Cuando todavía la clonación no deja de asombrar e inquietar por partes iguales, su avance no se detiene. Y a cada paso surgen variantes, posibilidades que abren perspectivas –junto con nuevos recelos–. Una de ellas es la clonación a partir de material genético de animales ya muertos. Muertos poco tiempo atrás, o desaparecidos de la faz de la Tierra hace miles de años, extintos.
Este tipo de clonaciones tiene, básicamente, dos motivaciones. Por un lado, un fin productivo: replicar animales con alguna virtud extraordinaria y por eso valiosa, como vacas campeonas o caballos extraordinarios para utilizar en el polo u otro deporte.
El perfeccionamiento de la técnica ha generado también expectativas en otra área: la multiplicación de ejemplares de especies en peligro de extinción. Y no sólo eso; además podría ser el medio para volver a poner sobre la Tierra animales desaparecidos hace milenios. El mamut es uno de estos casos. Científicos rusos, japoneses y keniatas –a los que el año que viene podría sumarse alguno argentino– buscan material útil para una clonación (ADN) en los restos hallados en Siberia.
En la Argentina, esta posibilidad de copiar también sigue avanzando. El año pasado se realizó una clonación a partir de un animal muerto. Fue la primera en el país y en América latina, y una de las primeras del mundo. La copiada fue la Natural MS Independencia 264, más conocida como Samba, una vaca premiada de la raza Brangus. La réplica fue desarrollada en conjunto por la Universidad Nacional de General San Martín y la empresa ARG Natural Beef.
Sambita, el clon, hoy crece en la provincia del Chaco como cualquier otra ternera, es genéticamente idéntica al animal original , y no sufre de envejecimiento prematuro, un problema que se presentó en las primeras experiencias de clonación de mamíferos, y que ya fue superado.
“Esta clonación permitió conservar un potencial genético que de otro modo se hubiera perdido; y esta posibilidad es de gran relevancia, sobre todo con animales de características zootécnicas valiosas”, le explicó a Clarín Adrián Mutto, científico de la Universidad Nacional de General San Martín y conductor del equipo que clonó a Samba. La experiencia de clonar bovinos ya no tiene costos inalcanzables. Aunque todavía son pocos, ya existen productores ganaderos dispuestos a pagar los 250.000 dólares que cuesta hoy clonar algún ejemplar destacado para que siga siendo productivo. De hecho, hay otros casos exitosos con equinos, como el caso de la yegua del polista Adolfo Cambiaso. Se llama Cuartetera y una de sus copias fue subastada en 800 mil dólares. Menos interesados en algún beneficio económico inmediato, los científicos que persiguen clonar un mamut lo hacen para conocer mejor la fisiología del animal. Además, claro, de buscar repercusión trayendo a la vida una especie que desapareció hace milenios.
El investigador Mutto afirma que las chances de hallar una célula de mamut apta para una clonación son muy bajas, pero no nulas. En ese sentido, explica el experto, la gran antigüedad de los restos es menos determinante que las condiciones en que hayan permanecido. A su vez, es importante entender que clonar un ejemplar de un animal extinto no significa que se recupere la especie, dice Mutto. Aun haciendo muchas copias de un determinado individuo, lo que se recupera es un único patrón genético, no una especie ya que, justamente, lo que define a una especie son muchos individuos genéticamente únicos.Si se lograra dar vida a un mamut, no sería la primera vez que un animal antiguo fuera “recuperado”. El año pasado, científicos españoles lograron eso por primera vez cuando clonaron un bucardo, una subespecie de cabra montés declarada extinta en 2000 .
Es bien posible que en el futuro no sea difícil conseguir células útiles para la clonación de animales que ya no están porque proyectos como el Arca de Hielo (Frozen Ark Project) están reuniendo y preservando ese tipo de material de especies en peligro de extinción.
clarin.com
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