domingo, 8 de noviembre de 2009

Se sabe cómo será el futuro del Cosmos, pero no cómo empezó

Cuando el primero de los hombres levantó su mirada y se preguntó qué había más allá empezó una de las más apasionantes aventuras del conocimiento. La respuesta nunca fue la misma. Cambió a medida que fue aumentando su capacidad de observación y entendimiento. Hace apenas 100 años se pensaba que el Universo estaba formado por una sola galaxia, la nuestra, la Vía Láctea. Hoy -gracias a satélites y mega telescopios terrestres y espaciales- se sabe que, en realidad, su parte observable engloba a 100.000 millones de galaxias, cada una con 100.000 millones de estrellas (como el Sol), un tercio de ellas con planetas parecidos a la Tierra girando a su alrededor. Y también se conoce su antigüedad, 13.700 millones de años. Tanto se se sabe que hasta se tiene una idea sobre su futuro. Pero de su origen, ni noticias. Ese es uno de los desafíos de la ciencia.
"Sabemos que, en este momento, el Universo está expandiéndose. Pero es muy difícil encontrar evidencia de lo que ocurrió en sus comienzos porque tuvo un período muy caliente. Estudiarlo es como analizar a los animales extintos: uno trata de buscar fósiles antiguos. Y ese período de calor infernal fue como un gran incendio que quemó todos los fósiles", comenta Juan Maldacena, un físico argentino, mente brillante, que da clases en la Universidad de Princeton, Estados Unidos. El modo de investigar ese momento clave se concentra, entonces, en analizar los vestigios más cercanos a esa época en llamas.
"Hoy en día se detecta una radiación tenue y diluida que inunda el Cosmos y es el 'fósil' de la radiación intensa y concentrada del Universo original", explica Roberto Venero, astrónomo del observatorio de la Universidad Nacional de La Plata. Es decir: cuando se intenta ver más allá, lo que se capta es una radiación "fósil" que viene del pasado. De hecho, lo más antiguo que se logró ver proviene del momento en que el Universo tenía 300.000 años. Todo lo anterior, como dice Maldacena, "se quemó".
"No es fácil hacer una predicción sobre cómo deberían hacerse las investigaciones para hallar una respuesta. Es como si quisiéramos saber sobre nuestro origen como individuos y sólo contáramos con la observación de nuestra evolución (nuestro envejecimiento). Podríamos sacar conclusiones, pero no completas. El tema del origen del Universo es, en todos los marcos que puedo pensar, el más difícil", dice Diego García Lambas, quien junto a Patricia Tissera -los dos de la Universidad de Córdoba- trabajan con el cosmólogo Simon White, director del Instituto Max Planck de Astrofísica, en Alemania. El propio White también tiene sus dudas: "Lo único que tenemos es una idea posible para el origen del universo visible, pero no está del todo desarrollada. Sólo sabemos qué ocurrió en un período que se conoce como inflación".
Pese a los escollos, la comunidad científica insiste en el análisis de imágenes arcaicas. "La radiación fósil del Universo -detectada por radares microondas y satélites, como lo fueron las antenas de Bells Laboratories, el satélite COBE, hoy WMAP, y el recientemente lanzado Planck- es como una ventana a su origen, tanto para la teoría como para la observación", describe Norma Sánchez, otra física argentina, directora de Investigación del Centro Nacional de Investigaciones Científicas, el prestigioso CNRS de Francia.
Las imágenes "fósiles" que faltan en el álbum del Universo no son, sin embargo, el único inconveniente para develar su origen. Hay, además, un problema de "lenguaje". Ocurre que para estudiar ese momento inicial no es posible usar las leyes que rigen el Universo actual: se necesitan otras herramientas para entenderlo.
"Existen varias teorías que buscan acercarse a ese supuesto escenario. Son aquellas que intentan amalgamar adecuadamente a la relatividad general de Einstein y a la mecánica cuántica, los dos grandes marcos teóricos de la física del siglo XX", apunta el cosmólogo Alejandro Gangui, del Conicet. En otras palabras, hace falta una teoría unificadora. "Para describir el origen y la evolución temprana del Universo, necesitamos conocer la física a escalas superiores. Unas energías que son superiores a las que podría estudiar el gran colisionador de hadrones (LHC o 'máquina de Dios')", agrega Héctor de Vega, del CNRS francés. Conclusión: no se sabe cómo estudiar esas energías.
Lo que sí se conoce es el modelo que explica qué habría pasado poco después de su génesis: "El Big Bang es un conjunto de teorías que trata de describir cómo sucedieron los hechos que dieron origen a lo que observamos a nuestro alrededor, así como la evolución del Universo como un todo", detalla Gabriel Bengoechea, del Instituto de Astronomía y Física del Espacio.
¿Qué papel jugaría la "máquina de Dios", mencionada por De Vega?
"El LHC es un acelerador de partículas diseñado para colisionar iones y protones pesados, circulando en direcciones opuestas en un anillo de 27 km de circunferencia, a energías sin precedentes. Esas altísimas densidades de energía permiten recrear, en una escala microscópica, las condiciones existentes unas pocas fracciones de segundo después del Big Bang. Así contribuye al entendimiento de cómo fue evolucionando hasta el presente", comenta María Teresa Dova, una física argentina que trabaja en el Gran Colisionador de Hadrones, construido en la frontera entre Francia y Suiza. Mientras la maquinaria científica intenta resolver el enigma, las teorías sobre cómo es el Cosmos siguen apareciendo como brotes de primavera.
Una de las más llamativas asegura que, en realidad, es como un Multiverso, un conglomerado de mini universos.
¿Se sabrá en algún momento cómo empezó todo?
"En la historia de la ciencia, cosas que parecían imposibles de entender resultaron ser relativamente sencillas. Por ejemplo, la estructura de los átomos. El Universo era mucho más sencillo de describir cuando tenía 1 segundo de existencia. Es posible que una vez que entendamos cómo describirlo, sea todavía más fácil", sentencia Juan Maldacena.
clarin.com

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