martes, 3 de enero de 2012

Cómo vivir el nuevo año sin estrés


Días atrás leí algunos de los recientes consejos de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard para pensar en una vida más saludable y, en lo inmediato, planificar un año con el menor estrés posible. En pocas líneas, los expertos destacan: "tener una mente enfocada y actitud positiva".
Cuando hablan de "mente enfocada" hacen alusión a la importancia de saber seleccionar, jerarquizar y concentrarnos en una tarea a la vez. Este principio de planificación, donde prima la intención de hacer foco en el "aquí y ahora", nos ayudará, sin lugar a dudas, a reducir la ansiedad, regular el ánimo y conseguir mejores resultados en los que nos hayamos propuesto como objetivo.
"Objetivos", el eje central de la cuestión. Antes de arrancar la carrera por conquistar las metas previstas, no está de más revisar qué es lo que realmente pretendemos, en cuánto tiempo creemos que será posible lograrlo, con qué herramientas contamos y cuán propicio es el campo para que la eventual cosecha.
Esto corre tanto para los objetivos personales como para los planes que tienen para nosotros nuestra familia, el mercado laboral y cualquier otro grupo de pertenencia del que podamos formar parte.
Piensen por un momento cuántas veces pudimos habernos sentidos angustiados o "fracasados" por no haber logrado lo que, a lo mejor, era imposible por inalcanzable, porque realmente no era de nuestro interés, porque no estaban dadas las condiciones o, sencillamente, porque hay factores que nos exceden, entre tantas otras cuestiones posibles.
Cuánto podríamos reducir el estrés malo (hay una cuota de estrés necesaria para vivir) si aceptamos que no podemos tener o controlar todo lo que pretendemos, que hay cosas que son así y que, al menos, por el momento, no cambiarán; que, es muy probable, que estemos esperando de algunas personas o situaciones, "ciertas cosas" que no pueden darnos o no podemos compartir. Aceptar no es resignarse. Por el contrario.
Estas sugerencias para prever un año más saludable se sostienen en sobrados estudios científicos realizados en los últimos tiempos por los expertos en Psicología Positiva. Investigaciones sobre la felicidad, el bienestar, el optimismo, entre tantas otras virtudes y fortalezas, certifican que "una actitud positiva" promueven el cambio. Las emociones positivas facilitan los logros y, por sobre todas las cosas, son métodos preventivos que ayudan a reducir y/o evitar enfermedades cardíacas, tener control de la presión arterial, regular los estados de ánimo, estar más cerca del bienestar y prolongar los años de existencia con una mejor calidad de vida.
El año pasado, en "Planificar el año", nota de tapa del 2 de enero de La Nación Revista, me atreví con algunas "Claves para programar un año exitoso". Ante todo, más allá de que el orden universal haya consensuado que "el año empieza el 1 de enero", podemos tener nuestro propio inicio de año para el proyecto personal que queramos llevar adelante. A veces no es momento para consideras ciertas sugerencias, más allá de que lleguen con las mejores intenciones.
Algunas cuestiones para revisar de estas "claves" que pueden ayudarnos en esto de tener un año con índices de estrés más bajos:
Pensar en objetivos a corto plazo. Metas concretas, realmente necesarias, próximas, asequibles. Una vez que las hayamos alcanzado, avanzar e ir más allá, sin perder de vista los próximos pasos cortos a seguir (para poder llegar lejos o hasta donde se pueda).
Graduar el deseo y la motivación. Hacer de nuestros proyectos una verdadera obra de sinceridad y compromiso con nosotros mismos, establecer prioridades para poder llegar a la acción y no detenerse o quedarse enredado en la partida.
Evaluar las herramientas y recursos disponibles . Cuánto esfuerzo debo hacer para llegar a la meta, si tengo voluntad de hacerlo y sostenerlo, qué necesito, con qué cuento, cuáles son mis fortalezas y habilidades, qué debería aprender o modificar.
Sostener en el tiempo. Cuando el deseo es verdadero, ejercitar la voluntad sin exigirnos ni más ni menos de lo que verdaderamente se pueda hacer. Es bueno visualizar la meta y sus beneficios para sostener el desafío. Aprender a ser flexible. Tener capacidad de adaptación. Muchas veces se necesita más tiempo del previsto. Muchas otras veces, en el camino uno descubre que hay otras posibilidades, alternativas u opciones. Puede ocurrir que en la marcha resulte necesario redefinir el objetivo que nos trajo hasta acá.
Saber pedir ayuda. Siempre y cuando resulte necesario, según el objetivo o la meta, aceptar la colaboración de quien creamos que está capacitado para escucharnos, acompañarnos o tendernos una mano.
Tener confianza en uno mismo. Ejercitar los aspectos positivos. Todos tenemos habilidades y fortalezas.
Eduardo Chaktoura es psicólogo y periodista.
lanacion.com 

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