Por Sophia Hollander
John E. Oden recuerda haber preguntado si realmente tenía que llevar su traje de etiqueta para la cena de gala de recaudación de fondos a la que iba a asistir en Londres.
"Sí", le respondieron los organizadores.
El hombre de negocios neoyorquino empacó el traje aunque solamente lo iba a necesitar por poco tiempo. Esto es porque pensaba pasar la mayor parte de la noche en pantalones cortos y con una camiseta. Estaba ahí para boxear con otro hombre de negocios como parte del entretenimiento programado para la velada.
Los combates de boxeo entre ejecutivos han emergido como una opción de entretenimiento cada vez más popular para las cenas de gala de recaudación de fondos en todo el mundo con eventos realizados en Singapur, Londres, Hong Kong y Dubai, así como en Chicago, Long Island y Texas.
Los boxeadores llegan con sus smoking en las maletas, entran al ring, usualmente levantado en el medio de un salón de baile, golpean a su oponente lo mejor que pueden, se duchan, se ponen la ropa elegante y vuelven rápidamente a su mesa, si tienen suerte, para el postre ( a veces sangrando).
El concepto del boxeo entre ejecutivos- en el cual se enfrentan boxeadores que no son ni atletas profesionales ni amateurs que compiten- se originó en el famoso gimnasio Gleason's de Brooklyn, propiedad de Bruce Silverglade, que acuñó el término "boxeo de cuello blanco". Pero aunque esta modalidad del deporte rápidamente se extendió a través del mundo, hace cuatro años Nueva York se convirtió en uno de los pocos lugares donde está prohibido, cuando la Comisión Atlética del Estado de Nueva York la declaró ilegal.
Técnicamente todavía está prohibida. Pero ahora hay acuerdos verbales para programar el boxeo de "cuello blanco" bajo la autoridad de USA Boxing, la organización nacional que supervisa la práctica amateur de este deporte en Estados Unidos. La nueva división conocida como "boxeo básico" incorporará muchos de los elementos originales que definen a los combates de "cuello blanco". Está permitido que los combatientes usen "nombres de combate" llamativos , rounds más cortos y la práctica de levantar las manos de ambos boxeadores como triunfadores al final de cada pelea, según Deni Auclair, un directivo de USA Boxing, Asociación Metropolitana, que es la rama local de la organización.
A pesar de la ausencia de una aprobación final, Silverglade y otros dueños de gimnasios, que han llegado a depender de los boxeadores de cuello blanco como parte crítica de su modelo de negocios, confían en que una nueva autorización está al alcance.
Silverglade ya comenzó a planear el primer evento, a beneficio de un amigo que tiene cáncer. Una vez que haya fijado una fecha, posiblemente en enero, "vamos a poder hacerlo", dice.
Él organizó el primer combate de "cuello blanco" en el gimnasio Gleason's hace alrededor de dos décadas, cuando David Lawrence, un hombre de negocios multimillonario, con un PhD en Literatura Inglesa aceptó enfrentarse con el doctor Richard Novak, un abogado y veterinario.
"Él era un tipo que daba miedo y yo era como Woody Allen", recordó hace poco Lawrence, riéndose, sentado en una pequeña y austera oficina en Gleason's. "Aunque yo era secretamente fuerte, nadie lo sabía", cuenta.
Ahora tiene 63 años, está ligeramente encorvado y viste jeans pálidos y una camiseta negra, con lentes con montura de plástico amarillo y un arete de oro. Su voz tiene un poco del nasal acento neoyorquino de Allen.
Fue llamado boxeo de "cuello blanco" "porque estábamos ambos tan sobre educados", explica Lawrence que ahora trabaja como entrenador en el gimnasio.
El combate fue un hito y marcó un cambio drástico en la clientela, recuerda. La primera vez que entró en el gimnasio Gleason's a comienzos de la década de los años 80 "no había tipos de "cuello blanco", dice "¡Todos eran asesinos!", asegura.
La novedad de un doctorado en literatura inglesa intercambiando golpes con un abogado rápidamente se difundió y llevó a espectáculos mensuales que atrajeron a cientos de personas.
Silverglade reunió hasta 200 personas cada mes, haciendo una ganancia promedio, dice, de US$500 por espectáculo. Silverglade podría haber hecho más dinero en escenarios más grandes pero no quería atraer la atención por una buena razón.
"Sabía que no era legal", admite.
La ley en el estado de Nueva York insiste en que todos los combates de boxeo deben estar regulados por la Comisión Atlética del Estado de Nueva York, con tres excepciones, el boxeo militar, el boxeo académico y el de aficionados.
Pero estos boxeadores no encajaban claramente en ninguna de estas tres categorías. Dado que no eran profesionales, la comisión no quería invertir dinero en supervisar estos combates. USA Boxing, el otro organismo que podría haberlo hecho, estaba fundamentalmente dedicada a producir boxeadores para los Juegos Olímpicos.
Entonces Silverglade organizó sus propios eventos con la esperanza de que nadie lo notara. Aún así comenzó a recibir llamadas de personas de todo el mundo que querían volar para competir o para organizar sus propios combates en sus respectivos países.
Mientras tanto, Silverglade vigilaba que sus boxeadores estuvieran seguros, interviniendo si alguno tambaleaba después un golpe duro y acortando los rounds para ayudar a alguno que estuviera quedándose sin respiración. La mayoría aceptaban su intervención.
"Todos ellos saben que en la mañana del lunes tienen que ir a trabajar", explica Silverglade. "Y no quieren ir a trabajar con un ojo negro", agrega.
Un deseo compartido de salvar la cara –emocional y literalmente- era común. Al comienzo, Silverglade declaraba ganadores para cada combate. Rápidamente aprendió que esto podía dar un mal resultado.
"Algunos de los tipos de Wall Street tienen un ego tan grande que si perdían no volvían más al gimnasio", recuerda. " Y yo pensaba, oh, esto no es lo que yo quiero aquí", comenta.
Comenzó a levantar las manos de ambos competidores y a otorgar trofeos a cada competidor. De todas formas, dice Lawrence, con una sonrisa maliciosa, "sabíamos quien ganaba y quien perdía". Y, agrega, "ciertamente yo nunca perdí una".
Pero Silverglade sabía que era solamente una cuestión de tiempo antes que lo hicieran detenerse.
Hace cuatro años, uno de sus boxeadores de "cuello blanco" se dio cuenta del potencial que tenían estos eventos para recaudar fondos.
"Podía poner un ring en el medio del hall de mi empresa de comidas y todos mis amigos pagarían para verme siendo golpeado en la cara", recuerda el boxeador Jeff Cohen, que en ese momento tenía un negocio de comidas para fiestas en Long Island.
Organizó los eventos varios años hasta que un día la Comisión Atlética recibió una información sobre un combate ilegal de boxeo en un hotel de Long Island. La comisión prohibió el evento de caridad y llamó unos pocos días después a Silverglade.
"Una vez que uno tiene conocimiento de algo que es ilegal y ese es su trabajo, no es que yo esté siendo el muchacho malo", dice Ron Scott Stevens, que era entonces el comisionado. "Era en contra de la ley", enfatiza.
Silverglade fue a Albany para tratar de convencer a los legisladores de que aprobaran un excepción para el boxeo de "cuello blanco", similar a las existente para los combates entre aficionados, entre militares o académicos. El Senado del estado aprobó normas que hubiesen creado una compañía con fines de lucro que hubiese regulado el boxeo de "cuello blanco" en Nueva York pero esas disposiciones murieron en la Asamblea de Representantes.
"Nadie nunca dice no pero nunca dan la aprobación", dice Silverglade.
Volvió a USA Boxing para un intento final. Resultó que en los años posteriores a su primera apelación, la organización había tenido un cambio filosófico, impulsado por la necesidad de incrementar sus ingresos y de aumentar el número de integrantes.
"Estamos cambiando el mandato", explica Auclair. "Queremos seriamente incrementar la cantidad de miembros. Y tener una nueva categoría de boxeador puede lograr eso", agrega.
La división de boxeo de "cuello blanco" –que será llamada "boxeo básico"- será probada en Nueva York con un ojo puesto en la expansión por todo Estados Unidos si tiene éxito.
Eso no ocurrirá demasiado pronto para Silverglade, que calcula que los boxeadores en esta modalidad representan el 50% de su negocio.
"Sin los boxeadores de cuello blanco, este gimnasio y ninguno otro grande en Nueva York podría sobrevivir", asegura.
Hace pocas tardes, en el New York Athletic Club (NYAC), el pequeño y limpio gimnasio con techos bajos era un marcado contraste con el cavernoso y caótico Gleason's. Muchos hombres de negocios, incluyendo a Oden, practicaban en los dos rings.
Ya sin su smoking, Oden avanzaba por el ring, golpeando duro, intercambiando golpes cruzados con su mano derecha contra Chris Angle, un vicepresidente de banca de inversión en Puritan Securities Inc. Después de tres minutos de round, cada hombre iba tambaleándose a su rincón. Oden tomó un poco de agua y quitó el sudor de su cara. Al final del combate, su pelo parecía el de quien se acaba de levantar de una noche de sueño en la que no descansó.
Los diferentes estilos quedaron evidenciados durante uno de los combates de "cuello blanco" en Gleason's hace algunos años, cuando Silverglade invitó a los boxeadores del NYAC a competir.
La noche del combate, limusinas brillaban en las calles de Brooklyn y mujeres en tacones subían riéndose la escalera un poco despintada que llevaba al gimnasio.
"Lo que más recuerdo es que las mujeres subían y decían "Oh, Dios mío, huele", sonríe Silverglade. " Tengo un gimnasio de boxeo a la antigua. Hay un aroma", reconoce.
No hay comentarios:
Publicar un comentario