Fabiola Czubaj
LA NACION
La primera causa de discapacidad en la edad adulta está en niveles alarmantes en la Argentina: la cantidad anual de personas que sufren un accidente cerebrovascular (ACV) más que duplica, en forma proporcional, las cifras ya de por sí consideradas epidémicas en países con economías de similares características, como Brasil y Chile.
El promedio local de infartos cerebrales, que demandan atención inmediata para reducir el riesgo de muerte o de discapacidad, es de 130.000 casos por año, según estima la Sociedad Neurológica Argentina (SNA). En tanto, una revisión de los 56 estudios epidemiológicos más serios publicados hasta ahora revela que, de acuerdo con los valores de incidencia de aquellos dos países, aquí deberían registrarse alrededor de 50.000 ACV.
Un equipo de neurólogos de las universidades de Oxford (Reino Unido) y Auckland (Nueva Zelanda) afirmó en la revista The Lancet Neurology que esa cantidad de ACV ya representa un aumento del ciento por ciento de los infartos cerebrales en los últimos cuarenta años con respecto de los países desarrollados.
El trabajo demuestra también que en estos países los infartos cerebrales disminuyeron 40% desde 1970, que es el año a partir del que se realizó la revisión. "Por primera vez, los países con economías menos saludables están superando por más del 20%, en términos de incidencia de ACV, a las economías más prósperas, donde el éxito de la reducción de los ataques se debe a la implementación de políticas de prevención para mitigar los efectos de los factores de riesgo de mayor impacto en la enfermedad cardiovascular", comentó a LA NACION el doctor Luciano Sposato, director del Centro de Stroke del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro.
En la Argentina, las cifras se explicarían por el aumento de otros males que inducen el infarto cerebral, como la aterosclerosis, la hipertensión y la diabetes. "No cabe duda de la evolución positiva que tuvo en estos años la atención médica en los países menos desarrollados, tanto en lo tecnológico como en el número de profesionales de la salud -agregó-. Pero existiría como una respuesta tardía o insuficiente de las políticas de salud a los cambios en las costumbres y en los estilos de vida que llevan a la proliferación descontrolada de los factores de riesgo."
Junto con los doctores Guadalupe Bruera y Tomás Sánchez Coleman, los tres integrantes de la SNA dieron una conferencia de prensa con motivo de conmemorarse este jueves el Día Mundial del Accidente Cerebrovascular ( www.ataquecerebral.org.ar ). Los expertos coincidieron en apuntar también al sedentarismo, el tabaquismo, la obesidad y el colesterol alto como las principales causas tratables que influyen en la aparición de los dos tipos de infartos cerebrales más comunes: el isquémico y el hemorrágico.
Ambos -el isquémico, por un coágulo que produce una obstrucción en un vaso, y el hemorrágico, por una rotura vascular- provocan el debilitamiento o la muerte de las neuronas, que no reciben el oxígeno que transporta la sangre. "Ocho de cada diez ACV que se producen en el país son isquémicos y dos de cada diez, hemorrágicos. Según el sitio en el cerebro donde se produzca la lesión, serán los síntomas y las secuelas que pueda dejar", explicó Sposato, que dirige el Registro Nacional de Ataques Cerebrales (Renacer) de la SNA.
La clave para reconocer los síntomas del también llamado stroke es que aparecen súbitamente, afectan la mitad del cuerpo y se vuelven muy intensos rápidamente. Los más frecuentes son la imposibilidad de hablar normalmente o de comprender lo que le dicen otros; la sensación de debilidad o adormecimiento en un brazo, una pierna o la mitad de la cara; la pérdida del equilibrio, y la anulación de la mitad de la visión.
El quinto síntoma es el menos frecuente, pero predice consecuencias más graves: es un dolor muy fuerte de cabeza, que los pacientes suelen definir como una explosión, a la que le sigue el resto de los síntomas. El 40% de esos pacientes llega sin vida al hospital.
Dado que, en general, por cada minuto que pasa durante un ACV mueren dos millones de neuronas, es imprescindible llamar inmediatamente al servicio de emergencias y concurrir al hospital dentro de las dos horas desde el inicio de los síntomas.
"Los pacientes no conocen los síntomas y, por eso, no consultan. Muchos llegan al consultorio dos o tres días después -dijo Bruera, neuróloga del hospital Eva Perón de Rosario-. También es muy importante saber que si los síntomas desaparecieron, ya que muchos los tienen por diez minutos, igual se debe consultar porque quizá sea un ataque isquémico transitorio, que aumenta el riesgo de un ACV."
Después de llamar al servicio de emergencias, entre las medidas que se pueden adoptar para asistir a una persona que está sufriendo un ataque cerebral son: evitar que se quede dormida; recostarla, de costado; tomarle la presión; no darle aspirina ni fármacos para bajarle la presión, y, si es diabética, medirle el azúcar en sangre. "Si la glucosa está muy baja y la persona está sentada y consciente, hay que darle algo con azúcar y controlar si se recupera, ya que la glucosa baja puede simular un ACV", explicó Sposato.
Un proyecto para mejorar la atención
La Sociedad Neurológica Argentina (SNA) presentó en la Cámara de Diputados un proyecto de ley para reducir la cantidad, la mortalidad y las secuelas que causan los más de 100.000 accidentes cerebrovasculares (ACV) que se registran año tras año.
"Teniendo en cuenta que, en nuestro país, se producen entre 130.000 y 190.000 ataques cerebrales por año, de los cuales el 30% causa la muerte [de los pacientes] en el primer mes, la SNA considera necesario tomar medidas concretas para prevenir el número de muertes y de discapacitados, y para disminuir el impacto económico que eso le genera al sistema de salud", señala un documento difundido a la prensa.
El proyecto prevé un sistema de atención similar al que funciona en Canadá, donde en diez años se redujo 20% la mortalidad y la incapacidad permanente por ACV. Para eso, se plantea crear una red de Centros Primarios de Ataque Cerebral, a los que el sistema de emergencias llevará a los pacientes. Allí, habrá médicos especializados y el equipamiento necesario para hacer rápido el diagnóstico y el tratamiento. Además, se hará prevención. Inicialmente, esos centros funcionarían en hospitales que cuenten con un tomógrafo.
"Los beneficiarios del programa serán aquellas personas que hayan sufrido o estén en riesgo de padecer un ataque cerebral y las instituciones de salud [obras sociales, prepagas] deberán atender en forma gratuita el tratamiento y la rehabilitación de sus afiliados", indica el texto.
Según el doctor Luciano Sposato, que viajó a Canadá para conocer el funcionamiento del sistema en Ontario, "lo que se haga en el hospital, repercutirá en los siguientes 10 años de vida del paciente".
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