Alfie Kohn
The New York Times
NUEVA YORK.- Hace más de 50 años, el psicólogo Carl Rogers sugirió que sólo amar a los hijos no era suficiente. Tenemos que amarlos incondicionalmente, dijo, por lo que son y no por lo que hacen.
Como padre, sé que esta es una dura exigencia, pero hoy se vuelve un desafío aún más grande por todos los consejos que se nos dan en sentido contrario. Se nos habla de paternidad condicional, la cual adquiere dos formas: dar afecto cuando el hijo se comporta bien y negarlo cuando no lo hace.
Así, el animador del show Dr. Phil, Phil McGraw, nos dice en su libro Primero la familia (Free Press, 2004) que lo que los niños necesitan o disfrutan debe ser brindado con condiciones, repartiendo recompensas o negándolas para que "se comporten como usted quiere". "Uno de los más poderosos factores para un niño -agrega- es la aceptación y la aprobación de sus padres."
Igualmente, Jo Frost de Supernanny (La superniñera) en su libro de mismo nombre (Hyperion, 2005) afirma: "Las mejores recompensas son la atención, el elogio y el amor", y estos deben ser limitados "cuando el niño se comporta mal, hasta que se disculpe", momento en el cual el amor vuelve.
La paternidad condicional no está limitada a los antiguos autoritarios. Algunos que ni soñarían con golpear a sus hijos eligen, en cambio, disciplinar a sus jóvenes hijos con un estricto aislamiento, táctica que preferimos llamar "tiempo muerto". Contrariamente a esto, el "refuerzo positivo" nos enseña decir a los niños que son queridos y dignos de amor sólo cuando hacen lo que nosotros pensamos es un "buen trabajo".
Esto despierta la interesante posibilidad de que el problema con el elogio no sea que esté hecho de una manera equivocada o brindado con demasiada facilidad, como sostienen los conservadores sociales. Más bien podría tratarse de otro método de control análogo al castigo. El primer mensaje de todo tipo de paternidad condicional es que los niños deben ganarse el amor de los padres. Con tal actitud sostenida en el tiempo, advierte Rogers, los niños podrían terminar en un terapeuta que les brinde la aceptación incondicional que no tuvieron cuando era importante.
Pero ¿está Rogers en lo cierto? Antes de desechar la disciplina, sería bueno tener más evidencias. Y hoy las tenemos. El precio de la motivación
En 2004, dos investigadores israelíes, Avi Assor y Guy Roth se unieron a Edward L. Deci, importante experto norteamericano en psicología de la motivación y preguntaron a más de 100 estudiantes universitarios si el amor que habían recibido de sus padres parecía haber dependido de su éxito en el estudio, de la práctica intensa de deportes, en haber sido considerados con los demás o en haber logrado reprimir las emociones de enojo y miedo.
Resultó que los hijos que habían recibido aprobación condicional estaban realmente algo más propensos a actuar según lo que los padres deseaban. Pero el logro tenía un alto precio. Primero, esos hijos tendían a ser resentidos con sus padres y no gustaban de ellos. En segundo lugar, podían afirmar que actuaron de esa manera, a menudo, debido más a "una fuerte presión interna" que debido a "un real sentido de elección". Es más: su felicidad, luego de triunfar en algo, generalmente duraba poco y frecuentemente se sentían culpables o avergonzados.
El doctor Assor, en un estudio compartido con colegas, entrevistó a madres de hijos adultos. Con esta generación, también la paternidad condicional demostró ser perjudicial. Esas madres que como niñas sintieron que eran queridas sólo cuando respondían a las expectativas de sus padres, ahora se sentían menos valoradas como adultas. Sin embargo, a pesar de los efectos negativos, era más probable que ellas aplicaran el afecto condicional con sus propios hijos.
Este último julio, los mismos investigadores, ahora junto con otros dos colegas del doctor Deci, en la Universidad de Rochester, publicaron nuevamente el estudio de 2004, pero con algunos agregados. Esta vez, los sujetos estudiados fueron alumnos del noveno grado y se destacó especialmente el hecho de que los padres dieron menos cuando los hijos no hicieron lo que ellos querían.
Los estudios revelaron que tanto la paternidad condicional positiva como la negativa eran dañinas, pero en forma algo diferente. La positiva a veces lograba que los hijos trabajaran más en sus estudios, pero con el costo de sentimientos poco sanos de "compulsión interna". La negativa, en cambio, no tenía éxito ni en el corto plazo, sino que sólo aumentaba los sentimientos negativos de los adolescentes hacia sus padres.
Lo que nos dicen este y otros estudios, si es que queremos escucharlos, es que elogiar a los hijos por hacer algo bien no es una alternativa significativa a retraerse o castigar cuando hacen algo mal. Ambos son ejemplos de paternidad condicional y ambos son contraproducentes.
El psicólogo infantil Bruno Bettelheim, que rápidamente reconoce que la versión negativa de la paternidad condicional conocida como "tiempo muerto" puede causar "profundos sentimientos de ansiedad", la apoya, sin embargo, por esa misma razón.
"Cuando nuestras palabras no alcanzan -afirmó-, la amenaza de quitar nuestro amor y afecto es el único método que puede convencerlos que es mejor aceptar lo que les indicamos."
Pero los datos sugieren que el retiro del amor no es particularmente efectivo para obtener logros, mucho menos para promover el desarrollo moral. Aun cuando hiciéramos que los hijos nos obedecieran utilizando el apoyo positivo, ¿vale la pena obtener obediencia a costa de un posible daño psicológico en el largo plazo?
Otros asuntos más profundos sirven de base para otra suerte de crítica. Albert Bandura, padre de la rama de la psicología conocida como teoría del aprendizaje social, declaró que el amor incondicional "haría que los hijos se sintieran perdidos y poco dignos de amor", aseveración no comprobable empíricamente. La idea de que los hijos aceptados por lo que son carecerán de dirección o encanto nos informa más sobre la oscura idea de la naturaleza humana sostenida por aquellos que dan estas advertencias.
En la práctica, según una impresionante cantidad de datos del doctor Deci y otros, la aceptación incondicional de los padres, al igual que la de los maestros, debería estar acompañada de apoyo de la autonomía y de la explicación de las razones de los pedidos; deberían maximizarse las oportunidades para que el niño participe en sus decisiones y alentarse sin manipular, e imaginar en forma activa cómo se ven las cosas desde el punto de vista del niño.
Esta última característica es importante, también, respecto a la paternidad condicional. La mayoría de nosotros protestaríamos diciendo que amamos a nuestros hijos y que no queremos atarlos. Pero lo que cuenta es cómo se ven las cosas desde la perspectiva infantil, si se sienten igualmente amados cuando se comportan mal o no logran lo que se espera de ellos.
Rogers no lo dijo así, pero apuesto que hubiera estado contento de ver menos demanda de terapeutas si eso significara más gente que llegue a la adultez sintiendo que fueron aceptados incondicionalmente.
Traducción de María Elena Rey
lanacion.com
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