Las mujeres están más infelices, le dije a un amigo.
"¿Cómo sabes? -me contestó-. Si lo único que hacen siempre es lloriquear."
¿Por qué estamos más infelices? Persistí.
"Porque les importa lo que pasa -respondió, simulando una mueca de desprecio-. Ustedes tienen sentimientos."
Ah, era eso.
A comienzos de los setenta, al salir del capullo hogareño, dejar la vida circunscripta de sus madres, las jóvenes se sentían excitadas y audaces.
Pero cuanto más han logrado las mujeres tanto más parecen llenarse de penas. ¿La revolución feminista terminó beneficiando más a los hombres que a las mujeres?
Según la Encuesta Social General, que viene siguiendo los estados de ánimo de los estadounidenses desde 1972, y otros cinco estudios importantes de distintas partes del mundo, las mujeres se sienten cada vez más deprimidas y los hombres, cada vez más felices.
Antes de los setenta había una brecha de género en Estados Unidos en la que las mujeres sentían mayor bienestar. Ahora hay una brecha de género por la que los hombres se sienten mejor con su vida. Como señala Arianna Huffington en un texto publicado en su blog, titulado La triste y shockeante verdad acerca de cómo se están sintiendo las mujeres: "No importa cuál sea su estatus marital, cuánto ganen, su origen étnico, el país en que vivan o si tienen o no chicos, las mujeres del mundo están mal" (la única excepción son las mujeres negras en Estados Unidos, que están un poco más contentas que en 1972, pero de todos modos no están tan contentas como los hombres negros).
Marcus Buckingham, ex encuestador de Gallup que publicó un nuevo libro, llamado Find Your Strongest Life: What the Happiest and Most Successful Women do Differently ("Encuentre su mejor vida: qué hacen diferente las mujeres más felices y más exitosas") dice que los hombres y las mujeres se pasaron unos a otros en el punto medio del gráfico de sus vidas.
"Si bien las mujeres comienzan su vida sintiéndose más realizadas que los hombres, al envejecer se vuelven gradualmente menos felices", escribe Buckingham en su nuevo blog, The Huffington Post, y señala que esta visión más negativa incluye los sentimientos respecto del matrimonio, el dinero y los bienes materiales. "Los hombres, en cambio, se sienten más felices al envejecer." Buckingham y otros expertos cuestionan la idea de que la diferencia se debe a que las mujeres llevan una carga mayor del trabajo en el hogar, el "segundo trabajo". Dice que, aunque las mujeres aún cocinan, limpian y atienden a los niños más que el hombre de la casa, la tendencia es hacia la paridad, lo que debería hacer que estuvieran menos estresadas. Cuando las mujeres se introdujeron en ámbitos dominados por el hombre, se impusieron más demandas y tensiones. Si en un tiempo se juzgaban por su apariencia, sus niños, su marido, su jardín y sus cenas, ahora lo hacen por todo eso y, además, por sus estudios de posgrado, su trabajo, el cumplimiento de los plazos en la oficina y por hacer funcionar un matrimonio con dos carreras.
"Decidir, por definición, genera estrés -dijo Buckingham en una entrevista-. Y las mujeres se están volviendo locas con tantas decisiones que tomar."
Un área de extrema tensión es la de los hijos. "De todos los datos sobre felicidad, el que aparece como el que más infelicidad genera en la vida es el de los hijos", dijo Betsey Stevenson, profesora adjunta de Wharton y coautora de un trabajo titulado The Paradox of Declining Female Happiness ("La paradoja de la felicidad femenina en declinación"). "Es verdad, sea rica o pobre, tenga hijos de joven o más tarde. Y sin embargo conozco muy poca gente que me diga que desearía no haber tenido hijos o que siente que sus hijos fueron los que destruyeron su felicidad."
Cuantas más cosas importantes tienen en su vida, tanta menos atención pueden dedicar las mujeres a cada una de ellas.
A esto hay que agregar el hecho de que son más complicadas hormonalmente y más vulnerables biológicamente que los hombres. Y se exigen mucho más que ellos. Tienden a vincularse más fuertemente con otras personas, castigarse más duramente cuando pierden vínculos, encarar las cosas de modo más personal en el trabajo y tomar muchos más antidepresivos.
"Las mujeres tienen vidas que se vuelven cada vez más vacías -dijo Buckingham-. Hacen más y sienten menos."
Otra cosa difícil de asimilar: los Estados Unidos están más obsesionados que nunca con la juventud y la apariencia, con un conjunto de procedimientos cosméticos costosos que permiten a la mujer ser su propia Barbie frankensteiniana.
Los hombres pueden envejecer de modo atractivo, mientras que se espera que las mujeres parezcan de veinte y actualizadas a los sesenta.
Buckingham dice que la mayor prosperidad ha hecho más felices a los hombres. Y además ya no son los únicos responsables de sostener las finanzas familiares, ni tienen la presión de que las mujeres dependan totalmente de ellos.
A los hombres también tiende a irles mejor en términos de relaciones afectivas con el paso del tiempo. Hay más viudas que viudos, y a los hombres les resulta más fácil conseguir parejas más jóvenes.
Stevenson mira el lado bueno de esta tendencia negativa, sugiriendo que la felicidad no es la cuestión. Somos felices de tener esta nueva abundancia de opciones, señala, aunque las opciones terminen por hacernos más infelices.
Eso sí que es una paradoja.
Por Maureen Dowd (The New York Times)
"¿Cómo sabes? -me contestó-. Si lo único que hacen siempre es lloriquear."
¿Por qué estamos más infelices? Persistí.
"Porque les importa lo que pasa -respondió, simulando una mueca de desprecio-. Ustedes tienen sentimientos."
Ah, era eso.
A comienzos de los setenta, al salir del capullo hogareño, dejar la vida circunscripta de sus madres, las jóvenes se sentían excitadas y audaces.
Pero cuanto más han logrado las mujeres tanto más parecen llenarse de penas. ¿La revolución feminista terminó beneficiando más a los hombres que a las mujeres?
Según la Encuesta Social General, que viene siguiendo los estados de ánimo de los estadounidenses desde 1972, y otros cinco estudios importantes de distintas partes del mundo, las mujeres se sienten cada vez más deprimidas y los hombres, cada vez más felices.
Antes de los setenta había una brecha de género en Estados Unidos en la que las mujeres sentían mayor bienestar. Ahora hay una brecha de género por la que los hombres se sienten mejor con su vida. Como señala Arianna Huffington en un texto publicado en su blog, titulado La triste y shockeante verdad acerca de cómo se están sintiendo las mujeres: "No importa cuál sea su estatus marital, cuánto ganen, su origen étnico, el país en que vivan o si tienen o no chicos, las mujeres del mundo están mal" (la única excepción son las mujeres negras en Estados Unidos, que están un poco más contentas que en 1972, pero de todos modos no están tan contentas como los hombres negros).
Marcus Buckingham, ex encuestador de Gallup que publicó un nuevo libro, llamado Find Your Strongest Life: What the Happiest and Most Successful Women do Differently ("Encuentre su mejor vida: qué hacen diferente las mujeres más felices y más exitosas") dice que los hombres y las mujeres se pasaron unos a otros en el punto medio del gráfico de sus vidas.
"Si bien las mujeres comienzan su vida sintiéndose más realizadas que los hombres, al envejecer se vuelven gradualmente menos felices", escribe Buckingham en su nuevo blog, The Huffington Post, y señala que esta visión más negativa incluye los sentimientos respecto del matrimonio, el dinero y los bienes materiales. "Los hombres, en cambio, se sienten más felices al envejecer." Buckingham y otros expertos cuestionan la idea de que la diferencia se debe a que las mujeres llevan una carga mayor del trabajo en el hogar, el "segundo trabajo". Dice que, aunque las mujeres aún cocinan, limpian y atienden a los niños más que el hombre de la casa, la tendencia es hacia la paridad, lo que debería hacer que estuvieran menos estresadas. Cuando las mujeres se introdujeron en ámbitos dominados por el hombre, se impusieron más demandas y tensiones. Si en un tiempo se juzgaban por su apariencia, sus niños, su marido, su jardín y sus cenas, ahora lo hacen por todo eso y, además, por sus estudios de posgrado, su trabajo, el cumplimiento de los plazos en la oficina y por hacer funcionar un matrimonio con dos carreras.
"Decidir, por definición, genera estrés -dijo Buckingham en una entrevista-. Y las mujeres se están volviendo locas con tantas decisiones que tomar."
Un área de extrema tensión es la de los hijos. "De todos los datos sobre felicidad, el que aparece como el que más infelicidad genera en la vida es el de los hijos", dijo Betsey Stevenson, profesora adjunta de Wharton y coautora de un trabajo titulado The Paradox of Declining Female Happiness ("La paradoja de la felicidad femenina en declinación"). "Es verdad, sea rica o pobre, tenga hijos de joven o más tarde. Y sin embargo conozco muy poca gente que me diga que desearía no haber tenido hijos o que siente que sus hijos fueron los que destruyeron su felicidad."
Cuantas más cosas importantes tienen en su vida, tanta menos atención pueden dedicar las mujeres a cada una de ellas.
A esto hay que agregar el hecho de que son más complicadas hormonalmente y más vulnerables biológicamente que los hombres. Y se exigen mucho más que ellos. Tienden a vincularse más fuertemente con otras personas, castigarse más duramente cuando pierden vínculos, encarar las cosas de modo más personal en el trabajo y tomar muchos más antidepresivos.
"Las mujeres tienen vidas que se vuelven cada vez más vacías -dijo Buckingham-. Hacen más y sienten menos."
Otra cosa difícil de asimilar: los Estados Unidos están más obsesionados que nunca con la juventud y la apariencia, con un conjunto de procedimientos cosméticos costosos que permiten a la mujer ser su propia Barbie frankensteiniana.
Los hombres pueden envejecer de modo atractivo, mientras que se espera que las mujeres parezcan de veinte y actualizadas a los sesenta.
Buckingham dice que la mayor prosperidad ha hecho más felices a los hombres. Y además ya no son los únicos responsables de sostener las finanzas familiares, ni tienen la presión de que las mujeres dependan totalmente de ellos.
A los hombres también tiende a irles mejor en términos de relaciones afectivas con el paso del tiempo. Hay más viudas que viudos, y a los hombres les resulta más fácil conseguir parejas más jóvenes.
Stevenson mira el lado bueno de esta tendencia negativa, sugiriendo que la felicidad no es la cuestión. Somos felices de tener esta nueva abundancia de opciones, señala, aunque las opciones terminen por hacernos más infelices.
Eso sí que es una paradoja.
Por Maureen Dowd (The New York Times)
Traducción de Gabriel Zadunaisky
lanacion.com
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