Laura Reina
LA NACION
Las leyes sociales dicen que corresponde dejar el 10 por ciento de propina en bares y restaurantes después de haber recibido un buen servicio. Pero la realidad, que no conoce de convenciones culturales, marca que la mayoría de las veces ese porcentaje resulta excesivo para los consumidores, que pagan entre el 7 y el 8 por ciento por ese concepto.
Ahora, un proyecto de ley quiere poner por escrito lo que está instituido socialmente hace más de 30 años, cuando en 1976 se eliminó el laudo gastronómico que garantizaba a todos los trabajadores una comisión no inferior al 10% de la facturación bruta del establecimiento, y se reemplazó por la propina, a cargo del cliente.
Las leyes sociales dicen que corresponde dejar el 10 por ciento de propina en bares y restaurantes después de haber recibido un buen servicio. Pero la realidad, que no conoce de convenciones culturales, marca que la mayoría de las veces ese porcentaje resulta excesivo para los consumidores, que pagan entre el 7 y el 8 por ciento por ese concepto.
Ahora, un proyecto de ley quiere poner por escrito lo que está instituido socialmente hace más de 30 años, cuando en 1976 se eliminó el laudo gastronómico que garantizaba a todos los trabajadores una comisión no inferior al 10% de la facturación bruta del establecimiento, y se reemplazó por la propina, a cargo del cliente.
El proyecto de los senadores puntanos Adolfo Rodríguez Saá y Liliana Negre de Alonso (PJ), ya provoca polémica entre propietarios, clientes y mozos, que se dividen entre el apoyo y el rechazo absolutos a la iniciativa. Sus detractores afirman: "Es una invitación a que te atiendan mal", mientras que los que la defienden dicen que "es una buena manera de reforzar el alicaído salario de los mozos".
Luis María Peña, presidente de la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés (Ahrcc) se mostró decididamente en contra del proyecto. "Me parece un sinsentido, un disparate. Esto ya se intentó hace dos años y fracasó. La propina es una gratificación por un buen servicio. Obligar al cliente a pagar el 10% extra tanto si te atienden bien o como si lo hacen mal, es una invitación a que te atiendan mal."
El encargado de Sushi Club de Puerto Madero, Eduardo Martínez, coincidió con Peña. "Me parece mal, la propina es un premio por un buen servicio; de esta manera, se pierde su esencia porque ya no tiene sentido esforzarse para ganársela", opinó.
Sin embargo, algunos propietarios de restaurantes descartan que esto vaya a repercutir en el servicio brindado.
"El mozo trabaja para la propina, no va a ser tonto de ir en contra de su labor. Puede esmerarse para que le dejen un poco más. Para ellos la propina representa mucho; a veces les puede llegar a duplicar el salario básico", dijo a LA NACION Osvaldo Puppi, propietario de Luciana, un restó de cocina italiana en Belgrano. Dudas
Por su parte, a Carlos Villa, dueño de La Retirada, una parrilla en Palermo, le parece positivo, aunque no sabe cómo lo tomará la gente ni cómo se instrumentará.
"Siempre que nos imponen algo no nos gusta. Yo creo que es importante para muchos mozos. Tal vez, a los buenos profesionales los perjudique, pero para la mayoría es muy importante. Los mozos ganan por convenio un básico de entre $ 2200 y $ 2500 pesos, pero pocos establecimientos lo cumplen. En la mayoría de los casos la propina representa el 50 por ciento de su salario".
Peña, sin embargo, cree que, de aprobarse la iniciativa, será un golpe duro para muchos restaurantes. "El sector gastronómico no necesita esto, que desalienta la inversión y el consumo. El que estaba pensando en invertir en un restaurante, no lo hará. Y el que estaba luchando para no bajar la persiana, definitivamente perderá la pelea".
El proyecto sólo incluye a los mozos que atienden en las mesas y exceptúa de la propina obligatoria a aquellas consumiciones inferiores a los 10 pesos. También prohíbe que el monto proveniente de las propinas obtenido por el trabajador sufra algún descuento.
Cristian Ramirez trabaja hace más de dos años en el local de La Parolaccia, en Puerto Madero. Y se entusiasmó con la iniciativa: "Me parece bien. Raras veces la gente deja el 10% de propina, en general no supera el 7 por ciento. Para un mozo la propina es vital, es una parte muy importante de su salario", expresó.
Otros, en cambio, se mostraron con muchas dudas sobre una eventual instrumentación del sistema. Para ellos, el refrán "Mejor pájaro en mano que cien volando" cabe a la perfección. "Yo hoy me llevo la propina en el momento, ¿quién controla que a fin de mes me den lo que corresponde? No sé, tengo dudas", dijo Walter, que trabaja como mozo en el microcentro.
Los clientes tampoco ven con buenos ojos la iniciativa. Carolina García Pardo, una ejecutiva que almuerza diariamente en Puerto Madero, opinó: "No estoy de acuerdo. Yo sólo dejo propina cuando me brindan un buen servicio. El mozo argentino, en general, no es profesional y la atención muchas veces es deficiente. En otros países, en los que los mozos son profesionales puede estar bien, pero acá se van a tirar a chantas".
Luis María Peña, presidente de la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés (Ahrcc) se mostró decididamente en contra del proyecto. "Me parece un sinsentido, un disparate. Esto ya se intentó hace dos años y fracasó. La propina es una gratificación por un buen servicio. Obligar al cliente a pagar el 10% extra tanto si te atienden bien o como si lo hacen mal, es una invitación a que te atiendan mal."
El encargado de Sushi Club de Puerto Madero, Eduardo Martínez, coincidió con Peña. "Me parece mal, la propina es un premio por un buen servicio; de esta manera, se pierde su esencia porque ya no tiene sentido esforzarse para ganársela", opinó.
Sin embargo, algunos propietarios de restaurantes descartan que esto vaya a repercutir en el servicio brindado.
"El mozo trabaja para la propina, no va a ser tonto de ir en contra de su labor. Puede esmerarse para que le dejen un poco más. Para ellos la propina representa mucho; a veces les puede llegar a duplicar el salario básico", dijo a LA NACION Osvaldo Puppi, propietario de Luciana, un restó de cocina italiana en Belgrano. Dudas
Por su parte, a Carlos Villa, dueño de La Retirada, una parrilla en Palermo, le parece positivo, aunque no sabe cómo lo tomará la gente ni cómo se instrumentará.
"Siempre que nos imponen algo no nos gusta. Yo creo que es importante para muchos mozos. Tal vez, a los buenos profesionales los perjudique, pero para la mayoría es muy importante. Los mozos ganan por convenio un básico de entre $ 2200 y $ 2500 pesos, pero pocos establecimientos lo cumplen. En la mayoría de los casos la propina representa el 50 por ciento de su salario".
Peña, sin embargo, cree que, de aprobarse la iniciativa, será un golpe duro para muchos restaurantes. "El sector gastronómico no necesita esto, que desalienta la inversión y el consumo. El que estaba pensando en invertir en un restaurante, no lo hará. Y el que estaba luchando para no bajar la persiana, definitivamente perderá la pelea".
El proyecto sólo incluye a los mozos que atienden en las mesas y exceptúa de la propina obligatoria a aquellas consumiciones inferiores a los 10 pesos. También prohíbe que el monto proveniente de las propinas obtenido por el trabajador sufra algún descuento.
Cristian Ramirez trabaja hace más de dos años en el local de La Parolaccia, en Puerto Madero. Y se entusiasmó con la iniciativa: "Me parece bien. Raras veces la gente deja el 10% de propina, en general no supera el 7 por ciento. Para un mozo la propina es vital, es una parte muy importante de su salario", expresó.
Otros, en cambio, se mostraron con muchas dudas sobre una eventual instrumentación del sistema. Para ellos, el refrán "Mejor pájaro en mano que cien volando" cabe a la perfección. "Yo hoy me llevo la propina en el momento, ¿quién controla que a fin de mes me den lo que corresponde? No sé, tengo dudas", dijo Walter, que trabaja como mozo en el microcentro.
Los clientes tampoco ven con buenos ojos la iniciativa. Carolina García Pardo, una ejecutiva que almuerza diariamente en Puerto Madero, opinó: "No estoy de acuerdo. Yo sólo dejo propina cuando me brindan un buen servicio. El mozo argentino, en general, no es profesional y la atención muchas veces es deficiente. En otros países, en los que los mozos son profesionales puede estar bien, pero acá se van a tirar a chantas".
En Estados Unidos, la gratificación llega al 18 por ciento
Estados Unidos es el país de la propina. En los Estados Unidos -y, sobre todo, en sus grandes ciudades, buena parte de los servicios se mueven a fuerza de un desembolso extra que, lejos de ser una recompensa a la calidad del trabajo, deriva en una carga que el cliente paga sobre el mal sueldo de los patrones.
El diccionario señala que la propina - tip, en inglés- es "un agasajo que, sobre el precio convenido y como muestra de satisfacción se da por algún servicio". Aquí no: aquí se da siempre, aunque el servicio haya sido deplorable.
Algunos ejemplos: el taxista se quedó con la mano extendida y gesto de asombro cuando no se le pagó propina luego de que, por su impericia -o vaya a saber qué-, el precio de un viaje habitual fue 30 por ciento más caro porque, pese a las reiteradas advertencias de que por allí no era, él "extravió" el camino.
"El 18% serían 22 dólares", dijo el mozo al depositar la cuenta de la comida sobre la mesa. Informar el porcentaje de propina que esperaba por su atención fue el mejor servicio de la noche. Por lo demás, su empeño había sido francamente olvidable.
Aún así, en Estados Unidos la propina es norma que se cumple a rajatabla. No está obligada por ley, pero se lo respeta como si así fuera. Y, en los hechos, se convierte en una compensación para el mal sueldo que pagan muchos patrones.
Hay camareros que ganan más por propina que por salario. Comer afuera como por viajar en taxis, las propinas oscilan entre el 12 y el 18% del precio.
Tan instalada está la práctica que buena parte de las cuentas para el pago de servicios incluyen la posibilidad de incorporar la propina en la tarjeta de crédito. Eso es norma en un largo listado de cosas: desde la suscripción de diarios a revistas hasta la entrega de muebles.
En España, en tanto, la propina no sólo no es obligatoria, sino que aún no está incorporada ni en las costumbres de los comensales, ni en las de los mozos. Por otra parte, el sistema de pago también desalienta las gratificaciones, ya que, a diferencia de otros países europeos, como Gran Bretaña o Alemania, el abono con tarjeta de crédito -hoy, la vía de pago más común en las grandes ciudades españolas- no permite agregar un importe adicional por el servicio.
En algunos restaurantes, sobre todo los más pequeños, el concepto de propina queda relegado a un recipiente que suele hallarse cerca de la caja, pero no es muy frecuente recibir con el ticket un platillo para colocar monedas o exponerse a las clásicas demoras de los camareros para conseguir cambio después de pagar la cuenta.
En Francia, mucha gente deja algo en torno del 10%. Y en Italia, a su vez, la propina es optativa, y por lo general también se deja el 10%.
El diccionario señala que la propina - tip, en inglés- es "un agasajo que, sobre el precio convenido y como muestra de satisfacción se da por algún servicio". Aquí no: aquí se da siempre, aunque el servicio haya sido deplorable.
Algunos ejemplos: el taxista se quedó con la mano extendida y gesto de asombro cuando no se le pagó propina luego de que, por su impericia -o vaya a saber qué-, el precio de un viaje habitual fue 30 por ciento más caro porque, pese a las reiteradas advertencias de que por allí no era, él "extravió" el camino.
"El 18% serían 22 dólares", dijo el mozo al depositar la cuenta de la comida sobre la mesa. Informar el porcentaje de propina que esperaba por su atención fue el mejor servicio de la noche. Por lo demás, su empeño había sido francamente olvidable.
Aún así, en Estados Unidos la propina es norma que se cumple a rajatabla. No está obligada por ley, pero se lo respeta como si así fuera. Y, en los hechos, se convierte en una compensación para el mal sueldo que pagan muchos patrones.
Hay camareros que ganan más por propina que por salario. Comer afuera como por viajar en taxis, las propinas oscilan entre el 12 y el 18% del precio.
Tan instalada está la práctica que buena parte de las cuentas para el pago de servicios incluyen la posibilidad de incorporar la propina en la tarjeta de crédito. Eso es norma en un largo listado de cosas: desde la suscripción de diarios a revistas hasta la entrega de muebles.
En España, en tanto, la propina no sólo no es obligatoria, sino que aún no está incorporada ni en las costumbres de los comensales, ni en las de los mozos. Por otra parte, el sistema de pago también desalienta las gratificaciones, ya que, a diferencia de otros países europeos, como Gran Bretaña o Alemania, el abono con tarjeta de crédito -hoy, la vía de pago más común en las grandes ciudades españolas- no permite agregar un importe adicional por el servicio.
En algunos restaurantes, sobre todo los más pequeños, el concepto de propina queda relegado a un recipiente que suele hallarse cerca de la caja, pero no es muy frecuente recibir con el ticket un platillo para colocar monedas o exponerse a las clásicas demoras de los camareros para conseguir cambio después de pagar la cuenta.
En Francia, mucha gente deja algo en torno del 10%. Y en Italia, a su vez, la propina es optativa, y por lo general también se deja el 10%.
El cubierto, un hábito porteño
Uno de los hábitos establecidos en la mayoría de los restaurantes argentinos, y principalmente en los porteños, es el precio que los clientes deben pagar en concepto de cubierto o servicio de mesa; un monto adicional que no está regulado y queda a criterio de cada local gastronómico.
Es decir que, de aprobarse la ley de propina obligatoria, a la hora de abonar la cuenta en un restaurante, la gratificación del 10 % impuesta por ley deberá sumarse al pago extra del servicio de mesa, que difiere de un restaurante a otro y que, en algunos casos, significa hasta un tercio de la cuenta final. Consultado por LA NACION, Luis María Peña, presidente de la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés, opinó: "El servicio de mesa se impuso como una necesidad para poder hacer frente a determinados costos, y es una libertad comercial que puede ser acertada o no, pero tiene que ver con una política de precios del propietario gastronómico, y nunca puede compararse con una ley que obliga al cliente a pagar el 10% de propina". Una costumbre porteña
Sin embargo, el hábito de cobrar el cubierto trae consigo varias ironías, y una de ellas es que suele aplicarse en lugares donde ni siquiera se usan, como los de comida oriental. Inclusive, la guía para viajeros Lonely Planet, en su última edición sobre Buenos Aires, ubica este punto entre las tres peores cosas de la ciudad, junto con el excremento de perros y la constante falta de cambio.
"El cubierto no es un invento argentino. Se utiliza en ciudades europeas desde hace muchísimo tiempo, y aquí es un hábito que tiene más de 50 años -dijo Peña-. Además, muchos lugares que cobran cubierto tienen distinciones con el cliente con el objetivo de gratificarlo, y ese valor como tal no es significativo".
En cambio, para las asociaciones de defensa al consumidor, como Adecua, el cubierto, simplemente, es una forma de aumento encubierto.
Es decir que, de aprobarse la ley de propina obligatoria, a la hora de abonar la cuenta en un restaurante, la gratificación del 10 % impuesta por ley deberá sumarse al pago extra del servicio de mesa, que difiere de un restaurante a otro y que, en algunos casos, significa hasta un tercio de la cuenta final. Consultado por LA NACION, Luis María Peña, presidente de la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés, opinó: "El servicio de mesa se impuso como una necesidad para poder hacer frente a determinados costos, y es una libertad comercial que puede ser acertada o no, pero tiene que ver con una política de precios del propietario gastronómico, y nunca puede compararse con una ley que obliga al cliente a pagar el 10% de propina". Una costumbre porteña
Sin embargo, el hábito de cobrar el cubierto trae consigo varias ironías, y una de ellas es que suele aplicarse en lugares donde ni siquiera se usan, como los de comida oriental. Inclusive, la guía para viajeros Lonely Planet, en su última edición sobre Buenos Aires, ubica este punto entre las tres peores cosas de la ciudad, junto con el excremento de perros y la constante falta de cambio.
"El cubierto no es un invento argentino. Se utiliza en ciudades europeas desde hace muchísimo tiempo, y aquí es un hábito que tiene más de 50 años -dijo Peña-. Además, muchos lugares que cobran cubierto tienen distinciones con el cliente con el objetivo de gratificarlo, y ese valor como tal no es significativo".
En cambio, para las asociaciones de defensa al consumidor, como Adecua, el cubierto, simplemente, es una forma de aumento encubierto.
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