La palabra “pudor” es simple, tiene un sonido suave y el color rubicundo de la vergüenza. También goza de una acepción: honestidad. Es que el sentimiento pudoroso no puede ocultarse: revela -sin tapujos- el resguardo de la intimidad.
También es esperable que gradualmente, al ir adquiriendo confianza, el pudor desaparezca o se reduzca, siendo casi imperceptible. Es muy frecuente que en los primeros encuentros amorosos el pudor se exprese en diferentes inhibiciones: “no digo”, “no hago”, “me gustaría, pero no me animo”, etc.
El pudor protege, no desea que se vulnere “el cuarto propio”, el lugar sensible de nuestro ser. Sin embargo, la acción pudorosa se puede convertir en un problema que complica la conquista y el encuentro erótico sexual. Las personas con exceso de pudor se anticipan con miedo, son presas de sentimientos de inferioridad, se ven ridículas, torpes, devalúan su físico, la gracilidad del cuerpo, y están pendientes a las reacciones del otro, interpretando los gestos ajenos como intimidantes.
El pudor o recato es más frecuente en las mujeres. Las pautas sociales, culturales y religiosas, han actuado sobre los cuerpos y las mentes de muchas mujeres transformando la conexión consigo mismas y con su cuerpo en un problema que a veces asume las características de una verdadera fobia sexual.
A pesar de los cambios favorables en la construcción de la feminidad, la valoración personal, sobre todo en el área erótico sexual, requiere de un esfuerzo para apartar algunos pensamientos negativos: “no soy atractiva”, “no quiero que vea mis imperfecciones”, “tengo que esperar que él tome la iniciativa”, “no puedo parecer desesperada”, “se va a dar cuanta que me gusta el sexo”, “me estoy comportando como una puta”, “¡cómo puedo ser tan torpe al moverme!”, “si le digo que se ponga el forro se va enojar”, “después me voy a reprochar por haber sido tan complaciente”, etc.
Como vemos, el pudor en exceso se instala creando la certeza de minusvalía, reduce lo mejor de cada uno a una serie de conductas pasibles de críticas, reproches varios, que pueden incidir en otras áreas de la vida, no sólo en la sexual.
Un vez que se atraviesa el temido umbral, el componente subjetivo desmoralizador empezará a perder energía. La confianza es fundamental, más que en cualquier otra relación. No porque duden de la persona que los acompaña, sino por la constante de críticas y demérito al que someten sus intervenciones amorosas. No piden despliegue ni arrebatos pasionales. Sólo exigen compromiso y buena disposición para llevar adelante una vida en pareja.
Las mujeres pudorosas demandan la cuota de afecto que creen que merecen, no por egoísmo, sino para sentir que ya no tienen que temer, y como resultado allanar el camino para vivir la vida con plenitud. El amor trasforma sus estados de ánimo, les da firmeza y empuje a los proyectos en ciernes. No son perezosas ni se duermen en los laureles, muy por el contrario, trabajan para sostener el vibrato afectivo, la atracción y el respeto mutuo. Creo que en general las mujeres pudorosas, cuando superan sus inhibiciones, adquieren la capacidad para reconocer señales amenazadoras para su estima, alejándose de ellas cuando estas hacen su aparición. Claro que semejante aprendizaje no es gratuito. Les ha costado desde la niñez horas de llanto, desazón, aislamiento social y graves cuestionamientos personales.
El manejo de la ansiedad que se anticipa al porvenir y el incremento de la confianza en sí mismo, son cambios necesarios que refuerzan las experiencias del Yo con el mundo propio y con los demás.
¿Sos pudorosa? Tácticas para mejorar tu vida erótico-sexual
Los objetivos estratégicos deben permitir:
-Disminuir la anticipación al dolor.
-Incrementar la confianza personal.
-Potenciar el placer.
-El pudor es una sensación primaria. Nos ayuda a resguardar la intimidad ante experiencias novedosas, con el tiempo y la confianza ganada, irá desapareciendo.
Para eso:
-Cuando cortejes a alguien, pensá en otras situaciones en las que te sientas segura y espontánea.
-Concéntrate en los aspectos sugestivos del otro y pensá qué harías con ellos, ejemplo: “me gustan esos labios y lo besaría sin parar”. El acto de imaginar qué hacer con lo que se percibe del otro, crea una conexión que estimula la libido e impide que los pensamientos negativos se entrometan.
-Las experiencias del pasado deben ayudarnos a comprender las actuales. No transformes la situación que estás viviendo en un repaso de historias fallidas.
-En los comportamientos de sexuales, el repliegue debe ser usado para tomar envión, no para huir; a menos que el otro te haya dejado de interesar.
-No copies modelos ajenos más audaces para vencer el pudor. Será como ponerte un traje que no te pertenece. Acepta la vergüenza y dile: “estás conmigo, pues marchemos juntas”. Será la mejor manera de no sentirla tu enemiga.
-Enumerá cada uno de tus encantos. Sólo descríbilos, sin emitir juicios de valor ni críticas. En el momento del acercamiento podés montarte a ellos para reforzar tu estima y mantener la atención en tus valiosas condiciones.
-El pudor en exceso te lleva a pensar demasiado en el otro. Tenés que ser egoísta y pensar en vos.
-Usá el gran poder de la fantasía para incrementar tus capacidades amatorias
-Tratá de serenarte antes de los encuentros sexuales. Disfrutá de los juegos eróticos. El poder concentrarte en la actividad sexual reduce los niveles de ansiedad y la urgencia por llegar rápido al orgasmo. Recordá que la genitalidad es una etapa más del encuentro y no el objetivo final.
entremujeres.com
El Dr. Walter Ghedin es médico psiquiatra y sexólogo.
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