La mente vuelve al pasado y recupera momentos de discusiones, culpas y recriminaciones. Pasa al futuro y se preocupa por lo que le falta o por lo que puede perderse, y se enreda en pensamientos negativos. Hasta que se toman clases de meditación y todo empieza a cambiar. La mente puede aquietarse y mantenerse en el presente, un logro simple pero con tantos beneficios para la salud que más argentinos están dispuestos a conseguir. En los principales centros donde se enseña a meditar en la Argentina se han triplicado los asistentes durante los últimos cinco años.
Se trata de una práctica simple y milenaria, que fue desarrollada en Asia a través de diferentes técnicas y que ahora gana legitimación dentro de la comunidad científica y médica. Se han realizado más de 2.000 estudios que evalúan en algún aspecto la práctica de meditación, tanto para personas sanas como para las que sufren algún tipo de enfermedad. Y los resultados son favorables a la práctica. Por empezar, no tiene efectos colaterales y permite obtener una perspectiva diferente frente a situaciones estresantes y reducir emociones negativas.
“A través de la meditación, ya está comprobado que se producen cambios en las conexiones neuronales del cerebro, y hay modificaciones notables en la concentración, la memoria y el sueño”, cuenta Alejandro Chaoul, argentino, doctor en religiones tibetanas y profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Texas, en los Estados Unidos. Este especialista también trabaja con los beneficios de la meditación para los pacientes con cáncer. “En pacientes oncológicos encontramos que la meditación mejora su calidad de vida y la adherencia al tratamiento convencional”.
Aunque un paciente generalmente espera que los médicos le receten fármacos, ya hay profesionales que aconsejan también la meditación como complemento de los tratamientos para desórdenes como alergias, trastornos de ansiedad, depresión, fatiga crónica, enfermedad cardíaca, hipertensión, dolor crónico, obesidad problemas del sueño y drogadicción. “Se está utilizando para las personas con psoriasis y con esclerosis múltiple, entre otras patologías. En esos casos, la mejoría se nota en la aceptación de la enfermedad, la adaptación para funcionar en su verdad cotidiana y el estado de ánimo de los pacientes”, agrega Fernando Torrente, jefe de psicoterapia del Instituto de Neurología Cognitiva. La meditación ayuda a convivir con la enfermedad. Y al que no está enfermo, lo auxilia para desacelerarse frente al ritmo frenético de la sociedad actual.
Además de las clases en los centros privados, la meditación tiene espacio en hospitales públicos como el Hospital Presidente Perón de Avellaneda y en lugares públicos. Por ejemplo, el encuentro “América Medita”, organizado por la Fundación El arte de vivir, contó con 17.370 personas en 44 ciudades argentinas en octubre pasado. “Es increíble la cantidad de personas que se anotan para nuestro campo de verano en Córdoba, que consiste en un retiro para meditar”, cuenta Toshiro Yamauchi, de la Asociación Zen de América Latina. El lunes y martes pasado, en el conocido parador CR de Pinamar, se realizó una meditación masiva, con muchísima concurrencia.
¿Por qué gana seguidores? “Nada está garantizado, ni con seguros ni cajas fuertes”, responde Moira Lowe, de la coordinación de Universidad Espiritual Mundial Brahma Kumaris. “Con la meditación, el alma se aquieta y, frente a situaciones de peligro, se pueden tomar buenas decisiones. No es poner la mente en blanco, sino calmarse para sentirse seguro”.
El origen
La meditación tiene origen en Asia. Diferentes culturas la desarrollaron a través de distintas técnicas desde hace más de 2.000 años. En la tradición del Tíbet, se habla de 84 mil técnicas, cada una efectiva para sobreponerse al apego, confusión, celos, orgullo e ira. Uno de los símbolos es el Om (imagen): se usa como un sonido para calmar y enfocar la mente, explica Alejandro Chaoul.
clarin.com
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