La resolución del escándalo de Andrew Wakefield -el doctor que con datos falsos e incurriendo en serios conflictos de intereses vinculó la vacuna de la triple vírica con el riesgo de desarrollar autismo, síndrome de Asperger o epilepsia- parecía que iba a servir de escarmiento a demás investigadores a la hora de realizar sus estudios de forma más rigurosa. Pero no ha ocurrido así. Un estudio revela que más de uno de cada 10 científicos o galenos británicos ha pillado a sus colegas haciendo trampa en las investigaciones.
El trabajo, que contó con la participación de 2.700 científicos, muestra también que el 6% de ellos es consciente de que en su institución se incurren en malas prácticas que no son investigadas y quedan impunes. Aunque lo cierto es que ellos mismos tampoco hacen nada para denuciar esos casos, por miedo a represalias.
"Los resultados indican que la mala conducta investigadora está muy presente en Reino Unido, por lo que es imprescindible encontrar mejores mecanismos para detectar estos fraudes", escribe Fiona Godlee, editora del 'British Medical Journal' (BMJ), la revista que publica los datos.
Cuando estalló el caso Wakefield, "se pensó que no era un problema británico sino un escándalo global, que se apagaría y ya está. Pero los resultados de este estudio muestran una historia distinta", dice Fiona. Si los fraudes científicos van a más, el país podría enfrentarse a otro escándalo similar. Los datos se presentarán en una reunión conjunta con el Comité de Publicación Ética (COPE), con el objetivo de encontrar un consenso entre instituciones e investigadores para reducir estas malas prácticas, mucho más extendidas de lo que se pensaba.
La situación, añaden tanto desde BMJ como desde COPE, perjudica a los pacientes. El claro ejemplo es el de Wakefield, que creó una corriente de pánico hacia las vacunas que, a pesar de haberse demostrado falsa la relación, todavía colea. "La ciencia y la medicina merecen ser mejores. No hacer nada al respecto no es una opción", concluye Fiona.
elmundo.es
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