La avenida Arce, frente a la gigantesca embajada de Estados Unidos –más imponente que el propio Palacio de Gobierno– se tiñó del penetrante olor a la “hoja sagrada de los Incas” . Decenas de productores de coca e indígenas andinos desplegaron en plena calle sus mantas llenas de hojas secas y las mascaron como protesta por la decisión de Estados Unidos de rechazar la legalización del acullico (mascado) de la coca en las Naciones Unidas. Por todo el país se organizaron grupos de acullicadores para sensibilizar al mundo –y especialmente a la ONU– de las bondades de la hoja verde y pedir la despenalización del mascado el próximo 31 de enero.
La embajada estadounidense explicó en una declaración que reconoce la milenaria cultura del acullicu en Bolivia pero se opone a la enmienda debido a “la importancia de mantener la integridad de la Convención de 1961, que constituye una herramienta importante para la lucha mundial contra el narcotráfico”.
“La coca no es cocaína”, respondieron los campesinos. Pero la hoja en estado natural está incluida en una lista de sustancias prohibidas por la ONU, al igual que su masticación, cuya práctica el gobierno boliviano intenta con pocas chances despenalizar.
Entretanto, el canciller David Choquehuanca enfatizó que la DEA (agencia antinarcóticos de EE.UU. expulsada por Evo Morales en 2008) “no vuelve a Bolivia, así de claro y conciso”.
Luego de que asumió el presidente Morales sigue presidiendo las Seis Federaciones (cocaleras) del Trópico de Cochabamba e hizo de la defensa de la coca una de sus banderas en el camino a la presidencia.
Los acullicus colectivos se repitieron en Oruro, Potosí, Cochabamba y otras zonas del país, donde la migración interna llevó la coca desde los Andes, como Tarija y Santa Cruz, además de embajadas bolivianas en el exterior.
clarin.com
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