabuloso momento esté registrado por tres fotógrafos, dos camarógrafos y trescientos pares de ojos que nunca olvidarán.

Debemos encontrar una pareja de baile que venga con mimos y valore nuestra producción y, por qué no, depilación. En caso de no encontrarlo, es tiempo de zambullirse en el pogo, y un aroma viril muy fuerte nos hará pensar que tuvimos suficiente hombre por una noche.

3 hs. Cintitas, ramo y ligas.

Son muchas las tradiciones o rituales que tienen como protagonistas a las mujeres solteras. Y, en lugar de pensarlo como una condena que nos rodea con carteles de neón, tenemos que percibirlo como aquellos quince minutos de fama de los que tanto habló Andy Warhol. No estaremos en el prime time de la televisión argentina, pero no es poco que todo un salón nos ilumine al mejor estilo Broadway y que la lectura sea: "Sí, estoy soltera y con muchas ganas de divertirme".

Porque sí, estamos solas, entonces, ¡saquémosle provecho! Corramos desaforadas hacia la torta y tiremos cuantas tiritas encontremos; luchemos enérgicamente para terminar con el ramo y despleguemos nuestras trabajadas piernas con la mejor sonrisa pícara cuando el primer hombre quiera deslizarnos esa liga fucsia. Eso sí, estate atenta y sé más rápida que las concubinas que, ávidas de enrostrarle a su pareja que aún siguen sin alianza, corren hacia estos rituales como si fueran la última soltera del planeta. Pero vos, siempre sonriendo: no olvidemos que cada una de estas costumbres se termina con una foto con la novia. Así nos garantizamos gran parte de presencia en el álbum de fotos y el video.

6 hs. Fin de fiesta.

Las canciones comienzan a repetirse. ¿En qué momento pensamos que éste sería el lugar en que conoceríamos al hombre de nuestras vidas? Es sólo un mito. Los amigos del novio se pasan la fiesta saltando en grupo, transpirados desde el comienzo hasta el fin y tirándose alcohol entre ellos. Claramente, lejos de querer enamorar o ser enamorados por nadie. Si nos vamos acompañadas, mejor, pero las chances son pequeñas, es tiempo de afrontarlo.

De haber consumido alcohol, resulta clave retirarse de la fiesta con esta sustancia todavía en la sangre. Pero la mejor opción es, sin dudas, irse temprano luego de haber bailado y comido torta -léase, haber ingerido suficiente azúcar para sonreír sin razón alguna- como la clásica "bomba de humo".

Sólo podríamos quedarnos hasta el final en caso de que estemos saltando como grillos entre amigos y ya no importe tener una pareja porque: ¡no estamos solas en este universo! Pero si somos hijas de la telenovela y el pajarito en nuestra cabeza no diferencia el estar sin pareja de estar "solas en la vida", mejor irse cuando estemos lo suficientemente cansadas como para volver a la cama y quedarnos dormidas con esa peli de Hallmark.
Aline Vilches.
revistaohlala.com

No hay comentarios: