OTTAWA.- Su charla iba bien hasta que algunos miembros del público se pusieron visiblemente inquietos. Se notó la impaciencia de las varias decenas de personas que escuchaban sentadas y unas pocas de pronto parecían enojadas; entonces, dos hombres comenzaron a hablar entre sí, ignorándolo por completo.
"Cuando vi eso, empecé a ir más despacio y luego dejé de hablar", dijo el orador, un empleado público de 47 años, de nombre Gary, que el año pasado había participado de un estudio inusual de tratamiento de la ansiedad social en la Universidad de Quebec.
La ansiedad le trepó por la garganta -"¿y si lo que digo no tiene sentido?, ¿qué pasa si me hacen preguntas que no puedo responder?"-, pero disminuyó cuando su terapeuta, observando desde atrás, le recordó que la reacción del público podría no tener nada que ver con él. Y si una pregunta lo dejaba sin respuesta, podía simplemente reconocerlo: nadie sabe todo.
Se tranquilizó, terminó la charla y el público pareció calmarse. Entonces se quitó el casco que había ayudado a crear la ilusión de que el público estaba realmente allí y que no se trataba sólo de figuras en una pantalla. "Creo que es una idea fantástica esto de vivir situaciones en las que uno sabe que lo peor no puede suceder -dijo-. Uno sabe que es algo controlado y gradual, y sin embargo de algún modo parece real."
Por más de una década, un puñado de terapeutas han estado usando ambientes virtuales para ayudar a la gente a superar fobias, como el miedo a las alturas o a los lugares públicos. Pero, ahora, avances en inteligencia artificial y modelos computacionales permiten abordar una gama más amplia de situaciones sociales complejas y entender cómo se ve afectada la gente por interacciones con humanos virtuales o al habitar sus propios avatares.
Los investigadores están poblando los mundos digitales con humanos autónomos virtuales que pueden evocar las mismas tensiones que se dan en encuentros de la vida real. La gente con ansiedad social se queda muda cuando un extraño virtual le hace preguntas. Los bebedores sienten fuerte impulso de pedir un trago a un barman virtual, mientras que los jugadores se ven atraídos por sentarse y unirse a un grupo que juega con tragamonedas virtuales. Y los terapeutas pueden aconsejar a los pacientes en el momento mismo que sienten esas sensaciones.
En una serie de experimentos, investigadores han demostrado que la gente internaliza estas experiencias virtuales y sus respuestas a ellas, con efectos que se continúan en la vida real.
Este campo naciente, llamado ciberterapia, ahora tiene conferencias anuales y un número creciente de seguidores, incluyendo terapeutas, investigadores y otros, a nivel internacional, interesados en mejorar la conducta a través del uso de simulaciones. Las Fuerzas Armadas canadienses han invertido fuertemente en investigaciones de realidad virtual; lo mismo sucede con el ejército de los Estados Unidos, que ha estado gastando unos 4 millones de dólares anuales en programas con agentes generados por computadora para entrenar oficiales y tratar reacciones de estrés postraumático. La tendencia ya ha generado unos cuantos críticos que, junto con los beneficios, ven posibles aspectos negativos. "Aunque este enfoque funcione, habrá efectos secundarios que no podemos anticipar", dijo Jaron Lanier, un científico computacional y autor de You Are Not a Gadget: A Manifesto (Usted no es un aparato: un manifiesto, Knopf, 2010). "Y en algunos escenarios me preocuparía que se hiciera un reduccionismo: definir lo que es normal basado en lo que podemos modelar en ambientes virtuales."
Pero la mayoría de los investigadores dice que la terapia virtual es y seguirá siendo nada más que una herramienta del terapeuta, a ser usada cuando parece efectiva. "Hay una desconfianza real y comprensible respecto de que la tecnología se use como un atajo para reemplazar la buena capacidad clínica -dice Albert Rizzo, psicólogo de la Universidad del Sur de California (USC)-. Pero creo que en el fondo la mayoría de los terapeutas querrían cualquier herramienta que pueda ayudarlos a hacer su trabajo, y estarán abiertos a utilizar enfoques virtuales."
Otro tipo de sesión
"Mis capacidades son algo limitadas -dice una voz femenina-; por ejemplo, puedo hablar y escuchar lo que usted dice, pero no puedo hacer actividad física." En una oficina del Instituto para las Tecnologías Creativas de la Universidad del Sur de California, una mujer virtual, de nombre Angelina, se dirige a una estudiante del college desde la pantalla de una computadora.
Angelina parece de unos 30 años, es bonita, tiene una figura atlética y un rostro abierto e inteligente, enmarcado por pelo negro corto. Sus ojos y su expresión, guiados por cámaras de video y micrófonos, se mantienen sincronizados con los de la estudiante, como sucedería con una terapeuta empática. "¿Qué cosas no le gustan de usted misma?", pregunta la voz.
La estudiante se traba por un instante. "Bueno -dice en un video del intercambio-, no me gusta que en situaciones de relacionamiento social puedo ser muy callada. A veces a la gente le parece una descortesía, pero simplemente estoy callada."
Angelina asiente, comprensiva, y luego hace otra pregunta, respecto de lo que más teme la estudiante.
Interactuar con un personaje virtual programado para ser sensible socialmente de este modo es extrañamente liberador. En un estudio reciente utilizando esta confidente virtual, investigadores de la universidad han descubierto que Angelina logra que la gente haga lo primero que es crucial en cualquier terapia: que hable de sí misma. El estudio permitió ver que gente con ansiedad social habló más de sus fallas, temores y fantasías personales a figuras virtuales que a terapeutas en videoentrevistas.
Una vez que la gente se encuentra en tratamiento, los terapeutas pueden usar la tecnología virtual para simular situaciones amenazantes y guiar a los pacientes a través de ellas, gradualmente, calibrando la intensidad de la experiencia.
Por ejemplo, en sesiones persona a persona para abordar ansiedades o fobias, los terapeutas pueden hacer que los pacientes hagan cosas imaginariamente, como pensar en una experiencia temida -digamos, una fiesta en la terraza de un edificio para una persona que teme a las alturas- al mismo tiempo que elaboran las reacciones físicas del recuerdo en el consultorio. Los pacientes practican luego las mismas técnicas desarrolladas en la terapia en el mundo real, aumentando gradualmente su exposición, empezando con alturas modestas, por ejemplo, y subiendo a partir de allí.
Utilizando ambientes virtuales, los terapeutas pueden realizar todo este ejercicio en sus consultorios. En el Centro Médico de Realidad Virtual de San Diego, los psicólogos han tratado cientos de pacientes usando exposición virtual gradual, para estrés postraumático y agorafobia, entre otras ansiedades. En USC, Rizzo ha diseñado un programa específico para veteranos de la guerra de Irak. "Ni siquiera hace falta que las figuras sean demasiado realistas como para evocar reacciones", dice Stéphane Bouchard, psicólogo que dirige el programa de ciberterapia de la Universidad de Quebec en Ottawa. "Las personas con ansiedad social, por ejemplo, se sentirán juzgadas por humanos virtuales que simplemente las miran."
Mi Avatar, yo mismo
En un experimento reciente, Jeremy Bailenson, director del Laboratorio de Interacción Virtual Humana de Stanford y el doctor Nick Yee, del Centro de Investigaciones de Palo Alto, hicieron que 50 estudiantes del college ingresaran en un medio virtual y adquirieran un cuerpo virtual, un avatar. Cada estudiante participó entonces en un juego de negociación con un miembro del equipo experimental, que fue presentado como otro estudiante. Los avatares no fueron creados todos iguales. Algunos eran unos 10 cm más altos que sus contrapartes humanas y otros eran 10 cm más bajos. Los participantes no advirtieron esta alteración, pero los que aparecían como más altos negociaron en el juego virtual de modo mucho más agresivo que los que aparecían más bajos. Un estudio posterior dirigido por Yee permitió descubrir que este efecto se continuaba en las negociaciones cara a cara, cuando los estudiantes se quitaban los cascos virtuales. Los autores sostienen que los participantes de hecho internalizaron psicológicamente su experiencia virtual. Concluyeron que "lo que aprendemos en un cuerpo se comparte en otros cuerpos que habitamos, sean virtuales o físicos".
Con estas herramientas, cualquiera podría ensayar la danza de la interacción social, tropezando sin consecuencias, hasta que los pasos parezcan bastante correctos. "Lo bueno de esto -asegura Gary, el empleado público, refiriéndose a su propia terapia virtual- es que uno puede hacer lo que quiera y ver lo que sucede. Uno puede practicar."
Por Benedict Carey (NYT)
Traducción: Gabriel Zadunaisky
SIMULACIONES QUE CURAN
Por Juan Manuel Bulacio
Por Juan Manuel Bulacio
La tecnología es un conjunto de conocimientos técnicos al servicio de las necesidades humanas. Como tal, sirve para la adaptación al medio. Si bien está al servicio del hombre, muchas veces ha traído dificultades por su uso indebido. En los últimos tiempos, la aceleración tecnológica ha permitido notables avances en diversos campos, tales como la medicina, las comunicaciones y la industria en general. Sin embargo, también ha derivado en consecuencias no deseadas a las que aún no se ha prestado la suficiente atención, como el llamado tecnoestrés.
En el campo de la psicología ha comenzado a utilizarse con grandes perspectivas para la simulación de situaciones de la vida real, especialmente en las fobias específicas y otros trastornos de ansiedad, así como para terapias virtuales en general.
Los tratamientos se valen, muchas veces, de simulaciones mentales de situaciones temidas, como un paso previo a la exposición real a ellas y a su resignificación. La tecnología de simulación permite acortar mucho los tiempos y hacer más precisa esa práctica, al tiempo que puede ser evaluada y ajustada por el terapeuta dentro de la misma sesión. Por eso, son de gran utilidad si se realizan en un marco clínico adecuado que incluya un correcto diagnóstico y selección de los recursos en función de las características específicas de cada cultura y paciente. En nuestra sociedad, en general se busca en la terapia un marco de interacción humana y objetivos más generales y variados. Por eso, el recurso tecnológico debe integrarse con el recurso humano ejercido por el terapeuta. En la Argentina ya existen algunos tratamientos para fobias, especialmente el temor a volar, que utilizan simulaciones virtuales. También están comenzando terapias virtuales, informalmente, pero aún no se utilizan mucho por las características culturales mencionadas anteriormente. Sin embargo, con pacientes ya conocidos o en situaciones particulares su uso se va extendiendo. La definición conjunta de los objetivos asegura el marco ético, el servicio al paciente y la prevención de manipulaciones.
En definitiva, un adecuado uso de la tecnología en terapia permite resultados más rápidos y duraderos, y amplía notablemente los recursos disponibles para el terapeuta.
Médico psiquiatra. Presidente de la Fundación ICCAp (Fundación de Investigación de Ciencias Cognitivas Aplicadas).
www.fundacioniccap.org.ar
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lanacion.com
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