Salir de vacaciones en pareja implica, ante todo, no olvidar de poner en la valija tres "factores de protección" importantes: diálogo, flexibilidad y actitud positiva. Sin ánimo de generalidades (cada pareja es un mundo especial y particular), hay una serie de cuestiones que, inevitablemente, se juegan a la hora de vacacionar "de a dos".
Los que ya llevan un tiempo de relación, algo de experiencia tienen en esto de aprender a "disfrutar estando juntos". Pero las parejas que están por reincidir o, mucho más aún, los que van a salir de viaje por primera vez, pueden llegar a encontrarse con una serie de "chubascos", que siempre es propicio tratar de prevenir.
Ante todo, habrá que considerar que, más allá del pronóstico del tiempo, en las vacaciones en pareja se juega "otro tiempo". Esto de convivir una semana, 15 días (o lo que dure el viaje), implica compartir un "tiempo y espacio" muy distinto al convencional. Inclusive para los que ya conviven a lo largo de todo el año, la rutina habitual sufre un cambio importante.
Nos vamos a ver de principio al fin del viaje. Vamos a estar las 24 horas del día juntos. Nos vamos a conocer a fondo, con todo lo bueno y lo malo que eso implica. No es que por temor al fracaso debamos postergar el plan, por el contrario. Aunque por momentos pueda aparecer la bandera de "mar dudoso" (o "peligroso"), deberíamos tratar de ir en busca de las aguas más cálidas y serenas posibles. Al mismo tiempo, sería bueno bajar los niveles de ansiedad, exigencia y perfección, que tanto nos hace practicar esta vida moderna.
Sería bueno bajar los niveles de ansiedad, exigencia y perfección, que tanto nos hace practicar esta vida moderna.
Se trata todo el tiempo de apostar a la pareja o, por lo menos, para los del "aquí y ahora", tratar de que estas vacaciones sean un verano para recordar.
Lo ideal es haber elegido o negociado juntos el destino y las condiciones de viaje: ¿a dónde vamos?, ¿dónde vamos a dormir?, ¿cuánto dinero llevamos?, ¿cuánto ponemos cada uno?, ¿quién paga qué? (el dinero no es un tema menor en la pareja).
Así como es mejor ser conscientes de la realidad y posibilidades de nuestras vacaciones, es fundamental tener en claro cuáles son las características del lugar al que estamos yendo. No vaya a ser que, como en tantas cosas en la vida, pretendamos algo más de lo que el destino puede darnos. Y si, inevitablemente, algo sufre modificaciones en la marcha, tratar de sobrellevar la situación juntos.
Es interesante saber conservar los tiempos a solas, aprender a estar juntos y en silencio.
Como siempre, lo mejor es ser flexibles entre lo que uno y el otro desean, así como tratar de regular la armonía de los tiempos. Hay que tener presente el riesgo de quedar atrapados "a toda hora" por el libro, revista, crucigramas, MP3, BB, la PC. mientras que el otro mastica abandono y bronca.
A propósito, que las vacaciones no sean motivo para replanteos o saldar temas pendientes del año. Inevitablemente, al detenerse la rutina, habrá más tiempo para pensar y darle lugar a las cuestiones que la vorágine del año postergó. Y a los celos infundados, tratar de remojarlos en el mar (o en la ducha). El agua suele ser buen aliado para exorcizar emociones negativas.
Que las vacaciones no sean motivo para replanteos o saldar temas pendientes del año.
Recordar: diálogo, flexibilidad, actitud positiva para disfrutar y evitar malos tragos.
Cuando el viento apremie, antes de que llegue el temporal, tratar de respirar, negociar y ponerle "onda". Como en la película Alguien tiene que ceder, que no sea siempre el mismo.
Sólo algunas sencillas y humildes sugerencias para tener en cuenta a la hora de armar la valija. Cada quien es dueño de su plan. Buena experiencia. Buenas vacaciones. Se puede.
Eduardo Chaktoura es psicólogo y periodista
lanacion.com
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