martes, 24 de enero de 2012

Amores de verano: experiencia pasajera o inicio de una relación


Pablo (32) y Mariana (29) se conocieron hace dos veranos en Mar del Plata, donde habían ido de vacaciones cada uno junto a un grupo de amigos. Se vieron por primera vez en la playa, se sacaron fotos y, entre mate y mate, el sol se convirtió en testigo privilegiado de sus cómplices miradas. Esa noche fueron en grupo a bailar y comenzaron a escribir una historia de verano que perdura con el paso del tiempo y se agiganta con los proyectos de matrimonio y de formar una familia.
Esta historia podría tratarse de una excepción a la regla ya que, por lo general, los amores de verano se viven intensamente durante el período de descanso en donde predominan el relax, la diversión y las pocas ganas de comprometerse afectivamente, aunque la predisposición para conocer gente siempre está a la orden del día. Sin embargo, así como al iniciarse un año nuevo la mayoría de la gente planifica metas laborales o familiares, son muchos los solteros que se predisponen a no cerrar las puertas a enamorarse. Y ese romance a veces comienza como un amor en la playa.
“Están aquellos que desean un mismo compañero estable para todo el verano, alguien con quien compartir viajar, poder ir juntos a fiestas, ir de excursiones y a eventos. Pero también están los que sienten que han encontrado al amor de su vida en las vacaciones”, sugiere la licenciada en Psicología Patricia Feldman. Y agrega: “Pero es hacia el final de las vacaciones donde la realidad puede sorprender: la gente hace un balance de la relación, y algunos deciden que lo que fue en el verano no fue más que un flechazo pasajero. Sin embargo, hay también relaciones que se cuelan por las rendijas, que tienen potencial, y se decide continuar hasta ver a dónde lleva a pesar de todo. Muchas de estas relaciones sobreviven con el tiempo”.
Los amores de verano están favorecidos por el cambio de escenario, por el deseo de encontrar alguien para enamorarse, por el aumento de la vida social, de los espacios de ocio y recreación. Además, en este período las obligaciones se suelen dejar de lado, se disfruta más del presente sin proyectar a futuro, lo que favorece y alimenta la pasión y la intensidad de la que gozan estos vínculos.
“El amor de verano no tiene por qué ser algo pasajero y depende de cada uno de nosotros el cuidarlo y alimentarlo para mantenerlo. Fundamentalmente tenemos que adaptarnos a la nueva realidad con su escenario. Para muchos, ese amor vale la pena vivirlo, porque hay química, porque disfrutan de la compañía, porque se llevan bien y porque la comunicación es buena. Entonces llega la construcción de la relación y el anhelo de un vínculo estable”, sostiene la doctora Mónica Cruppi, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
¿De qué depende que esa relación prospere? “La cuestión fundamental es la intención con la que la gente empieza una relación de verano: si lo hace con la actitud de que se acabe ni bien termine febrero o apuesta a que prosiga. El rumbo de la relación depende mucho de cómo uno tome el verano y esto puede influir en qué tipo de relaciones tenderá uno a hacer en vacaciones. Si la relación prosperará o no dependerá de qué tan fuerte sea el vínculo”, responde Feldman.
Para que la relación prospere más allá de las vacaciones es importante, en primer lugar, estar abiertos a otorgarle una nueva oportunidad al amor aún en las vacaciones.
Una vez cristalizado el romance, explican los especialistas, es esencial que el vínculo se solidifique más allá del aspecto físico incorporando paseos, cenas, caminatas y principalmente charlas que permitan entrelazar lazos que apunten a fortalecer la comunicación y construyan una fuerte conexión entre ambos.
Consejos
Animarse a conocer a las personas, a iniciar el contacto con extraños.

Perder el miedo de amar: ser capaces de recibir amor, sentirse merecedores del amor comprometido de alguien por uno.

Desarrollar habilidades para la comunicación.

Soltar las viejas historias, las culpas o remordimientos.

Abandonar la hostilidad, la amargura y el resentimiento hacia los demás.

Atreverse a mostrarse vulnerable, ser cariñosos con los demás y hacerles saber al otro cuánto nos importa.

Arriesgarse a confiar en los demás y animarse a abrirse a los otros.
clarin.com

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