miércoles, 5 de enero de 2011

Manual de sobrevivencia contra los ataques de ira (ajena)

[Ira]
Por Elizabeth Bernstein
Melissa Hoistion estaba cenando recientemente con su marido y sus tres hijos en un restaurante en Nueva Jersey. Todo estuvo en calma hasta que el mesero desapareció por veinte minutos.
Su marido, Tom, comenzó a refunfuñar. Hoiston se preparó. "Oh oh, aquí viene", recuerda haber pensado.
"¡DISCULPE!", gritó a través de la sala a otro mesero. Luego salió echando chispas para quejarse al gerente. Cuando el primer camarero finalmente regresó a la mesa, su marido aulló. "¿Dónde diablos estuvo durante los últimos 45 minutos?", y continuó regañándolo hasta que el hombre se fue.
Las personas de otras mesas miraban. Hoiston, de 35 años y encargada de relaciones públicas en un centro de rehabilitación para alcohólicos y drogadictos, bajó la cabeza y se tapó la cara con las manos. En el auto, de vuelta a la casa, le dijo a su marido: "Odio cuando haces eso, arruinas la cena".
La gente está exhausta, estresada y preocupada por el dinero. Los ataques de rabia en tiendas, restaurantes y aeropuertos se han convertido en pan de cada día.
Sin embargo, tal como le podrá contar cualquier persona que alguna vez haya tenido un ser querido con un temperamento como para poner los pelos de punta, puede arruinarse mucho más que una cena cuando un adulto pierde el control en público. Joe James, un psicólogo de 50 años de Maryland, lo sabe bien. Recuerda la forma en que, hace años, cuando estaba a punto de graduarse, le hablaba bruscamente a los profesores, otros conductores en la carretera, amigos y familiares. Fue despedido de un empleo como técnico en reparación de computadoras por gritarle a sus subordinados durante 15 minutos seguidos. La novia con la que llevaba mucho tiempo decidió que estaba harta de tener que caminar con pies de plomo y lo dejó. Incluso su perro le tenía miedo."No era alguien con quien fuera agradable vivir", confiesa.
Los expertos están de acuerdo en que uno debería dejar una relación con una persona que es abusadora física o verbalmente. Pero de lo que se trata aquí es de ataques de furia públicos, parecidos a las rabietas de los niños pequeños.
Las personas se pueden enojar por muchas razones. Muchas están tan estresadas que cualquier incidente que suponga un mínimo disgusto las hace explotar.
"La furia es una reacción para protegerse de un daño percibido. Si está abrumado y algo aparece de la nada, lo va a sentir como una amenaza", explica James, que aprendió a controlar su temperamento y por eso se convirtió en un experto profesional en el manejo de la ira.
Mucha gente niega que se enfurece. Cuando lo hace, el centro emocional del cerebro adquiere una influencia mucho mayor que la parte que controla el pensamiento consciente. Y algunos expertos creen que cuanto más nos enojamos, es posible que nos demos menos cuenta de ello.
Entonces; ¿qué podemos hacer cuando alguien se enfurece? Los psicólogos están de acuerdo en la importancia de mantener la calma cuando la otra persona se enoja mucho. No se retire totalmente, pero limite lo que diga para validar los sentimientos de la otra persona, asegurándole que entiende las razones de su enojo, pero no su mala conducta.
"Es improbable que pueda mantener una conversación constructiva con alguien cuando está en la zona roja", apunta Susan Orenstein, una psicóloga de Carolina del Norte. "Pero pienso que es importante decir algo como: 'Realmente no puedo escucharte cuando estás lanzando cosas. Pero te escucharé con gusto cuanto te calmes", añade.
Luego de que todos se hayan calmado, explique a la persona las razones por las que su ira le hace pasar un mal rato. Pregúntele cómo le hizo sentir su ataque de furia y qué es lo que la provocó.
¿Está la persona preocupada por dinero, el trabajo, los niños? Trate de plantear preguntas abiertas para realmente captar qué está ocurriendo.
Quizás quiera sugerir ayuda profesional. Puede decir que le preocupa la forma en que su conducta está afectando la relación. Además, procure evitar las situaciones potencialmente explosivas. Viaje con otra persona, vaya de compras solo. Maneje su propio auto. Plantéese un ultimátum, pero sólo si está dispuesto a cumplirlo. "La gente siempre dice que quiere cambiar. Pero hasta que el precio de seguir actuando como siempre no sea más doloroso que el de cambiar, la gente es muy renuente a hacerlo", explica James.
wsj.com

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