Hace algunos años se puso de moda el término andropausia. Pronto cayó en desuso porque, si bien es cierto que existe una afección que sería más o menos el equivalente masculino de la menopausia, no se da en todos los hombres. La denominación correcta es hipogonadismo de inicio tardío y se calcula que afecta a en torno un 30% de los varones mayores de 50 años. Se caracteriza por una disminución de los niveles normales de testosterona, junto con uno o más de los siguientes síntomas: baja libido, disfunción eréctil, falta de fuerza, reducción de la masa muscular, incremento de la grasa corporal, estado de ánimo decaído, menor vitalidad...
La solución es sencilla: se administra a los pacientes la sustancia que les falta. Es lo que se está haciendo en Estados Unidos y, en menor medida, en Europa. Pero, como parece que siempre hay alguien que se encarga de complicar lo aparentemente simple, esta terapia no está exenta de polémica.
De un lado, están quienes pretenden extender su uso a toda la población entrada en años; por otro, los que advierten sobre sus riesgos o dudan de su potencial terapéutico.
En medio de los dos extremos se encuentran los especialistas que, con las últimas evidencias científicas en la mano, creen que hay que sopesar cada caso concreto y seleccionar correctamente a los individuos que pueden obtener un mayor beneficio con el tratamiento.
Lo cierto es que los hombres con niveles normales de la hormona masculina no van a convertirse en máquinas sexuales gracias al consumo de testosterona. No hay ningún estudio que lo demuestre. En cuanto a los peligros que puede plantear esta terapia, los expertos tienen claro que son poco frecuentes y siempre controlables.
Escepticismo
Uno de los últimos estudios críticos con el reemplazo hormonal masculino se ha publicado en el 'British Journal of Urology International'. Sus autores revisaron los datos de un trabajo anterior en el que participaron más de 8.000 hombres estadounidenses de mediana edad o mayores y llegaron a la conclusión de que se ha sobrevalorado el papel de la testosterona. En comparación con otros indicadores (edad, síntomas urinarios, índice de masa corporal y diabetes), esta sustancia resultó ser el factor menos asociado a la función sexual.
Los responsables de esta investigación critican los "millones de prescripciones que se realizan cada año en Estados Unidos" y recalcan el alto coste que suponen. Reconocen que la hormona tiene un claro impacto en la sexualidad, pero señalan que, una vez que empiezan a descender sus niveles en sangre, no están claras las cifras de corte a partir de las cuales se puede hablar de patología. Los expertos españoles a los que ha consultado ELMUNDO.es no están de acuerdo con las conclusiones del citado estudio.
Aquí el tratamiento está mucho menos extendido que al otro lado del Atlántico y los especialistas encargados de prescribirlo estiman que muchos hombres que no están recibiendo testosterona podrían mejorar sustancialmente su calidad de vida con ella. "Es un tratamiento seguro y con pocos efectos secundarios. Cada vez hay más endocrinos y urólogos formados y proclives a administrarlo", asegura Juan Ignacio Martínez Salamanca, urólogo del área de Medicina Sexual en el Hospital Universitario Puerta de Hierro-Majadahonda (Madrid).
Comparte esta visión el urólogo Jorge López-Tello, del también madrileño Hospital Infanta Sofía de San Sebastián de los Reyes. Además, agrega que las pautas terapéuticas que se siguen, reflejadas en protocolos internacionales, garantizan que solo reciba la hormona quien realmente está en condiciones de sacar provecho: "Además de comprobar la existencia de sintomatología y de niveles bajos de testosterona, evaluamos cada tres o seis meses si mejora el deseo sexual. Si en ese plazo no funciona, es que no va a dar resultado". En ese caso, se debe suspender el tratamiento.
Otra de las claves es informar correctamente al interesado. Tal y como señala José Mª Martínez Jabaloyas, especialista en Urología del Hospital Clínico Universitario de Valencia, "hay que explicar al paciente que es un tratamiento a largo plazo y a veces es para toda la vida". Los beneficios también pueden ser para siempre: hay estudios que vinculan la testosterona a una menor mortalidad y en algunos casos de diabetes se ha observado que el tratamiento sustitutivo puede mejorar el efecto de la insulina.
elmundo.es
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