Time is money , pero no para todos. Para que el tiempo de trabajo no remunerado de las mujeres tenga su compensación económica, primero debería ser medido, luego reconocido y pagado y la inclusión de este cálculo revolucionaría por completo la macroeconomía ya que el PBI de los países podría aumentar hasta un 50%.
Un incipiente relevamiento del uso del tiempo mediante las encuestas permanentes de hogares en 6 países latinoamericanos –realizado a instancias de la CEPAL y la ONU– confirmó lo que se sabe extraoficialmente: que las mujeres trabajan más que los hombres. ¿Cuánto? En promedio 15 horas más (de 7 a 30 según las zonas).
El uso del tiempo y la valoración social y económica del cuidado de los demás fueron los temas abordados en un reciente seminario de la CEPAL sobre “La economía política de la igualdad de género”.
Damas gratis Las cifras lo dicen todo. Brasil con 7 horas de diferencia (47 los hombres y 54 las mujeres) y Perú con 8 horas (62 y 70) fueron los dos países que mostraron menor diferencia. En Brasil las mujeres de áreas rurales trabajaron 5 horas más que los hombres y las de las ciudades, 7 horas más. Los hombres percibieron ingresos por 40 horas y las mujeres sólo por 27.
En México se marcaron 22 horas de diferencia. En las zonas rurales la diferencia llegó a 30 horas. De sus 58 horas de trabajo total, los hombres cobraron 44 y las mujeres cobraron solamente 37 horas de las 88 trabajadas por semana: las impagas fueron 51.
En Uruguay la brecha hallada en 2007 fue 23 horas: 56 para los hombres y 79 para las mujeres, que reciben retribución por 38.
La Argentina no realizó relevamientos del uso del tiempo a nivel nacional, sólo lo hizo la Ciudad de Buenos Aires en 2005 y si bien no puede considerarse el resultado para otras regiones del país, la diferencia fue la menor para América Latina: las mujeres cobraban por 7,7 horas de las 11 trabajadas a diario y los hombres 9 de sus 10,7 horas.
El hombre proveedor, en baja La vieja concepción del hombre proveedor del hogar, no sólo mantiene a un alto porcentaje de mujeres en dependencia, sino que tampoco es representativa de la sociedad actual, donde el 29,1% de los hogares de la región es mantenido y cuidado por una mujer La participación del trabajo de las mujeres urbanas en la región durante los últimos 20 años creció un 10% (del 42% en 1990 al 52% en 2008). En 2008 todavía se encontraban sin ingresos propios un 31,6% de las mujeres urbanas y un 44% de las rurales contra un 10,5% y un 14% de los hombres, respectivamente.
“Es importante romper el silencio estadístico para que se conozca realmente cuánto tiempo dedican las mujeres a labores de cuidado (de niños, ancianos y discapacitados)”, considera Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la CEPAL. No todo es cuestión de asignaciones o subsidios. Pese a su importancia clave, se apunta a reconocer el trabajo digno.
Algunas propuestas tienden a reconocer el trabajo del cuidado. En México, 5.000 mujeres participan de un programa de transferencia implementado por el Estado, donde se retribuye a mujeres las horas dedicadas al cuidado de personas que no pueden autoabastecerse.
En Uruguay, con la avanzada cobertura social que lo caracteriza, se le reconoce un año de aportes jubilatorios a la mujer por cada hijo criado, admitiendo que la carrera laboral de las madres puede ser más corta.
Aunque la totalidad de los países relevados tiene legislación que otorga licencias por maternidad, las licencias por paternidad son escasas. Según el trabajo, la Argentina con 90 días de licencia por maternidad y un tiempo diario para amamantamiento, no tiene licencia por paternidad, sólo se contemplan días para el cuidado de hijos enfermos a la madre y tampoco se reconocen días para el cuidado de mayores enfermos.
En el libro El cuidado en acción , investigadoras de la CEPAL explican que tradicionalmente se considera que cuidar a los demás y pretender una retribución es un derecho al que aspirarían las mujeres, pero que hay que pensarlo a la inversa: se trata de un derecho de todas las personas a ser cuidadas cuando no pueden autoabastecerse, sean niños, ancianos, discapacitados o enfermos. Alguien tiene que hacerlo.
Flavia Marco Navarro y Corina Rodríguez Enríquez exponen que el cuidado fuera del ámbito familiar es considerado una actividad más del mercado, pero que el “cuidado remunerado y no remunerado, y la sostenibilidad de la vida humana han sido tratados como una externalidad del sistema económico que pertenece a la competencia de las familias o, en el mejor de los casos, de políticas sociales focalizadas”.
Las investigadoras recuerdan, citando a Carlos Marx, que para la economía capitalista es vital la reproducción de la fuerza de trabajo pero que la economía liberal reduce el dinero para su sostenimiento a los salarios de los trabajadores, queda en la esfera privada.
“El cuidado está entonces en el límite entre lo económico y lo social, al igual que el empleo, y es un concepto que ayuda a entender y enfrentar los obstáculos con que se encuentran las mujeres para participar en igualdad en el mercado laboral”.
En la misma línea de análisis, Indira Hirway, directora del Centro de Alternativas para el Desarrollo de la India, asegura que el trabajo no remunerado subsidia a la economía de mercado al reducir el costo del trabajo e incrementar los márgenes de ganancia y acumulación.
Retomando el principio de esta nota: Si tiempo es dinero y las mujeres no cobran buena parte de su trabajo, ¿quién se quedaría con ese dinero? Hirway redondea la ecuación: “Si no hubiera trabajo no remunerado, los empleadores tendrían que pagar salarios más altos a sus trabajadores, reduciendo con ello sus ganancias”.
clarin.com
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