Tornillo, lavarropa, desenrrosco!”. No se trata de un acertijo. La profesora de salsa Gabriela Cano pronuncia estas palabras y sus alumnos se mueven. Lo llamativo, sin embargo, no son ni la música ni el baile ni los espejos, sino la cantidad de hombres que participan de la clase, un número que por momentos supera al de mujeres.
El baile, como mostraba la remake de la película ¿Bailamos? , en la que Richard Gere le ocultaba a su esposa las clases que tomaba, ya no es una pasión sólo femenina. Inspirados por programas como Bailando por un sueño , motivados por los kilos de más o convencidos de que es útil para el “levante”, los hombres se están adueñando de los salones de gimnasios, academias y boliches. “Cada vez hay más hombres que se animan. Vienen solos o con sus mujeres y no tienen vergüenza. Cruzan la barrera cuando pierden los prejuicios, cuando se dan cuenta de que el que baila no dejó de ser macho”, cuenta Nicolás Catavorello, profesor de ritmos latinos hace 9 años.
Según un relevamiento de Clarín , al menos 1 de cada 5 alumnos es hombre. “Yo soy uno de los valientes”, cuenta Sergio Ricci (45), que empezó a tomar clases porque “el que sabe bailar gana más”. No es casual, claro, que más allá de los motivos que incentivan a los hombres a mover el esqueleto, los ritmos más elegidos sean aquellos que se bailan en pareja, como la salsa y el tango. En el caso de este último, quizá sea el que se predisponga más que otros géneros hacia la conquista: la elegancia y la sensualidad son su marca indeleble. Lautaro Peyrelongue (24) lo explica: “Bailar tango es increíble. Se trata de otra interacción con la mujer, algo muy íntimo. Es bailar, pero abrazado a alguien”.
¿Qué opinan ellas? La opinión más generalizada señala que hombre que baila tiene un ‘plus’ que atrae a las mujeres. “ Un hombre que sabe bailar es más atractivo y seductor . Yo veo un hombre bailando y me llama la atención”, señala Cynthia Dioca, que toma clases de salsa.
La sexóloga Adriana Arias considera que el baile, además, contribuye a la relación de pareja. “Cuando uno baila –dice– se erotiza con el cuerpo. Además, alguien que está más vinculado con su cuerpo tiene más seguridad, más recursos para afrontar el cortejo ”.
Quizá sea ésa una de las razones por las que, a pesar de las dificultades en las primeras clases, los más pacientes apuestan a un aprendizaje a largo plazo. “Hay que desarrollar el oído para entender el ritmo, saber cuándo entrar, cuándo dar un paso, cuándo detenerse o cuándo meter un giro”, enumera Agustín Baretto, que empezó tango hace casi un año.
Por eso, más allá de los motivos que lo acerquen a uno a la pista, y sin importar el ritmo que se elija, parece que la era de las ‘gastadas’ hacia los que se animan a bailar está comenzando su fin, y ellos, definitivamente, lo están empezando a asumir.
clarin.com
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