Por Nancy Keates
A los niños que todavía reciben visitas del ratoncito Pérez les están poniendo frenillos.
En Estados Unidos, la cantidad de niños de 17 años o menos que está recibiendo tratamientos de ortodoncia ha crecido 46% en los últimos 10 años hasta llegar a 3,8 millones en 2008, segun la Asociación Estadounidense de Ortodoncistas.
La esperanza de los padres es que cuanto antes empiecen con el tratamiento del niño —esto es, antes de que le salgan todos los dientes definitivos—, menor será el que necesite posteriormente. Aunque esto es cierto en algunos casos, de lo que muchos padres parecen no darse cuenta es que para los problemas de ortodoncia más comunes, los tratamientos desde temprana edad no ofrecen garantías de poder evitar una segunda ronda de intervenciones en la adolescencia, por lo que es posible que no ahorren tanto tiempo ni dinero como esperan.
Algunos padres recuerdan sus propios años de la adolescencia con la boca llena de hierros y quieren ahorrarles a sus hijos esa angustia. "Esperamos que le permita salvarse de toneladas de frenillos más adelante", dice Janice Slonecker Berman, una ejecutiva de Oregón, a cuya hija de 8 años, Bailey, le pusieron en agosto frenillos sobre seis dientes superiores para corregir un diente delantero torcido. El tratamiento de Bailey costó US$900.
Hasta hace poco, los frenillos para una niña de 8 años eran algo prácticamente inaudito. "Quince años atrás, no se veían niños (con frenillos) hasta que eran adolescentes", apunta Lee W. Graber, presidente de la Asociación de Ortodoncistas. "No sabíamos lo benéfica que podía ser una guía temprana", agrega. La eficiencia de los tratamientos tempranos de ortodoncia es un tema muy estudiado en países con fuertes servicios de salud pública, especialmente en Escandinavia, dice Cameron Jolley, un ortodoncista de Texas.
Esta clase de tratamientos primerizos tiene sentido para ciertos problemas, como una mandíbula inferior adelantada o un arco superior angosto, que son más fáciles de corregir cuando los huesos todavía están creciendo. Tratar a pacientes de 7 u 8 años con un "expandidor palatal" ensancha la mandíbula superior, de forma que los dientes superiores se alinean mejor con los de abajo. Esto podría suavizar la segunda ronda de tratamiento, cuando el paciente es adolescente.
Para una de las condiciones más comunes —la denominada maloclusión de clase 2, comúnmente conocida como una 'sobremordida' o 'dientes de conejo'—, los estudios sugieren que no hay beneficios significativos en un tratamiento temprano. Comenzar un tratamiento a edad temprana para este problema normalmente implica una segunda fase, sin garantías de que vaya a ser más fácil gracias a la intervención previa. Hacerle frente desde el principio a esta condición también suele traducirse en más tiempo de tratamiento y una factura más cara al final.
Factores psicológicos
Desde 1990, tres estudios al azar (en la Universidad de Florida, con 261 niños; en la Universidad de Carolina del Norte, con 166; y en la Universidad de Manchester, Reino Unido, con 174) demostraron que tratar las maloclusiones de clase 2 cuando el paciente todavía es pequeño es menos eficiente que comenzar cuando es adolescente.
Los ortodoncistas suelen sugerir las intervenciones tempranas solamente cuando piensan que beneficiarán al paciente, dice Gregory King, profesor de ortodoncia en la Universidad de Washington, en Seattle. Aun así, se puede argumentar que algunos de estos tratamientos son opcionales y no obligatorios. "Tengo la impresión general de que se hace más de lo que es necesario", admite.
Para los padres, la parte complicada es determinar cuándo vale la pena un tratamiento así y cuándo representa una pérdida de tiempo y dinero. A veces intervienen factores psicológicos para apresurarse a corregir dientes torcidos o de conejo, sobre todo cuando el niño es el blanco constante de burlas o existe la preocupación de que se golpee uno de los dientes y se caiga.
Kate Heald, una madre de 39 años de Massachusetts, se sorprendió cuando el ortodoncista dijo que su hija Rose, que entonces tenía 7 años, debía ponerse frenillos. "No hemos visto a ningún niño de segundo grado con frenillos en el colegio", dice Heald. Rose tenía problemas de espacio y una sobremordida.
Tras llevar los frenillos durante tres días, sus dientes empezaron a verse mejor, recuerda Heald. Tras 10 meses, incluyendo un fijador semi-permanente, y a un costo de US$3.500, la madre dice que los dientes de su hija están perfectamente alineados. Sin embargo, el ortodoncista cree que la niña probablemente necesitará volver a llevar frenillos cuando sea adolescente. "Quieres que tengan una bonita sonrisa, pero parece una locura que (los ortodoncistas) los hagan pasar por esto dos veces", lamenta Heald.
Los ortodoncistas dicen que sienten la presión de intervenir pronto, tanto por parte de los padres como de los niños. "No estamos tratando de aprovecharnos", dice Cynthia Beeman, profesora asociada de ortodoncia en la Universidad de Kentucky.
wsj.com
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