domingo, 4 de diciembre de 2011

La química crea un nuevo mundo


Por Diego Golombek  | LA NACION
Miren (huelan y saboreen) a su alrededor: estamos rodeados. Fabio Zerpa tenía razón, sí, pero no son (sólo) extraterrestres; en todo lo que tenemos alrededor, y hasta dentro nuestro, está la química -eso que solemos recordar sin mucho cariño de allá por tercer o cuarto año del secundario cuando colgaban en el pizarrón ese castillo asimétrico llamado pomposamente tabla periódica de los elementos. Y resulta que andamos de festejo, señores: este es el Año Internacional de la Química, según lo decretado por las beneméritas Naciones Unidas, y vale la pena detenernos un poco a buscar a esta esquiva ciencia entre nosotros y nuestras cosas de todos los días. ¿Y por qué en 2011? Se celebra el centenario del premio Nobel en Química a Marie Curie (sí, la primera mujer en ganar el premio, porque encima ya había ganado otro, el de Física, 8 años antes; más aún: su hija Irene continuó la tradición y ganó otra vez el de Química en 1935).
Pero ojo que la química viene de mucho, pero mucho más lejos. La angustia y el miedo por lo desconocido habrán hecho que algún antepasado nuestro tratara de entender qué sucede cuando se mezcla un poco de esto y otro poco de aquello, o cuando se calienta un bife de mamut o se extrae el mejor carmín para pintar unos buenos bisontes en la cueva. El conocimiento es poder, dicen, y entonces los protoquímicos quisieron conocer cómo transformar sustancias, mejorarlas, enriquecerlas. Ahí hacen su aparición los simpáticos alquimistas en busca de piedras filosofales o transmutaciones en oro. Esta revolución no es sólo europea: sin ir más lejos, el nombre química proviene del árabe, y significa algo así como tierra (y según mi padre, contándolo frente a veinte caritas de quinto o sexto grado, la química también nació cuando algún vagabundo del desierto comprobó que la leche que llevaba en una alforja se había transformado en yogur). Pero los árabes, se sabe, basaron parte de su ciencia en la de los griegos que ya habían llamado chemia al refinado de los metales. Dicen que la química como ciencia tiene su origen en el libro El químico escéptico (1661), de Robert Boyle, y que su época de oro comenzó con los experimentos de Lavoisier y Priestley sobre el aire y el oxígeno. De pronto, podíamos comprender no sólo de qué estaba hecho el mundo, sino que podíamos transformarlo. Y en el camino de esas transformaciones aparecían sorpresas: el descubrimiento de la porcelana mientras se buscaba oro, o del fósforo blanco mientras se estudiaba qué pasaba cuando se quemaba orina (de científicos, claro). O los famosos ojos de Cleopatra, cuya legendaria belleza algo le debía a su maquillaje con sales de plomo (que se acaba de descubrir que, debido a que podrían producir vasodilatación, tal vez ayudaran a la defensa inmune).
Pero volvamos a nuestra época y a nuestra vida: aunque no la veamos, la química siempre está. En la pasta de dientes, en el jugo de naranja del desayuno, en el botiquín del baño, hasta en el blue de nuestros blue jeans (y ni que hablar del sol, la fotosíntesis y otras pequeñeces). Sería imposible imaginar un mundo sin química: olvídense de los celulares, del cine; no habría jabón ni revistas dominicales de los diarios (ni diarios, claro). Y qué tristes serían nuestras cocinas sin la química que transforma la harina en pan, unas claras de huevo en un soufflé o un bife crudo en un churrasco lleno de aromas y sabores (y esto debido a la famosa reacción de Maillard, en cuyo honor incluso se hacen congresos internacionales).
Pero también es cierto que la química no siempre goza de la mejor prensa, de hecho, hay propagandas que se ufanan de productos que no tienen químicos, como si eso fuera posible (o por otro lado, productos que contiene ADN molecular o verdes ensolves.). Pero momentito: la química -como la ciencia- no es mala ni buena, sólo está hecha por gente que puede tener intereses diversos. Y también es cierto que la química - como la ciencia- tiene que ser controlada para que, en sus procesos, no libere sustancias tóxicas o invente forrrmas de dominarrrr al mundo (tenemos nuestrrrros métodos.). Pero hete aquí que la misma posible culpable es capaz de ser su propio remedio: buena parte de la química moderna está destinada a encontrar maneras sustentables, más eficientes, biodegrabables, limpias y seguras de producción. No es fácil ser verde, cantaba la rana René en Los Muppets, pero la química está tratando justamente de verdificarse por un mundo mejor. Y en el camino poder ayudar a otras industrias más o menos sucias, para no sólo mejorar sus procesos sino limpiar los productos no deseados, sin dejar nada debajo de la alfombra.
Se dice que la química alcanzó su apogeo hacia finales del siglo XIX o principios del XX. Después, se sabe, vinieron los años locos de la física y hoy estamos viviendo las décadas de la biología molecular. Pero atención que la química está de vuelta, inventando moléculas nuevas, con distintos tonos de verde, mirando lo infinitamente pequeño y con propiedades sorprendentes (he ahí la Nanoquímica), entendiendo y copiando a la naturaleza y, en el fondo, tratando de crear un mundo nuevo y mejor para todos.
El autor es doctor en Ciencias Biológicas, profesor de la UNQ e investigador del Conicet

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