Curiosidad

Cuán curiosos seamos habla de nuestro interés por el conocimiento. No se trata sólo de ser un buen ratón de biblioteca, un consagrado malabarista de medianeras o un voyeur matriculado en mirillas.

Ser curioso es explorar, preguntarse, responder, descubrir, aprender, tratar de ir más allá de lo que se nos imponga como dado.

Somos curiosos por instinto natural en función de la supervivencia. Pero los niveles de curiosidad, entrega o motivación que intentemos poner en juego son los que, más allá de nuestras necesidades más básicas, pueden llegar a orientarnos hacia una meta mucho más superadora. ¿Cuál? ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué planes tenemos entre manos? ¿Qué es lo que tanto nos interesa saber y conocer por estos días?

Al parecer, hacia dónde orientemos nuestras antenas será una clara señal de la dirección de nuestros propósitos. Algo así como intentar sintonizar con aquellas cuestiones que nos provocan verdadero placer, más allá de cuán factible o posible nos está resultando conectar con eso que tanto buscamos.

Las investigaciones presentadas en distintos congresos de psicología positiva, revelan: "Quienes muestran altos niveles de curiosidad, experimentan mayores niveles de satisfacción en la vida que el resto de las personas." Es más, estos mismos estudios se animan a suponer que los curiosos están más cerca de descubrir el significado de la vida, lo cual es un buen predictor de la felicidad a través del tiempo.

La curiosidad parece ser una fortaleza positiva que promete iluminar aquello que aún no se sabe, que nos concierne, que nos fascina, que nos sorprende. Podremos encender esa linterna interior en tanto y en cuanto nos impliquemos de manera activa con los desafíos y las nuevas experiencias. En este sentido, no sólo resulta interesante descubrir o reafirmar qué cosas nos despiertan hoy curiosidad, sino hasta dónde estamos dispuestos a comprometernos con nuestras búsquedas más sentidas y auténticas.

Eduardo Chaktoura es psicólogo y periodista

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