Tesy de Biase
Para LA NACION
Solidarios con sus pares, trabajadores, familieros y abiertos para integrarse sin perder la identidad.
Así describe un estudio realizado por investigadores de las universidades de Castilla-La Mancha y Buenos Aires (UBA) a los argentinos radicados en España. Lejos de la versión que engloba a los inmigrantes latinoamericanos bajo el descalificativo "sudacas", el politicólogo Fernando Casas Mínguez defiende la argentinidad en su versión española al inclinar la balanza sobre los valores positivos: "Tal vez seáis vosotros quienes tenéis más prejuicios contra vosotros mismos. En España vuestro acento seduce, vuestras costumbres son respetadas y sois tomados en cuenta."
Tras analizar 167 historias de inmigrantes latinoamericanos radicados en España, Casas Mínguez concluye que no es válido englobar en un mismo colectivo a todas las personas procedentes de América latina. Cada nacionalidad tiene sus peculiaridades, y los argentinos estudiados son, en general, pragmáticos, inteligentes, con alto nivel de formación y decididos a hacer de su aventura migratoria un éxito existencial.
La editora catalana Carmen Company hace memoria: los argentinos fueron los primeros extranjeros en llegar "en proporciones apreciables" allá por los años 70 y 80, cuando España era un país precisamente de emigrantes, sin plasticidad para aceptar las diferencias que impone una sociedad intercultural. Sumado este aspecto a la "viveza criolla" de algunos, la fama negativa no tardó en instalarse. Pero las cosas fueron cambiando con los años.
"Ahora, de todos los extranjeros que tenemos por aquí, los argentinos -junto con los uruguayos, chilenos y quizás algunos peruanos- son los mejor vistos. A muchos les ha tentado venir a la madre patria a vivir mejor, y lo hacen con la cabeza bien alta. En general, son titulados universitarios que si no tienen el trabajo asegurado lo consiguen pronto, son educados, inteligentes, muy bien preparados y trabajadores", concede.
"Algunos argentinos llegaron a España luego de haber sufrido experiencias de violencia; otros habían padecido el «corralito» y entonces no se fiaban, no tenían confianza en las instituciones y ni siquiera llevaban su dinero al banco. Hasta que comprobaban que las reglas eran previsibles. Y con reglas distintas, su comportamiento también lo es. A medida que ciertas características propias de su país en España no funcionan, detectan qué se espera de ellos y se adaptan perfectamente a las normas", opina Casas Mínguez.
"En general ellos tienen conciencia de su capacidad y algunos, aun sin haber conseguido homologar sus títulos universitarios, están trabajando como profesionales a quienes se valora." Habituados a las crisis
Habituados a una cadena de crisis que arrastró a generaciones, los argentinos no parecen conmocionarse frente a la situación económica que hoy inquieta a los españoles. "No ven la crisis con la mentalidad de estabilidad y seguridad del ciudadano medio español -comenta Casas Mínguez-. Tienen una capacidad especial para moverse con un pragmatismo que les permite adaptarse a la realidad, aunque la experiencia sea dura. Ningún cambio les resulta abrumador. Aunque el impacto de la crisis es importante y afecta más a extranjeros que a autóctonos, las estadísticas demuestran que no es lo mismo ser latinoamericano que marroquí. Por eso, el perfil tipo de la inmigración argentina no permite ser excesivamente alarmista."
Hay más: "Estáis hechos de una madera especial", comenta Casas Mínguez. "Hay que ser fuerte para dejar la patria, los afectos, y sostenerse con la añoranza."
Y para enfrentarla, al parecer, nada mejor que otro argentino. Como psicóloga de un servicio de salud mental para inmigrantes del Ayuntamiento de Barcelona, Sonia La Hoz detectó con sorpresa que no llegaban argentinos. "Indagué y supe que se habían organizado por su cuenta, y se reunían los sábados en lo que llamaban la ronda del mate. Se daban entre ellos un apoyo increíble que no vimos en otros grupos. Era como si en el terreno de las emociones dijeran: «No me lo vas a explicar a mí, que soy argentino»."
Pero no todos son elogios. "Los españoles somos más concretos -sorprende Carmen Company-. En cambio, la mayoría de los argentinos son lentos. Y eso asusta o te crea reticencias cuando te encuentras con un interlocutor argentino. Se enrollan para decir algo que con dos frases quedaría explicado. Para hablar tardan lo mismo que para los asados, que siguen haciéndolos aquí. Siempre conocen alguna carnicería donde les cortan la carne como allí, se juntan y cada uno lleva su madera y su cuchillo. Pero invitan a sus amigos españoles. Los argentinos se integran muy bien. Sociables, hacen muchos y buenos amigos."
Solidarios con sus pares, trabajadores, familieros y abiertos para integrarse sin perder la identidad.
Así describe un estudio realizado por investigadores de las universidades de Castilla-La Mancha y Buenos Aires (UBA) a los argentinos radicados en España. Lejos de la versión que engloba a los inmigrantes latinoamericanos bajo el descalificativo "sudacas", el politicólogo Fernando Casas Mínguez defiende la argentinidad en su versión española al inclinar la balanza sobre los valores positivos: "Tal vez seáis vosotros quienes tenéis más prejuicios contra vosotros mismos. En España vuestro acento seduce, vuestras costumbres son respetadas y sois tomados en cuenta."
Tras analizar 167 historias de inmigrantes latinoamericanos radicados en España, Casas Mínguez concluye que no es válido englobar en un mismo colectivo a todas las personas procedentes de América latina. Cada nacionalidad tiene sus peculiaridades, y los argentinos estudiados son, en general, pragmáticos, inteligentes, con alto nivel de formación y decididos a hacer de su aventura migratoria un éxito existencial.
La editora catalana Carmen Company hace memoria: los argentinos fueron los primeros extranjeros en llegar "en proporciones apreciables" allá por los años 70 y 80, cuando España era un país precisamente de emigrantes, sin plasticidad para aceptar las diferencias que impone una sociedad intercultural. Sumado este aspecto a la "viveza criolla" de algunos, la fama negativa no tardó en instalarse. Pero las cosas fueron cambiando con los años.
"Ahora, de todos los extranjeros que tenemos por aquí, los argentinos -junto con los uruguayos, chilenos y quizás algunos peruanos- son los mejor vistos. A muchos les ha tentado venir a la madre patria a vivir mejor, y lo hacen con la cabeza bien alta. En general, son titulados universitarios que si no tienen el trabajo asegurado lo consiguen pronto, son educados, inteligentes, muy bien preparados y trabajadores", concede.
"Algunos argentinos llegaron a España luego de haber sufrido experiencias de violencia; otros habían padecido el «corralito» y entonces no se fiaban, no tenían confianza en las instituciones y ni siquiera llevaban su dinero al banco. Hasta que comprobaban que las reglas eran previsibles. Y con reglas distintas, su comportamiento también lo es. A medida que ciertas características propias de su país en España no funcionan, detectan qué se espera de ellos y se adaptan perfectamente a las normas", opina Casas Mínguez.
"En general ellos tienen conciencia de su capacidad y algunos, aun sin haber conseguido homologar sus títulos universitarios, están trabajando como profesionales a quienes se valora." Habituados a las crisis
Habituados a una cadena de crisis que arrastró a generaciones, los argentinos no parecen conmocionarse frente a la situación económica que hoy inquieta a los españoles. "No ven la crisis con la mentalidad de estabilidad y seguridad del ciudadano medio español -comenta Casas Mínguez-. Tienen una capacidad especial para moverse con un pragmatismo que les permite adaptarse a la realidad, aunque la experiencia sea dura. Ningún cambio les resulta abrumador. Aunque el impacto de la crisis es importante y afecta más a extranjeros que a autóctonos, las estadísticas demuestran que no es lo mismo ser latinoamericano que marroquí. Por eso, el perfil tipo de la inmigración argentina no permite ser excesivamente alarmista."
Hay más: "Estáis hechos de una madera especial", comenta Casas Mínguez. "Hay que ser fuerte para dejar la patria, los afectos, y sostenerse con la añoranza."
Y para enfrentarla, al parecer, nada mejor que otro argentino. Como psicóloga de un servicio de salud mental para inmigrantes del Ayuntamiento de Barcelona, Sonia La Hoz detectó con sorpresa que no llegaban argentinos. "Indagué y supe que se habían organizado por su cuenta, y se reunían los sábados en lo que llamaban la ronda del mate. Se daban entre ellos un apoyo increíble que no vimos en otros grupos. Era como si en el terreno de las emociones dijeran: «No me lo vas a explicar a mí, que soy argentino»."
Pero no todos son elogios. "Los españoles somos más concretos -sorprende Carmen Company-. En cambio, la mayoría de los argentinos son lentos. Y eso asusta o te crea reticencias cuando te encuentras con un interlocutor argentino. Se enrollan para decir algo que con dos frases quedaría explicado. Para hablar tardan lo mismo que para los asados, que siguen haciéndolos aquí. Siempre conocen alguna carnicería donde les cortan la carne como allí, se juntan y cada uno lleva su madera y su cuchillo. Pero invitan a sus amigos españoles. Los argentinos se integran muy bien. Sociables, hacen muchos y buenos amigos."
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